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Halloween gana peso entre niños y jóvenes del eje; Todos Santos pesa a nivel nacional

El mundo anglosajón conmemora esta noche la popular fiesta de Halloween (noche de brujas) y Bolivia ya no está ajena a esa celebración, en la que brujas, fantasmas, vampiros, calabazas y todo tipo de personajes de terror se funden en fiestas de disfraces, visitas a casas de terror y una romería en busca de dulces.

Esta celebración, que tiene origen en la festividad celta del Samhain y la cristiana del Día de todos los santos, llegó al país de la mano de comerciantes, que año que pasa aumentan sus ganancias con la venta de máscaras, disfraces, dulces y todo lo que se necesita para una buena fiesta de brujas. Sólo basta visitar los supermercados, que en esta época abren secciones completas con esta temática y algunos incluso instalan sus propias casas del terror.

Pero más allá del origen de la presencia de Halloween en Bolivia, lo cierto es que cada vez más niños y jóvenes se apropien de esta fiesta, fundamentalmente en los principales centros urbanos de La Paz, Santa Cruz y Cochabamba. Por el contrario, en las áreas periurbanas y rurales de esos departamentos, como en el resto del país, prevalecen las tradiciones de la fiesta de Todos Santos.

La Razón Digital llegó a esta conclusión en base a constataciones propias y a una serie de entrevistas con legisladores de los distintos departamentos del país, quienes se encuentran en permanente contacto con sus regiones debido a sus funciones.

 

LA TRADICIÓN

Según la creencia, cada primero de noviembre las almas regresan al mundo terrenal con hambre y sed y sus familiares las esperan con ceremonias que difieren según la región pero que tienen un mismo significado: el reencuentro. El dos de noviembre, tras 24 horas, los vivos despiden a los ‘ajayus’.

En La Paz, el recibimiento a las almas se expresa en varios ritos que van desde el armado de mesas de bienvenida que se decoran con masas, bebidas y otros alimentos que eran de agrado del difunto, además de tantawawas (muñecos y muñecas de pan) y una infaltable escalera, que es la que el muerto utiliza para volver a su lugar de descanso.

Los próximos al difunto alistan con antelación flores, maicillos, bizcochuelos, otros alimentos y bebidas para entregar  a todos los conocidos que llegarán al lugar y rezarán por el alma. La despedida, por lo general, la realizan en cada nicho al mediodía del viernes dos de noviembre, con cánticos y comida.

En Tarija, las empanadas de queso, alfajores y tortas le dan un toque particular a la celebración. Según la asambleísta departamental Neyda Antelo, al igual que los paceños los tarijeños acostumbran preparar tantawawas y escaleras de pan para armar las mesas de los difuntos, y a la vez hornean “masitas típicas” del lugar.

Eso sí, ninguna persona puede ingresar comida ni bebida a los camposantos. El dos de noviembre algunos dolientes invitan chicha fermentada en sus domicilios y otros, “más de la ciudad” –aclara Antelo– prefieren invitar vino y cerveza. La comida que se sirve también debe ser la que era  preferida por el difunto.

En tierras del oriente, como Beni y Pando, la tradición se aleja un poco del armado de mesas y se concentra en la visita a los camposantos. En la capital beniana, los familiares no tienen la costumbre de hornear pan, pero sí de preparar somó (chicha de maíz blanco) y chicha no fermentada.

Debido a las altas temperaturas que registra ese departamento durante casi todo el año, las flores no se pueden conservar frescas y por ello llegan en menor cantidad. Es por eso que los nichos se adornan con flores y guirnaldas de plástico.

Los familiares cargan sillas hasta las tumbas de sus difuntos y allí se sientan durante un par de horas en la tarde. La migración ha comenzado a incorporar algunas costumbres de occidente, aunque el Halloween aún no tiene ningún peso en esta región.

En Potosí y Oruro, la fiesta de Todos Santos comienza esta noche con el armado de las mesas blancas, con dulces y juguetes para ‘los angelitos’ o almas de los niños. Narda Medina, asambleísta de ese departamento, explicó que cuando se recoge la ofrenda para los menores, recién el 1 de noviembre se alista una para los difuntos mayores.

El plato favorito en Potosí es el ají de chacana, que se acompaña de chicha o vino dulce para invitar a todos quienes asisten a rezar por los muertos.

 

En el caso de Oruro, según el asambleísta Froilán Figueroa, en el área rural se cocina una lagua de quinua para despachar a los ‘ajayus’, mientras que en las urbes se prepara ají de fideo o platos con chuño y carnes de cordero y llama. Los platos van acompañados de un cóctel con las frutas de temporada.

En Cochabamba, el armado de la mesa se conoce como mast’aku. Cada preparado se acompaña indefectiblemente con un dulce que representa algún rasgo del ser querido. Por ejemplo, si la persona en vida era comerciante, el dulce debe llevar la forma de una vendedora.

Como en otras regiones, en la llajta aún existen casas que abren sus puertas para que la gente que así lo desee entre a rezar a cambio de un plato de comida o de masitas.

Como en La Paz, la fiesta de Halloween en Cochabamba y Santa Cruz se vive con intensidad en las capitales y los principales protagonistas son los niños y jóvenes.