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A las puertas del Ártico, un mundo que se tambalea

A las puertas del Ártico, un mundo que se tambalea

Una mujer monta en bicicleta en Churchill, Manitoba, norte de Canadá

A las puertas del Ártico, un mundo que se tambalea por los efectos del devastador cambio climático que acecha cada vez más.

David Daley, un criador de perros de trineo, vive a las puertas del Ártico canadiense, en un mundo que cada vez le cuesta más reconocer.

«Toda la devastación que le estamos causando, nuestro planeta, la Madre Tierra, nos castigará», dijo a AFP.

Churchill, la ciudad natal de Daley, es un asentamiento aislado en la costa de la Bahía de Hudson.

Donde el calentamiento global es tres veces más rápido que en otras partes del mundo y donde el hielo marino está desapareciendo gradualmente.

Como sus antepasados del pueblo Métis, uno de los tres grupos indígenas de Canadá, este abuelo de 59 años vive en comunión con la naturaleza rodeado de sus 46 perros.

Justo donde termina la tundra y comienza el bosque boreal.

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Pero cada año teme la llegada cada vez más tardía de la nieve. «Mis perros están esperando el invierno, como todos nosotros», dice. «Esto es como una cultura que se está muriendo».

Tanto en verano como en invierno, Daley recorre esta región conocida por sus auroras boreales.

Donde abundan las rocas, el musgo y los bosques de abetos negros. Siempre ha cazado allí y ha visto de cerca cambiar la flora y la fauna.

«Cuando era niño cazaba y pescaba aquí y apenas había alces, ahora están por todas partes», asegura este hombre de pelo largo que usa su conocimiento indígena para trabajar como guía turístico.

«Lo mismo sucede con el urogallo de cola afilada y con las martas», agrega.

Sus observaciones se hacen eco de estudios científicos: el calentamiento global está poniendo en peligro a las especies del Ártico.

Especialmente al abrir las puertas a otros animales de más al sur.

Para Daley, los humanos «no tienen otra opción», deben «adaptarse» como se ven obligados a hacer los animales.

Osos polares en la ciudad

La adaptación implica, en particular, reinventar la convivencia con el animal emblemático de la región: el oso polar.

Durante la Guerra Fría, la localidad, que albergaba una instalación militar estadounidense-canadiense ahora desierta, debía estar lista para repeler un posible ataque soviético desde el Polo Norte.

Hoy, sus habitantes temen sobre todo al gran depredador del Ártico.

El calentamiento global está reduciendo el tiempo de congelación de la Bahía de Hudson y obligando a los osos polares de la región a permanecer en tierra más tiempo que antes durante el verano.

A menudo hambrientos y débiles, los osos vagan cada vez más cerca de los centros urbanos.

Aventurarse por Churchill requiere ciertas precauciones: un rifle, repelente de osos y la necesidad de caminar en grupo después del anochecer o cuando hay poca visibilidad.  

Allí todos tienen algo que contar sobre osos polares.

«No recuerdo, de niña, sentirme en peligro durante el verano. Hoy es diferente, mis hijos no pueden jugar en las rocas, a lo largo de la costa, como lo hacía yo», dice la hija de Daley, Danielle.

La joven relata el susto que sintió al ver un oso corriendo frente a su casa en julio.

Seguido a pocos metros por la patrulla de los Oficiales de Conservación de la Vida Silvestre de Manitoba, con sirenas aulladoras.

Es aún más complicado en el otoño, cuando los osos están muertos de hambre después de meses de ayuno en tierra, sin una foca a la vista.  

«Estamos al comienzo de la época con más trabajo del año, cuando los osos pasan por Churchill en su camino hacia el norte», dice Ian Van Nest, un oficial de protección de la vida silvestre.

Para la noche de Halloween, el 31 de octubre, se instalará un dispositivo especial, apunta.

Ese día, con un chaleco antibalas, un rifle colgado del hombro y un walkie-talkie en el cinturón, se multiplicarán las patrullas.  

Incluso saldrán helicópteros para detectar a los osos que merodean y permitir que los niños recolecten dulces.

«Podemos usar artefactos explosivos, eso produce un fuerte estallido y un destello que ahuyenta al oso», explica Van Nest.

 La ciudad tiene nuevos radares que pueden detectar osos a dos kilómetros de las casas más alejadas, incluso de noche y con niebla.

Alrededor de Churchill, la población de osos polares, aunque en declive desde la década de 1980, se estima en 800 individuos, tantos como humanos en la ciudad.

(12/10/2022)