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Thursday 2 May 2024 | Actualizado a 20:40 PM

Donald Trump da la sorpresa y gana las elecciones en Estados Unidos

Los cálculos de los principales medios estadounidenses otorgan al polémico empresario neoyorquino y candidato presidencial del Partido Republicano 276 votos electorales, frente a 218 de su rival demócrata, la ex secretaria de Estado Hillary Clinton, al lograr la victoria en Wisconsin y conseguir uno más de los que repartía Maine.

/ 9 de noviembre de 2016 / 09:38

El magnate Donald Trump, un personaje ajeno a la política por quien nadie apostaba hace año y medio, ha dado la sorpresa y se ha alzado con la Presidencia de EEUU, según las proyecciones de resultados de las elecciones de este martes.

Los cálculos de los principales medios estadounidenses otorgan al polémico empresario neoyorquino y candidato presidencial del Partido Republicano 276 votos electorales, frente a 218 de su rival demócrata, la ex secretaria de Estado Hillary Clinton, al lograr la victoria en Wisconsin y conseguir uno más de los que repartía Maine.

Para proclamarse vencedor de las elecciones, Trump tenía que superar los 270 votos electorales.

El empresario logró su victoria al imponerse en la mayoría de los estados clave, en ciertos casos contra pronóstico, como Ohio, Florida, Carolina del Norte o Iowa, sin que la exsecretaria de Estado consiguiese victorias destacadas entre ellos.

Clinton, quien ya llamó a su oponente para felicitarle por su victoria, pero no se presentó ante sus seguidores para admitir su derrota, perdió además en otros estados que debía haber ganado, como Michigan y Wisconsin, que en teoría eran feudos demócratas.

El candidato republicano se impuso a ella igualmente en Pensilvania, estado elegido por la demócrata para dar su gran mitin de cierre de campaña arropada por el presidente Barack Obama, la primera dama, Michelle, y su marido, el expresidente Bill Clinton.

Desde que George Bush (padre) lo hizo en 1988, ningún candidato presidencial republicano había logrado una victoria en ese estado, parte del cinturón siderúrgico y minero del este de EEUU y que Trump supo encandilar con promesas de vuelta al pasado de prosperidad que disfrutó hace décadas.

Con un discurso nacionalista, proteccionista, xenófobo y populista, Trump logró cortejar el voto de la clase media, obrera y rural estadounidense y aunar la frustración de ese sector contra los políticos tradicionales de Washington, que encarnaba en su rival.

A diferencia de Clinton, que contó en todo momento con el apoyo de Obama y de las demás figuras del gobierno y del Partido Demócrata, el magnate inmobiliario cargó con todo el peso de su propia campaña, tras haber mantenido desavenencias con el aparato del Partido Republicano, y apenas contó con el respaldo de su familia y de algún que otro político.

Si hace dos semanas las encuestas daban una clara ventaja a Clinton y nadie apostaba por una victoria del magnate inmobiliario, la ventaja que tenía la ex secretaria de Estado fue cediendo y durante el escrutinio de los votos los demócratas vieron cómo fueron desmoronándose sus aspiraciones de que llegase a la Casa Blanca.

La remontada de Trump en las encuestas se produjo después de que, once días antes de las elecciones, el director del Buró Federal de Investigación (FBI), James Comey, anunciase la reapertura del caso contra Clinton por el empleo de un servidor privado para sus correos electrónicos oficiales cuando era secretaria de Estado (2009-2013).

Y todo para anunciar el pasado domingo, dos días antes de las elecciones, su decisión de no procesar a la candidata demócrata, por no haber encontrado nada punible en los nuevos correos electrónicos que había encontrado en la computadora de una asesora de Clinton.

Pero el daño ya estaba hecho, según destacaron entonces los analistas, ya que el anuncio de Comey, quien es republicano, dio más de una semana de munición a Trump para atacar a su rival.

El polémico magnate centró su campaña en presentar a Clinton, a la que continuamente llamaba la «deshonesta Hillary», como alguien indigno de la confianza necesaria para ocupar la máxima magistratura del país y a quien nunca se debió permitir presentarse a la Presidencia debido a los escándalos de los correos electrónicos.

Y aprovechó la corta pero oportuna reapertura del caso del FBI contra Clinton para arreciar en sus ataques contra ella y reforzar su imagen de persona no de fiar.

