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Thursday 28 Mar 2024 | Actualizado a 12:30 PM

El nuevo canciller brasileño asume en medio de conflicto con Bolivia

En su primera rueda de prensa como canciller, Luis Alberto Figueiredo dijo que "quien conduce todo lo relacionado" con el caso de Pinto es la presidenta Dilma Rousseff, quien al ponerlo en funciones sostuvo hoy que América Latina representa "la mayor prioridad" para su Gobierno.

/ 29 de agosto de 2013 / 00:31

El diplomático Luiz Alberto Figueiredo asumió hoy la cancillería de Brasil tras la renuncia de Antonio Patriota, quien dimitió cuando se supo de la complicidad brasileña en la huida del senador boliviano Roger Pinto desde La Paz hacia Brasilia.

En su primera rueda de prensa como canciller, Figueiredo dijo que «quien conduce todo lo relacionado» con el caso de Pinto es la presidenta Dilma Rousseff, quien al ponerlo en funciones sostuvo hoy que América Latina representa «la mayor prioridad» para su Gobierno.

Rousseff no hizo ninguna alusión directa al caso del senador, cuya turbulenta llegada a Brasilia ha generado un conflicto con Bolivia, pero aseguró que «a los hermanos latinoamericanos», Brasil «siempre les debe dar lo mejor».

Sin embargo, también subrayó que Brasil «no interfiere en la vida de otros países ni pone a nadie en riesgo, ni ciudadanos brasileños ni de otras nacionalidades».

Este martes, en su primera declaración pública sobre Pinto, la presidenta había criticado en duros términos que el senador hubiese sido ayudado por funcionarios de la embajada brasileña, sobre todo porque consideró que se había «puesto en riesgo» su vida.

En su discurso de despedida, Patriota sí comentó hoy la confesa complicidad del encargado de negocios de la embajada de Brasil en La Paz, Eduardo Saboia, y aseguró que fue una «actuación independiente que no puede volver a ocurrir».

En sus primeras declaraciones a la prensa, Figueiredo no descartó que el asunto pueda ser tratado por Rousseff y el presidente de Bolivia, Evo Morales, quienes coincidirán el viernes próximo en la Cumbre de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur), que se celebrará en Paramaribo.

«En todas las cumbres siempre hay un contacto fluido entre los presidentes», indicó. Figueiredo confirmó que también participará en esa Cumbre, que supondrá su debut en esas reuniones, y dijo que se encontrará «naturalmente» con el canciller boliviano, David Choquehuanca, aunque aclaró que no será «para tratar una agenda específica».

Sobre las explicaciones que espera Bolivia, el nuevo ministro subrayó que fue abierta una investigación sobre las circunstancias en que Pinto abandonó la embajada brasileña en La Paz, en la que estaba alojado desde el 28 de mayo de 2012.

El senador, que responde a varios juicios por corrupción y sobre quien pesa una pena de un año de prisión, salió de la embajada sin el debido salvoconducto del Gobierno boliviano y lo hizo en un coche oficial, escoltado por soldados brasileños, que le llevó hasta Brasil.

Figueiredo negó que haya una «crisis», garantizó que la relación entre ambos países es «fluida» y aseguró que Brasil y Bolivia están «en contacto permanente» y tienen «conversaciones en curso», sobre las cuales evitó ofrecer detalles.

También declinó comentar la exigencia del presidente boliviano, Evo Morales, quien hoy declaró en La Paz que «es importante devolver a Roger Pinto a la Justicia boliviana y que sea juzgado como cualquier autoridad que está envuelta en temas de corrupción».

Figueiredo, de 59 años y nacido en Río de Janeiro, está en el servicio exterior desde 1980, es abogado y diplomático de carrera y un experto en cuestiones medioambientales, a las que ha dedicado los últimos veinte años.

Al asumir el cargo, se comprometió a dar «continuidad» a las líneas maestras de la política exterior brasileña, que pasan por América Latina, África y los países en desarrollo, afirmó.

