El diplomático hace paralelismos del desencuentro entre Evo Morales y Carlos Mesa con lo sucedido en 1979, cuando Bolivia logró gran apoyo de América Latina en la OEA para negociar con Chile, pero luego el presidente Wálter Guevara fue derrocado; por ello, señala que Bolivia tiende a dilapidar sus conquistas. Nota que Morales ha privilegiado su liderazgo, volteando un tablero sobre el cual había conseguido éxitos inéditos, con Perú y Chile.

– ¿Es parte del grupo asesor de su país para la demanda planteada por Bolivia?

– Estoy en ese grupo.

– ¿Cuál es su participación? ¿Qué es lo que está haciendo ese grupo?

– Ese grupo está sujeto a las normativas de la Chatham House, un sistema para la celebración de debates y mesas redondas sin publicidad. Más que un trabajo individual supone reuniones donde se informa y se opina. Hemos tenido cuatro.

– ¿Cómo evalúa Usted la forma en la que Chile ha respondido a la demanda legal planteada por Bolivia?

– Yo parto de la base de que no es una demanda jurídica la que plantea Bolivia, sino la expresión formalmente legalizada de su vieja aspiración de una salida soberana al mar por Chile. Por lo tanto, estudiando la carta de Naciones Unidas, el Estatuto de la Corte Internacional de Justicia (CIJ) y el Pacto de Bogotá, yo dije que Chile no debería intervenir. Debería invocar el artículo 53 del Estatuto de la Corte para decir: ‘yo no respondo a esta demanda, porque no me hago parte en este pleito que es artificioso’. Esa fue mi posición pública, que en su momento no fue compartida. Chile aceptó participar en el proceso, aunque pidiendo previamente la incompetencia de la Corte…lo cual perdimos por goleada.

– Pero ahora estamos en el juicio y Chile respondió.

– Sigo pensando que el problema es más político que jurídico. Por serlo, yo decía: discutámoslo en un diálogo, en lo posible, con relaciones diplomáticas. Para mí, la cosa que más ha obstaculizado el buen diálogo de Chile con Bolivia es que se hace a un nivel que no es el normal. Como somos países llenos de eufemismos, decimos que tenemos relaciones diplomáticas a nivel de cónsules generales. Y no es lo mismo.

Bolivia tiene que entender que las relaciones diplomáticas no son premio a otro país, sino un método para facilitar un diálogo ordenado. La posición de Evo Morales y, antes, de otros gobernantes es la de tener relaciones con Chile una vez que Bolivia logre lo que quiere. Esa no es una relación diplomática: es una medalla por declararnos vencidos. Creo que es un error de Bolivia el condicionar así las relaciones diplomáticas. Estamos ante un conflicto abierto y la mejor manera de resolverlo es negociando diplomáticamente, al nivel que corresponde. La Unión Soviética y los Estados Unidos nunca rompieron relaciones diplomáticas, negociaron siempre y entre ellos pendía nada menos que la amenaza nuclear.

Por eso, el subdesarrollo latinoamericano está expresado en este conflicto (Bolivia-Chile), en el cual los bolivianos nos dicen que solo tendrán relaciones diplomáticas “cuando ustedes nos entreguen lo que queremos”. No es que sea contrario a ceder por principio, simplemente digo que estas cuestiones se dialogan y se negocian. Si tú me preguntas si estoy dispuesto a dar una salida soberana a Bolivia por territorio chileno, yo te contestaría que Chile no puede hacerlo solo. Como es doctrina de Chile no dividir su territorio para dar soberanía a otro país, eso deja disponible, como se ha entendido tradicionalmente, la parte norte de Chile, digamos Arica. Y en cuanto a Arica tenemos el Tratado de 1929 que nos vincula con el Perú.

Lo que no hemos querido darnos cuenta, bolivianos, peruanos y chilenos es que no estamos discutiendo sobre dos tratados aislados, el de 1904 y el de 1929. Lo que tenemos   es un sistema de tratados que nos obligan. Es el Tratado de 1929 -protocolo complementario, artículo primero- el que hace de bisagra.

