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Un semanario satírico amenazado por radicales y la crisis financiera

Charlie Hebdo había iniciado 2015 con una oferta para aumentar el número de sus suscriptores. Sin renunciar al humor, todavía la mañana del miércoles, tras el grave atentado que costó la vida a 12 personas, su página web proponía una reducción de precios.

/ 11 de enero de 2015 / 04:00

Charlie Hebdo había iniciado 2015 con una oferta para aumentar el número de sus suscriptores. Sin renunciar al humor, todavía la mañana del miércoles, tras el grave atentado que costó la vida a 12 personas, su página web proponía una reducción de precios.

El portal de este famoso semanario postulaba “La tarifa para todos”, en clara alusión a la legalización de las bodas homosexuales, conocida en Francia como “el matrimonio para todos”. El semanario satírico, provocador e irreverente, vivió bajo la permanente amenaza de las organizaciones religiosas y agrupaciones radicales por sus caricaturas sobre Mahoma y los yihadistas, pero también de la falta de ingresos publicitarios y la drástica reducción de las ventas de ejemplares de papel.

Atrevimiento. Las caricaturas más atrevidas y que más polémicas generaron salieron de la pluma, justamente, de tres de los dibujantes-periodistas fallecidos el jueves en el atentado perpetrado en la sede de la publicación en la ciudad de París. Se trata de Georges Wolinski, de 80 años; Jean Cabut, Cabu, de 76, y Stéphane Charbonnier, Charb, director del semanario, de 47. Éste publicaba en el último número una caricatura premonitoria en la que un yihadista, bajo el título Sin atentados en Francia, decía: “Esperen a que termine enero” (ver la portada de la derecha).

El origen de Charlie Hebdo se remonta a 1969. Nació entonces como un mensual llamado simplemente Charlie. En 1981 dejó de publicarse por falta de ingresos y reapareció en 1992, marcando una nueva etapa. En la publicación ya no solamente había viñetas; también periodismo de investigación. Sin embargo, los problemas de seguridad del semanario empezaron en febrero de 2006, cuando, como gesto solidario, publicó las caricaturas de Mahoma (fundador del Islam) de la revista danesa Jyllands-Posten, cuya redacción sufría amenazas por mofarse del profeta, —más unas cuantas propias—. En la propia Francia no siempre fue bien comprendida su línea editorial y, de hecho, tuvo que afrontar denuncias ante la Justicia por supuesta difamación. Las organizaciones musulmanas francesas y el Consejo Francés del Culto Musulmán pidieron la retirada de Charlie Hebdo. Lejos de amilanarse por la polémica suscitada, el semanario promovió un manifiesto extremadamente duro contra el “totalitarismo” que, a sus ojos, intenta imponer el islamismo radical.

En 2011, ante la inminente publicación de nuevas caricaturas sobre el islamismo radical y la ley islámica, el semanario fue objeto de un ataque con un cóctel molotov en el que no hubo víctimas, pero que causó un importante incendio en las instalaciones. Ello obligó a sus trabajadores a refugiarse temporalmente en la sede del periódico Libération. Desde entonces, varios miembros de la redacción y, especialmente, su director, Stéphane Charbonnier, contaban con escolta. De hecho, la sede del semanario estaba vigilada, como confirmó el Gobierno francés.

Pero los problemas de Charlie Hebdo, un semanario laico e izquierdista que también vivió encontronazos con el Frente Nacional, no se limitan a su persecución por razones ideológicas. Con una tirada en los últimos meses inferior a los 50.000 ejemplares y sin ingresos publicitarios, el semanario lanzó en noviembre un llamamiento para recibir donaciones y poder mantener su independencia.

Peligro. “Charlie Hebdo está en peligro”, aseguraba hasta el mediodía del jueves Charlie Hebdo en su versión digital. Según los datos de la propia publicación, el capital social es de solo 250 euros ($us 295). No hay accionistas. Tampoco publicidad. El semanario vive únicamente de las suscripciones, de las donaciones y de las ventas al número. Este atentado diezmó profundamente a la redacción, formada por un escueto equipo de 22 periodistas y dibujantes, una secretaria y cuatro empleados en la sección administrativa.

El último número volvía al Islam, en este caso para criticar al escritor Michel Houellebecq, autor de Sumisión, una novela que imagina a Francia en 2022 gobernada por un musulmán. “Las predicciones de Houellebecq”, señalaba la portada. “En 2015, sin dientes. En 2022, en Ramadán”, añadía. El jueves se habían agotado todos los ejemplares y en la web solo quedaba por la tarde el grito unánime de Francia: “Yo soy Charlie.

