La guerra de Sudán se enquista y ‘podría prolongarse años’
El ejército optó por proteger sus bases, pero perdió pie en los barrios residenciales donde los paramilitares habían instalado sus posiciones.
Combatientes en el distrito del Nilo Oriental de Greater, Jartum (Sudán)
Imagen: archivo
Militares y paramilitares entraron en guerra en Sudán el pasado 15 de abril y ambos bandos pensaron que sería una batalla relámpago. Casi cuatro meses después, los primeros se encuentran empantanados en la capital, Jartum, y los segundos han perdido toda legitimidad, consideran los expertos.
El general Abdel Fatah al Burhan, jefe del ejército, estaba seguro de que aplastaría a las Fuerzas de Apoyo Rápido (FAR) del general Mohamed Hamdan Daglo «en menos de dos semanas».
Cuatro meses más tarde, al menos 3.900 personas han muerto en el conflicto y más de cuatro millones se han sido obligadas a huir de sus hogares.
«El ejército creía conocer perfectamente el potencial de las FAR», apoyo oficial de las fuerzas regulares desde 2013, explica a AFP el experto militar Mohamed Abdelkarim.
Pero la preparación de las FAR, que de forma estratégica «se hicieron con las entradas de Jartum para garantizar su aprovisionamiento», les pilló desprevenidos, plantea un exoficial del ejército, bajo condición de anonimato.
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El ejército optó por proteger sus bases, pero perdió pie en los barrios residenciales donde los paramilitares habían instalado sus posiciones y donde a principios de la guerra requisaron casas, hospitales y otras infraestructuras.
La guerrilla urbana en Jartum – afectada por primera vez por el conflicto que asola habitualmente las regiones periféricas – debería correr a cargo la infantería, subraya Abdelkarim.
Conflicto
El problema es que desde la guerra contra los estados del sur, que en 2011 se independizaron como Sudán del Sur, «el ejército se ha despreocupado de la infantería para delegar el combate a voluntarios», considera el exoficial.
En Darfur, que en 2003 vivió una sangrienta guerra civil, el ejército reclutó a «tribus árabes integradas como guardias fronterizas y luego, a las FAR», consideradas responsables de las peores atrocidades en ese conflicto, señala a la AFP.
Gracias a su reciente actuación en Jartum, las FAR han «puesto en cuestión» al ejército regular y «su forma de presentarse como el poder» en Sudán.
Burhan dio un golpe de Estado en 2021, y en aquel entonces su mano derecha era Daglo, recuerda el investigador Alex de Waal.
«Pero lo que las FAR ganaron [en estos cuatro meses] en el campo de batalla, lo perdieron en la arena política», porque «han perdido definitivamente cualquier simpatía de la población por culpa de las atrocidades» cometidas, tales como «ejecuciones sumarias, violaciones y saqueos», agrega.
El general Burhan se hizo entonces con «la ventaja política» pero solo «por descarte», dice Waal.
Además, «no es seguro que sea capaz de manejar a su equipo de generales bravucones e islamistas, al acecho desde que quedaron temporalmente al margen con la caída del dictador Omar al Bashir en 2019», afirma el investigador.
Porque, si bien en los primeros días la guerra parecía jugarse entre los dos generales, actualmente implica a nuevos actores atraídos por los llamados a la movilización de ambos bandos.
En el lado del ejército regular, los islamistas han resurgido porque «son los mejor preparados, pero esto va a prolongar la guerra y complicar las relaciones diplomáticas de Sudán», advierte el antiguo oficial.
En el seno de las FAR, una fuente indica a AFP: «además de movilizar a nuestras fuerzas tradicionales, nos apoyamos en la movilización de las tribus árabes» de Darfur.
Según ciertas estimaciones, las FAR han doblado en pocos meses su número de combatientes, pasando de 60.000 a 120.000.
Algunos combaten por los vínculos tribales, otros por el dinero, explica la fuente de las FAR.
El general Daglo tiene a su disposición copiosas reservas de oro gracias al control de las minas de Sudán, tercer productor continental de ese metal precioso. Esto le ha granjeado los favores de aliados poderosos, como los mercenarios rusos de Wagner, según Estados Unidos.
Emiratos Árabes Unidos, primer comprador de oro a Sudán, es «según ciertas informaciones, proveedor de armas» de las FAR, dice De Waal. En cambio, Egipto y Turquía apoyan al ejército.
Todos «abogan por la paz mientras arman a su bando», lo que hace descarrilar cualquier iniciativa diplomática, lamenta el investigador.
Entre tanto, la guerra va alcanzando cada día nuevas ciudades del país y «podría prolongarse años», advierte un diplomático occidental.