Un vertido bajo control en vez de una riada descontrolada: esa es la estrategia con la que las autoridades húngaras tratan de evitar que una nueva fuga de lodos tóxicos tenga los mismos efectos catastróficos que la que acabó con la vida de siete personas.

Después de varias jornadas de incertidumbre, el Gobierno húngaro comenzó a plantear claramente la situación en torno a la balsa de acumulación de residuos tóxicos de Ajka, tras dar prácticamente por seguro que los muros se desplomarán.

«Lo que esperamos, de acuerdo con las estimaciones de los expertos, es que esos muros dañados van a desmoronarse», indicó Zoltán Illés, secretario de Estado de Medio Ambiente. Antes de eso, se espera que esté concluido el dique de contención que se está levantando a marchas forzadas.

Con 600 metros de largo, 25 de ancho y unos cinco de altura, el muro que se ha previsto estará compuesto de 40.000 toneladas de rocas y tierra, y se espera que sea suficiente para poder desviar una segunda riada de lodo hacia tierras ya contaminadas.