Se da la circunstancia de que, tanto Clinton como Trump, son los dos candidatos presidenciales más impopulares de la historia moderna de los Estados Unidos, con una opinión negativa del alrededor del 60 % de los estadounidenses, según encuestas recientes.

Pese a ello, el magnate de los hoteles y casinos encontró y alimentó su nicho de votantes entre los desempleados, los obreros, los veteranos y, sobre todo, el creciente grupo de los descontentos con la politiquería de Washington, uno de los temas proverbiales del discurso de la antigua estrella de la televisión.

Ese discurso, y sus continuas salidas de tono, fueron aislándolo de la cúpula republicana, que no podía ocultar su repugnancia por las polémicas constantes que protagonizaba su candidato y temía que ello pudiera perjudicar a sus otros candidatos en las elecciones.

Ya desde que anunció sus aspiraciones presidenciales el 16 de junio de 2016, cuando nadie parecía tomarle en serio, el expresentador del programa «The Aprentice» calificó a los mexicanos de violadores y narcotraficantes, propuso prohibir la entrada de musulmanes en EEUU y prometió la expulsión del país de los once millones de inmigrantes indocumentados.

Pero cuando sus correligionarios conservadores parecieron salir en espantada fue en la última etapa de la campaña, a raíz de las denuncias de mujeres que acusaron a Trump de haberlas manoseado sin su consentimiento.

Su peculiar modo de meter en campaña los temas de la droga, la delincuencia, el terrorismo y la falta de empleo bien remunerado conectó con legiones de votantes de la clase blanca trabajadora, azotados por la crisis económica y enfadados con los políticos tradicionales.

Sin embargo, ese estilo, salpicado de insultos y demagogia, fue lo que lo alejó de los líderes de su partido, quienes ahora no tendrán más remedio que tomar la iniciativa para reconciliarse con el magnate. (09-11-2016)

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Espíritu rebelde

Aretha Franklin ‘robó’ hace 50 años ‘Respect’, la canción con la que se coronó como reina del soul y que aún se escucha como un himno feminista.

/ 14 de mayo de 2017 / 04:00

Pese a no ser de su autoría, la demoledora voz de Aretha Flanklin convirtió la canción Respect en un himno del feminismo y con ella la cantante catapultó definitivamente su carrera para convertirse en la indiscutida reina del soul. En realidad Respect había sido escrita y grabada ya por otro monstruo del género, Otis Redding, pero la versión de Franklin, que salió publicada hace ahora 50 años con apenas algunos coros adicionales y un carácter especial en la interpretación y los arreglos, le dio un sentido de reclamo feminista del que carecía el tema original.

“La próxima es una canción que una chica me robó, una buena amiga mía”, decía con una sonrisa amarga Redding unos meses después, antes de empezar a interpretar Respect en el Monterey Pop Festival donde se consagró definitivamente con un concierto que aún se recuerda. Era consciente de que ese tema que él había compuesto y grabado dos años antes sin demasiado éxito ya no le pertenecía y se había convertido en un fenómeno de masas.

Redding, a quien el “robo” le reportó una enorme ganancia por los derechos de autor gracias a las ventas millonarias de Aretha, planteaba su canción desde la óptica de un hombre que trabaja todo el día, que trae el dinero a casa y que a su llegada al hogar reclama “respeto” a su esposa. Franklin, con su interpretación y solo unas pocas variaciones al texto, cambió de raíz el tono algo machista del original y lo convirtió en lo que fue desde entonces, un poderoso himno feminista que también fue abrazado por el movimiento de derechos civiles. En su versión era una mujer la que reclamaba respeto, y deletreándolo, R-E-S-P-E-T-O, una de las pocas variaciones que aportó a la letra original, convirtiendo la canción una de exigencia de igualdad.

Era 1967, en plena ola del pacifismo y el amor en Estados Unidos, de las protestas contra la guerra de Vietnam, de la lucha de los negros para acabar con el racismo y lograr la igualdad de derechos civiles, y del movimiento de liberación femenina. Si a este ambiente favorecedor se le une el talento arrebatador de Franklin se explica cómo Respect rápidamente escaló en las listas de éxitos hasta el número uno. En ese momento se consolidó por primera vez la carrera de la cantante, marcándole el camino musical que debía seguir y convirtiéndola en un ícono del feminismo.

