Siria, la primera guerra de Barack Obama, Premio Nobel de la Paz
El Presidente de Estados Unidos ha demostrado durante su mandato que no teme usar el poderío militar de su país, pero esta vez su decisión puede tener otras consecuencias.
EFE/Washington
Barack Obama se está tomando su tiempo, más del que aconsejan sus asesores militares, antes de decidir un ataque aéreo contra Siria. La repugnancia personal a la guerra sería una de las razones que están detrás de las dudas a la que hoy hace frente el Premio Nobel de la Paz 2009.
“Aún no he tomado una decisión”, ha repetido el Mandatario de EEUU en las ocasiones en las que ha hablado a lo largo de estas dos semanas de la crisis siria después de explicar, con su habitual elocuencia, por qué el régimen del presidente Bachar al Asad merece un castigo ejemplar. Aunque Obama ha demostrado durante su mandato que no le tiembla el pulso a la hora de usar el poderío militar estadounidense, el más mortífero a disposición de ningún ser humano, esta vez su decisión sería diferente.
Obama heredó de su antecesor, el republicano George W. Bush, los conflictos de Afganistán (2001) e Irak (2003), y en el marco de esas guerras tomó decisiones arriesgadas, como la de aumentar el despliegue de tropas en el teatro afgano cuando todavía no había cumplido un año de su primer mandato, en diciembre de 2009.
En marzo de 2011 impulsó y contribuyó a la coalición internacional que llevó a cabo la intervención militar que acabaría con el régimen del dictador libio Muamar Gadafi.
Y apenas unos meses después, en mayo de 2011, dio la orden para una de las operaciones encubiertas más espectaculares de la historia del Ejército y los servicios de espionaje estadounidenses, la que condujo a la localización y muerte del líder de Al Qaeda, Osama Bin Laden, enemigo público “número uno” de EEUU. El asalto de Abbottabad (Pakistán), en el que Obama se jugó su carrera, le valió la admiración de los estadounidenses, le abrió las puertas para la reelección y lo confirmó como el comandante en jefe que el país merecía.
Pero ahora, a diferencia de esas campañas y golpes de mano, Obama sabe que está solo frente al mundo y que, si se desencadena un nuevo conflicto en Oriente Medio como resultado de la agresión contra un país árabe, habrá sido por su iniciativa.
El Premio Nobel le fue concedido a Obama, cuando casi no se había estrenado en la esfera internacional, por “sus extraordinarios esfuerzos” encaminados a reforzar la diplomacia y la cooperación entre los pueblos, y por el “nuevo clima” que el Mandatario prometía forjar, en especial con el mundo musulmán.
Pero ya en su discurso de aceptación, Obama defendió que el uso de la fuerza es a veces necesario, “una idea que él tenía que dar, pero no precisamente una que el Comité Nobel quería escuchar”, según el diario The New York Times.
Temor. El gobernante ruso, Vladimir Putin, apeló a la condición de Obama como Premio Nobel de la Paz para pedirle que se piense dos veces un ataque contra Siria. Un llamamiento sin respuesta, toda vez que Moscú es el principal aliado de Asad y no ha dudado en bloquear todos los esfuerzos por orquestar una respuesta internacional a las matanzas que se producen en la guerra civil siria.
“Mucha gente, incluido yo, está harta de guerras”, dijo Obama. Pero, añadió, “es importante que reconozcamos que, cuando más de un millar de personas son asesinadas, incluidos centenares de niños inocentes, mediante el uso de unas armas que el 98% o el 99% de la humanidad ha dicho que no deben usarse ni siquiera en la guerra, y no hacemos nada, estamos enviando una señal, que es un peligro para nuestra seguridad”.
El Gobierno estadounidense ha dado muestras de que teme los efectos de una acción militar. Teme no sólo que lo que empiece como acción “quirúrgica” termine convirtiéndose en otra guerra lejana y extenuante. También teme la eventualidad de que EEUU pueda verse directamente afectado por una oleada de ataques terroristas o una masiva intrusión de piratas informáticos que desbarate las comunicaciones, las redes de energía o transporte, incluidas las centrales nucleares, o el funcionamiento de la administración.
Francia afronta un gran riesgo
Análisis
Las amenazas contra Francia proferidas por el presidente sirio Bachar al Asad en caso de una operación contra su país podrían traducirse como acciones contra embajadas francesas en Oriente Medio.
BLANCOS
El régimen podría apuntar a intereses o ciudadanos franceses principalmente en Líbano a través de grupos como el Hezbolá, aliado de Al Asad. AFP
Sube tensión EEUU-Rusia
AFP/San Petesburgo
Las diferencias entre el presidente estadounidense, Barack Obama, y su homólogo ruso, Vladimir Putin, parecen irreconciliables, reflejo de lo que ocurrió en el G-20, que no logró ponerse de acuerdo en San Petersburgo sobre una solución consensuada a la crisis de Siria.
Once países (Australia, Canadá, Francia, Italia, Japón, Corea del Sur, Arabia Saudita, España, Turquía, Gran Bretaña y EEUU) pidieron una respuesta internacional “contundente” al régimen sirio, sin especificar el tipo de acción, y condenaron el uso de armas químicas. Putin y Obama terminaron por reunirse el viernes y aunque el encuentro fue “cordial” y “constructivo”, según admitieron, no hubo acercamiento en sus respectivas posturas.
“Cada uno mantuvo su posición”, dijo Putin luego del encuentro. Obama “discrepa de mis argumentos y yo de los suyos, pero nos oímos y tratamos de analizarlos”, indicó.
“No esperaba que nos pusiéramos de acuerdo”, reconoció por su parte Obama, que acusa al régimen de Damasco de cruzar una “línea roja” con el uso de armas químicas contra la población civil el 21 de agosto.
Putin, principal aliado de Siria, quiere una solución política negociada a la guerra civil en ese país, que ya dura más de dos años y medio y causó más de 100.000 muertos, según la ONU. A pesar de que Obama ha pedido luz verde al Congreso para llevar a cabo esta acción, Washington empezó a preparar el terreno para un eventual ataque evacuando al personal no esencial de su Embajada en Líbano y pidiendo a los estadounidenses que eviten viajar al sur de Turquía.