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La huida de Edward Snowden tiene sabor de revancha para Julian Assange

Snowden se encontraba hoy en paradero desconocido tras no haber tomado el vuelo Moscú-La Habana que tenía reservado, pero el australiano dijo que estaba en un lugar seguro y con buen ánimo.

/ 24 de junio de 2013 / 17:54

Julian Assange asegura haber ayudado al exanalista de la CIA Edward Snowden a organizar su huida, una asistencia que tiene sabor de revancha para el fundador de WikiLeaks recluido desde hace un año en la embajada de Ecuador en Londres y temeroso de caer en el olvido.

Snowden, quien denunció un espionaje electrónico masivo por parte de los servicios de inteligencia Estados Unidos, se encontraba hoy en paradero desconocido tras no haber tomado el vuelo Moscú-La Habana que tenía reservado, pero el australiano dijo que estaba «en un lugar seguro y con buen ánimo».

«Desafortunadamente no podemos revelar en qué país se encuentra en este momento», agregó Assange en una teleconferencia de prensa desde la legación diplomática, explicando su silencio por «las amenazas belicosas procedentes de la administración estadounidense».

WikiLeaks reveló el domingo que Snowden, requerido por espionaje por la justicia de Estados Unidos, les había pedido poder utilizar «su pericia legal y su experiencia para garantizar su seguridad».

La web especializada en filtraciones anunció al mismo tiempo que el estadounidense, de 30 años, se dirigía «a Ecuador a través de una ruta segura con el fin de obtener asilo», tras haber abandonado «legalmente» Hong Kong, su refugio desde el 20 de mayo, acompañado de «diplomáticos» y una consejera legal de WikiLeaks, Sarah Harrison.

Snowden, cuyo pasaporte fue invalidado por Estados Unidos, abandonó el domingo la ciudad china rumbo a Rusia con un «documento de paso de refugiado» que le emitió el gobierno de Quito, según explicó Assange, precisando que el proceso de asilo incluía «numerosos pasos».

Mientras el presidente ecuatoriano, Rafael Correa, confirmó el lunes que su país analizará «muy responsablemente» la solicitud, WikiLeaks precisó que el fugitivo también ha pedido asilo a otros países.

Su portavoz, Kristin Hrafnsson, citó a Islandia, donde operan organizaciones de defensa de los derechos cívicos en relación a la vigilancia de datos privados, y luego agregó con misterio: «Creo que nos vamos a abstener de decir más en este momento».

Los gastos del viaje corrieron a cargo de WikiLeaks, sin la ayuda de ningún otro gobierno u organización, señaló Assange, quien ha calificado de «héroe» a Snowden, el hombre que tomó su relevo.

La ironía de esta historia sería que gracias a la ayuda de Assange, Snowden terminara libremente su odisea en Quito, mientras el australiano lleva desde el 19 de junio encerrado en la embajada -y en particular desde que en agosto obtuvo el asilo político-, a la espera de un salvoconducto o de una solución legal que podría tardar años.

Cuando se refugió en la legación, el exhacker estaba punto de ser extraditado a Suecia como sospechoso de cuatro supuestos delitos de agresión sexual, aunque lo que él teme es una segunda entrega a Estados Unidos por los cientos de miles de documentos confidenciales estadounidenses -militares o diplomáticos- que filtró a través de WikiLeaks, especialmente en 2010.

Aunque no tuvo nada que ver con las revelaciones de Snowden, que salpicaron igualmente a los servicios de inteligencia del Reino Unido, éstas volvieron a propulsar al primer plano a Wikileaks y a su fundador, que la semana pasada celebró un año de encierro.

«Tengo una simpatía personal hacia el señor Snowden por haber vivido una experiencia similar», declaró Assange cuando se le preguntó sobre lo que motivó la ayuda de su organización a Snowden.

Refiriéndose a la acusación de traidor que le lanzó el secretario de Estado estadounidense, John Kerry, el australiano afirmó, equiparándolo con su labor en WikiLeaks: «No es un traidor, no es un espía, es informador que ha dicho al público una importante verdad».

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Último adiós en Londres a la exprimera ministra Margaret Thatcher

Más de 2.300 invitados rindieron un último homenaje este miércoles a la ex primera ministra, en un funeral suntuoso en la catedral londinense de San Pablo.

