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Así viven pacientes con COVID-19 en una unidad de cuidados intensivos

Dos habitaciones vecinas en un hospital parisino. En una yace un paciente inconsciente, asolado por el coronavirus desde hace casi seis semanas. Ya nada parece detener su deterioro. En la otra, se acaba de despertar un hombre, desorientado, en un cuerpo que casi no reconoce. Está a salvo.

Para disimular el ruido de las máquinas de monitoreo, la fisioterapeuta puso un poco de jazz en la habitación del paciente que se despertó esa misma mañana, después de estar sumido durante tres semanas en un coma artificial, en la unidad de cuidados intensivos del hospital Lariboisière, en París.

El pecho de este hombre de unos 60 años está cubierto de electrodos. Su rostro está marcado por las lesiones causadas por tres semanas de intubación. Sus ojos, llenos de angustia, miran fijamente a la fisioterapeuta, que logra hacerle mover un pie.

“Es un cuidado muy agresivo, y es por eso que tenemos que proceder con la mayor humanidad posible”, explica Benjamin Chousterman, médico en Lariboisière, que nunca se separa se su teléfono de servicio. El aparato, guardado en un bolsillo de su blusa, suena menos desde hace unos días.

“Hemos entrado a una fase en la que hemos logrado salvar a enfermos, a darlos de alta de la unidad de cuidados intensivos, pero tenemos también pacientes extremadamente graves, que quizás no mejorarán”, dice.

En total este servicio cuenta con 60 camas, de las cuales la mitad fueron abiertas de urgencia. El equipo de la unidad de reanimación de este establecimiento, al que la AFP pudo excepcionalmente entrar, puede por fin respirar, aliviado de haber “soportado”, pese a la avalancha de pacientes en un estado alarmante.

“Grave”, “crítico”, “gravísimo”. Los médicos carecen de palabras para describir la lista de situaciones clínicas causadas por esta enfermedad que los vuelve casi impotentes.

‘Acabar en el piso’

Del otro lado del pasillo, yace uno de los pacientes más antiguos del servicio, inconsciente desde hace 40 días.

Los médicos temen lo peor cuando intentan, por quinta vez desde su llegada, “ponerlo boca abajo”, en “decúbito ventral” (DV). Esta manipulación muy delicada es uno de los últimos recursos para tratar de aliviar las vías respiratorias del paciente cuando los pulmones, asolados por la inflamación incluso con asistencia, ya no responden a nada.

Este es el primer “DV” de Luisa Oliveira, una enfermera que acaba de llegar al servicio. “Los dos primeros días vas a acabar en el piso”, le advierte Rachel Ohanian, una colega a cargo de formarla rápidamente, bajo su mascarilla FFP2.

Las instrucciones son breves para esta manipulación de muy alto riesgo. Hay que mantener los catéteres, desenredar los cables y, sobre todo, nunca sacar la “sat” que mide la saturación de oxígeno y el pulso del paciente, que podría perderse en cualquier momento.

Para los médicos, hay poca esperanza. El siguiente paso es conectar una circulación extracorpórea, una máquina que bombea la sangre y la reinyecta con oxígeno. Algo que no es viable a mediano plazo.

‘Eres joven’

“Como con muchas enfermedades infecciosas, y este es el caso de la COVID-19, no hay una cura, lo único que podemos hacer es ayudar a que los órganos soporten. Así que mantenemos a los pacientes vivos tratando las complicaciones”, explica Samuel Gaugain, un anestesista, mientras visita a otro enfermo.

“Es un paciente de 33 años con pocos antecedentes, un poco de asma y que contrajo una forma muy severa de COVID-19. Estuvo tres semanas en un estado gravísimo. Perdió 10 kilos de músculos”, dice, antes de remover la sábana verde que lo cubre.

El joven está tomando tranquilizantes para ayudarle a superar las violentas pesadillas y el delirio, comunes después de una reanimación tan larga.

Su médico quiere probar su recuperación esta mañana. Baja un poco la potencia del ventilador. Pero el paciente entra inmediatamente en insuficiencia respiratoria. El “sat” lo confirma, así como los ojos frenéticos del joven.

“El diafragma aún está cansado, no te preocupes, eres joven, se recuperará, estás cansado, pero estás fuera de peligro”, le asegura el doctor Gaugain, mientras le toma el brazo para calmarlo. El paciente sólo responde con una mirada, que se aleja como para expresar su desánimo.

(29/04/2020)