Figueiredo se ganó la confianza de la presidenta Rousseff como negociador de la Conferencia de la ONU sobre Desarrollo Sustentable Río+20, celebrada el año pasado en Río de Janeiro y que congregó a casi un centenar de jefes de Estado y de Gobierno.

El nuevo canciller se desempeñaba hasta ahora como embajador de Brasil ante las Naciones Unidas, puesto al que ha sido destinado Patriota, quien fue ministro de Relaciones Exteriores desde el 1 de enero de 2011, cuando Rousseff llegó al poder.

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Patriota, el primer canciller brasileño que dimite desde 2001

Patriota, un fiel discípulo del anterior canciller, Celso Amorim, había asumido las riendas de la diplomacia brasileña el 1 de enero de 2011, cuando llegó al poder la presidenta Dilma Rousseff.

/ 27 de agosto de 2013 / 02:11

Antonio de Aguiar Patriota, canciller brasileño desde el 1 de enero de 2011, renunció hoy a su cargo tras el conflicto generado por la turbulenta fuga del senador boliviano Roger Pinto, que agrió las relaciones con Bolivia y causó la primera dimisión en ese puesto desde 2001.

Patriota, un fiel discípulo del anterior canciller, Celso Amorim, había asumido las riendas de la diplomacia brasileña el 1 de enero de 2011, cuando llegó al poder la presidenta Dilma Rousseff.

El ministro era objeto de comparaciones constantes con Amorim, aunque aún así se había hecho su espacio y afianzado en el cargo. Sin embargo, no soportó la presión que supuso la complicidad brasileña en la fuga de Bolivia del senador Pinto, quien estaba alojado en la embajada del país en La Paz y salió hacia Brasil con ayuda diplomática y sin el debido salvoconducto.

La presión fue similar a la que Patriota sufrió cuando fue destituido el presidente de Paraguay, Fernando Lugo, lo cual, según dijeron en la época fuentes diplomáticas, lo tuvo al borde de la destitución por no haber previsto los acontecimientos en un país con el que Brasil mantenía una estrecha relación.

Esta vez, sin embargo, no resistió y presentó su dimisión, que según una nota oficial fue aceptada de inmediato por Rousseff, quien además lo nombró embajador del país ante la ONU, cargo que dejará vacante su sucesor, Luiz Alberto Figueiredo.

Patriota, de 59 años, ingresó en la carrera diplomática tras graduarse en Filosofía en la Universidad de Ginebra y fue antes viceministro de Exteriores, cargo que asumió en octubre de 2009, cuando regresó al país tras desempeñarse como embajador en Estados Unidos durante dos años.

Desde que comenzó su carrera en el servicio diplomático, en 1979, ha ocupado diversos cargos en las embajadas en Caracas, Pekín y en la misión brasileña en la ONU, además de haber sido secretario general de Política Exterior de la Cancillería y asesor diplomático de la Presidencia de la República.

También trabajó en la Misión Permanente de Brasil ante organismos internacionales en Ginebra, fue secretario de Planificación Diplomática de la Cancillería y jefe del gabinete de Amorim entre 2004 y 2005, cuando fue designado subsecretario político del ministerio.

Su mayor proyección la obtuvo como embajador de Brasil ante el Gobierno de Estados Unidos, cargo para el que fue nombrado en 2007. «Regreso de Washington con un retrato actualizado del interés y el respeto que Brasil despierta en Estados Unidos», declaró Patriota al asumir como vicecanciller.

En ese cargo tuvo activa participación en reuniones de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) y otros organismos, en los que se movió como un pez en el agua durante los dos años y casi ocho meses que fue ministro de Exteriores.

Patriota mantuvo las líneas maestras de la política exterior impulsada por el Gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva, antecesor y padrino político de Rousseff, basadas en la búsqueda de una mayor cooperación en el eje sur-sur y con fuerte acento suramericano.

