Frente a un gobierno que por más de 70 años persiste en su desprecio por lo indígena; frente a una sociedad derrotada por el miedo y la apatía, el EZLN demuestra que es un ser vivo en transformación y el único reservorio de dignidad de los mexicanos que sueñan con cambiar su país.

Nació en la madrugada de 1994, cuando México era gobernado por Carlos Salinas de Gortari (asumió el 1 de diciembre de 1988 hasta el 30 de noviembre de 1994), quien, al igual que el actual presidente Enrique Peña Nieto, se sentía seguro e invencible en sus afanes privatizadores y sus proyectos grandiosos.

Días antes había anunciado la entrada mexicana al grupo de países del llamado “Primer Mundo”, pero la irrupción del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) hizo volar en pedazos sus pretensiones y lo ubicó en una realidad mil veces negada: México era y es un país atrasado, económicamente vulnerable, políticamente corrupto, con más de 60 millones de pobres, seis millones de analfabetos y toda una generación de jóvenes y niños perdida por una educación deficiente y un futuro incierto por la falta de trabajo.

INICIOS. Armados precariamente, centenares de tojolabales, choles, tzeltales y tzotziles tomaron ese día varias ciudades y en San Cristóbal de Las Casas lanzaron la Declaración de la Selva Lacandona en la que dijeron “¡ya basta!, ¡nunca más un país sin nosotros!”.

Tras 12 días de enfrentamientos con el Ejército federal, se replegaron a sus bases con el apoyo de más de un millón de personas que salieron a las calles a exigir un cese al fuego. A partir de entonces existe una tregua muchas veces rota por el Gobierno que traicionó los Acuerdos de San Andrés al día siguiente de haberlos firmado en 1996. Así, y desde hace 20 años, a los zapatistas se les ignora en los censos, se les combate con violencia soterrada y se les hostiga de diversas formas. Recientemente fue asesinado uno de sus votanes (guardianes) conocido como Galeano.

Han pasado cinco presidentes de la República, ocho gobernadores de Chiapas (sector donde nació el EZLN) y el Gobierno no ha cambiado. En cambio, los zapatistas se fueron transformando. A diferencia de los movimientos insurreccionales de América Latina, cambiaron las armas por la construcción de un régimen autónomo, de autogobierno y sustentable en el que se fundaron ya más de 1.000 nuevos pueblos organizados, con sistemas propios y eficientes de educación, salud y producción agrícola para la autosuficiencia y la comercialización independiente de café, miel y otros productos. En sus territorios no hay noticia de narcotráfico o de consumo de drogas y la delincuencia organizada que azota a gran parte de este país no tuvo cabida en esas tierras del sureste mexicano.

Ellos también construyeron comunidades solidarias, complementarias, recíprocas y sin pobreza como manda la filosofía del “buen vivir”, con un sistema propio de justicia, democracia directa y un régimen de autoridad basado en el mandar obedeciendo en sus cinco centros de gobierno llamados Caracoles y sus Juntas de Buen Gobierno en sus 27 municipios autónomos. Ganaron paz y territorio con una virtual reforma agraria con la recuperación de más de 700.000 hectáreas.

Al zapatismo no parece importarle ya convencer de su proyecto al Estado y prefiere seguir formando nuevos cuadros en sus centros de adiestramiento ideológico que ellos denominan “Escuelitas”, adonde periódicamente van miles de mexicanos de diversas regiones del país y del mundo a aprender de estos indígenas el arte de resistir y a entender la profundidad y la filosofía de esta forma diferente de vivir la vida. Sin armas, por la vía pacífica y en constante metamorfosis dicen: “La resistencia es nuestra arma. No luchamos por la muerte, lo hacemos por la vida, por la libertad de todos los pueblos del mundo”.

El nuevo líder

Galeano

Marcos tomó el nombre Galeano en honor a José Luis Solís López, asesinado el 2 de mayo en conflictos por el corte del suministro de agua en la localidad La Realidad.