– Así es un vínculo que llama a modificar el Tratado de 1904…

– Lo interesante es que como todo tratado es ambivalente. Tiene una zona de ambigüedad y en esto soy muy cuidadoso. El protocolo complementario fue pensado para bloquear una salida a Bolivia por Arica, porque Perú siempre temió que, por la vía de la triangulación, Bolivia se quedara con Arica después de toda una historia de conflictos con guerra incluida, la de 1841. Por lo tanto, la primera versión es que el protocolo complementario tiene por objeto bloquear ad eternum una salida soberana a Bolivia por Arica. Pero, en la historia de la diplomacia el tiempo transcurre y no es gratuito: cambian las condiciones, cambian las relaciones. La relación de Bolivia con Perú, la de Perú con Chile; la de Chile con Bolivia.

¿Vivimos hoy la misma situación de 1929? Si decimos que no, hay dos posibilidades. Una es que nosotros nos juntemos con Perú para decidir si ratificamos o no el espíritu excluyente de Bolivia del Tratado de 1929. Si el Perú dice que ha cambiado ese espíritu, se abre una puerta. Pero, si el Perú dice que está dispuesto a ratificar dicho espíritu, entonces Chile diría: ‘mala suerte para Bolivia, pero yo no voy a sacrificar este tratado por este otro’. Y ese es el dilema de Chile, no es que nosotros odiemos a los bolivianos, que no queramos que tengan una salida al mar. Este es un tema de geopolítica, de diplomacia, de historia y de política entre tres.

– Pero también están las negociaciones y conversaciones entre Bolivia y Chile por el mar; accesos y enclaves. Algunas avanzaron y otras no. ¿Qué opina sobre eso, tomando que esto está en la CIJ?

– En diplomacia nada está acordado hasta que todo está acordado; es decir, desde que, tras la negociación, se promulga el tratado. En ese momento, terminó la negociación y existe un compromiso. Los tratados son para respetarlos: ‘Pacta sunt servanda’. Los diplomáticos de todo el mundo negocian cualquier cosa y si se les dijera: ‘cuidado con lo que negocias, porque te compromete legalmente para el futuro’, entonces no habría negociación diplomática. Segundo. No se puede ignorar que aunque las negociaciones fracasen, lo que se conversa queda como precedente para una eventual y futura negociación. Visto así, lo que tenemos son negociaciones truncas o fallidas sobre la aspiración marítima boliviana, que han servido de precedente para sucesivas negociaciones, que nunca han terminado con un tratado y, en muchas ocasiones, por responsabilidad política de Bolivia.

Un ejemplo típico lo tuvimos el año 1979 cuando se celebró la reunión de la OEA en La Paz y Walter Guevara consiguió por primera vez que Bolivia tuviera un gran apoyo de América Latina para negociar con Chile … y al día subsiguiente le dieron un golpe de Estado. Ahí se acabó el impacto de lo que había conseguido el Presidente Guevara. Incidentalmente, hoy estamos viviendo un fenómeno similar, en cuanto al espíritu sociológico y político: una pieza fundamental y destacada de la ofensiva de Evo Morales con respecto a la demanda marítima ha sido su vocero Carlos Mesa. Pero, tengo la impresión de que hoy Morales no haya cómo zafarse de Mesa. Ya no lo invita a las reuniones del equipo cuyos temas debe vocear, diciendo que son cosas jurídicas, como si un intelectual como él no entendiera las cosas jurídicas. Ahí tenemos un reflejo contemporáneo de esa situación extraña en la cual Bolivia tiende a dilapidar sus conquistas.

También me hago cargo de que ha habido debilidades de Chile. Porque es cierto que una vez que se firmó el Tratado de 1904, la posición de Chile debió ser como la posición histórica del Perú: ‘Ya no cabe discutir fronteras con Bolivia’. Una salida soberana al mar, es una discusión de fronteras y para eso ya tenemos al tratado de 1904.

La debilidad chilena está en que abrió conversaciones y negociaciones sobre el tema, entre ellas una que para mí es fundamental, que es la de 1949-1951. Según los pactos de 1929 Chile debió informar previamente al Perú para obtener su previo acuerdo. No hacerlo nos trajo malas consecuencias, pero ahí estuvo el mérito de la estrategia de la diplomacia boliviana, que ha sido sostenida y actualizada por mucho tiempo. Desde hace más de 100 años esa diplomacia ha ido horadando la roca de los tratados, posicionando el tema de la justicia contra el derecho. ¿Ha tenido apoyo internacional?… sí, pero sucede que a veces los otros países no entienden bien de qué se trata. Además, suele entenderse que unas frases de buena crianza equivalen a un espaldarazo y eso crea ambiente político, no jurídico. Excluyo el caso del Papa porque fue para Bolivia un éxito real de su política de internacionalización, junto con el haber posicionado su demanda ante el Tribunal de Naciones Unidas.

