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Funerales de Estado de Chávez con delegaciones de 54 países

Los funerales de Estado de Hugo Chávez se desarrollan este viernes en la Academia Militar de Caracas en presencia de delegaciones de 54 países, incluidos la mayoría de líderes de América Latina y del Caribe, en un solemne homenaje al presidente que gobernó Venezuela durante 14 años.

Tras la ceremonia, Nicolás Maduro jurará como presidente encargado, con el reto de hacer perdurar al chavismo más allá de las elecciones que debe convocar antes de 30 días, una toma de posesión a la que la oposición anunció que no asistirá por considerarla un acto electoral.

Con el féretro cerrado y cubierto por la bandera venezolana, se dio inicio a los funerales con la lectura de los nombres de todos los mandatarios presentes, cuya lista fue iniciada con el cubano Raúl Castro, quien, junto a su hermano Fidel, fueron grandes aliados del fallecido mandatario.

Acto seguido, empezó a sonar el himno nacional bajo la batuta del célebre maestro venezolano Gustavo Dudamel, director de la filarmónica de Los Angeles. En primera línea estaba la madre de Chávez, Elena Frías, y el resto de la familia, ataviada de riguroso negro.

Maduro se acercó a los pies del ataúd y asió una réplica dorada de la espada de Simón Bolívar, para desenfundarla y colocarla sobre el féretro de Chávez, quien se consideró protagonista de una segunda independencia de Venezuela.

«Alerta, alerta que camina la espada de Bolívar por América Latina», lanzaron los asistentes, un histórico lema que ya los chavistas cambiaron por «Alerta, alerta, alerta que camina el corazón de Chávez por América Latina».

Los líderes mundiales, empezando por los latinoamericanos, se acercaron por grupos y formaron guardias de honor en silencio, intercaladas por sentidas ovaciones.

Los controvertidos presidentes de Irán Mahmud Ahmadinejad, enemigo jurado de las potencias occidentales y de Bielorrusia Alexander Lukashenko, objeto de sanciones por parte de Estados Unidos y de la Unión Europea, formaron juntos una guardia.

Junto a su hijo menor, Lukashenko posó sus manos sobre el féretro mientras el iraní lo besó. Ambos lloraron.

Durante la ceremonia fue interpretado un repertorio de canciones típicas de los Llanos venezolanos, de donde era oriundo el mandatario, que solía cantarlas en sus intervenciones televisadas.

El cuerpo de Chávez no recibirá sepultura, sino que será exhibido durante al menos seis días más, ante la enorme afluencia de venezolanos a la capilla ardiente y será embalsamado para reposar en un museo caraqueño, instalado en el que fuera su cuartel general en el fallido golpe de Estado en 1992.

Todos los presidentes latinoamericanos, salvo el paraguayo Federico Franco excluido de los organismos regionales, llegaron a Caracas para participar en los homenajes a Chávez.

Sin embargo, la presidenta argentina Cristina Kirchner, que llegó pocas horas después de que su muerte fuera anunciada, y la brasileña Dilma Rousseff, que estuvo anoche en la capilla ardiente, partieron horas antes de los funerales.

«El presidente Chávez ha sido símbolo de todos los que buscan justicia, el amor y paz en el mundo», dijo al llegar a Caracas el presidente iraní, que compartió con Chávez su enemistad con Washington y recibió el apoyo del venezolano para su programa nuclear.

Estados Unidos, considerado un adversario por Caracas, participa con una delegación de bajo rango. Ambos países retiraron a sus embajadores en una de las muchas controversias que marcaron los catorce años (1999-2013) del gobierno de Chávez.

España está representada por el heredero de la Corona, Felipe de Borbón, quien fue objeto de una silbatina cuando a su llegada su nombre fue anunciado a los miles de venezolanos que se apiñan en los alrededores de la Academia militar; también está presente el actor estadounidense Sean Penn, gran admirador de Chávez.

Después de los funerales, a las 19H00 (23H30 GMT), Maduro prestará juramento como presidente interino y hará «el llamado a elecciones cuando corresponda, de acuerdo con la Constitución en los siguientes 30 días», explicó el presidente de la Asamblea Nacional, Diosdado Cabello.

Los diputados de la coalición opositora Mesa de la Unidad Democrática (MUD) decidieron no asistir.

«Al mundo y a Venezuela queremos decirles firmemente que hoy no asistimos a la sesión de la Asamblea Nacional porque consideramos que es un acto electoral más, porque consideramos que es una violación al hilo constitucional venezolano», dijo el parlamentario Ángel Medina.

Entretanto, la solemnidad de la ceremonia en el salón de honor de la Academia contrastaba con el bullicio al exterior: la gente lanzaba consignas, canciones revolucionarias sonaban por altoparlantes y los vendedores ambulantes ofrecían refrescos y comida.

«íChávez vive, la lucha sigue!», «íQueremos ver a Chávez!», coreaba la multitud, que se aglomeraba a pocos metros de la entrada y se distribuía luego, a lo largo de varios kilómetros, en un inmenso río teñido de rojo, un simbólico efecto que daban las camisetas, gorras y boinas del emblemático color del chavismo.

Una mujer en silla de ruedas llora desconsolada frente a las cámaras de televisión: «Ha muerto mi presidente, ya no tengo a nadie. Tengo tres días de estar aquí y vean lo enferma que estoy», grita mientras muestra las úlceras en sus piernas y se enjuaga las lágrimas.

Más de dos millones de personas, según el ejecutivo, se desplazaron desde todo el país para despedirse del líder.

No se han difundido imágenes del rostro de Chávez, pero una periodista de la AFP que pudo acercarse al féretro lo describió así: «Vestido impecablemente de traje verde olivo y corbata negra, coronado con su emblemática boina roja, el presidente luce un rostro sereno a pesar del rigor de la muerte».

«No importa las horas que esperemos, pero aquí vamos a estar hasta que lo veamos», dijo Luis Herrera, tocado con la boina roja que popularizó el exmandatario, fallecido el martes a los 58 años, tras batallar casi dos años contra un cáncer.

Los opositores al mandatario lamentan la división de la sociedad venezolana que Chávez alimentó con su discurso agresivo y polarizador.

«Aquí se aprendió a odiar, insultar y vejar entre nosotros mismos, incluso llegó a separar familias, a ocasionar disputas entre familiares por no compartir sus ideales», dijo a la AFP Rafael, que quiso mantener su apellido en reserva.