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Elección presidencial en 7 países de la región; izquierda pugna en 5

Después del triunfo de la socialista Michelle Bachelet en Chile, se puede decir que en 10 de 19 países gobierna la izquierda; la derecha en 5, y los partidos de centro en 4.

/ 5 de enero de 2014 / 04:00

El nuevo año trae elecciones presidenciales en siete de los 19 países latinoamericanos. La izquierda, desde la más radical hasta la moderada, buscará en las urnas de cinco estados mantener la hegemonía de los gobiernos del continente en 2014.

En cuatro de estos países, la variopinta izquierda de la región pondrá en juego su poder. El Partido de los Trabajadores (PT) de Brasil buscará la reelección de Dilma Rousseff. En Bolivia, Evo Morales, del Movimiento Al Socialismo (MAS), persigue su tercer gobierno consecutivo.

En Uruguay, el Frente Amplio intentará mantenerse en el poder con el regreso a la jefatura de Estado de Tabaré Vázquez (2005-2010). En El Salvador, el Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional (FMLN) procurará la victoria de Salvador Sánchez Serén, el exguerrillero y actual vicepresidente del país.

La izquierda también sueña con tener el poder en un quinto país: Costa Rica, donde el candidato José María Villalta, del Frente Amplio, pelea mano a mano en las encuestas con Johnny Araya, del centrista Partido Liberación Nacional (PLN), de la actual presidenta Laura Chinchilla.

Existen otros dos países con  comicios en 2014, ambos regidos por el centroderecha: Colombia, donde anhela la reelección Juan Manuel Santos, del llamado Partido de la U (Unidad Nacional), y Panamá, donde Cambio Democrático aspira a sostenerse en el poder al reemplazar a Ricardo Martinelli por José Domingo Arias.

Tendencia. Después del reciente triunfo de la socialista Michelle Bachelet, que asumirá el poder en marzo, diversas izquierdas, desde moderadas a radicales, gobernarán en diez países latinoamericanos.

Aunque las definiciones políticas son difíciles de hacer, se puede decir que los partidos de centro gobiernan en cuatro países y, la derecha, en los cinco restantes. Pero el panorama puede cambiar.

Después de tres años seguidos de desaceleración económica, se espera que la región crezca más rápido en 2014. La perspectiva en Sudamérica depende de los precios de materia prima, que aún se mantienen en históricos niveles altos.

Brasil, Colombia Bolivia y Uruguay, con favoritos

AFP- Montevideo

Líderes de primera plana como la brasileña Dilma Rousseff, el boliviano Evo Morales y el colombiano Juan Manuel Santos someterán sus balances a los electores y no tendrían problemas para mantener el poder, según pronósticos. Uruguay se suma a la lista.

En Brasil, Rousseff, de 66 años, es la favorita en las encuestas, aunque su candidatura aún no fue anunciada oficialmente. Su calificación está ahora lejos del 79% registrado en marzo.

“Las encuestas de fines de 2013 muestran que la Presidenta podría ganar en la primera vuelta si las elecciones se harían en ese momento”, dijo David Fleischer, profesor de Ciencias Políticas de la Universidad de Brasilia.

Otro favorito a la reelección es el socialista Evo Morales, quien está en el poder desde 2006. Se ubica al frente de los sondeos en Bolivia, donde sus esfuerzos en favor de los más pobres le han dado frutos.

“Pareciera que los resultados ya están dados por adelantado, porque el oficialismo ya está en campaña electoral, aunque no está declarada comenzó el año pasado”, explicó el doctor en Ciencias Políticas Jorge Lazarte, haciendo hincapié en la existencia de una oposición débil.

Encuestas. En Colombia, según las encuestas y expertos, el conservador Juan Manuel Santos podría verse obligado a disputar una segunda vuelta, pero lo más probable es que el único presidente de derecha de los “grandes” países del continente se mantenga en el poder.

Las elecciones en este país serán cruciales para el futuro de las históricas negociaciones con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). “Santos ató, de una manera muy hábil, el proceso de paz a su continuidad en la presidencia”, explicó el politólogo Jairo Libreros.