Al final de cuentas, lo que se le está pidiendo a la CIJ es que condene a Chile a negociar y sucede que la negociación es la primera medida de solución pacífica de controversias que contempla la Carta de las Naciones Unidas. Por tanto, si la Corte se ratifica como competente y nos condena a negociar, nos dirá que recurramos a otra medida de solución pacífica de controversias, que ya no es la judicial. Es decir, por esa vía oblicua, con chanfle, se condenaría a Chile a negociar, lo que es paradójico, pues nunca nos hemos negado a la negociación. ¿Qué la negociación no avanzó durante un período determinado?… Es que un conflicto internacional que viene desde hace más de un siglo no se resuelve en un gobierno determinado. Si (Morales) tuvo mala relación con algún presidente de Chile, esperemos que pase la racha y que vengan otros escenarios. Es el tema del ‘timing’ en la diplomacia realista. Por cierto, es difícil que haya una “solución definitiva” para un asunto tan complejo en el periodo de un solo gobierno.

– ¿Cuál es la opinión que tiene usted sobre la integración y del aporte que hace Bolivia en este ámbito?

– Sí decimos que hay que negociar con Bolivia para mejorar su condición marítima, es para establecer una base de integración que le abra toda una perspectiva de integración portuaria y comercial en los espacios del Pacífico Sur. Más que conceptualizaciones jurídicas son intereses concretos. Por la vía de la integración de la triple frontera, con una perspectiva similar a la de la CECA (acuerdo del acero y el carbón) que dio origen a la Unión Europea, Bolivia, Chile y el Perú podrían ir avanzando hacía el desarrollo pleno. Ya no estaríamos hablando de la soberanía abstracta, como una especie de fetiche jurídico.

Lo fundamental es si el desarrollo de Bolivia necesita una mejor situación marítima y si eso se logra con la integración, dejando en hibernación el tema jurídico de la soberanía. Sobre esto debatimos mucho en el Seminario de Lovaina en 2006 con expertos de Bolivia, Chile y Perú. Allí se planteó un polo de desarrollo en la triple frontera que no comprometa a la soberanía, porque ese tema es un factor de división.

– Quizá por eso surgieron iniciativas a favor de un enclave en Chile, el más reciente el de Tiviliche del que el presidente Evo Morales habló recientemente.

– Muchas veces se planteó un enclave en zonas a las cuales no alude el protocolo complementario, para que no tenga injerencia el Perú. Primera observación. Eso es darle un rango de hegemonía absoluta al derecho sobre la política y los sentimientos, porque para el Perú, el problema no es solo Arica: son todos los territorios que fueron peruanos. En el alma peruana está el rechazo a que Chile ceda a un tercer país, que fue su aliado en la guerra, territorios que fueron peruanos. Así, un enclave que pase por Tarapacá también provocaría problemas. En segundo lugar, como he dicho, en diplomacia nada está acordado hasta que todo está acordado. Chilenos y bolivianos pueden haber sobrevolado ciertos espacios e intercambiado planos, pero… ¿dónde está el compromiso de Chile sobre tal parte y aceptado por Bolivia?

Cada vez que se junten un diplomático o político chileno con uno boliviano van a hablar del mar. Eso está escrito y marca la progresión de la demanda boliviana, desde que se fraseaba como una simple aspiración hasta hoy, que está constitucionalizada como un “derecho irreversible”. Es un camino por el que todo un país se ha adoctrinado. Entonces, no se saca nada con explicarle a un boliviano de hoy que no tiene un derecho real, porque él nació creyendo que sí lo tiene. Ahí viene la superestructura cultural, donde el derecho es sólo una de las partes y nosotros tendemos a creer que el derecho es todopoderoso. Además, frente a eso, los bolivianos que saben de derecho privilegian la justicia. Es el viejo dilema de si el derecho tiene solo por objeto hacer justicia o si persigue además otros valores. Y yo creo que derecho internacional debe, entre otras cosas, velar por la paz, por la seguridad internacional y ese es el objetivo de Naciones Unidas. Esto es muy importante: Frente a todo este estandarte de la justicia sobre la causa boliviana, la bandera de Naciones Unidas no es la justicia abstracta, sino la paz y la seguridad internacionales.