Desde los 18 años y hasta entonces, Aretha había estado grabando con sellos pequeños y finalmente con Columbia Records. Ya había demostrado claramente sus grandes aptitudes vocales, pero interpretando canciones de gospel, jazz o blues que no le habían dado el empuje definitivo y sin que ni siquiera en su casa de discos, Columbia, le ayudaran a aclarar qué camino debía seguir su carrera. “Parecía Billie Holiday, Ella Fitzgerald o Dinah Washington, era como si la discográfica no supiese qué de original hacer con ella”, escribió el crítico musical del New York City Tribune sobre su etapa en Columbia, en la que intercalaba temas de Cole Porter o baladas de Burt Bacharach con canciones con una línea más soul.

Entre los temas de esa etapa, de modo profético, estaba el standard Soulville, cuya letra reza: “Vamos y enséñame el camino para llegar a Soulville, baby”. Y fue la disquera Atlantic Records la que se lo enseñó. Su primer álbum con ese sello, I Never Loved a Man (the Way I Love You), abría con Respect, seguida de un ramillete de canciones, un par de ellas de su autoría, que se convertirían también en clásicos del soul.

Respect se había grabado el día de San Valentín en los estudios que Atlantic tenía en Broadway, en el corazón de Manhattan, a donde la joven Aretha, con 24 años, había viajado desde Detroit, donde vivía ya independiente en un pequeño apartamento con un piano mirando a la ventana. En la sección rítmica participaron los mismos músicos de sesión con los que el mes anterior había grabado I Never Loved a Man, en los míticos estudios de Muscle Shoals, en la Alabama rural, por los que pasaron también, además de Otis Redding, otros superhéroes del soul como Wilson Pickett, Arthur Alexander o Percy Sledge, además Bob Dylan, Paul Simon o The Rolling Stones.

Redding murió ese mismo año, el 10 de diciembre, al estrellarse el avión con el que iba de gira con otros músicos. Tenía 26 años y desde entonces reina como un mito. Además de la explosión de Monterrey, varios éxitos le llevaron al olimpo de la música de los 60: (Sittin’ On) The Dock of the Bay, I’ve Been Loving You Too Long, Hard to Handle o Fa-Fa-Fa-Fa-Fa (Sad Song). Aunque para entonces ya sabía que el mayor hit ya no le pertenecía: Respect había pasado a ser una canción de Aretha.

Franklin tiene ahora 75 años, y anunció en febrero su retirada tras algunos problemas de salud que le obligaron a cancelar varios conciertos. Dijo que a partir de 2018 quiere pasar todo el tiempo que pueda con sus nietos y que se sentía “muy satisfecha” con su vida. Además de sus 18 premios Grammy, incluido el de homenaje a toda su carrera en 1995, ha recibido la Medalla Nacional de las Artes y la Medalla Presidencial de la Libertad y fue la primera mujer en ser incluida en el Salón de la Fama del Rock en 1987. También cantó, colmada de honores, en las ceremonias de investidura de Barack Obama y Bill Clinton. Pero una figura de su talla tiene que despedirse en toda regla, y por eso ha anunciado que en septiembre grabará su último disco, con Stevie Wonder como productor.

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Espíritu rebelde

Aretha Franklin ‘robó’ hace 50 años ‘Respect’, la canción con la que se coronó como reina del soul y que aún se escucha como un himno feminista.

/ 14 de mayo de 2017 / 04:00

Pese a no ser de su autoría, la demoledora voz de Aretha Flanklin convirtió la canción Respect en un himno del feminismo y con ella la cantante catapultó definitivamente su carrera para convertirse en la indiscutida reina del soul. En realidad Respect había sido escrita y grabada ya por otro monstruo del género, Otis Redding, pero la versión de Franklin, que salió publicada hace ahora 50 años con apenas algunos coros adicionales y un carácter especial en la interpretación y los arreglos, le dio un sentido de reclamo feminista del que carecía el tema original.

“La próxima es una canción que una chica me robó, una buena amiga mía”, decía con una sonrisa amarga Redding unos meses después, antes de empezar a interpretar Respect en el Monterey Pop Festival donde se consagró definitivamente con un concierto que aún se recuerda. Era consciente de que ese tema que él había compuesto y grabado dos años antes sin demasiado éxito ya no le pertenecía y se había convertido en un fenómeno de masas.