Los ilustradores de la revista no se rinden

Los autores de la matanza del miércoles abandonaron la sede del semanario satírico al grito de “Hemos vengado al profeta. Hemos matado a Charlie Hebdo”. Los supervivientes del semanario, sin embargo, decidieron demostrar que Charlie Hebdo está herida, pero no muerta. Los periodistas van a hacer un esfuerzo para no faltar el miércoles a la cita con sus lectores y, para ello, contaron, una vez más, con la inapreciable ayuda de un rotativo hermano en ideología, Libération, debilitado por un reciente ajuste de plantilla en el que perdió a un tercio de los efectivos.

Este mismo periódico fue el que también acogió a la redacción del semanario satírico cuando las instalaciones de este último quedaron destruidas por un cóctel molotov en 2011. Fue un ataque debido a la publicación de nuevas caricaturas del profeta Mahoma y del islamismo radical.

Charlie Hebdo, al igual que muchos medios impresos, atraviesa una grave crisis financiera que el fallecido director Stéphane Charbonnier, Charb, pretendía aliviar recabando más donaciones y ampliando su modesto número de suscriptores (apenas 13.000). Con una tirada de unos 50.000 ejemplares y sin publicidad, las finanzas del semanario se tambalean. El abogado de la publicación, Richard Malka, anunció que los supervivientes no solo van a trabajar en el nuevo número, sino que de éste se hará una tirada récord de un millón de ejemplares, lo nunca visto para este influyente pero modesto semanario que logró ventas extraordinarias con sus caricaturas de Mahoma: 160.000 ejemplares.

El desafío es importante. El equipo de Charlie Hebdo estaba formado hasta el miércoles por 22 periodistas y dibujantes, una secretaria y cuatro empleados en la sección administrativa. Al menos ocho de los 12 muertos son dibujantes y periodistas, y otros tantos están heridos. Pero las dificultades no son solo un problema de números. Cuatro de los fallecidos eran considerados dibujantes de un talento excepcional, como el propio Charb. Se trata de Jean Cabut, Cabu, Georges Wolinski y Bernard Verlhac, Tignous. “Charlie era un periódico de dibujantes. Los redactores como yo son intercambiables. Ellos, no”, contaba la tarde de la matanza a Libération Antonio Fischetti, que se libró del ataque. “Tipos como Charb, Tignous o Wolinski no hay 50”.

Los pocos periodistas y dibujantes que quedan siguen conmocionados. Uno de los periodistas, Patrick Pelloux, apenas contuvo las lágrimas cuando declaraba por la tarde a BFMTV que Charlie Hebdo tiene que demostrar que nadie puede matar los valores de un país de libertad como Francia. Defendió la actuación policial y aseveró: “Hay que seguir haciendo periodismo. Un periodismo sin concesiones”.

Los medios se han volcado con Charlie Hebdo. Le Monde y Canal + son algunos de los que ofrecieron su total apoyo al semanario. Pero es más lógico trabajar por un tiempo en la misma redacción de Libération, como expresaba ayer el director adjunto del rotativo, Johan Hufnagel. “Ya les acogimos una vez en 2011. Es natural esta reagrupación de familia y no tenemos miedo. No es una solidaridad corporativista. Es una solidaridad con la libertad que la prensa representa”. A pesar de las dificultades, el letrado Malka está convencido de que los supervivientes serán capaces de sacar el semanario adelante. Tendrá solo ocho páginas, en lugar de las 16 habituales. La compañera de Charb reclamó para el director de Charlie Hebdo, en una entrevista concedida a BFMTV, un homenaje oficial. “Charb ha sido ejecutado por defender la laicidad. Ha muerto de pie”.

El miércoles, como destacan varios de los afectados, la tirada récord de Charlie Hebdo ofrecerá otra oportunidad a los franceses para demostrar su solidaridad.

El origen del nombre del suplemento está en 1970

¿Cuál es la génesis del nombre del semanario satírico francés Charlie Hebdo? Un reportaje en la página web de BBC Mundo indica que esto se remonta a 1970, “cuando el semanario (hedbomadaire, en francés) Hara Kiri Hebdo publicó un titular satírico de la noticia de un incendio en una discoteca en el que murieron 146 personas, justo en el mismo mes en que perdió la vida el presidente Charles de Gaulle”, fallecido el 9 de noviembre. El semanario quedó restringido en cuanto a la venta de ejemplares a menores de edad y la publicidad. Y la respuesta fue el cambio del nombre a Charlie Hebdo, en franca alusión a la muerte de De Gaulle. Esta publicación fue lanzada en 1969 y se cerró en 1981. Su resurrección se produjo en 1992. Su director Stéphane Charbonnier (foto), conocido como Charb, quien falleció en el atentado del miércoles, le dijo en una entrevista a la revista Tel Quel: “No tengo hijos ni esposa. No tengo un carro ni tengo crédito. Puede sonar un poco pomposo, pero prefiero morir de pie que vivir de rodillas”.

