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Rahmani: las cárceles de Irán son ‘tortura’ para las familias

Narges Mohammadi no ha podido ver a su esposo Taghi Rahmani, otro veterano de las cárceles iraníes ahora exiliado en París. Foto: AFP.

Narges Mohammadi no ha podido ver a su esposo Taghi Rahmani, otro veterano de las cárceles iraníes ahora exiliado en París. Foto: AFP.

La activista iraní por los derechos humanos Narges Mohammadi, detenida en la cárcel Evin de Teherán, no ha visto a sus gemelos de 16 años desde hace siete años.

Y es que las protestas sacuden al país asiático.

En la última década no ha podido ver a su esposo, Taghi Rahmani, otro veterano de las cárceles iraníes quien actualmente está exiliado en París.

Como una nueva restricción, al parecer debido a las protestas, las autoridades le quitaron a Mohammadi, de 50 años, sus tarjetas telefónicas por los próximos dos meses.

Las autoridades ya le habían impedido llamar a sus hijos Ali y Kiana en Francia los últimos siete meses. Con la nueva restricción, tampoco podrá hablar con su familia dentro de Irán.

«El sistema de prisiones en Irán tortura a las familias», declaró Rahmani a AFP en una entrevista en París.

«No es solo la tortura del prisionero, sino de la familia entera. Los niños no han escuchado la voz de Narges en siete meses».

El endurecimiento de sus condiciones carcelarias se da en momentos difíciles. Irán reprime las protestas que han sacudido a sus dirigentes durante cinco semanas tras la muerte de Mahsa Amini después de ser detenida por la policía de la moral.

Mohammadi ya había sido impedida por las autoridades de conversar con Rahmani, una influyente figura opositora con muchos seguidores en redes sociales.

«Si ellos la escuchaban hablando conmigo, cortaban la llamada», indicó.

«Están torturando a nuestros hijos, que no han visto a Narges desde 2015. Yo no la he visto desde 2010», deploró.

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«Prisionera de conciencia»

En otro golpe a la esperanza de reunificar a su familia, Mohammadi fue sentenciada a otros 15 meses de prisión por cargos de incitar las protestas, con lo cual suma 10 años de condenas.

Sus sentencias tienen castigos adicionales, como una orden de 70 latigazos y, en la última condena, recoger la basura municipal una vez liberada.

«Ella no participa en ninguna de las audiencias. El juez no es independiente y ella ha dicho que no participará», señaló Rahmani.

Sobre las tarjetas telefónicas explicó que «las autoridades no quieren que los presos divulguen información al exterior».

Mohammadi se ha movilizado contra la pena de muerte y por la justicia para los manifestantes muertos en la represión contra las protestas de noviembre de 2019.

Además, recibió numerosos reconocimientos internacionales por su trabajo. Por ejemplo, el premio anual Per Anger en 2011, otorgado por el gobierno sueco, y se la ha mencionado como candidata al Nobel de la Paz.

El activismo de Mohammadi la ha privado de gran parte de su libertad en la última década luego de una serie de condenas por cargos de seguridad nacional.

Liberada y detenida

Fue liberada de prisión en octubre de 2020. Pero luego detenida de nuevo en noviembre de 2021 fuera de Teherán cuando participaba en un homenaje a un hombre muerto en las protestas de noviembre de 2019.

Mohammadi, quien tiene un padecimiento cardíaco, salió brevemente en abril por razones médicas. Luego fue transferida nuevamente a la prisión de Qarchak, cerca de Teherán, y después a Evin.

«Narges está ahora en Evin, que está llena de gente detenida en las protestas. Las condiciones en Evin y las prisiones iraníes en general son muy deficientes», señaló Rahmani.

Amnistía Internacional se refiere a Mohammadi como una «prisionera de conciencia» detenida de forma arbitraria y sujeta a tortura por la deliberada negación de la atención médica por su condición cardíaca.

Uno siempre detenido

Según Rahmani, la situación en Evin está «inflamada» con las tensiones. Las acciones de los prisioneros, en apoyo a las protestas, generó la represión de las autoridades la noche del 15 de octubre, cuando un incendio arrasó la cárcel.

Las internas de la sección de mujeres y los presos políticos «levantaban su voz en apoyo a las protestas todos los días en el patio».

«Después del incendio, algunos presos fueron transferidos a otras cárceles como Gohardasht, donde las fuerzas de seguridad los recibieron con los llamados ‘túneles de bienvenida'».

En ellos, los guardas forman filas y golpean a los presos al salir de los autobuses, contó citando detalles desde dentro de la prisión.

Rahmani indicó que se necesita una misión internacional que investigue la situación en las cárceles iraníes, pero que Teherán «nunca lo aceptaría».

Entre tanto, su familia y él siguen pagando el precio de su resistencia al régimen.

«Uno de los dos siempre ha estado adentro (de la cárcel) y el otro afuera. La vida continúa, pero es difícil. Espero que cuando los niños crezcan entiendan por qué tomamos partido».

«Narges no se queda callada y eso no es aceptable para el gobierno iraní», dijo.

Pero reconoció que la reacción del gobierno a las protestas ya condujo al endurecimiento de sus condiciones carcelarias. «La presión será ahora más dura».