El punto sobre la I
Cuando el viernes 30 de abril se anunció que era la nueva vicepresidenta del Tribunal Supremo Electoral (TSE), la vocal Nancy Gutiérrez indicó un hecho clave para entender al actual TSE, tanto bajo la presidencia de Salvador Romero como en lo que vendrá, con el vocal Óscar Hassenteufel como el nuevo presidente de este cuarto órgano del Estado. “Vamos a mantener lo que hemos tenido hasta el momento, un portavoz, que es el presidente; como en la anterior gestión (de Romero), (ahora) será nuestro portavoz el doctor Hassenteufel”, señaló la nueva vicepresidenta Gutiérrez. Es un estilo de funcionamiento y relación con los otros órganos y con los medios de comunicación, que el presidente del TSE también sea su portavoz. Entre las atribuciones de la presidencia del TSE dispuestas por la Ley 018 del Órgano Electoral Plurinacional (artículo 19), no está dicha vocería. Es la forma en que eligió proceder el actual TSE, diferente, sin duda, con respecto a los TSE del pasado: distinta manera, por ejemplo, del TSE presidido por María Eugenia Choque que (como bien lo sabíamos los periodistas) casi nunca declaraba a los medios de prensa, siendo el “portavoz” de hecho el vicepresidente del Tribunal, Antonio Costas. Como tampoco tenía una vocería única, y menos radicada en su presidencia, el TSE presidido por Wilfredo Ovando, primero, y por Wilma Velasco, después.
Con el presidente del TSE como el portavoz del cuerpo colegiado que es el TSE, se entiende el protagonismo mediático e institucional que tuvo Salvador Romero Ballivián, aun cuando no se lo hubiera propuesto.
Por este hecho, llama la atención el politólogo Marcelo Silva sobre el carácter colegiado del TSE, sobre la necesidad de no personalizarlo en la sola figura de su presidente, como a su turno hicieron tres dirigentes políticos.
“Lamento mucho la renuncia de Salvador Romero al TSE. Pese a la presión y a las dificultades, condujo con idoneidad las elecciones nacionales y subnacionales. Nuevamente se cierne el riesgo de que el MAS controle el OEP y la democracia se siga debilitando”, había tuiteado el presidente de Comunidad Ciudadana (CC) Carlos Mesa tras enterarse de la referida renuncia, el 28 de abril.
Más fatalista aún fue el jefe de Unidad Nacional (UN), Samuel Doria Medina, que publicó en su cuenta de Twitter: “Romero renuncia. Deja el poder electoral en manos del MAS. Es una mala noticia para la democracia. Debemos trabajar unidos para que el MAS respete la democracia y no acapare todo el poder”.
Desde la vereda del frente, el expresidente Evo Morales a su modo también personaliza en Romero buena parte del proceso electoral: “La renuncia de Salvador Romero es la prueba inobjetable de que nunca hubo fraude. Al comprobar que la verdad y la búsqueda de justicia se acercan a autores y cómplices del golpe, deja el cargo para deslindar cualquier responsabilidad. Se va el vocal del gobierno de facto de Áñez”.
De una vez hay que “romper el mito” de que su presidente es sinónimo del TSE, caer en cuenta de la naturaleza colegiada del organismo, insiste el politólogo Silva.
“El Órgano Electoral tiene una cabeza, que es el Tribunal Supremo Electoral, y las decisiones de esta cabeza, que es su Sala Plena, enmarcan una instancia colegiada; son siete vocales y las determinaciones que toman, según manda la Ley del Órgano Electoral, son por mayoría. Incluso si el presidente no está de acuerdo con alguna determinación, tiene la obligación de hacerla cumplir”.
El presidente del TSE lo es sobre todo por la representación que asume hacia el exterior de la institución y la coordinación de la marcha del Órgano Electoral, destaca: “El papel del presidente es simplemente establecer ciertos criterios de representación y firma, como MAE (Máxima Autoridad Ejecutiva); no es que tiene un súper poder o que está sobrepuesto al resto de los vocales, es más bien un primus inter pares (latín, literalmente ‘el primero entre iguales’)”.
