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Francisco, el pontífice que ‘hizo’ más santos

El papa Francisco es el que más santos llevó al altar. Desde que llegó al Vaticano (13 de marzo de 2013), el argentino canonizó a más de 800 personas. Según datos de milenio.com fueron 45 los santos canonizados por Benedicto XVI (2005-2013), 482 los que fueron elevados a los altares durante el papado de Juan Pablo II (1978-2005), 84 recibieron esa distinción por parte de Pablo VI (1963-1978), 10 por Juan XXIII (1958-1963) y 33 por Pío XII (1939-1958).

Antonio Primaldo, junto con 800 mártires asesinados en 1480 en el pueblo italiano de Otranto, fueron las primeras personas que canonizó Jorge Mario Bergoglio. Así reconoció la importancia de Primaldo (cuya identidad es la única que se conoce) en este grupo que estuvo conformado por desconocidos pescadores, artesanos, pastores y agricultores de Otranto. El Ejército musulmán acabó con ellos solo porque eran cristianos.

Después de Primaldo y los 800 mártires, el Pontífice latinoamericano canonizó a Laura de Santa Catalina de Siena Montoya y Upegui, María Guadalupe García Zavala, Ángela de Foligno y Pedro Fabro, en 2013. El año pasado, la autoridad eclesiástica canonizó a Francisco de Laval, José de Anchieta, María de la Encarnación, Juan XXIII, Juan Pablo II, Giovanni Antonio Farina, Ciriaco Elías Chavara, Ludovico da Casoria, Amato Ronconi, Nicolás de Longobardi y Eufrasia del Sagrado Corazón.

En lo que va de este año, el Papa elevó a rango de santo a José Vaz. Además, se anunció que Junípero Serra y Óscar Romero tendrán sus altares en la Iglesia Católica. La última noticia, respecto a Romero, tuvo repercusión mundial y en El Salvador hubo fiesta con el repique de campanas. Se espera que este año se consolide la beatificación.

Dos papas llevados a la gloria

-La canonización de Juan XXIII y Juan Pablo II fue una de las más emotivas de Jorge Mario Bergoglio.

-El Pontífice presidió el acto en la plaza de San Pedro del Vaticano ante unas 800.000 personas.

-Dijo: “Juan XXIII y Juan Pablo II tuvieron el valor de mirar las heridas de Jesús, de tocar sus manos llagadas y su costado traspasado. No se avergonzaron de la carne de Cristo, no se escandalizaron de él, de su cruz; no se avergonzaron de la carne del hermano, porque en cada persona que sufría veían  a Jesús”.