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Patriota, el primer canciller brasileño que dimite desde 2001

Antonio de Aguiar Patriota, canciller brasileño desde el 1 de enero de 2011, renunció hoy a su cargo tras el conflicto generado por la turbulenta fuga del senador boliviano Roger Pinto, que agrió las relaciones con Bolivia y causó la primera dimisión en ese puesto desde 2001.

Patriota, un fiel discípulo del anterior canciller, Celso Amorim, había asumido las riendas de la diplomacia brasileña el 1 de enero de 2011, cuando llegó al poder la presidenta Dilma Rousseff.

El ministro era objeto de comparaciones constantes con Amorim, aunque aún así se había hecho su espacio y afianzado en el cargo. Sin embargo, no soportó la presión que supuso la complicidad brasileña en la fuga de Bolivia del senador Pinto, quien estaba alojado en la embajada del país en La Paz y salió hacia Brasil con ayuda diplomática y sin el debido salvoconducto.

La presión fue similar a la que Patriota sufrió cuando fue destituido el presidente de Paraguay, Fernando Lugo, lo cual, según dijeron en la época fuentes diplomáticas, lo tuvo al borde de la destitución por no haber previsto los acontecimientos en un país con el que Brasil mantenía una estrecha relación.

Esta vez, sin embargo, no resistió y presentó su dimisión, que según una nota oficial fue aceptada de inmediato por Rousseff, quien además lo nombró embajador del país ante la ONU, cargo que dejará vacante su sucesor, Luiz Alberto Figueiredo.

Patriota, de 59 años, ingresó en la carrera diplomática tras graduarse en Filosofía en la Universidad de Ginebra y fue antes viceministro de Exteriores, cargo que asumió en octubre de 2009, cuando regresó al país tras desempeñarse como embajador en Estados Unidos durante dos años.

Desde que comenzó su carrera en el servicio diplomático, en 1979, ha ocupado diversos cargos en las embajadas en Caracas, Pekín y en la misión brasileña en la ONU, además de haber sido secretario general de Política Exterior de la Cancillería y asesor diplomático de la Presidencia de la República.

También trabajó en la Misión Permanente de Brasil ante organismos internacionales en Ginebra, fue secretario de Planificación Diplomática de la Cancillería y jefe del gabinete de Amorim entre 2004 y 2005, cuando fue designado subsecretario político del ministerio.

Su mayor proyección la obtuvo como embajador de Brasil ante el Gobierno de Estados Unidos, cargo para el que fue nombrado en 2007. «Regreso de Washington con un retrato actualizado del interés y el respeto que Brasil despierta en Estados Unidos», declaró Patriota al asumir como vicecanciller.

En ese cargo tuvo activa participación en reuniones de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) y otros organismos, en los que se movió como un pez en el agua durante los dos años y casi ocho meses que fue ministro de Exteriores.

Patriota mantuvo las líneas maestras de la política exterior impulsada por el Gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva, antecesor y padrino político de Rousseff, basadas en la búsqueda de una mayor cooperación en el eje sur-sur y con fuerte acento suramericano.

Sin embargo, se le criticó que no llegó a alcanzar el brillo de Amorim, lo cual en parte se debió a que Rousseff le bajó el tono a la política exterior, que no tuvo para ella la prioridad que le atribuía Lula.

De carácter afable, siempre moderado en sus declaraciones y con una muy buena relación con la prensa, Patriota era considerado uno de los «símbolos de la continuidad» de la gestión de Lula que proclama Rousseff.

De hecho, durante ocho de los 24 años que tiene en el servicio exterior, Patriota trabajó en diversos cargos codo a codo con Amorim, canciller de Lula entre 2003 y 2011 y de quien muchos le consideran su mejor discípulo en las artes de la diplomacia.

El alumno, esta vez, no pudo igualar ni superar al maestro, que pasó ocho años ininterrumpidos en el cargo. El anterior canciller brasileño que dejó su cargo fue Luiz Felipe Lampreia, en 2001, quien dimitió en medio de divergencias con otros ministros del Gobierno del entonces presidente Fernando Henrique Cardoso.