– ¿Dado este razonamiento, cómo ve el desenlace?

– Primero me pregunto cómo puede haber una apelación a la generosidad de Chile, en el nivel humano de la justicia, no en el nivel político ni diplomático, si a los niños bolivianos se les enseña a odiar a Chile.

– No creo que sea así.

– Yo he visto videos de maestras enseñando así a niños bolivianos y cantando himnos a la reconquista de Antofagasta. Es decir, tenemos vecinos que siguen educándose en el rencor de la guerra. Yo no digo que les enseñen a querernos. Sólo me pregunto cómo se compatibiliza una “exigencia de generosidad” chilena en esas condiciones culturales anticlimáticas. En esas circunstancias, incluso si se llega a una solución jurídica, sería la más débil de las soluciones, porque no reflejaría la voluntad política de la base social. Ya tenemos que la posibilidad máxima es que la Corte obligue a negociar, pero ahí no está la solución.

Recuerdo la sabiduría de los diplomáticos realistas durante la Guerra Fría, cuando reconocían que, tal como estaban planteados, los problemas macro no tenían solución. Por ejemplo, cuando algunos exigían a los gobernantes norteamericanos que solucionaran, de una vez, el conflicto con la Unión Soviética. Dado que la otra superpotencia tenía misiles transcontinentales con cabezales nucleares múltiples, lo que estaban exigiendo es que su gobierno arriesgara una guerra termonuclear y es allí donde la sensatez dijo que, en tales condiciones, no había solución. El fin de la guerra fría lo demostró, con una solución que no estaba en los proyectos oficiales y que fue de muy largo plazo.

Por eso, cuando este gobierno de Bolivia antagoniza con nosotros, tal como lo está haciendo, nos obliga a pensar que, tal como lo plantea, el problema no tiene solución. ¿Qué es lo que nos pide Bolivia? Acceso soberano al Océano Pacífico sin contraprestaciones y tácitamente olvidando que existen el Perú y los pactos de 1929. Si nosotros sinceráramos el tema diríamos que es ahí donde nos está planteando un problema que no tiene solución. Es lo que dijo Piñera cuando asumió su gobierno: esa negociación que quiere Bolivia no la puede asumir Chile por sí solo. Y eso fue lo que marcó a Piñera como enemigo de Evo Morales. Este quería creer que la solución estaba en la agenda de 13 puntos, solo porque ahí estaba mencionado el tema marítimo.

– ¿Por qué cree que no se pudo desarrollar una agenda de cuerdas separadas con Bolivia?

– Con Perú tenemos relaciones diplomáticas. Cuando Perú elabora la tesis de las cuerdas separadas está diciendo que se mantiene vigente la cuerda diplomática –y todo lo que se le relaciona- y que la cuerda del conflicto va por separado. ¿Y cómo podríamos tener ese tipo de cuerdas separadas con Bolivia si no tenemos relaciones diplomáticas?

– ¿Y la agenda de 13 puntos? ¿Los acercamientos militares?

– Hubo gestos audaces, pero ese estado de ánimo se malgastó. No nos echemos tierra a los ojos. Los chilenos pensamos que Evo Morales ha sido extremadamente agresivo con nosotros. Mi opinión es que Morales ha privilegiado su liderazgo personal, volteando un tablero sobre el cual él mismo había conseguido éxitos inéditos, con Perú y con Chile.

Perfil

Nombre: José Rodríguez Elizondo.

Profesión: Abogado.

Cargo: Director en la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile. 

Abogado internacionalista

Escritor, abogado, periodista, diplomático y caricaturista, José Rodríguez Elizondo es en la actualidad Director del Programa de Relaciones Internacionales de la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile. Su obra escrita consta de 30 títulos. Ha sido distinguido con el Premio Rey de España de Periodismo (1984). En 2013 fue elegido miembro de número de la Academia Chilena de Ciencias Sociales, Políticas y Morales.