Sobre todo el escalofriante escándalo de las esterilizaciones forzadas que se llevaron a cabo durante el régimen fujimorista, al que Keiko, como mujer, no supo reaccionar ante el electorado femenino.

Pidió disculpas con la boca pequeña y negó toda posibilidad de que esas prácticas fueron una política de Estado para el control de la natalidad. Pero es difícil creer que la esterilización de más de 250.000 mujeres indígenas en las zonas más pobres del país fue obra de un grupo de médicos fanáticos.

Este vergonzoso asunto para Perú, pendiente de justicia desde hace más de un decenio, le estalló en las manos a la candidata populista en la última semana de campaña y le fue imposible revertir sus efectos.

Para más ironía, todos los portavoces fujimoristas habían sido colaboradores de El Chino y uno de ellos incluso el Ministro de Salud cuando se produjeron las esterilizaciones.  Perú prefirió darle una oportunidad a Humala a pesar de que casi la otra mitad del país sigue sin creer al nacionalista.

Sin embargo, tras el apoyo de intelectuales como el Nobel Mario Vargas Llosa o de políticos como el expresidente Alejandro Toledo, el asesoramiento de brasileños vinculados al partido de Lula da Silva y la firma por parte del candidato de todos los compromisos escritos habidos y por haber en defensa de la democracia, los peruanos lo votaron con la esperanza de que esos apoyos y actos acaben por contener cualquier tentación autoritaria.