Sin embargo, se le criticó que no llegó a alcanzar el brillo de Amorim, lo cual en parte se debió a que Rousseff le bajó el tono a la política exterior, que no tuvo para ella la prioridad que le atribuía Lula.

De carácter afable, siempre moderado en sus declaraciones y con una muy buena relación con la prensa, Patriota era considerado uno de los «símbolos de la continuidad» de la gestión de Lula que proclama Rousseff.

De hecho, durante ocho de los 24 años que tiene en el servicio exterior, Patriota trabajó en diversos cargos codo a codo con Amorim, canciller de Lula entre 2003 y 2011 y de quien muchos le consideran su mejor discípulo en las artes de la diplomacia.

El alumno, esta vez, no pudo igualar ni superar al maestro, que pasó ocho años ininterrumpidos en el cargo. El anterior canciller brasileño que dejó su cargo fue Luiz Felipe Lampreia, en 2001, quien dimitió en medio de divergencias con otros ministros del Gobierno del entonces presidente Fernando Henrique Cardoso.

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Patriota, el primer canciller brasileño que dimite desde 2001

Patriota, un fiel discípulo del anterior canciller, Celso Amorim, había asumido las riendas de la diplomacia brasileña el 1 de enero de 2011, cuando llegó al poder la presidenta Dilma Rousseff.

/ 27 de agosto de 2013 / 02:11

Antonio de Aguiar Patriota, canciller brasileño desde el 1 de enero de 2011, renunció hoy a su cargo tras el conflicto generado por la turbulenta fuga del senador boliviano Roger Pinto, que agrió las relaciones con Bolivia y causó la primera dimisión en ese puesto desde 2001.

Patriota, un fiel discípulo del anterior canciller, Celso Amorim, había asumido las riendas de la diplomacia brasileña el 1 de enero de 2011, cuando llegó al poder la presidenta Dilma Rousseff.

El ministro era objeto de comparaciones constantes con Amorim, aunque aún así se había hecho su espacio y afianzado en el cargo. Sin embargo, no soportó la presión que supuso la complicidad brasileña en la fuga de Bolivia del senador Pinto, quien estaba alojado en la embajada del país en La Paz y salió hacia Brasil con ayuda diplomática y sin el debido salvoconducto.

La presión fue similar a la que Patriota sufrió cuando fue destituido el presidente de Paraguay, Fernando Lugo, lo cual, según dijeron en la época fuentes diplomáticas, lo tuvo al borde de la destitución por no haber previsto los acontecimientos en un país con el que Brasil mantenía una estrecha relación.

Esta vez, sin embargo, no resistió y presentó su dimisión, que según una nota oficial fue aceptada de inmediato por Rousseff, quien además lo nombró embajador del país ante la ONU, cargo que dejará vacante su sucesor, Luiz Alberto Figueiredo.

Patriota, de 59 años, ingresó en la carrera diplomática tras graduarse en Filosofía en la Universidad de Ginebra y fue antes viceministro de Exteriores, cargo que asumió en octubre de 2009, cuando regresó al país tras desempeñarse como embajador en Estados Unidos durante dos años.

Desde que comenzó su carrera en el servicio diplomático, en 1979, ha ocupado diversos cargos en las embajadas en Caracas, Pekín y en la misión brasileña en la ONU, además de haber sido secretario general de Política Exterior de la Cancillería y asesor diplomático de la Presidencia de la República.

También trabajó en la Misión Permanente de Brasil ante organismos internacionales en Ginebra, fue secretario de Planificación Diplomática de la Cancillería y jefe del gabinete de Amorim entre 2004 y 2005, cuando fue designado subsecretario político del ministerio.

Su mayor proyección la obtuvo como embajador de Brasil ante el Gobierno de Estados Unidos, cargo para el que fue nombrado en 2007. «Regreso de Washington con un retrato actualizado del interés y el respeto que Brasil despierta en Estados Unidos», declaró Patriota al asumir como vicecanciller.

En ese cargo tuvo activa participación en reuniones de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) y otros organismos, en los que se movió como un pez en el agua durante los dos años y casi ocho meses que fue ministro de Exteriores.

Patriota mantuvo las líneas maestras de la política exterior impulsada por el Gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva, antecesor y padrino político de Rousseff, basadas en la búsqueda de una mayor cooperación en el eje sur-sur y con fuerte acento suramericano.

Sin embargo, se le criticó que no llegó a alcanzar el brillo de Amorim, lo cual en parte se debió a que Rousseff le bajó el tono a la política exterior, que no tuvo para ella la prioridad que le atribuía Lula.

De carácter afable, siempre moderado en sus declaraciones y con una muy buena relación con la prensa, Patriota era considerado uno de los «símbolos de la continuidad» de la gestión de Lula que proclama Rousseff.

De hecho, durante ocho de los 24 años que tiene en el servicio exterior, Patriota trabajó en diversos cargos codo a codo con Amorim, canciller de Lula entre 2003 y 2011 y de quien muchos le consideran su mejor discípulo en las artes de la diplomacia.

El alumno, esta vez, no pudo igualar ni superar al maestro, que pasó ocho años ininterrumpidos en el cargo. El anterior canciller brasileño que dejó su cargo fue Luiz Felipe Lampreia, en 2001, quien dimitió en medio de divergencias con otros ministros del Gobierno del entonces presidente Fernando Henrique Cardoso.

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Rousseff ofrece diálogo con «indignados», mientras protesta pierde intensidad

En un mensaje en cadena nacional, que duró diez minutos, Rousseff se refirió en forma puntual a varias de las causas del malestar, que pasan por la pésima calidad de los servicios públicos, la salud y la educación, la corrupción y el gasto público en la Copa Confederaciones.

/ 22 de junio de 2013 / 01:52

La presidenta brasileña, Dilma Rousseff, tendió hoy una mano a los «indignados» del país y se dijo dispuesta a recibirlos, al cabo de una jornada en que las protestas perdieron fuerza tras congregar este jueves a 1,2 millones de personas.

«Voy a recibir a los líderes de las manifestaciones pacíficas, de sindicatos y asociaciones populares» pues «precisamos de todas sus contribuciones, reflexiones y experiencias», declaró Rouseeff en un mensaje en cadena nacional, en el que reiteró su «enérgica condena» a la violencia que ha habido en algunas de las protestas.

En el mensaje, que duró diez minutos, Rousseff se refirió en forma puntual a varias de las causas del malestar, que pasan por la pésima calidad de los servicios públicos, la salud y la educación, la corrupción y el gasto público en la Copa Confederaciones, que comenzó el pasado sábado en Brasil, y en el Mundial de fútbol de 2014.

Reiteró el carácter «democrático» de las protestas, aunque volvió a condenar en forma enérgica el vandalismo que hubo en muchas de las manifestaciones, que atribuyó a una «minoría» que «ni el Gobierno ni la sociedad pueden aceptar» y que «no puede manchar» el «verdadero deseo de cambio» expresado en las calles.

Sobre el aumento de tarifas de transporte público, que puso al descubierto el malestar social, recordó que las manifestaciones lograron que el alza fuera derogada y dijo que discutirá con los «indignados», con autoridades del Parlamento, del Poder Judicial, con gobernadores y alcaldes, la elaboración de un «plan nacional de movilidad urbana».

Con relación a la salud, insistió en que su Gobierno se apresta a «traer de inmediato a millares de médicos del exterior para ampliar la atención», lo cual es rechazado por los colegios profesionales del país.

También dijo que insistirá ante el Congreso en la aprobación de una propuesta que plantea que el 100 por ciento de las regalías que generen las riquezas petroleras atesoradas en aguas profundas del Atlántico se destinen a la educación.

Rousseff reafirmó su decisión de que la corrupción sea combatida con el mayor rigor y también se pronunció en favor de una reforma política que «permita a los ciudadanos fiscalizar mejor a todos sus gobernantes».

No obstante, rechazó la condena que las manifestaciones han hecho a todas las formas de política tradicional y a los partidos.

Aunque admitió que la política debe ser «oxigenada», advirtió de que «ningún país puede prescindir de partidos ni del voto popular».

Rousseff afirmó que es «la presidenta de todos, los que se manifiestan y los que no», e indicó que el «mensaje de cambio» que «viene de las calles es directo» y está dirigido a cada uno de los responsables de la conducción del país.

El pronunciamiento de la mandataria siguió a un anuncio hecho por el movimiento Pase Libre de Sao Paulo, que inició las protestas en contra del alza del transporte y que hoy decidió poner fin a las manifestaciones.

Los líderes de Pase Libre explicaron que el «primer objetivo», que era la derogación del aumento, fue «alcanzado».

Pero también dijeron que detectaron que en las marchas se han «infiltrado» grupos ajenos a sus intenciones.

«Consideramos que grupos conservadores se infiltraron en los actos para defender propuestas que no nos representan», dijo Rafael Siqueira, ortavoz de Pase Libre, quien explicó que surgieron grupos que defienden la penalización del aborto o la reducción de la edad de responsabilidad penal, a las que el movimiento se opone.

Aún así, hoy todavía resistían algunos pequeños focos de protesta en varias ciudades, entre las que se contaban Río de Janeiro y Sao Paulo.

En Río de Janeiro, la protesta llegó a las puertas de la casa del gobernador de ese estado, Sergio Cabral, en el barrio carioca de Ipanema.

Cientos de personas se concentraron en forma pacífica frente al edificio y entonaron cánticos contra Cabral, vigilados de cerca por decenas de agentes de la Policía Militar, pero sin que ocurrieran incidentes.

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Rechazo al aborto y al matrimonio entre homosexuales une religiones en Brasil

El acto fue convocado por organizaciones evangélicas, una de las religiones que más se han expandido en el país en los últimos años, y contó con la adhesión de miembros de otros credos que coinciden en su rechazo al aborto, prohibido en Brasil con algunas salvedades, y al matrimonio entre homosexuales.

/ 5 de junio de 2013 / 22:55

Una multitudinaria manifestación contra el aborto y el matrimonio entre homosexuales ocupó hoy la zona central de Brasilia y unió a evangélicos, católicos y fieles de otras religiones en defensa de lo que calificaron como «familia tradicional».

La manifestación, convocada en favor de la «libertad religiosa y la vida», congregó a unas 40.000 personas de diversas creencias reunidas bajo las mismas consignas en un marco festivo, que incluyó la presentación de cantantes de música religiosa, que en Brasil proliferan y venden sus discos como rosquillas.

El acto fue convocado por organizaciones evangélicas, una de las religiones que más se han expandido en el país en los últimos años, y contó con la adhesión de miembros de otros credos que coinciden en su rechazo al aborto, prohibido en Brasil con algunas salvedades, y al matrimonio entre homosexuales.

El pastor Silas Malafaia, uno de los organizadores, dijo que uno de los motivos de la protesta era la decisión del pasado 14 de mayo del Consejo Nacional de Justicia de legalizar el matrimonio homosexual, pese a que el Congreso no ha legislado sobre el asunto.

Hasta esa fecha en Brasil sólo se contemplaba la figura de la «unión estable» entre homosexuales, en la que sus miembros son considerados «solteros» y tienen limitaciones en cuanto a herencias y otras garantías reservadas a los matrimonios heterosexuales.

Los manifestantes recorrieron la céntrica Explanada de los Ministerios, una amplia avenida de la capital en la que se ubican todos los edificios del poder público, y se concentraron finalmente frente al Congreso nacional, donde la multitud tuvo un momento de euforia.

Fue cuando se anunció que una comisión parlamentaria aprobó hoy un proyecto de ley con el que se busca persuadir a las mujeres que quedaron embarazadas tras ser víctimas de violación a tener a su hijo y no recurrir al aborto, que la ley brasileña sólo contempla en casos de violencia sexual o cuando el embarazo pone en riesgo la vida de la madre.

El proyecto propone que una mujer que quede embarazada por una violación reciba ayuda sicológica, una pensión equivalente a un salario mínimo por mes y otros beneficios, como ayuda oficial para identificar al padre y obligarlo a que responda económicamente por su hijo.

Como única condición para esas ayudas, el proyecto establece que la mujer debe renunciar a la posibilidad del aborto y dar a luz a su hijo.

Esa iniciativa, presentada por el diputado evangélico Eduardo Cunha, salvó hoy una barrera, pero aún deberá ser analizada por la Comisión de Constitución y Justicia antes de llegar al pleno de la Cámara baja y ser remitido al Senado.

El proyecto ha sido rechazado por grupos feministas, que incluso lo califican de «beca-violación», mientras que Cunha plantea lo que, en su opinión, es la preocupación «legítima» que el Estado debe tener con la mujer que es objeto de una violación.

«Estamos hablando del derecho de una madre que no quiere abortar aún cuando ha sido víctima de violencia sexual, y de su derecho a tener un mínimo apoyo para su subsistencia», dijo el diputado.

El pastor Malafaia celebró la aprobación del proyecto y dijo que el matrimonio homosexual es «igual» a una hipotética legalización de las drogas o el aborto y aseguró que «si la sociedad brasileña sigue por ese camino de liberar todo, será destruida».

Los manifestantes también expresaron su respaldo a un proyecto que tramita en la Comisión de Derechos Humanos de la Cámara baja que propone que la red de salud pública ofrezca ayuda sicológica para aquellas personas que quieran «revertir» su homosexualidad.

Asimismo, aclamaron al pastor evangélico Marcos Feliciano, quien preside esa comisión y asistió a la marcha y que ha hecho públicas sus posiciones contra la homosexualidad y realizado polémicas declaraciones en las que aseguró que la raza negra fue «maldecida por Dios».

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Niemeyer, el centenario e incansable arquitecto stalinista

Su última obra fue inaugurada en abril en pasado en Brasilia. Es la Torre Digital, un cilindro de 180 metros de altura con pétalos de concreto que de lejos lo asemejan a una flor propia de las llanuras centrales de Brasil.

/ 6 de diciembre de 2012 / 00:40

Óscar Niemeyer, fallecido hoy en Río de Janeiro a los 104 años, fue uno de los arquitectos más importantes del Siglo XX y su última obra fue inaugurada en abril pasado en Brasilia, la capital que construyó de la nada entre 1957 y 1963.

Niemeyer falleció en el hospital Samaritano, del barrio carioca de Botafogo, que visitó en forma recurrente en los últimos años por diversos problemas propios de su edad y en el que en junio pasado murió a los 82 años su única hija, Ana María.

Nacido en Río de Janeiro el 15 de diciembre de 1907 como Óscar Ribeiro de Almeida Niemeyer Soares Filho, se casó en 1928 con Anita Baldo, madre de Ana María y fallecida en 2004.

En 2006, con 99 años, contrajo matrimonio con Vera Lucia Cabreira, su secretaria de toda una vida y 39 años menor que él.

Su prolífica obra ha quedado marcada por la construcción de Brasilia, proyecto que dirigió desde la primera piedra, y por monumentales diseños regados en cinco continentes.

Brasilia está considerada su obra maestra y en 1987 fue declarada Patrimonio Histórico de la Humanidad por la Unesco.

Se graduó como arquitecto en la Escuela Nacional de Bellas Artes y en 1935 pasó al estudio de Lucio Costa, más tarde su compañero de aventura en la construcción de Brasilia.

