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Auge reeleccionista en América Latina propicia personalismo y debilidad institucional

Cuando Rafael Correa reasuma hoy la presidencia en Ecuador engrosará la creciente lista de mandatarios latinoamericanos que apuestan por la reelección consecutiva.

/ 24 de mayo de 2013 / 13:36

Cuando Rafael Correa reasuma hoy la presidencia en Ecuador engrosará la creciente lista de mandatarios latinoamericanos que apuestan por la reelección consecutiva, una polémica vía en auge en la región que propicia la debilidad institucional y el personalismo político, estiman analistas.

Correa logró reelegirse en febrero, su tercer triunfo electoral de hecho aunque legalmente considerado su segundo período consecutivo, luego de que fuera aprobada la Constitución de 2008, que él mismo impulsó.

Los casos de Hugo Chávez en Venezuela, cuyo tercer mandato comenzó antes de que falleciera en marzo pasado, y Evo Morales en Bolivia, al que acaba de allanársele el camino para concurrir también a un tercer período presidencial, serían las versiones más extremas de esta tendencia.

Pero también optaron por repetir gobierno, y ganaron, Luiz Inacio Lula da Silva en Brasil, Daniel Ortega en Nicaragua, Cristina Fernández de Kirchner en Argentina…

«En América Latina la reelección ha sido negativa porque ha estado atada a un proyecto político personalista», dice a la AFP el sociólogo venezolano Ignacio Ávalos, que no ve «ninguna virtud» en esta modalidad.

«Está ligada a una intención clara de perpetuación en el poder, y si el poder corrompe, el poder absoluto corrompe absolutamente», apunta el analista y columnista del diario Últimas Noticias de Caracas.

Daniel Zovatto, director para América Latina y el Caribe del Instituto Internacional para la Democracia y la Asistencia Electoral (IDEA International, con sede en Estocolmo), cree que la «efervescencia» reeleccionista es una «mala noticia» que confirma que los sistemas políticos de la mayoría de los países latinoamericanos «tienen problemas similares centrados en una perenne debilidad institucional y un exceso de personalismo».

En su artículo «Consolidación del reeleccionismo presidencial», que se publicará en los próximos días, Zovatto sostiene que aunque algunos países de la región ya permitían la reelección única y no consecutiva antes de los noventa, a mediados de esa década «empezó a triunfar la tendencia que se prolonga hasta la actualidad».

La reelección consecutiva, establecida en Perú bajo la égida de Alberto Fujimori en 1993 (y abolida tras su caída) y un año después en Argentina bajo Carlos Menem, seguido por Fernando Henrique Cardoso en Brasil, fue adoptada paulatinamente por otros gobiernos latinoamericanos.

Desde 2009 a la fecha, período en el que hubo elecciones en 17 de los 18 países latinoamericanos, todos los presidentes que buscaron su reelección la obtuvieron, un dato significativo destacado por Zovatto.

Muy corto o demasiado largo

En Bolivia, el Tribunal Constitucional y luego el Congreso dieron luz verde hace pocos días a la anunciada intención de Morales (2006-2015, en dos períodos) de postularse nuevamente a la reelección, que de ganar lo mantendría en el poder hasta 2020.

Juan Manuel Santos admitió recientemente que aspiraría a un segundo mandato consecutivo, siguiendo los pasos de su predecesor e impulsor en 2005 de la reforma que lo permite, Álvaro Uribe, a quien no obstante la Corte Suprema le impidió lanzarse a un tercer período, como él quería.

La socióloga y consultora de opinión pública argentina Graciela Römer considera que si bien es cierto que un lapso de cuatro años «en muchos casos es muy poco tiempo» para llevar adelante un programa político, más de dos períodos «fatiga al propio electorado mermando las imágenes de los gobernantes».

