Heridas abiertas tras el temblor que cambió la vida de Ecuador
Drama. Historias de quienes perdieron a sus seres queridos en el pueblo de Calceta
En menos de un minuto, la vida de los ecuatorianos fue golpeada por un temblor. Los vivos aún lloran a sus muertos. El sismo causó el deceso de 660 personas y dejó miles de heridos. Aquel sábado 16 de abril, un pueblito casi olvidado fue visitado por la parca.
Calceta es un poblado tranquilo, en el noroeste ecuatoriano, que ha hecho del entusiasmo un sello propio. El sitio conquistó fama nacional cuando en 1955 el seleccionado de fútbol de la región perdía 11 a 0 contra el onceno de Bahía de Caraquez y, en un ataque aislado, convirtió el gol del descuento. Entonces hubo un grito emocionado: “¡Al empate, Calceta!”. Desde entonces aquella soñadora frase identifica a sus pobladores. El miedo pende de un hilo en Calceta. A un golpe de vista se encuentra una represa que contiene el remanente de ríos circundantes. Hasta ese sábado 16, el temor tenía la forma del agua.
Desencuentros. Aquel ocaso sabatino, cuando faltaban cinco minutos para las 19.00, una niña de cuatro años pedaleaba suavemente mientras su mamá Larissa Navarrete no le quitaba la mirada de encima. La monja Victoria Avellano cocinaba tranquila y canturreaba alegre con otras dos religiosas cerca. Yenni Dolores Ramírez costuraba en su trabajo que no le daba descanso ni siquiera los fines de semana.
Ese día pasó un minuto y otro. A las 18.58 algo pasó en el mundo. La tierra empezó a temblar. “En el momento de la tragedia yo estaba trabajando. Estaba aquí y me desesperaba”, relata el albañil Ramón Ramírez, esposo de Yenni, una semana después del paso del temblor por Calceta. Va contando la historia y se mueve como un espantapájaros para graficar cómo lo zarandeó el terremoto. En ese preciso momento, que según la Unidad de Bomberos de Calceta fueron 53 segundos en los que la tierra se movió, la tarde sabatina se convirtió en pesadilla.
Ricardo Montedioca es lo que el escritor irlandés Oscar Wilde podría denominar un gigante de gran corazón. De cabello rubio, ojos cafés muy claros y porte grueso, tiembla de emoción al recordar ese sábado. “Mi señora (Larissa Navarrete) y mi hija estaban pasando justo por el edificio que se desplomó. Yo estaba lejos, muy lejos”, dice con una voz que se le rompe en el camino del relato.
La monja Soledad Tipuaña cuenta que sus compañeras dejaron de cantar y empezaron a rezar en el instante mismo del temblor. Avellano fue corriendo a su pieza y allí continuó sus rezos.
“Fui donde mis hijos que estaban bien y corrí donde mi esposa. Tenía un trastorno porque no sabía qué hacer. Temía que la represa vaya a romperse y entonces nos mataría a todos”, explica Ramírez. Calmado, pero casi a punto de llorar, Montedioca da rienda suelta a la nostalgia: “Era una gran mujer y dio la vida por mi hija”. Tipuaña cuenta que ella escapó y sus tres compañeras religiosas quedaron bajo escombros.
“Llegué y me moví con el populacho. Con palas, barras y sierras pudimos sacar a mi esposa. Estaba abrazada con su amiga y no paraba de sonar su celular”, relata Ramírez en el velorio de siete días de la mujer que dejó huérfanos a sus tres hijos. Navarrete, según testigos de lo sucedido, quedó paralizada del miedo, luego atinó a empujar a su hija que estaba montada en el triciclo. Finalmente, como una leona, se abalanzó sobre ella, protegiéndola con su cuerpo.
Al llegar al sitio, Montedioca sacó a su hija viva y a su esposa muerta. Ahí cerca también había otra mujer que se agarró de un pilar y la infraestructura le cayó encima. En las estadísticas oficiales se registraron a 14 personas que murieron por efecto del temblor en esa zona, 11 casi instantáneamente y tres más una semana después.