En Uruguay, el mandatario José Mujica no puede presentarse a la reelección, pero su predecesor Tabaré Vázquez es hoy el gran favorito para las elecciones. “Me parece realmente improbable que Vázquez fracase en su propósito de ser presidente”, estimó el politólogo Adolfo Garcé.

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Piglia, un extraño en Princeton

La inmersión del escritor argentino en los campus de Estados Unidos alimenta su nueva novela, 'El camino de Ida', donde hibrida autobiografía, historia y ficción.

/ 15 de septiembre de 2013 / 04:00

Rumbo a su oficina, y antigua vivienda, en la calle porteña de Marcelo T. de Alvear, es probable que muchos argentinos no lo reconozcan, pero él es uno de los escritores en español más notables de la actualidad. Ricardo Piglia, de 71 años, autor de las novelas Plata quemada y Blanco nocturno, iba allí cada mañana de 2012 para escribir su último título, El camino de Ida (Anagrama). Después de 15 años dando clases en las universidades de Princeton y Harvard, Piglia regresó de Estados Unidos en diciembre de 2011 y se puso a redactar esta novela. Entre libros apilados contra las paredes de todo el piso, el autor bonaerense ofrece agua mineral, zumo de naranja y frutos secos para acompañar la charla.

“En esta novela me dije que sería bueno hacer algo más o menos autobiográfico a partir de mi experiencia estadounidense, tratando de tomar un aspecto que me parecía lo más narrativo, que era la sensación rara que tenía de extranjería, que no es la misma que cuando uno es inmigrante, exiliado o un viajero que pasa mucho tiempo en un lugar”, cuenta Piglia.

“Estaba instalado con un cargo de profesor, había comprado una casa, como tantos colegas que venían también de otros lados. No tenía ninguna nostalgia de Buenos Aires en el sentido clásico argentino, porque iba y venía. No tenía la sensación que, a veces, tiene alguna gente que empieza a cultivar el tango, cosa que acá no hacía. Ni siquiera me veía mucho con argentinos, más bien mis amigos eran locales. Traté de hacer la vida como si fuera de ahí. Pero eso no impedía que tuviera una visión: como si todo estuviera demasiado subrayado. Me sentía cómodo, en el sentido de estar haciendo una vida distinta a la que hago acá, con otros amigos y otro tipo de sociabilidad, y con cierta idea, que creo que todos los escritores tenemos, de una vida más monástica”, relata el autor. Su personaje principal también es un profesor argentino que vive en Estados Unidos una suerte de vida paralela.

A partir de aquella experiencia propia comenzó la ficción. “Apareció un romance con una profesora bastante clásica en los ambientes universitarios estadounidenses de los años actuales. Es gente muy radicalizada desde el punto de vista de las discusiones sobre literatura y cultura, lo que se llaman estudios culturales, estudios poscoloniales y una serie de modas que vienen de Estados Unidos, y que en general están todas definidas por actitudes de revisión del canon, de cuestiones de discriminaciones a minorías, que nunca están acompañadas por ninguna acción real, política, como sí en Argentina o España. Me interesaba mucho la sensación de una historia de amor muy tensa y que de pronto ella muriera. Estuve dando vueltas sobre por qué moría y cómo”, cuenta.

Fue entonces cuando recordó la historia de Unabomber, aquel filósofo y matemático estadounidense que enviaba cartas bomba a universidades y líneas aéreas para expresar su crítica a la sociedad tecnológica moderna, y con las que murieron tres personas y otras 23 resultaron heridas entre 1978 y 1995. “Trabajando en la novela, de una manera inesperada, en lo que algunos llaman inspiración y yo llamo ocurrencia, ligué la historia personal con esta otra historia que para mí expresaba tantas cosas de Estados Unidos. ¿Por qué trabajé el personaje de Unabomber? Por dos cosas que habían sucedido en la realidad y que para mí fueron asombrosas. Una es que el personaje real había leído muchas veces la novela de Joseph Conrad El agente secreto, y otra es que se había inspirado en el personaje que hay en la novela. Me interesó mucho el hecho de que el FBI hubiera gastado en la persecución de este individuo a lo largo de casi 20 años gran cantidad de dinero y fuerzas, y que sólo lo hubiera atrapado porque el hermano lo delató, una resolución dostoievskiana de Karamazov”, desarrolla Piglia, amable y simpático desde su escritorio.