«La tendencia a sostenerse en el poder con reelecciones se ha dado en países con gobiernos con perfiles más bien populistas», señaló a la AFP. «En aquellos países donde hay una fuerte tradición institucional, como México o Chile, no se han producido habilitaciones constitucionales para aprobar la reelección más allá de un mandato».

Tras consagrarse la reelección inmediata en la Constitución de 2000, promovida desde su gobierno, Chávez fracasó en 2007 en su primer intentó de eliminar cualquier traba a postularse cuantas veces se desee. En el referéndum de consulta sobre la reforma constitucional que contenía la reelección indefinida ganó el No. Pero en 2009 volvió sobre la pregunta y entonces consiguió el apoyo del 54,36% del país.   La reelección, y en especial la indefinida, es «nefasta, porque está atada a un proyecto personalista, y cuando el líder desaparece, el proyecto se derrumba, como está ocurriendo en Venezuela», opina Ávalos.

¿Pero es la reelección un asunto en sí mismo negativo?  «No», dice Michael Shifter, presidente del centro de análisis Dialogo Interamericano, con sede en Washington. «El auge de la reelección en la región puede interpretarse como una señal de progreso democrático y la necesidad de continuidad en las políticas clave», indicó Shifter que recordó que está vigente en Estados Unidos por una única vez consecutiva.     Reelección pero con límites 

«El problema», continúa Shifter en un correo enviado a la AFP, «es cuando todos los límites a la reelección se eliminan, como ocurre actualmente en Venezuela, y más importante aún, la forma como se producen las modificaciones constitucionales, que en algunos casos han supuesto desprecio por el Estado de Derecho y minado instituciones independientes como el poder judicial».

En esos casos, dice, pareciera que de lo que se trata es de mantenerse en el poder el mayor tiempo posible y fortalecer la autoridad del Ejecutivo.   Los tiempos de incertidumbre y la crisis de confianza en los partidos políticos vigentes en América Latina también han sido factores clave para el reeleccionismo, según los expertos, que advierten sobre los riesgos de la acumulación de poder muchas veces asociada, el «hiperpresidencialismo».

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Latinoamérica enfrenta el futuro con energía

América Latina y el Caribe tiene un alto potencial para la producción de fuentes de energía primaria. Economía, sociedad y medio ambiente son los tres pilares sobre los que se tiene que asentar el sector energético.

/ 10 de enero de 2020 / 00:20

Los países de América Latina y el Caribe tendrán que aumentar su capacidad de generación eléctrica en un 70% para el 2030, y para eso hace falta mucha energía e inversión. El aumento de la población, la mejora de las condiciones de vida de sus habitantes y el crecimiento de la actividad económica están multiplicando la demanda energética en la región. Pero, para ser capaces de alcanzar el nivel de inversión económico suficiente, el sector energético y los gobiernos de los países latinoamericanos necesitan colaborar con el sector privado.

Este es uno de los temas principales que se trató en la III Cumbre Empresarial de las Américas, promovida por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), y que se celebró el año pasado en la capital de Perú (Lima). El tema central, Hecho en las Américas, reunió a los principales directivos empresariales y a los jefes de Estado de la región para analizar oportunidades que promuevan el crecimiento económico y las inversiones a través de una interacción público-privada.

Gracias a abundancia de recursos naturales en los países de América Latina y el Caribe la región tiene un alto potencial para la producción de fuentes de energía primaria. Aunque la población latinoamericana representa solamente el 8,5% del total de habitantes en el mundo y el 8,7% del Producto Interior Bruto (PIB) global, esta región produce más del 20% de la hidroelectricidad, lo que le permite tener la mayor participación de fuentes renovables de energía y una de las generaciones de electricidad más limpias del planeta.

Sin embargo, para que el sector energético pueda ser uno de los motores del desarrollo económico de América Latina y el Caribe, y contribuya a aumentar la productividad y la competitividad económica de la región, tiene que hacer frente a una serie de retos inherentes a la transición energética que se experimenta en todo el mundo.

