Los húngaros votaban este domingo en unas elecciones legislativas en las que el primer ministro saliente, Viktor Orban, ícono de las derechas populistas europeas, parte como gran favorito para un obtener un tercer mandato consecutivo y consolidar un poder calificado de autoritario.

«El futuro del país está en juego. No nos contentamos con elegir a los partidos, al gobierno y al primer ministro, sino que elegimos el futuro del país», dijo Orban, de 54 años, tras haber votado a primera hora de la mañana en el distrito 22 de Budapest.

Unos 7,9 millones de húngaros están llamados a las urnas, que abrieron a las 06.00 (04.00 GMT) y cerrarán a las 19.00 (17.00 GMT). A falta de sondeos a pie de urna, se esperan las primeras proyecciones durante la noche.

Según las encuestas, el partido nacionalista conservador Fidesz de Orban tendría una ventaja de entre 20 y 30 puntos. Además, debería verse favorecido por un sistema electoral a una vuelta que combina mayoría simple por circunscripción y proporcional, señalan los expertos.

La principal incógnita gira en torno a la tasa de participación y la magnitud de la victoria: Orban, que centró su campaña en la «amenaza» migratoria, ganó en 2010 y 2014 con una mayoría de dos tercios en el Parlamento, aunque esta vez podría tener que contentarse con una mayoría relativa.

«La lógica quiere que el Fidesz gane pero existe potencialmente una sorpresa», dijo a la AFP el politólogo Gabor Torok.

«Espero que el gobierno de Orban pueda proseguir su trabajo», decía a la AFP una jubilada, Zsuzsanna Draxler, tras votar. «Yo he votado esperando que haya algo mejor», aseguraba por el contrario otro elector que no quiso dar su nombre.

– ¿Hartazgo? –

La izquierda y la formación de ultraderecha Jobbik, que moderó su discurso, esperan sacar partido del hartazgo de parte de los electores ante las diatribas de Orban contra la «amenaza» migratoria y contra el multimillonario Goerges Soros, obsesiones de su campaña.

La oposición hizo campaña denunciando el clientelismo, la decadencia de los servicios públicos y un poder adquisitivo insuficiente que, pese a la baja tasa de paro (3,8%), llevó a numerosos húngaros a emigrar del país, miembro de la UE desde 2004.

En febrero, un candidato opositor ganó para sorpresa de todos las municipales en un reputado bastión del Fidesz, Hodmezovasarhely, lo que provocó un terremoto en el seno del partido.

Desde entonces, Orban no ha dejado de agitar el fantasma de una posible derrota de su bando, lo que llevaría -según él- al caos migratorio y la victoria de los «enemigos» que «quieren desposeer» a los húngaros «de (su) país».

Al contrario de lo ocurrido en Hodmezovasarhely, esta vez no se ha sellado ninguna alianza para las legislativas entre una izquierda fragmentada y el Jobbik, lo que le permitiría al Fidesz, según los analistas, mantener sus posibilidades de victoria.

Admirado por las derechas populistas europeas, criticado por quienes le acusan de deriva autoritaria, el primer ministro húngaro, quiere hacer «irreversibles» las transformaciones que impulsó desde su retorno al poder en 2010 tras un primer mandato de 1998 a 2002.

– Admirador de Putin –

Admirador confeso del presidente ruso Vladimir Putin y paladín de la «democracia iliberal» -como se ha dado en llamar en los últimos años a esta mezcla de culto al hombre, exaltación nacionalista y limitación de ciertas libertades en nombre del interés nacional-, Orban ejerce desde hace ocho años un estilo de gobierno con creciente control sobre la economía, los medios y la justicia.

Estas reformas dañaron el Estado de derecho y conllevaron una retroceso de los valores democráticos, critican la oposición y numerosos observadores internacionales.

El dirigente húngaro también multiplicó los pulsos con la Unión Europea, en particular sobre la cuestión de la inmigración. La UE abrió asimismo procedimientos de infracción contra el gobierno de Budapest debido a las leyes que refuerzan el control del poder sobre las organizaciones de la sociedad civil.

Pero el PPE, al que pertenecen también la CDU de la canciller alemana Angela Merkel y el PP del español Mariano Rajoy, nunca le retiró su apoyo. (08/04/2018)