La península coreana, donde se encuentra la última frontera de la Guerra Fría, es una de las zonas más militarizadas del mundo, con cerca de 1,7 millones de soldados entre los dos bandos enfrentados.

El ingente Ejército norcoreano cuenta con más de un millón de soldados frente a 655.000 militares de Corea del Sur y 28.500 de su aliado EEUU, presente en la península asiática ante la amenaza de Pyongyang.

El régimen totalitario de Corea del Norte, bajo el dictado de Kim Jong-il, se ha dedicado a aumentar su poderío militar con la llamada política «Songun» (literalmente «El Ejército primero»), que busca mayor poder disuasorio a través del desarrollo de su tecnología de misiles y armas nucleares.

La penuria económica que vive el país desde hace décadas no permite que el norcoreano sea considerado un Ejército moderno, ni a la altura de las capacidades conjuntas de Corea del Sur y su aliado estadounidense.

El único país comunista con capacidad nuclear cuenta, paradójicamente, con unas Fuerzas Armadas que se basan en la cantidad, más que en la calidad, para presentarse como una amenaza ante su vecino del Sur.

En la mayoría de los casos la tecnología utilizada por Pyongyang no supera los estándares de los años de la Guerra Fría, pero su arsenal dobla al de Corea del Sur en aspectos como artillería, tanques o vehículos para el transporte de tropas.

Además, cuenta con unos 300 Mig rusos de la época soviética, una veintena de helicópteros y misiles de corto alcance de origen chino, así como aviones de transporte de tropas que, en otros países, serían piezas de museo.

Pero también tiene un arsenal de misiles de corto y medio alcance que se cree ronda las 800 unidades y que podrían alcanzar Seúl, una ciudad con un área metropolitana de 23 millones de habitantes, la mitad de la población de Corea del Sur. Pyongyang dispone asimismo de misiles de largo alcance que podrían llegar hasta territorio japonés capaces de cargar ojivas nucleares, aunque las pruebas fallidas realizadas y el bajo nivel tecnológico de Corea del Norte no permiten asegurar que sean una amenaza real.

El Ejército de Corea del Sur lo integran 655.000 efectivos, muchos de ellos jóvenes que realizan el servicio militar obligatorio de dos años y medio. El país puede echar mano además de miles de reservistas, ya que todos aquellos jóvenes que alcanzaron rangos importantes durante el servicio obligatorio y recibieron una paga mensual pueden ser llamados a filas en cualquier momento.

A ellos se suman las Fuerzas de EEUU en Corea (USFK), que mantienen en territorio surcoreano 28.500 soldados listos para el combate y unidades permanentes en las cercanías de la Zona Desmilitarizada que, desde el fin de la guerra en 1953, divide las dos Coreas a la altura del paralelo 38.

Las tropas estadounidenses están desplegadas en cerca de 85 localizaciones a lo largo de Corea del Sur y cuentan con un centenar de tanques y otros tantos vehículos armados, así como cazas de combate F-16 y A-10, según el USFK. A diferencia de Corea del Norte, en el Sur la capacidad del Ejército ha mejorado notablemente.

Peligro inminente

Ante el poderío, expertos temen las consecuencias de una escalada militar entre dos países que, 60 años después del conflicto que los enfrentó, siguen en guerra técnica al haber firmado en 1953 un armisticio en lugar de un tratado de paz.

Entre la apertura al mundo y el secreto total

Mientras Corea del Sur trata de mostrarse al mundo en sus diferentes facetas, sus vecinos del norte mantienen un perfil bajo que apenas deja saber actividades generales de su gobierno, la dinastía que allí se gesta y sus ambiciones por desarrollar armas nucleares.

Esos aspectos se hacen notar en la vida cotidiana. Corea del Sur es uno de los principales países en desarrollo de tecnología. Gran parte del planeta disfruta de sus electrodomésticos, sus equipos electrónicos y sus innovaciones informáticas.

A esa presencia en la industria tecnológica en los últimos años se ha sumado un auge de la industria cultural, al igual que China y Japón se ha apropiado de las series y telenovelas para generar sus ídolos.

Del otro lado de la cortina de hierro, según los analistas, el último reducto de la guerra fría, la vida cotidiana es una incógnita y surgen sus necesidades, como la falta de alimentos, para apelar a la ayuda humanitaria.