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«Romeristas» llaman a defender el legado del beato Romero

Luis Solórzano, es un «romerista por convicción» y fiel creyente de que se debe luchar por la justicia y el amor por los pobres, los que define como el legado que deja al mundo el arzobispo salvadoreño Oscar Arnulfo Romero, a quien este sábado vio convertirse en beato.

Bajo un sol radiante y en medio de un mar de personas apostadas ante el enorme templete donde se celebró la beatificación de Romero en la Plaza Salvador del Mundo, Solórzano lloró luego de que se leyó la carta del papa Francisco que elevó a los altares al arzobispo salvadoreño, asesinado por odio a la fe, según la iglesia.

Solórzano forma parte de una de las comunidades de romeristas salvadoreños, aquellos que desde hace tres décadas se han dedicado a honrar y defender la memoria y la obra de Romero, desde los tiempos en que su nombre era sinónimo de subversión.

Apostados en distintos puntos de la plaza, los romeristas gritaron vivas, cantaron y bailaron en honor a su pastor.

«No tenemos más excusas, hoy el legado de monseñor está más vigente que nunca, la lucha por los más pobres, los desposeidos, la lucha contra la injusticia social es el legado que nos deja nuestro beato y cuya memoria seguiremos defendiendo», dijo Solórzano a la AFP, vestido con una camiseta con el rostro del «santo de los pobres».

Guadalupe Peña, de 33 años, es parte de la Comunidad Romerista de la Cripta de Catedral de San Salvador, en donde reposan los restos de monseñor Romero. Ella criticó el hecho de que con la beatificación han aparecido «falsos seguidores» de Romero que únicamente «buscan lucrar con su imagen».

«Antes de ser beatificado, muchos le criticaron y ni siquiera le depositaron una flor ante su tumba, pero hoy se declaran seguidores. No practican su ejemplo y eso debe de cambiar», sostuvo Peña, cargando una foto del arzobispo que llevó a la beatificación.

Romero traspasa fronteras

 

En la ceremonia muchos oraban, pero Efraín Cruz, un joven costarricense que se prepara para sacerdote en un seminario en Guatemala, miraba fijo un enorme mural que colgaba de la pared de un edificio adyacente a la plaza.

«Yo también soy romerista», afirmó Cruz, quien admitió que monseñor Romero fue quien le inspiró «la necesidad de ser sacerdote».

«Fue formidable, un hombre al que debemos imitar, es un santo sin igual de los que ya no surgen en estos tiempos. Su amor por los pobres, el dar su vida por la iglesia… Yo también estaría dispuesto a ofrendar la mía por defender lo que defendió monseñor Romero», afirmó Cruz, quien llevaba una pequeña bandera de Costa Rica.

En tanto, Fernando Vallejo, un español que llegó esta semana a El Salvador por la beatificación, dijo que en su comunidad eclesial en Barcelona monseñor Romero «es muy querido y admirado».

«Es la santidad, el ejemplo como persona y como ser humano lo que ha hecho que monseñor Romero trascienda fronteras, no hay otra explicación. Él lucho contra ideologías, contra el desprecio a los pobres, y ahí esta su labor», comentó Vallejo.

 

La figura amada por jóvenes

 

Muchos jóvenes que llegaron a la plaza, cantaban, bailaban, vestían camisas con el rostro dibujado de Romero, se declaraban fieles seguidores de un arzobispo al que no conocieron, pero que les inspira a buscar mejores caminos.

Uno de esos jóvenes es Melany Chacón, de 19 años, que guiaba el canto de un grupo de devotos de Romero.

«No lo conocimos en vida, pero hemos crecido leyendo sus homilías y toda la denuncia que él hizo en su tiempo fue por estar más cerca de su pueblo. Hoy nos toca a nosotros estar cerca de él, seguir su ejemplo, dignificarlo, él nos va a saber guiar, más que todo en este país tan violento», indicó Chacón a la AFP. 

Defensor de una opción preferencial por los pobres y por denunciar la injusticia social y la represión militar vigente en El Salvador, Romero fue asesinado el 24 de marzo de 1980 por un francotirador contratado por la ultraderecha, que le disparó cuando oficiaba misa en el hospital de cancerosos la Divina Providencia en San Salvador.

Una Comisión creada por la ONU señaló como autor intelectual del asesinato al mayor del ejército Roberto D’Aubuisson, fundador de la Alianza Republicana Nacionalista (ARENA, derecha), quien murió de cáncer en febrero de 1992.