/ 17 de abril de 2013 / 12:57

Más de 2.300 invitados rindieron un último homenaje este miércoles a la ex primera ministra Margaret Thatcher, figura tan ineludible como controvertida de la historia moderna británica, en un funeral suntuoso en la catedral londinense de San Pablo.

El féretro de la ex primera ministra, envuelto en una bandera nacional británica, llegó sobre una cureña tirada por seis caballos hasta la puerta del imponente templo anglicano, donde ocho militares de cuerpos asociados con la guerra de las Malvinas en 1982 lo entraron a hombros.

La procesión fue seguida por decenas de miles de personas en las calles del centro de la capital, entre ellas una minoría de manifestantes anti-Thatcher.   Ajenos a la procesión, dentro de la catedral esperaban la reina Isabel II, el gobierno británico en pleno y representantes de 70 países, todos ellos vestidos de luto riguroso.

El obispo de Londres, Richard Chartres, se refirió en su sermón a la polémica en torno al legado de la única primera ministra que ha tenido el Reino Unido, que transformó y dividió con la misma vehemencia al país.

«La tormenta de opiniones opuestas se centra en la señora Thatcher que se convirtió en una figura simbólica, incluso en un ismo», dijo en referencia a la palabra thatcherismo.

«El parlamento tuvo un debate franco la semana pasada, pero aquí y ahora no es el momento ni el lugar», agregó.

La Dama de Hierro pasó su última noche en el parlamento, del que fue miembro durante más de medio siglo desde 1959 hasta su muerte, el 8 de abril a los 87 años de edad como consecuencia de un accidente cardiovascular.

Mientras los primeros invitados se instalaban en el templo, el féretro era llevado en coche fúnebre del palacio de Westminster a la iglesia de San Clemente.

Allí fue colocado en la cureña para el último tramo de la procesión, entre dos hileras militares, saludadas con aplausos, aunque también hubo abucheos e insultos.

Los primeros militares se habían apostado temprano a lo largo de casi dos kilómetros en las calles de Londres, en medio de un dispositivo de seguridad formado por 4.000 policías.

El coste del funeral, evaluado por la prensa en hasta 10 millones de libras (15,3 millones de dólares, 11,7 millones de euros), fue uno de los temas que generó más polémica entre los detractores de Thatcher, cuando los británicos están sometidos a un duro plan de ajuste.

Pero el primer ministro conservador David Cameron, heredero político de Thatcher, volvió a defender como «apropiado y correcto» este funeral ceremonial con honores militares que tuvo toda la pompa y el boato de un funeral de Estado, como el de Winston Churchill en 1965.

«Es un tributo adecuado a una gran primera ministra respetada en todo el mundo», agregó.

La reina Isabel II, que no suele asistir a los funerales de sus primeros ministros, hizo la segunda excepción en medio siglo por la mujer cuyo legado sigue creando polémica más de dos décadas después de haber sido forzada a abandonar el cargo.

Junto a ella hubo también representantes de 170 países, incluidos 11 jefes de gobierno y 17 ministros de Relaciones Exteriores.   Argentina, que mantiene una relación tensa con el Reino Unido por el tema de la soberanía de las Malvinas, declinó la invitación.

Tampoco hicieron el viaje por diversos motivos los expresidentes de Estados Unidos, invitados en nombre de la «relación especial» que mantienen ambas naciones y que Thatcher profundizó con su alianza con Ronald Reagan para ayudar a derrotar el comunismo en los últimos años de la Guerra Fría.

La prensa criticó el bajo perfil de la delegación enviada por el actual mandatario Barak Obama, compuesta por dos exsecretarios de Estado de la era Thatcher, James Baker y George Schultz.

Por expreso deseo de la difunta, inquilina de Downing Street durante 11 años de 1979 a 1990, más de 700 miembros de los tres ejércitos de las fuerzas armadas británicas participaron en este funeral.

La mayoría eran de regimientos que lucharon en la corta pero sangrienta guerra de las Malvinas, que forjó su reputación de Dama de Hierro y salvó su carrera política al asegurarle la primera reelección.

En el archipiélago, donde Thatcher es venerada casi como una santa, este miércoles es día de luto oficial y está prevista una misa en su memoria en Stanley, la capital que algunos han propuesto rebautizar «Port Margaret».