El autor argentino quería contar su experiencia en Estados Unidos, una cultura que admira y con la que se había formado, al igual que otros colegas de su generación que ya no se criaron mirando a Francia sino a la generación beat, el cine y el jazz del Norte. “Como soy un hombre de izquierda, siempre he pensado que Estados Unidos era una problema para América Latina y siempre he establecido una distinción entre el Estado y la sociedad estadounidense”, aclara.

Ahora dirige una colección de reediciones de la literatura argentina y acaba de grabar un programa de televisión de cuatro capítulos en los que enseña sobre Jorge Luis Borges. De su experiencia en la universidad estadounidense contrasta las virtudes y las carencias: “Una son las condiciones de trabajo, la libertad de cátedra. Hay una gran dinámica. Tiene una virtud para el tipo de tensión que tenemos los escritores, y es que es totalmente autónoma de la cultura de masas. La contra es que está muy aislado de la vida real. Nosotros tenemos demasiada vida real. Sería bueno que tuviéramos un poco menos, porque esas son las crisis, la política, todos los líos que hay”.

Por aquellas aulas y pasillos de Princeton se ha cruzado durante años con escritores que iban a dar programas de escritura creativa, como Toni Morrison, Gabriel García Márquez, Paul Auster, Philip Roth o Mario Vargas Llosa. También le tocó vivir de cerca el suicidio de Antonio Calvo, un profesor español que había sido despedido de Princeton por unas frases que sonaron provocativas en aquel ambiente: “Fue un hecho que nos conmovió a todos. Era un amigo.

Entiendo a los colegas que no quieren intervenir en estas cosas, pero en Argentina hemos intervenido en cosas más complicadas y peligrosas”.

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Latinoamérica recupera su voz

Un documental narra la vida de Mercedes Sosa siguiendo el hilo de su voz y sus canciones

/ 11 de agosto de 2013 / 04:00

Murió hace casi cuatro años. Entonces, los obituarios lloraron la pérdida de la “voz de Latinoamérica”, apodo del que ella renegaba. Nunca compuso una canción, pero interpretó como nadie las de otros. La argentina Mercedes Sosa, cantora, como ella quería que la llamaran, embelleció aún más temas como Alfonsina y el mar, Gracias a la vida, Todo cambia o Sólo le pido a Dios. Ahora, un documental, Mercedes Sosa, la voz de Latinoamérica, se adentra en su vida.

“Como director busqué retratarla lo más fielmente posible”, cuenta Rodrigo Vila, a quien se acercó el hijo de la artista, Fabián Matus, para proponerle que hiciera un documental allá por 2010, un año después de la muerte de su madre. Vila había dirigido otra película en 2009 llamada Mercedes Sosa, cantora. Un viaje íntimo, sobre su último disco, en el que grabó junto con Gustavo Cerati, Shakira, Joan Manuel Serrat, Luis Alberto Spinetta y Charly García, en otra muestra de cómo esta artista cruzaba géneros musicales, a partir de la renovación del folclore y la puesta al día de la canción protesta.

Grabaciones de la propia Sosa contando su vida ofician de eje central del relato, pero Matus, que acompañó durante más de 30 años la carrera de su madre, también aparece como entrevistador de familiares, amigos y artistas de la talla de Chico Buarque, Charly García, David Byrne, Fito Páez, Isabel Parra —hija de Violeta, la compositora de Gracias a la vida—, León Gieco y Milton Nascimento. “Se hizo una investigación bastante profunda y a conciencia de material de archivo, cartas, grabaciones públicas y personales de Mercedes, audiovisuales y de sonido. Este documental va a ser un material de consulta para entender o saber quién era Mercedes Sosa. Hubo mucho viaje para hacer entrevistas y localizar material de archivo en Alemania, Suiza, Francia, España, EEUU o Brasil”, explica Vila, que dice que ha intentado ser fiel al relato de la propia Sosa en cuanto a su vida personal, su carrera artística y su ideología. La Negra Sosa, como se la conocía, debió exiliarse entre 1978 y 1982 en París perseguida por la última dictadura militar de su país.