Así, se concluye, asevera Silva, que es responsabilidad de “todo el Órgano Electoral”, que no solo de su presidente, cualquier imagen que se vaya a formar del TSE en el “imaginario colectivo” nacional, por ahora no muy favorable a la entidad.
Un hecho que también hace a la fortaleza institucional del TSE es su formación, la llamada “legitimidad de origen”. La nueva cabeza del Órgano Electoral tuvo que constituirse luego de la anulación de las elecciones del 20 de octubre de 2019 y el práctico desmantelamiento del anterior TSE. Así, como parte del desarrollo del nuevo proceso electoral, la primera peculiaridad de su formación fue el procedimiento relámpago, de 20 días, que se tuvo que asumir. En 20 días, decía entonces, el presidente de la Comisión Mixta de la Asamblea destinada para el efecto, el senador Óscar Ortiz (Unidad Demócrata), “se presentó la convocatoria, recibió a los postulantes, evaluó los requisitos, realizó la fase de impugnaciones, evaluó los méritos y cumplió con las entrevistas”.
Pese a que hubo solo ocho días para la presentación de aspirantes, al final se recibieron 502 postulaciones. Tras la revisión del cumplimiento de requisitos, quedaron 366 habilitados y habilitadas. Producto del periodo de impugnaciones y de la evaluación a través de entrevistas, al final quedaron 155 postulantes, 53 mujeres y 102 varones; los aspirantes iban acumulando un determinado puntaje, cuyo máximo era la nota de 10. De los 155 aspirantes, debía elegirse 12 futuros tribunos electorales, seis titulares y seis suplentes.
Una vez que el plenario de la Asamblea Legislativa Plurinacional está conformado por 166 legisladores (130 diputados y 36 senadores), la sesión en que se eligió a los miembros del TSE (que duró hasta la madrugada del jueves 19 de diciembre de 2019) tuvo el quórum de 154 asambleístas, cuyos dos tercios equivalía a 103 parlamentarios.
La siguiente es la lista de los elegidos, el número de votos y el puntaje que alcanzaron, según el resumen efectuado por la unidad de prensa de la Asamblea Legislativa.
Titulares:
1. Daniel Atahuachi Quispe (135 votos); puntaje: 9.
2. María Angélica Ruiz Vaca Diez (121 votos); puntaje: 10.
3. Óscar Abel Hassenteuffel Salazar (111 votos); puntaje: 8.
4. Francisco Vargas Camacho (106 votos); puntaje: 9.
5. Rosario Baptista Canedo (105 votos); puntaje: 8 6. Nancy Gutiérrez Salas (103 votos); puntaje: 8 Suplentes: 1. Nelly Arista Quispe (123 votos); puntaje: 7.
2. Noemi Uriarte Sánchez (119 votos); puntaje: 9.
3. Yajaira San Martín Crespo (115 votos); puntaje: 7 4. Edwin Lino Armata Balcázar (114 votos); puntaje: 9.
5. Carlos Eduardo Gómez Rojas (114 votos); puntaje: 9.
6. Pablo Christian Zuleta Sánchez (108 votos); puntaje: 9.
En un reciente artículo de opinión, del 30 de abril en un medio colega, el analista político Carlos Böhrt apunta que los seis vocales titulares en la Asamblea fueron elegidos “en el marco de una sugerente concertación: el MAS sugirió los nombres de tres vocales y los grupos de la minoría los otros tres”; de modo que en los hechos resultó en un empate entre ambas tendencias, un “equilibrio precario” que precisamente administró el expresidente Salvador Romero; con su salida, y la posterior designación de Dina Chuquimia (por parte del presidente Luis Arce) como la nueva vocal, para el analista se “anulará” el referido empate, “imponiéndose una mayoría de vocales susceptibles de alinearse con el partido de gobierno”.
