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Thursday 28 Mar 2024 | Actualizado a 13:36 PM

El epílogo boliviano ante los alegatos de Chile

Evo Morales ofreció en el Crown Plaza un almuerzo a los bolivianos presentes en La Haya, donde agradeció la actuación del equipo jurídico nacional e internacional, a los expresidentes asistentes y todos quienes contribuyeron al éxito de la presentación nacional.

/ 27 de marzo de 2018 / 13:28

Media hora antes del inicio de la audiencia, la caravana de cuatro vagonetas, precedida de seis motocicletas policiales, arribó al Palacio de la Paz en resguardo del presidente Evo Morales, en su tercera visita en los últimos días. Lo esperaba el tercer día de alegatos de Bolivia ante Chile.

Correspondió a Payam Akhavan abrir la línea de fuego jurídica, quien dijo que en el tratamiento de los méritos de este caso “el todo es mayor que la suma de las partes”, para hacer luego la reseña cronológica de las promesas incumplidas por Chile. Corrigió las aseveraciones de los adversarios que calificaron de tergiversaciones históricas el análisis que Bolivia hizo de las notas y declaraciones oficiales de Santiago en el curso de más de una centuria y desechó así las hipótesis “apocalípticas” con las que Chile pretende asustar a la Corte.

Le siguió en el atril Antonio Remiro Brotóns, cuya sola imagen antes de hablar atrajo todas las pupilas de la delegación chilena, que aguardaba ansiosamente algún proyectil letal del ocurrente jurista, y éste explotó en su primera frase: “Ni Dios ni la Corona española le otorgaron el litoral boliviano a Chile”. Al contrario, explicó que Chile se apoderó por la fuerza del litoral. Fueron tres irrefutables pruebas que Brotóns evocó como promesas incumplidas: el intercambio de notas en 1950 (que no requerían ratificación congresal), el Memorándum Truco y la Declaración de Charaña. Continuó a su turno la joven abogada británica Amy Sander, para rebatir a su adversaria acerca del rol de la OEA, la porteña Mónica Pinto, sobre el valor legal que conllevan las 11 resoluciones aprobadas por la Asamblea General de ese organismo. Momento estelar de su prestación fue cuando la pantalla reprodujo la versión escrita de opiniones (confirmando que la mediterraneidad de Bolivia era un punto de interés continental) del entonces secretario general de la OEA, José Miguel Insulza, quien no obstante de integrar el elenco chileno, esta vez brilló por su ausencia. ¿Premonición o arrepentimiento?

El profesor francés Mathias Forteau se ocupó de recalcar doctrinalmente la tesis de la “obligación de negociar”, reposando su argumento en la Declaración de Charaña y en la Agenda de los 13 Puntos, sorprendido por la “desfachatez” de Chile de ignorar ambas piezas probatorias. Descartó que la continua reclamación boliviana se deba únicamente al mandato de su nueva Constitución. Remató anotando que el cambio de estrategia chilena a partir de 2010 era parte de la constante dilación para el tratamiento de ese problema pendiente en las relaciones bilaterales.

De la lengua francesa se pasó luego al depurado inglés del consejero real y abogado Vaughan Lowe, cuya pausada dicción académica se refirió a los grandes obstáculos que representa para el desarrollo de Bolivia su condición de país enclavado. Se preguntó cómo era posible que pese a los avances de la tecnología moderna  no se pudiese llegar a acuerdos prácticos respecto a la petición boliviana. Ignorar esa demanda de relación bilateral, empujando a Bolivia a abandonar toda esperanza, crearía un foco de tensión que comprometería la paz y la seguridad en la región, eventualidad que justamente los artículos 2 y 3 de la Carta de Naciones Unidas, trata de prevenir. Entonces, el letrado interroga: ¿cuál es la alternativa que propone Chile?

La jurista Monique Chemillier-Gendreau tomó control del micrófono y encaró resueltamente los objetivos finales de la negociación propuesta, entablando una dicotomía controversial. Si Chile se atrinchera en el Tratado de 1904, aferrándose al derecho y negando el concepto de justicia, la Corte debería trocar su nombre y autodenominarse Corte Internacional del Derecho. Empero, si la justicia es el objetivo terminal, el derecho es solo el medio.

A continuación, el coagente Sacha Llorenti marcó la nota emotiva de la jornada. En buen inglés abordó los perjuicios económicos que ocasiona el enclaustramiento de Bolivia, que soporta obstáculos de diversa índole que convierten el llamado “libre tránsito” en una quimera insalvable. Citó la mano tendida de Evo Morales, que convocó al entendimiento bilateral. Más adelante mencionó las innumerables muestras de solidaridad que despierta la causa boliviana en el mundo, sin ser excepción el apoyo de notables chilenos como el poeta Vicente Huidobro, cuya opinión la recitó verbatim. 