Mejorar la eficiencia es uno de los desafíos más acuciantes y una de las formas más efectivas de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. La modernización de las redes eléctricas permite introducir tecnologías inteligentes a lo largo de la cadena de suministro de la energía y corregir algunas de esas ineficiencias. Cambiar los hábitos de consumo en los hogares, la industria y los servicios públicos adoptando tecnologías más eficientes también tiene un efecto muy positivo en la reducción del gasto de energía.

La seguridad energética se puede incrementar con una matriz diversificada que combine varias fuentes. La mayoría de los países de Centroamérica y el Caribe dependen altamente de las importaciones de derivados del petróleo, especialmente para la generación eléctrica. Solamente Costa Rica tiene una matriz diversificada y casi 100% renovable.

En países como Brasil, Colombia, Venezuela y Paraguay domina la generación hidroeléctrica, la cual, aunque es positiva para el medio ambiente, incrementa su vulnerabilidad ante eventos climáticos extremos. Las energías renovables no convencionales, especialmente la eólica y la solar, siguen presentando un nivel muy bajo de participación en la generación eléctrica, con porcentajes de consumo del 3,6% y del 0,4%, respectivamente, pero un estudio del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) estima que para 2030 su aumento se multiplicará por cuatro.

Para subsanar deficiencias y potenciar sus ventajas comparativas, los países de este hemisferio deberían profundizar en la integración energética regional. Existen diversas iniciativas, como el Sistema de Interconexión Eléctrica de los Países de América Central (Siepac), que conecta con una misma línea de transmisión a todos los países de Centroamérica, y que creó el mercado eléctrico regional más robusto y maduro en toda Latinoamérica y el Caribe, que complementa a los mercados eléctricos nacionales.

El Sistema de Integración Eléctrica de los Países Andinos (Sinea), el Arco Norte (integración entre Brasil, Surinam y las dos Guyanas), y la interconexión Colombia-Panamá se encuentran en etapas de diálogo entre los gobiernos involucrados y con una recepción muy positiva. Una mayor integración permitiría agregar mercados, aspecto importante en un sector en donde la viabilidad de los proyectos es particularmente sensible a las economías de escala, y podría potenciar una mayor participación de las energías renovables de la región.

La capacidad que tenga el sector energético en la región para atraer inversiones hacia las actividades más competitivas y eficientes, y para armonizar su desarrollo con la preservación del medio ambiente, marcará su sostenibilidad financiera, ambiental y social, condiciones necesarias para mantener la viabilidad del sector en el tiempo.

La superación de todos estos desafíos regionales requiere la participación del sector privado como movilizador de recursos humanos, financieros y materiales. Su papel es clave para formar e incorporar personal cualificado, crear productos financieros adaptados a las realidades de la región, identificar y transferir las tecnologías más eficientes, desarrollar proyectos o diseñar modelos de negocios innovadores, entre otras cosas.

En líneas generales, el sector privado ha sabido aprovechar las oportunidades que se le han presentado, y eso se refleja en una organización industrial con una presencia cada vez más relevante de agentes privados, especialmente en el subsector eléctrico. Por ejemplo, la participación privada en inversiones en energías renovables en el mundo superó el 90% del total de las inversiones en 2016. Ello permite estimar que la participación del sector privado seguirá consolidándose en el futuro y que irá acompañada de regulaciones que aseguren la sostenibilidad jurídica y financiera de las inversiones.

Según estimaciones de las Naciones Unidas, “la energía es el hilo de oro que une el crecimiento económico, el aumento de la equidad social y un medio ambiente que permita que el mundo prospere”. Economía, sociedad y medio ambiente son los tres pilares sobre los que se tiene que asentar el sector energético en América Latina y el Caribe para seguir avanzando en la dirección adecuada.

* Jefe de la división de energía del Banco Interamericano de Desarrollo (BID). Gador Manzano es especialista sénior de comunicación del BID.

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