Al respecto, la exdiputada del MAS Sonia Brito, que participó en la elección de los vocales del TSE, niega que haya habido “candidatos” de tendencia política: “Hubo un concurso de méritos y se votó por las personas que tenían más puntaje; que recuerde, no vi personas de izquierda, radicales, en absoluto; más bien se podría decir que prácticamente todos eran gente o independiente o incluso conservadora; eran personas más técnicas, se pensó mucho en el conocimiento técnico del Tribunal, y no recuerdo que haya sido más político; de ahí además que la oposición no observó a los candidatos”.
Un criterio contrario tiene la exdiputada por Unidad Demócrata (UD) Lourdes Millares, quien afirma que en la designación de los vocales hubo un “cuoteo”, merced a un acuerdo político que hubo, dice, “entre el MAS y la bancada de UD”, en ese momento, continúa, “algunas parlamentarias denunciamos públicamente ese hecho”; un dato que añade Millares es que el acuerdo entre el MAS y UD alcanzaba a los vocales de los tribunales electorales departamentales.
Además del “cuoteo”, explica Millares, se cuestionaba que “la designación, en la mayoría de los casos,” no recayó en las personas que tenían las mejores calificaciones”.
En relación al ingreso de la ahora vocal Chuquimia (que fue parte del TSE entre 2011 y 2015), Brito cuestiona el doble rasero que la oposición tendría al insinuar que con la nueva vocal la balanza se inclinará hacia el lado del MAS; la vocal Chuquimia, afirma, es tan designada por el Ejecutivo, como el exvocal Romero, pero, protesta: “No sé cuál es el temor, cuando es elegido por Áñez, no hay cuestionamiento, pero cuando es elegida por el Presidente (Arce), que es del MAS, entonces sí hay cuestionamiento. Tiene que haber una actitud más madura de la derecha, de la oposición; el elegido es uno designado, pero es uno más dentro de un grupo colegiado”.
Para la exdiputada Millares, con la presencia de Chuquimia, en cambio, el TSE está irremediablemente “tomado” por el MAS.
La naturaleza colegiada del TSE es determinante, insiste Brito. Y es que la conducción de la máxima autoridad electoral del país debe ocurrir o por consenso o por mayoría: por la experiencia de la gestión electoral, “los vocales tienen que ponerse de acuerdo para todas las acciones; tener una línea casi conjunta en todo lo que se hace; porque cuando se le cuestiona, no se lo hace a uno o dos vocales, se cuestiona al Órgano Electoral; por eso, por lo general sus decisiones son más colectivas y, por lo general, técnicas, más que políticas”.
En cuanto a las tareas que vienen para el Órgano Electoral, los entrevistados coinciden en que, aparte de referendos por cartas orgánicas municipales, a la vista se tendrá un buen tiempo de “paz electoral”; tiempo suficiente y propicio, aseguran, para que se revisen las grandes falencias que se vieron en las recientes elecciones. Pese a que el expresidente Romero y, por tanto, el TSE en su conjunto siempre defendieron la alta confianza que da el padrón electoral, los consultados coinciden en que este registro sigue siendo una de las grandes debilidades; no tanto por voluntad de los diferentes TSE, remarca Brito, sino por las limitaciones materiales y de tecnología que aún arrastra el país en materia electoral.
Al respecto, el politólogo Silva llama la atención sobre el hecho de que cualquier avance en la reforma del sistema electoral (que las últimas elecciones, asegura, mostraron como una necesidad imperiosa) no es responsabilidad solo del TSE, sino del sistema político mismo: “que el Órgano Electoral inicie reformas siempre es mejor que sean acompañadas, sean consensuadas, por las fuerzas políticas del país; y eso no debe dejar de tomarse en cuenta”.
(*)Iván Bustillos es periodista de La Razón