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Un semanario satírico amenazado por radicales y la crisis financiera

Charlie Hebdo había iniciado 2015 con una oferta para aumentar el número de sus suscriptores. Sin renunciar al humor, todavía la mañana del miércoles, tras el grave atentado que costó la vida a 12 personas, su página web proponía una reducción de precios.

/ 11 de enero de 2015 / 04:00

Charlie Hebdo había iniciado 2015 con una oferta para aumentar el número de sus suscriptores. Sin renunciar al humor, todavía la mañana del miércoles, tras el grave atentado que costó la vida a 12 personas, su página web proponía una reducción de precios.

El portal de este famoso semanario postulaba “La tarifa para todos”, en clara alusión a la legalización de las bodas homosexuales, conocida en Francia como “el matrimonio para todos”. El semanario satírico, provocador e irreverente, vivió bajo la permanente amenaza de las organizaciones religiosas y agrupaciones radicales por sus caricaturas sobre Mahoma y los yihadistas, pero también de la falta de ingresos publicitarios y la drástica reducción de las ventas de ejemplares de papel.

Atrevimiento. Las caricaturas más atrevidas y que más polémicas generaron salieron de la pluma, justamente, de tres de los dibujantes-periodistas fallecidos el jueves en el atentado perpetrado en la sede de la publicación en la ciudad de París. Se trata de Georges Wolinski, de 80 años; Jean Cabut, Cabu, de 76, y Stéphane Charbonnier, Charb, director del semanario, de 47. Éste publicaba en el último número una caricatura premonitoria en la que un yihadista, bajo el título Sin atentados en Francia, decía: “Esperen a que termine enero” (ver la portada de la derecha).

El origen de Charlie Hebdo se remonta a 1969. Nació entonces como un mensual llamado simplemente Charlie. En 1981 dejó de publicarse por falta de ingresos y reapareció en 1992, marcando una nueva etapa. En la publicación ya no solamente había viñetas; también periodismo de investigación. Sin embargo, los problemas de seguridad del semanario empezaron en febrero de 2006, cuando, como gesto solidario, publicó las caricaturas de Mahoma (fundador del Islam) de la revista danesa Jyllands-Posten, cuya redacción sufría amenazas por mofarse del profeta, —más unas cuantas propias—. En la propia Francia no siempre fue bien comprendida su línea editorial y, de hecho, tuvo que afrontar denuncias ante la Justicia por supuesta difamación. Las organizaciones musulmanas francesas y el Consejo Francés del Culto Musulmán pidieron la retirada de Charlie Hebdo. Lejos de amilanarse por la polémica suscitada, el semanario promovió un manifiesto extremadamente duro contra el “totalitarismo” que, a sus ojos, intenta imponer el islamismo radical.

En 2011, ante la inminente publicación de nuevas caricaturas sobre el islamismo radical y la ley islámica, el semanario fue objeto de un ataque con un cóctel molotov en el que no hubo víctimas, pero que causó un importante incendio en las instalaciones. Ello obligó a sus trabajadores a refugiarse temporalmente en la sede del periódico Libération. Desde entonces, varios miembros de la redacción y, especialmente, su director, Stéphane Charbonnier, contaban con escolta. De hecho, la sede del semanario estaba vigilada, como confirmó el Gobierno francés.

Pero los problemas de Charlie Hebdo, un semanario laico e izquierdista que también vivió encontronazos con el Frente Nacional, no se limitan a su persecución por razones ideológicas. Con una tirada en los últimos meses inferior a los 50.000 ejemplares y sin ingresos publicitarios, el semanario lanzó en noviembre un llamamiento para recibir donaciones y poder mantener su independencia.

Peligro. “Charlie Hebdo está en peligro”, aseguraba hasta el mediodía del jueves Charlie Hebdo en su versión digital. Según los datos de la propia publicación, el capital social es de solo 250 euros ($us 295). No hay accionistas. Tampoco publicidad. El semanario vive únicamente de las suscripciones, de las donaciones y de las ventas al número. Este atentado diezmó profundamente a la redacción, formada por un escueto equipo de 22 periodistas y dibujantes, una secretaria y cuatro empleados en la sección administrativa.

El último número volvía al Islam, en este caso para criticar al escritor Michel Houellebecq, autor de Sumisión, una novela que imagina a Francia en 2022 gobernada por un musulmán. “Las predicciones de Houellebecq”, señalaba la portada. “En 2015, sin dientes. En 2022, en Ramadán”, añadía. El jueves se habían agotado todos los ejemplares y en la web solo quedaba por la tarde el grito unánime de Francia: “Yo soy Charlie.

Los ilustradores de la revista no se rinden

Los autores de la matanza del miércoles abandonaron la sede del semanario satírico al grito de “Hemos vengado al profeta. Hemos matado a Charlie Hebdo”. Los supervivientes del semanario, sin embargo, decidieron demostrar que Charlie Hebdo está herida, pero no muerta. Los periodistas van a hacer un esfuerzo para no faltar el miércoles a la cita con sus lectores y, para ello, contaron, una vez más, con la inapreciable ayuda de un rotativo hermano en ideología, Libération, debilitado por un reciente ajuste de plantilla en el que perdió a un tercio de los efectivos.

Este mismo periódico fue el que también acogió a la redacción del semanario satírico cuando las instalaciones de este último quedaron destruidas por un cóctel molotov en 2011. Fue un ataque debido a la publicación de nuevas caricaturas del profeta Mahoma y del islamismo radical.

Charlie Hebdo, al igual que muchos medios impresos, atraviesa una grave crisis financiera que el fallecido director Stéphane Charbonnier, Charb, pretendía aliviar recabando más donaciones y ampliando su modesto número de suscriptores (apenas 13.000). Con una tirada de unos 50.000 ejemplares y sin publicidad, las finanzas del semanario se tambalean. El abogado de la publicación, Richard Malka, anunció que los supervivientes no solo van a trabajar en el nuevo número, sino que de éste se hará una tirada récord de un millón de ejemplares, lo nunca visto para este influyente pero modesto semanario que logró ventas extraordinarias con sus caricaturas de Mahoma: 160.000 ejemplares.

El desafío es importante. El equipo de Charlie Hebdo estaba formado hasta el miércoles por 22 periodistas y dibujantes, una secretaria y cuatro empleados en la sección administrativa. Al menos ocho de los 12 muertos son dibujantes y periodistas, y otros tantos están heridos. Pero las dificultades no son solo un problema de números. Cuatro de los fallecidos eran considerados dibujantes de un talento excepcional, como el propio Charb. Se trata de Jean Cabut, Cabu, Georges Wolinski y Bernard Verlhac, Tignous. “Charlie era un periódico de dibujantes. Los redactores como yo son intercambiables. Ellos, no”, contaba la tarde de la matanza a Libération Antonio Fischetti, que se libró del ataque. “Tipos como Charb, Tignous o Wolinski no hay 50”.

Los pocos periodistas y dibujantes que quedan siguen conmocionados. Uno de los periodistas, Patrick Pelloux, apenas contuvo las lágrimas cuando declaraba por la tarde a BFMTV que Charlie Hebdo tiene que demostrar que nadie puede matar los valores de un país de libertad como Francia. Defendió la actuación policial y aseveró: “Hay que seguir haciendo periodismo. Un periodismo sin concesiones”.

Los medios se han volcado con Charlie Hebdo. Le Monde y Canal + son algunos de los que ofrecieron su total apoyo al semanario. Pero es más lógico trabajar por un tiempo en la misma redacción de Libération, como expresaba ayer el director adjunto del rotativo, Johan Hufnagel. “Ya les acogimos una vez en 2011. Es natural esta reagrupación de familia y no tenemos miedo. No es una solidaridad corporativista. Es una solidaridad con la libertad que la prensa representa”. A pesar de las dificultades, el letrado Malka está convencido de que los supervivientes serán capaces de sacar el semanario adelante. Tendrá solo ocho páginas, en lugar de las 16 habituales. La compañera de Charb reclamó para el director de Charlie Hebdo, en una entrevista concedida a BFMTV, un homenaje oficial. “Charb ha sido ejecutado por defender la laicidad. Ha muerto de pie”.

El miércoles, como destacan varios de los afectados, la tirada récord de Charlie Hebdo ofrecerá otra oportunidad a los franceses para demostrar su solidaridad.

El origen del nombre del suplemento está en 1970

¿Cuál es la génesis del nombre del semanario satírico francés Charlie Hebdo? Un reportaje en la página web de BBC Mundo indica que esto se remonta a 1970, “cuando el semanario (hedbomadaire, en francés) Hara Kiri Hebdo publicó un titular satírico de la noticia de un incendio en una discoteca en el que murieron 146 personas, justo en el mismo mes en que perdió la vida el presidente Charles de Gaulle”, fallecido el 9 de noviembre. El semanario quedó restringido en cuanto a la venta de ejemplares a menores de edad y la publicidad. Y la respuesta fue el cambio del nombre a Charlie Hebdo, en franca alusión a la muerte de De Gaulle. Esta publicación fue lanzada en 1969 y se cerró en 1981. Su resurrección se produjo en 1992. Su director Stéphane Charbonnier (foto), conocido como Charb, quien falleció en el atentado del miércoles, le dijo en una entrevista a la revista Tel Quel: “No tengo hijos ni esposa. No tengo un carro ni tengo crédito. Puede sonar un poco pomposo, pero prefiero morir de pie que vivir de rodillas”.

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