La policía, que revisó su dispositivo tras los atentados del lunes en Boston, no registró ningún incidente importante, a pesar de que varios grupos habían anunciado que iban a protestar por sus políticas de privatizaciones contra el estado del bienestar, que dejaron a muchos británicos sin trabajo ni recursos.

En los últimos años, Thatcher no era más que una sombra de lo que fue, y vivía apartada de las actividades públicas debido a una demencia senil y a una serie de apoplejías que le dificultaron el habla.

Tras el funeral, la Dama de Hierro tenía que ser incinerada en una ceremonia privada y sus cenizas enterradas junto a su esposo, Denis, fallecido en 2003 tras 50 años de matrimonio, en los jardines del Royal Hospital Chelsea de Londres.

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La economía británica vuelve al rojo tras sólo un trimestre de alivio

/ 25 de enero de 2013 / 19:21

La convaleciente economía británica se contrajo un 0,3% en el último trimestre de 2012, atizando los temores de una tercera recesión inédita tras apenas un trimestre de repunte, pero el gobierno continuó defendiendo este viernes su cada vez más criticada política de austeridad.

Esta primera estimación de 0,3% divulgada por la Oficina Nacional de Estadísticas (ONS), que está sujeta a revisión en los próximos meses, fue peor que la contracción de 0,1% de promedio que preveían los analistas.

Para el conjunto de 2012, la ONS estimó que el Producto Interior Bruto (PIB)  británico tuvo un crecimiento «nulo», ligeramente mejor que la caída de 0,1%  prevista el mes pasado por el ministro de Finanzas, George Osborne.

La contracción del cuarto trimestre se debió en gran parte a una importante caída del sector de la producción y manufacturero (-1,8%) y a un estancamiento de los servicios, que representan alrededor de tres cuartas partes de la economía británica. Lo único que subió fue la construcción (+0,3%).
Osborne estimó que este dato era «un recordatorio» de la difícil situación económica que atraviesa el Reino Unido, y culpó una vez más de sus males a los gobiernos anteriores y a la eurozona, de la que su país no es miembro.

«Hacemos frente a problemas en casa por las deudas acumuladas durante muchos años y los problemas en el extranjero con la eurozona, donde exportamos la mayoría de nuestros productos, en recesión», declaró el ministro.

«Podemos rehuir estos problemas o afrontarlos, y estoy determinado a afrontarlos para que podamos continuar creando empleo para la gente de este país», agregó defendiendo su severo e impopular programa de austeridad para reducir un déficit sin precedentes que prolongó recientemente hasta 2018.

Un portavoz del primer ministro aseguró por su parte que David Cameron pensaba que su gobierno tenía «la política económica absolutamente correcta».

La economía británica salió en el tercer trimestre de nueve meses de recesión gracias a un fuerte crecimiento de 0,9%, pero los expertos advirtieron desde el primer momento sobre la excepcionalidad de este repunte atribuido en gran parte a los Juegos Olímpicos de Londres.

El Reino Unido, como numerosos países de Europa y del mundo, ya había sufrido una primera recesión de 15 meses (abril 2008-junio 2009) en la estela de la crisis financiera mundial de 2008.

Si el PIB volviera a contraerse en el primer trimestre de 2013, que podría verse afectado por la ola de frío que ha azotado el país este enero, la economía británica se sumiría en una tercera recesión inédita.

Ante esta posibilidad, cada vez son más las advertencias que ha recibido el Reino Unido de que su política podría estar asfixiando el crecimiento.
Si bien conserva todavía el rating más alto para las tres principales agencias de calificación, todas pusieron a finales de 2012 la «AAA» británica bajo perspectiva negativa, un aviso de que corre el riesgo de perderla.

El Fondo Monetario Internacional (FMI) rebajó por su parte una décima esta semana, a 1%, su previsión de crecimiento para el país en 2013, y sugirió que el gobierno debería moderar su austeridad.

El jefe economista del FMI, Olivier Blanchard, señaló el jueves en la BBC que el presupuesto previsto para marzo «podría ser un buen momento para estudiar la situación y hacer algunos ajustes» en las políticas de austeridad, y estimó que una «consolidación más lenta podría ser más apropiada».

Los analistas coinciden también en la necesidad de efectuar cambios en la política gubernamental. Para Vicky Redwood, economista principal de Capital Economics, «el hecho de que la economía se contraiga más de tres años después del final de la primera recesión sugiere que la actual posición política no está funcionando y hay que tomar más medidas».

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