El brasileño Oscar Niemeyer, fallecido el miércoles a los 104 años, revolucionó la arquitectura moderna con sus curvas sensuales, de las que la capital Brasilia se volvió la principal exponente.

«No es el ángulo que me atrae. Ni la línea recta, dura, inflexible. Lo que me atrae es la curva sensual que se encuentra en el cuerpo de la mujer perfecta», sostenía el llamado «arquitecto de la sensualidad», creador de la capital brasileña inaugurada en el corazón del país en 1960.

En 1940, Niemeyer conoció al futuro presidente Juscelino Kubitschek, que le dio la «alegría» de construir Brasilia para reemplazar la hasta entonces capital Rio de Janeiro.

Brasilia fue concebida por el urbanista Lucio Costa pero fue Niemeyer quien diseñó sus principales edificios, un trabajo por el cual fue recompensado en 1988 con el premio Pritzker, equivalente al Nobel de arquitectura.

«Queríamos hacer una arquitectura diferente, que sorprendiera», declaró a la AFP antes de su muerte este pionero en la utilización del hormigón.

Con más de 600 obras en su palmarés y una veintena de proyectos en curso en Brasil y en el extranjero, como la mezquita de Argel, este pequeño hombre de apariencia frágil y mirada viva decía que quería seguir «sorprendiendo».

«Lo que más me gustaría hacer ahora sería sin duda el estadio de fútbol que diseñé muy recientemente y que tiene una forma bastante sorprendente», indicó en una entrevista con la AFP en 2010 a la que respondió por escrito, en vísperas del 50º aniversario de Brasilia.

Durante estos últimos años, Niemeyer fue hospitalizado varias veces, pero en febrero pasado supervisó justo antes del carnaval de Rio las obras de renovación del Sambódromo, que construyó hace 30 años y donde se llevan a cabo los desfiles de las grandes escuelas de samba.

Reconocido como uno de los grandes renovadores de la arquitectura del siglo XX, Niemeyer también fue un ferviente militante comunista, una ideología que nunca abandonó. «Las profundas disparidades sociales que la nueva capital presenta me entristecen», dijo a la AFP.

Niemeyer continuó trabajando hasta sus últimos días en su atelier de grandes ventanales curvados, frente a la célebre playa de Copacabana.

En vísperas de sus últimos cumpleaños, repetía que «tener más de 100 años es una mierda» y que «no hay nada que celebrar», salvo que Brasil se transformó en un país «más igualitario tras la llegada al poder de un ex obrero», el ex presidente Luiz Inacio Lula da Silva (2003-2010).

Oscar Ribeiro de Almeida de Niemeyer Soares nació el 15 de diciembre de 1907 en Rio, donde tuvo un encuentro clave con el francés Le Corbusier en 1936. Su primer gran trabajo fue el «Complexo de Pampulha» en Belo Horizonte, terminado en 1943.

El arquitecto brasileño participó entre otras cosas en la concepción de la sede de las Naciones Unidas en Nueva York (1952) y diseñó el Museo de Arte Contemporáneo de Niteroi (1996), cerca de Rio, célebre por su forma de platillo volador.

Francia, que le acogió en sus años de exilio, cuando huía de la dictadura militar, cuenta con una veintena de obras, entre ellas la sede del Partido Comunista en París (1965) y la Casa de la Cultura en Le Havre (1972).

En 1928, Niemeyer se casó con Annita Bildo, con quien tuvo una hija. Su unión duró 76 años, hasta la muerte de Annita a fines de 2004.

Su hija Anna Maria Niemeyer murió en junio pasado, a los 82 años, víctima de un enfisema pulmonar. «Tengo el mismo interés por la vida que cuando era joven. Mi receta, no aceptar la vejez, pensar que tenemos 40 años y actuar de manera acorde», dijo en vísperas de sus 100 años junto a Vera Lucia Cabrera, actualmente de 64 años, su secretaria con la cual se casó a los 98 años.