Clausuró la posición nacional el agente Eduardo Rodríguez Veltzé, quien pidió a la Corte de Justicia que se pronuncie sobre la obligación de negociar, que constate que Chile rompió sus compromisos y que se convoque a un proceso de negociación en buena fe y en tiempo oportuno.

Una vez terminada la audiencia, frente a la prensa, el canciller chileno Roberto Ampuero, visiblemente turbado, protestó por la imposición que Bolivia perseguía para obtener territorio chileno, sin importarle los derechos humanos, de miles —quizá millones (sic)— de chilenos que serían desplazados de la zona en cuestión. Atribuyó la reclamación boliviana a exigencias de carácter interno y a afanes preelectorales de Evo Morales. Se atrincheró nuevamente en el cumplimiento del Tratado de 1904 y clamó su rechazo a la noción de la obligación de negociar.

A unos metros de distancia, su antecesor en el cargo, Heraldo Muñoz, buscaba rescatar el posible colapso de su propia gestión que comenzó mal con su fracasada estrategia de enfrentar la competencia de la Corte, en su arremetida de la excepción preliminar. Inquieto por la demanda boliviana, con dudas sobre la idoneidad del equipo contrario, recogió el rumor publicado en la prensa chilena acerca de la existencia de un “monje negro”, enigmático, que sería el verdadero “cerebro” de la estrategia nacional. Y sin tapujos identificó al excanciller argelino Mohammed Bedjaoui), quien no obstante de ser juez ad hoc por parte de las Islas Marshall estaría asesorando a Bolivia, actitud que está vetada por los reglamentos.

Esa acusación y otras huidas hacia adelante denotaban en la delegación chilena un presentimiento de derrota.

En cambio, en alborozada atmósfera, Morales ofreció en el Crown Plaza un almuerzo a los bolivianos presentes en La Haya, donde agradeció la actuación del equipo jurídico nacional e internacional, a los expresidentes asistentes y todos quienes contribuyeron al éxito de la presentación nacional. Ahora resta esperar el fallo de la Corte.

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La Haya: balances y perspectivas

Ambos elencos de abogados internacionales hicieron gala no solo de sus argumentos históricos y jurídicos, sino también (no todos) del histrionismo que acompañaban sus razonamientos, expresados ora en inglés, ora en francés, idiomas oficiales de la Corte.

/ 29 de marzo de 2018 / 12:44

Finalizada la fase oral del caso “Bolivia vs Chile: obligación de negociar un acceso al océano Pacifico”, es oportuno analizar el desarrollo del juicio que, por su contenido novedoso en lo doctrinario, crea expectativa acerca del fallo inapelable que cerrará el pleito.

A partir del 29 de marzo, los 13 jueces (se resta la participación del australiano James Crawford, por haberse excusado y del japonés Hishasi Owada, por renuncia) que componen la Corte Internacional de Justicia (CIJ), a los que se suman dos jueces ad hoc (uno por cada parte), acordarán el calendario de reuniones para deliberar el singular litigio que empezó en 2015 cuando Chile presentó sus objeciones preliminares negando la competencia de la Corte, provocando un fallo adverso por decisión de 14 jueces contra 2. Al reabrir las audiencias orales el lunes 19 de marzo, la CIJ ya había renovado parcialmente su elenco y elegido a Abdulqawi Yusuf (Somalia) como su presidente.

A la izquierda del estrado principal fue acomodada la delegación boliviana encabezada por Evo Morales. Episodio inédito en el Palacio de la Paz, donde nunca un Jefe de Estado, en funciones, acudió como demandante. Lo secundaba el agente Eduardo Rodríguez Veltzé, seguido por el equipo jurídico nacional y seis abogados internacionales. En total, Bolivia acreditó a 45 personas. La mayor parte de ellas, aparte de asistentes técnicos y logísticos, perfectamente superfluas. No dejó de ser novedad la presencia de tres expresidentes: el vocero Carlos Mesa, Jorge Quiroga y Guido Vildoso.

ABOGADOS. Al costado derecho, la delegación chilena estaba dirigida por el nuevo canciller Roberto Ampuero, su agente Claudio Grossman y siete abogados internacionales. Completaban el equipo juristas nacionales y parlamentarios, entre los que se destacaba el ahora senador José Miguel Insulza, exsecretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA). En total 31 personas.

Ambos elencos de abogados internacionales hicieron gala no solo de sus argumentos históricos y jurídicos, sino también (no todos) del histrionismo que acompañaban sus razonamientos, expresados ora en inglés, ora en francés, idiomas oficiales de la Corte.

La distribución del tiempo de cada audiencia fue escrupulosamente respetada: 3 horas y ni un minuto más en cada jornada. De manera que, en la preparación de sus alegatos, cada orador debía condensar sus reflexiones calculando una duración no mayor a 30 minutos.

Las respectivas estrategias desplegadas por las partes estaban destinadas a impresionar por su contundencia a los jueces que escucharon en sepulcral silencio los razonamientos de uno y de otro expositor, sin —esta vez— formular pregunta alguna. En efecto, los documentos presentados como pruebas ya figuran en los folders de antecedentes de cada juez y su repetición continua, y a veces monótona, resultaba redundante.

Los expositores no pocas veces olvidaron que los destinatarios finales de sus disertaciones eran los miembros de la Corte y no sus ilustres clientes. Por ello, la fabricación de una frase feliz recogida en los titulares de los periódicos no siempre tiene igual impacto en esas 15 figuras de capa negra y babero blanco que aparentan ser inodoros, incoloros e insípidos. Entonces, los estallidos emocionales se descartan por su vacuidad legal.

  • SEDE. El Palacio de la Paz, la sede de la Corte Internacional de Justicia (CIJ).

Si bien los discursos fueron medidos en palabras y gestos; una vez frente a la prensa, por turno, las delegaciones se acomodaban frente a los micrófonos y daban rienda suelta a sus más recónditas intenciones y objeciones para evaluar a la parte contraria. Así, por ejemplo, Roberto Ampuero, buen novelista, resultó un tanto amnésico en función de canciller, toda vez que armado de un papel ayuda-memoria, declamaba sus puntos de vista, con inseguridad y nerviosismo. En cambio, el silente canciller boliviano Fernando Huanacuni mostró una mesura elocuente.

APORTES. A nivel de agentes, Rodríguez Veltzé fue correcto en sus precisiones que, por breves, fueron dos veces buenas. El chileno Claudio Grossman, persuadido de su caudal académico, no lograba hilvanar sus propósitos al reiterar su apego al Tratado de 1904 sin aportar innovación alguna.

El presidente Morales hizo bien en no improvisar y más bien leer mensajes con los elementos vitales de la demanda boliviana.

En suma, fue notorio, en los dos bandos, el propósito de proyectar una imagen edulcorada de la situación, para consumo de sus respectivas opiniones públicas. Ergo, la presencia de decenas de reporteros, camarógrafos y fotógrafos les facilitó la tarea.

La prudencia y el temor a malas interpretaciones repercutió negativamente en la típica labor periodística que, en las conferencias de prensa, estaban limitadas a escuchar al orador, sin que se permitan preguntas. Alguna excepción parece que fue juzgada impertinente. Los mas locuaces con la prensa fueron aquellos ya jubilados de la función pública.

La Corte, hoy, en posesión de miles de folios, deberá dedicar varios meses al estudio de éstos. Existe una rutina, no reglamentada para el intercambio de opiniones entre los jueces que, provenientes de distintas nacionalidades, diferentes culturas, disimiles escuelas de pensamientos jurídico o filosófico, están llamados a elaborar un difícil consenso para llegar a un fallo que siendo justo esté encuadrado, a la vez, en el derecho internacional.

Habitualmente afloran dos tendencias, una mayoritaria, la que recoge más votos, será adoptada por la Corte en pleno. Las votaciones son abiertas entre las dos corrientes y no se permiten abstenciones, aunque sí se aceptan reservas o aclaraciones que se anotan en pie de página.

Como no es aconsejable dejar al azar el resultado de tan bullado pleito, sería oportuno que Bolivia prepare sendos planes de contingencia para cualquiera sea el resultado del fallo. Sentar a Chile en el banquillo de los acusados fue un logro histórico. Sentarlo en la mesa de negociaciones será mucho más difícil. La lucha continúa.

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Tensa pausa en la CIJ tras los alegatos de Chile

A Bolivia le toca refutar los alegatos de Chile el lunes y éste el miércoles.

Al término del segundo día con la abogacía chilena en el atril, quedó flotando en el ambiente la frase lanzada como cohete extraviado en el espacio por Harold Coh, en la que pidió a la Corte Internacional de Justicia (CIJ) simplemente “rechazar la demanda de Bolivia”.

No tomó en cuenta —como bien lo apuntó más tarde el agente boliviano Eduardo Rodríguez Veltzé— que ese extremo ya fue resuelto por los jueces en ocasión de la objeción preliminar presentada por Chile.

Tres horas antes, Sam Wordsworth había iniciado su plegaria remitiéndose a la famosa nota de 22 de junio de 1950, para continuar encarando a la otra parte, escrito por escrito, que en todas las instancias posteriores se puso de todo, salvo la obligatoriedad de negociar, sea en el memorándum

Trucco o en otros. No fue —en su criterio— sino en 1975, en Charaña, cuando los dictadores Hugo Banzer y Augusto Pinochet afirmaron en declaración conjunta la disposición de sus respectivos gobiernos de entablar aquella negociación seria, tendiente a otorgar una salida directa y soberana hacia el océano Pacífico. Con el apoyo de recortes periodísticos, testimonios cartográficos, declaraciones a la prensa y documentos oficiales extraídos de repositorios tanto bolivianos como chilenos, rebatió la postura contraria para concluir que desacuerdos internos en Bolivia impidieron seguir adelante con la gestión, que se basaba en el canje territorial.

Correspondió a la decana de la Facultad de Derecho de Buenos Aires, