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El conflicto en Siria mueve las líneas del nuevo orden regional

La probable intervención militar contra Siria está obligando a los países de Oriente Medio a alinearse y mostrar las líneas maestras del nuevo orden regional, surgido de los rescoldos de la Primavera Árabe. El desconocimiento preciso sobre el alcance y las características del ataque impide aventurar sus consecuencias, pero su inminencia ha forzado a los gobiernos a adoptar una posición pública que va desde el apoyo sin fisuras a la intervención hasta las amenazas vertidas por los aliados del régimen de Bashar al Asad.

Entre esos extremos, varios países, sobre todo vecinos de Siria, temen las consecuencias de un estallido de la violencia en toda la región, por lo que adoptan una posición intermedia, en principio poco proclive a una intervención armada extranjera.

Sin duda, el bandazo más radical lo ha dado en las últimas semanas Egipto, que tras el golpe de Estado ha pasado de cortar sus relaciones diplomáticas con Damasco y apoyar activamente a la insurgencia siria a rechazar ahora una acción militar.

Las autoridades provisionales, en el poder desde que Mohamed Mursi fuese depuesto por el Ejército el 3 de julio, anunciaron que revisarían la ruptura de relaciones con Siria impuesta por el expresidente islamista.

Política. Pese a que Egipto continúa alineado en el eje suní de la región —receloso de la influencia del Irán chií y de su aliado régimen sirio—, el Estado se halla inmerso en una dura campaña de represión contra los Hermanos Musulmanes, que ocupan un lugar prominente dentro de la oposición siria. Ese temor al islamismo rampante ha suavizado mucho el lenguaje de El Cairo, que, en boca de su ministro de Exteriores, Nabil Fahmi, rechazó esta semana una intervención militar y abogó por una solución política al conflicto.

A esa cautela se han sumado otros como el Líbano o Irak, países contiguos a Siria que se debaten entre la órbita iraní y la saudí, y que invocan la necesidad de una resolución del Consejo de Seguridad de la ONU.

Mientras Irak defendió esta semana ante la Liga Árabe que no se culpe al régimen sirio sin tener “argumentos irrefutables”, el gobernante libanés, Michel Suleimán, reiteró su oposición a una intervención aliada y su apuesta por una solución política, dentro de la política de distanciamiento que persigue su país.

Recelo. Sin embargo, dentro del mismo Líbano, otro actor regional clave como el grupo chií Hezbolá no solo ha jurado lealtad al régimen de Al Asad, sino que la ha refrendado con su sangre en los combates contra los rebeldes sirios. Uno de los escenarios bosquejados por los analistas es que Siria, en caso de sufrir una agresión, pueda recurrir a las milicias de Hezbolá para desestabilizar la región con ataques sobre Israel e internacionalizar así el conflicto.

Ese temor a que la violencia desborde las fronteras está muy presente también en el Gobierno de Jordania, como reconocía a EFE el general de división en el retiro Musa al Hadid, quien califica su país como “el punto más débil y más expuesto a una agresión con armas químicas”.

Quienes no albergan dudas sobre la oportunidad de una operación de castigo son los reinos del Golfo Pérsico, que desde el comienzo han asumido el papel de financistas y abastecedores de los rebeldes, y que ven en la guerra contra Al Asad una gran oportunidad de contrarrestar el poderío iraní en Oriente Medio.

Arabia Saudí, Emiratos Árabes Unidos y Catar se encuentran en la vanguardia de la coalición aliada con las potencias occidentales y participaron en la cumbre militar celebrada en Jordania, aunque su papel en un eventual golpe contra Siria vendrá definido por las características de la intervención. Frente a ellos, continúan los aliados irreductibles de Bashar al Asad en Oriente, como el ya mencionado Hezbolá e Irán, que ha lanzado amenazas nada veladas sobre los “desastres” que se ciernen sobre Oriente Medio en caso de un ataque contra Siria.

Israelíes preparan  defensas

Escudo

El Ejército israelí instaló el viernes una batería   del sistema Cúpula de Hierro para proteger Tel Aviv de un posible ataque en respuesta   a una eventual ofensiva liderada por EEUU contra Siria.

Tropas

El Ejército israelí llamó también a filas a un millar de soldados en la reserva ante el aumento de la tensión en la vecina Siria. EFE, Jerusalén

Efectos del ataque en duda

AFP

Los ataques acotados con misiles de crucero contemplados por EEUU para “castigar” al régimen sirio no constituyen una estrategia y corren el riesgo de no tener el efecto disuasivo esperado, estiman expertos.

La intervención se limitaría a una campaña puntual de algunos días e incluirá disparos de misiles de crucero Tomahawk desde los cuatro destructores ubicados frente a Siria. El objetivo no es alterar la relación de fuerzas entre los rebeldes y el régimen de Bashar al Asad, sino “disuadir” al Presidente sirio de volver a recurrir a las armas químicas y “reducir” su capacidad de hacerlo.

Nada indica que la señal vaya a ser bien recibida. Los ataques deben ser “lo suficientemente importantes como para provocar el suficiente mal al régimen para disuadirlo de volver a emplear armas químicas”, opinó el analista Richard Haas. El experto naval Christopher Harmer se mostró preocupado por la falta de propósito estratégico de una operación que se está diseñando. “La caída del régimen de Asad es un objetivo. Quitarle su capacidad de utilizar armas químicas (…) es otro. Castigar a Asad por haber usado esas armas no es uno”, aseguró.

Históricamente, el efecto disuasorio de los ataques punitivos no ha quedado demostrado. En 1986, los estadounidenses bombardearon la residencia de Muamar Gadafi en Bab El Azizia, Trípoli, tras un atentado dirigido por Libia contra una discoteca de Berlín occidental. Esto no impidió el atentado atribuido a Libia contra el Boeing de la aerolínea PanAm dos años más tarde sobre Lockerbie, Escocia.