Para el hijo de Sosa, el rodaje de la película implicó “un proceso de luto y de curación”, según Vila. “Trabajar con la familia es difícil para un realizador, pero ellos lo tomaron realmente con mucha madurez. Hay pasajes que son bastante duros y no tuvieron problemas en que nosotros los incluyéramos”, opina Vila, que define su documental como una biografía autorizada. El director afirma que ningún material fue censurado: “No, porque las cosas que no están en la película son cosas que Mercedes se guardó para su intimidad. Lo que ella quiso contar, como sus problemas con el alcohol, sus tormentosas relaciones personales con su primer marido —que fue terrible—, la muerte de su segundo marido, su exilio, su depresión, su enfermedad, todo está. Después hay un montón de cosas lindas en la película también. Es como la vida, lo bueno y lo malo”.

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/ 11 de agosto de 2013 / 04:00

Murió hace casi cuatro años. Entonces, los obituarios lloraron la pérdida de la “voz de Latinoamérica”, apodo del que ella renegaba. Nunca compuso una canción, pero interpretó como nadie las de otros. La argentina Mercedes Sosa, cantora, como ella quería que la llamaran, embelleció aún más temas como Alfonsina y el mar, Gracias a la vida, Todo cambia o Sólo le pido a Dios. Ahora, un documental, Mercedes Sosa, la voz de Latinoamérica, se adentra en su vida.

“Como director busqué retratarla lo más fielmente posible”, cuenta Rodrigo Vila, a quien se acercó el hijo de la artista, Fabián Matus, para proponerle que hiciera un documental allá por 2010, un año después de la muerte de su madre. Vila había dirigido otra película en 2009 llamada Mercedes Sosa, cantora. Un viaje íntimo, sobre su último disco, en el que grabó junto con Gustavo Cerati, Shakira, Joan Manuel Serrat, Luis Alberto Spinetta y Charly García, en otra muestra de cómo esta artista cruzaba géneros musicales, a partir de la renovación del folclore y la puesta al día de la canción protesta.

Grabaciones de la propia Sosa contando su vida ofician de eje central del relato, pero Matus, que acompañó durante más de 30 años la carrera de su madre, también aparece como entrevistador de familiares, amigos y artistas de la talla de Chico Buarque, Charly García, David Byrne, Fito Páez, Isabel Parra —hija de Violeta, la compositora de Gracias a la vida—, León Gieco y Milton Nascimento. “Se hizo una investigación bastante profunda y a conciencia de material de archivo, cartas, grabaciones públicas y personales de Mercedes, audiovisuales y de sonido. Este documental va a ser un material de consulta para entender o saber quién era Mercedes Sosa. Hubo mucho viaje para hacer entrevistas y localizar material de archivo en Alemania, Suiza, Francia, España, EEUU o Brasil”, explica Vila, que dice que ha intentado ser fiel al relato de la propia Sosa en cuanto a su vida personal, su carrera artística y su ideología. La Negra Sosa, como se la conocía, debió exiliarse entre 1978 y 1982 en París perseguida por la última dictadura militar de su país.

Para el hijo de Sosa, el rodaje de la película implicó “un proceso de luto y de curación”, según Vila. “Trabajar con la familia es difícil para un realizador, pero ellos lo tomaron realmente con mucha madurez. Hay pasajes que son bastante duros y no tuvieron problemas en que nosotros los incluyéramos”, opina Vila, que define su documental como una biografía autorizada. El director afirma que ningún material fue censurado: “No, porque las cosas que no están en la película son cosas que Mercedes se guardó para su intimidad. Lo que ella quiso contar, como sus problemas con el alcohol, sus tormentosas relaciones personales con su primer marido —que fue terrible—, la muerte de su segundo marido, su exilio, su depresión, su enfermedad, todo está. Después hay un montón de cosas lindas en la película también. Es como la vida, lo bueno y lo malo”.

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León Ferrari, provocación estética y política

Escandaloso, multifacético, anticlerical y  longevo, así fue el artista argentino León Ferrari

/ 4 de agosto de 2013 / 04:00

Uno de los mayores maestros del arte argentino, León Ferrari, murió el 25 de julio en Buenos Aires, su ciudad natal, a los 92 años. Pintor y escultor conceptual, innovador y provocador, escandalizó a la Iglesia Católica, y al propio papa Francisco, con sus obras que cuestionaban la moral sexual y la complicidad del cristianismo con la violencia. También atacó la intolerancia, las guerras, el imperialismo y el autoritarismo, como el de la última dictadura militar de su país (1976-1983) que hizo desaparecer a uno de sus tres hijos. En su carrera transitó por la escritura abstracta, las esculturas e instalaciones políticas, el arte postal, la heliografía, el videotexto y los collages.