Redding, a quien el “robo” le reportó una enorme ganancia por los derechos de autor gracias a las ventas millonarias de Aretha, planteaba su canción desde la óptica de un hombre que trabaja todo el día, que trae el dinero a casa y que a su llegada al hogar reclama “respeto” a su esposa. Franklin, con su interpretación y solo unas pocas variaciones al texto, cambió de raíz el tono algo machista del original y lo convirtió en lo que fue desde entonces, un poderoso himno feminista que también fue abrazado por el movimiento de derechos civiles. En su versión era una mujer la que reclamaba respeto, y deletreándolo, R-E-S-P-E-T-O, una de las pocas variaciones que aportó a la letra original, convirtiendo la canción una de exigencia de igualdad.

Era 1967, en plena ola del pacifismo y el amor en Estados Unidos, de las protestas contra la guerra de Vietnam, de la lucha de los negros para acabar con el racismo y lograr la igualdad de derechos civiles, y del movimiento de liberación femenina. Si a este ambiente favorecedor se le une el talento arrebatador de Franklin se explica cómo Respect rápidamente escaló en las listas de éxitos hasta el número uno. En ese momento se consolidó por primera vez la carrera de la cantante, marcándole el camino musical que debía seguir y convirtiéndola en un ícono del feminismo.

Desde los 18 años y hasta entonces, Aretha había estado grabando con sellos pequeños y finalmente con Columbia Records. Ya había demostrado claramente sus grandes aptitudes vocales, pero interpretando canciones de gospel, jazz o blues que no le habían dado el empuje definitivo y sin que ni siquiera en su casa de discos, Columbia, le ayudaran a aclarar qué camino debía seguir su carrera. “Parecía Billie Holiday, Ella Fitzgerald o Dinah Washington, era como si la discográfica no supiese qué de original hacer con ella”, escribió el crítico musical del New York City Tribune sobre su etapa en Columbia, en la que intercalaba temas de Cole Porter o baladas de Burt Bacharach con canciones con una línea más soul.

Entre los temas de esa etapa, de modo profético, estaba el standard Soulville, cuya letra reza: “Vamos y enséñame el camino para llegar a Soulville, baby”. Y fue la disquera Atlantic Records la que se lo enseñó. Su primer álbum con ese sello, I Never Loved a Man (the Way I Love You), abría con Respect, seguida de un ramillete de canciones, un par de ellas de su autoría, que se convertirían también en clásicos del soul.

Respect se había grabado el día de San Valentín en los estudios que Atlantic tenía en Broadway, en el corazón de Manhattan, a donde la joven Aretha, con 24 años, había viajado desde Detroit, donde vivía ya independiente en un pequeño apartamento con un piano mirando a la ventana. En la sección rítmica participaron los mismos músicos de sesión con los que el mes anterior había grabado I Never Loved a Man, en los míticos estudios de Muscle Shoals, en la Alabama rural, por los que pasaron también, además de Otis Redding, otros superhéroes del soul como Wilson Pickett, Arthur Alexander o Percy Sledge, además Bob Dylan, Paul Simon o The Rolling Stones.

Redding murió ese mismo año, el 10 de diciembre, al estrellarse el avión con el que iba de gira con otros músicos. Tenía 26 años y desde entonces reina como un mito. Además de la explosión de Monterrey, varios éxitos le llevaron al olimpo de la música de los 60: (Sittin’ On) The Dock of the Bay, I’ve Been Loving You Too Long, Hard to Handle o Fa-Fa-Fa-Fa-Fa (Sad Song). Aunque para entonces ya sabía que el mayor hit ya no le pertenecía: Respect había pasado a ser una canción de Aretha.

Franklin tiene ahora 75 años, y anunció en febrero su retirada tras algunos problemas de salud que le obligaron a cancelar varios conciertos. Dijo que a partir de 2018 quiere pasar todo el tiempo que pueda con sus nietos y que se sentía “muy satisfecha” con su vida. Además de sus 18 premios Grammy, incluido el de homenaje a toda su carrera en 1995, ha recibido la Medalla Nacional de las Artes y la Medalla Presidencial de la Libertad y fue la primera mujer en ser incluida en el Salón de la Fama del Rock en 1987. También cantó, colmada de honores, en las ceremonias de investidura de Barack Obama y Bill Clinton. Pero una figura de su talla tiene que despedirse en toda regla, y por eso ha anunciado que en septiembre grabará su último disco, con Stevie Wonder como productor.

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