Sin embargo, quien le marcó como arquitecto fue el franco-suizo Le Corbusier, quien le introdujo en el ideario modernista.

Entre 1937 y 1943 realizó el proyecto del edificio de Educación y Salud de Brasil y en 1939 se le encargó el pabellón del país para la Exposición Universal de Nueva York.

Con su maestro Le Corbusier, en 1947, se ocupó del diseño de la sede central de las Naciones Unidas en Nueva York.

En 1962 trabajó en Europa, Oriente Medio y el Norte de África, donde su principal legado fueron la mezquita, el centro cívico y la universidad de Argel.

El Gobierno francés le contrató en 1966 para edificar la Zona con Prioridad para Urbanizar (ZUP) y un año después proyectó la sede del Partido Comunista francés, ambos en París, donde vivió como exiliado político hasta 1974.

Entre 1968 y 1975, trabajó en el diseño del edificio de la editorial Mondadori, en Milán, una de sus obras preferidas y que definía como «diferente» y «de mucho impacto»    Obra suya también es el «Sambódromo» de Río de Janeiro, que fue inaugurado en 1984 y desde entonces se convirtió en un templo de la samba y el carnaval.

Sobre un proyecto del antropólogo brasileño Darcy Ribeiro, en 1987 levantó el Memorial de América Latina, una construcción de 20.000 metros cuadrados en el corazón de Sao Paulo, donde funcionó durante casi una década el Parlamento Latinoamericano.

En 1991 hizo su primer trabajo en Portugal, la sede de la Fundación Luso-Brasileña para el Desarrollo del Mundo de la Lengua Portuguesa, sobre la base de un palacio del Siglo XVIII.

Su obra estuvo marcada por la sensualidad de las curvas, pero también por la política y sus ideas comunistas.

En 1989, los odios que despertaba su stalinismo llevó a unos desconocidos a destruir un monumento suyo recién inaugurado en homenaje a tres obreros metalúrgicos asesinados por los militares que gobernaron Brasil entre 1964 y 1985.

Histórico militante desde la clandestinidad del Partido Comunista de Brasil, no renegó nunca de sus convicciones.

«Stalin fue un sujeto fantástico» dijo en una de sus últimas entrevistas, en la que calificó a la extinta URSS como «sesenta años de gloria para la Humanidad».

Entre sus exposiciones destacan la montada en la Fundación Caixa de Barcelona en marzo de 1990, una muestra con 70 fotografías y ocho maquetas que resumía su obra desde la Iglesia de San Francisco de Asís en Belo Horizonte hasta el Memorial de América Latina; y otra en junio de 1995, en la Bienal de Arquitectura de Venecia.

Uno de sus últimos trabajos en el Siglo XX fue el proyecto de la sede del Centro Cultural Internacional en Avilés (Asturias-España), conocido como Centro Niemeyer, que causó polémicas por su ubicación, pues en principio se pensaba que sería construido en Oviedo.

Recibió numerosas distinciones durante su vida, como la medalla brasileña del Trabajo (1959), la Legión de Honor francesa (1980) y la Gran Cruz de la Orden Militar de Santiago de Espada (1994).

Ganó los premios Pritzker de Arquitectura, del Instituto de Arte de Chicago (1988); Lenin (1963); Benito Juárez (1964); Juliot Curie (1965); y también sendas medallas del Instituto de Arquitectura Estadounidense (1970) y del Colegio de Arquitectos de Cataluña (1992).

En 1989 fue galardonado con el Premio Príncipe de Asturias de las Artes, que fue recibido por su hija Ana María, por el miedo atenazador que ya le causaban los viajes en avión y por el que casi no salió de Río de Janeiro durante los últimos años de su vida.

Su última obra fue inaugurada en abril en pasado en Brasilia. Es la Torre Digital, un cilindro de 180 metros de altura con pétalos de concreto que de lejos lo asemejan a una flor propia de las llanuras centrales de Brasil.

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