La muerte de Margaret Thatcher reavivó el martes el debate sobre el legado de la exprimera ministra británica, una de las artífices de la liberalización económica de los años 80, que recibirá el miércoles un homenaje del parlamento antes de su funeral previsto una semana después.

La desaparición el lunes de la Dama de Hierro como consecuencia de un derrame cerebral a los 87 años de edad, generó reacciones encontradas en todo el mundo y varios centenares de personas salieron a la calle en el Reino Unido a celebrar con cánticos como «íDing, Dong!íLa bruja ha muerto!».

El cuerpo de Margaret Thatcher, la primera y hasta ahora única primera ministra británica, fue sacado discretamente en ambulancia de madrugada del hotel Ritz, donde murió el lunes por la mañana aparentemente mientras leía, y trasladado a un lugar no precisado, según un fotógrafo de la AFP.

Thatcher, aquejada de demencia senil y debilitada también por otros problemas de salud desde hace más de una década, residía en ese hotel desde que salió del hospital donde fue sometida en diciembre de una operación menor.

Su funeral se llevará a cabo el próximo miércoles día 17 en la catedral de San Pablo, el templo donde se celebró la misa de acción de gracias tras la victoria contra Argentina en la guerra de las Malvinas en 1982, según anunció Downing Street.

La reina Isabel II, que la víspera se había declarado «triste», asistirá al servicio religioso acompañado de su marido, el duque de Edimburgo, como ya hizo con ocasión del funeral de Estado de Winston Churchill en 1965.

Contrariamente a su ilustre predecesor, sin embargo, Thatcher, que sirvió tres mandatos consecutivos entre 1979 y 1990, no tendrá un funeral de Estado, sino «ceremonial» (un peldaño por debajo), al igual que la Reina Madre en 2002 o la princesa Diana en 1997.

El tema también es polémico, dado que mientras varios diputados conservadores piden la organización de un funeral de Estado, más de 14.000 personas firmaron una petición en internet para impedir que sea despedida a cuenta del contribuyente.

«¿Cómo debemos honrarla? Vamos a privatizar su funeral. Abramos una licitación y aceptemos la oferta más baja. Es lo que habría querido», resumió el cineasta Ken Loach, refiriéndose a la política económica ultraliberal que aplicó la exprimera ministra mientras estuvo en Dowming Street.

Según el portavoz del Thatcher, sin embargo, ni la Dama de Hierro ni sus hijos, Carol y Mark, querían un funeral de Estado, por considerarlo «no apropiado» y «un desperdicio de dinero».

Ante, el parlamento, que se encuentra en receso, se reunirá el miércoles por la tarde en una sesión extraordinaria para rendir homenaje a la exprimera ministra, que más de dos décadas después de dejar el cargo continúa dividiendo a los británicos.

Esta disensión quedó ampliamente ilustrada en la prensa británica de este martes, más o menos entusiasta dependiendo de su tendencia política.

Mientras el Daily Mail elogió a «la mujer que salvó el país», en la tónica del homenaje del primer ministro David Cameron, el Daily Mirror afirmó que Thatcher «rompió el Reino Unido».

«No debe se debe bailar sobre su tumba pero es correcto que no haya funeral de Estado», resumió por su parte el Guardian  En Escocia, donde muchos no le han perdonado que les impusiera antes que a nadie el impopular impuesto local conocido como «Poll Tax» que precipitó su caída, el diario The Herald resumió en su titular: «Thatcher: la muerte de un gigante político amado y odiado por igual».

La ciudad escocesa de Glasgow fue una de las que albergó la víspera una fiesta callejera en la plaza George, que congregó a unas 300 personas que cantaron y brindaron con champán.

Otras celebraciones similares tuvieron lugar en el barrio londinense de Brixton, escenario de disturbios en 1981, y en la ciudad de Bristol, donde se registraron incidentes que dejaron seis policías ligeramente heridos.

Pese a estas divisiones, después de su muerte, la mitad de los británicos (50%) piensan que fue buena para el país, contra 34% que consideran que fue mala, según un sondeo ICM publicado el miércoles en el Guardian.