Ferrari ganó el León de Oro de la Bienal de Venecia en 2007, a sus 87 años. Lo obtuvo gracias a una retrospectiva en la que se exhibieron sus intervenciones artísticas sobre las portadas del diario del Vaticano, L’Osservatore Romano, y su obra más conocida, La civilización occidental y cristiana, que consiste en un avión de guerra de Estados Unidos que lleva encima un Cristo crucificado. Ferrari había presentado aquella obra, una crítica a la guerra de Vietnam, para el porteño premio Di Tella en 1965, pero fue rechazada.

En 2004, aquella y otras piezas, como vírgenes en botellas de vidrio, Madonna desnuda frente a Juan Pablo II o preservativos con la imagen del papa de aquel tiempo, fueron expuestas en el Centro Cultural Recoleta, que depende del ayuntamiento de Buenos Aires. Aquella muestra que recorría 50 años de carrera de Ferrari lo lanzó a la fama fuera de los círculos de artistas que ya lo admiraban en Argentina y Brasil, donde se exilió tras el golpe militar de 1976 y hasta 1991. Católicos conservadores comenzaron a manifestarse en contra de que se inaugurara, algunos de ellos atacaron sus obras en los primeros días de muestra, organizaron misas de repudio y hasta el entonces arzobispo porteño, Jorge Bergoglio, el actual Francisco, manifestó su “dolor”por la “blasfemia” y la “burla a los valores religiosos y morales de los argentinos” y cuestionó que la exposición fuese organizada por un centro estatal. Una jueza llegó a cerrar la muestra por “lesionar” el “sentimiento religioso”. Un tribunal de segunda instancia la reabrió y 70.000 personas se agolparon para verla. Pero a principios de 2005 Ferrari decidió cerrarla ante las reiteradas amenazas de bomba.

“Siempre digo que le debo la fama a Bergoglio”, bromeaba Ferrari, que a partir de aquella polémica también logró reconocimiento internacional, con exhibiciones en el Museo de Arte Moderno (MoMA, según sus siglas en inglés) de Nueva York y en el Reina Sofía de Madrid. “Las figuras que se venden en las santerías no son, a mi criterio, las de los verdaderos Jesús y la Virgen y sólo representan a los personajes que describen los creadores del cristianismo. Del mismo evangelio se deduce que una persona con ideas socialistas, preocupado por los pobres y que nos aconseja amar a nuestro prójimo, como dice era Jesús, no puede amenazar a ese prójimo con la tortura”, declaró Ferrari, fundador del Club de Impíos, Herejes, Apóstatas, Blasfemos, Ateos, Paganos, Agnósticos e Infieles.

Hijo de un arquitecto que construía iglesias y de una profesora de cerámica, León había nacido el 3 de septiembre de 1920. En la década de los 40 se graduó de ingeniero industrial y se casó con Alicia Barros Castro, su mujer de toda la vida, con quien tuvo tres hijos: Marialí, Pablo y el desaparecido Ariel. En los 50 comenzó su carrera artística en Italia, donde había viajado por cuestiones familiares, y experimentaba con cerámica, yeso, cemento, madera y alambres. En los 60 elaboró sus primeras obras que cuestionaban al poder político y religioso.

En la dictadura militar que sufrió Argentina entre 1966 y 1973 debió esquivar la censura para continuar con obras como su homenaje al Che Guevara y se exilió en Brasil, donde realizó incursiones en el arte postal, la litografía y las microfichas. En los 80 hizo sus Relecturas de la Biblia, yuxtaponiendo imágenes religiosas, contemporáneas y de la erótica oriental. A finales del pasado siglo le llegó el turno de las series Braille, poemas de Jorge Luis Borges escritos en escritura para ciegos sobre desnudos de Man Ray. Colaborador de las organizaciones de defensa de los derechos humanos, deja una tremenda herencia al arte mundial.

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