Ahí cerca, cruzando la acera, una pareja de esposos murió dentro de su jeep. Los dos, antes, habían ido a cenar y el momento del terremoto volvieron corriendo a su vehículo. Fueron rescatados fundidos en un abrazo. La monja Avellano fue la única de las religiosas que murió. Se encerró en su habitación y se puso a orar. Las otras dos monjas lograron salir de los escombros.
Huellas. El gigante Montedioca es incapaz de caminar por la calle donde murió su esposa. Para él, la reconstrucción de Calceta implica mucho más que el arreglo de las calles y la reposición de los servicios básicos. Cree que la reconstrucción viene de adentro, de su ser. “Nunca me voy a reponer”, dijo siete días después del temblor.
Desde entonces parece que la tierra no ha dejado de temblar. Hasta el miércoles, el Instituto Geofísico (IG) de Ecuador había contabilizado casi 1.200 réplicas del terremoto del sábado 16, informó la agencia española EFE.
La población de Calceta aprendió, a la fuerza, a dormir en la calle. El jefe de Bomberos de Calceta, Iván Sabando Alava, organizó un campamento en su unidad de trabajo. Sacó colchones y allí la población fue a guarecerse. Aquellos primeros días tras el temblor nadie recuperó el hábito del sueño profundo. Por eso, un rasgo común de la gente de Calceta fueron las ojeras que se esparcían por el rostro, como un recordatorio de las malas noches.
Fue allí que llegó la ayuda boliviana. A Calceta llegaron los botellones de agua, los colchones, la ropa, el azúcar, el aceite y toneladas de víveres. Y, la tierra no dio —no da— abasto. “Hermano, hablan de que va a llegar un tsunami”, explica Sabando una veintena de días después del terremoto.
De momento, solo los cimbronazos telúricos se han hecho realidad. El director del Instituto Geofísico de la Escuela Politécnica Nacional, Mario Ruiz, dijo a la agencia EFE que estas réplicas son las que se han podido localizar y sobre las que se tiene la seguridad de que proceden de la zona de ruptura donde se originó el sismo del 16 de abril. Se estima que a diario hay 30 réplicas que irán disminuyendo, aunque podrían darse algunas de magnitud 5 o mayores.
Y, cada vez que tiembla la tierra vuelve la mirada hacia la represa. La amenaza sigue latente. Pero, con todo, no falta el optimismo. La monja Tipuaña dice que los sobrevivientes son parte del milagro de la vida. Ella tiene fe en que las cosas vuelvan a su normalidad y que “con la ayuda de Dios” se sanen las heridas. La fe, la fe mueve montañas, aunque en el caso de Calceta ya nadie quiere que el suelo tiemble.
No hay retorno a clases
Dos semanas después del sismo, la normalidad no llegó a las zonas más afectadas. Según el reporte oficial de la Secretaría de Gestión de Riesgos (SGR), 560 instituciones educativas están dañadas, 166 de ellas de forma media y grave, y aún hay 248 centros más pendientes de evaluación, según la Fundación Ayuda en Acción Bolivia.
Lazos entre Colombia y Ecuador se fortalecen
EFE
Los ministros de Relaciones Exteriores de Colombia, María Ángela Holguín, y de Ecuador, Guillaume Long, se reunirán el próximo martes en Bogotá para abordar asuntos de la agenda bilateral, informaron ayer fuentes diplomáticas colombianas.
Se espera que en la cita se revisen “los principales avances en los ejes de seguridad y defensa, asuntos fronterizos, infraestructura y conectividad, y el Plan binacional de la Zona de Integración Fronteriza, destacando la suscripción del Plan Operativo Anual en materia de Seguridad y Defensa y la concreción del Protocolo sobre deportaciones de ciudadanos de terceros países”, agregó la información.
La Cancillería recordó que la última visita del presidente colombiano, Juan Manuel Santos, y Holguín a Ecuador tuvo lugar el 24 de abril, cuando acudieron a Manta, una de las ciudades más golpeadas por el terremoto de magnitud 7,8 que golpeó al vecino país hace un mes. Santos y Holguín llevaron entonces unas 25 toneladas de asistencia humanitaria compuesta por 1.000 kits alimentarios, 1.000 kits de aseo, 3.000 frazadas y 3.000 toldillos para ayudar a los supervivientes del sismo, que causó 660 muertos y dejó sin techo a más de 30.000 personas.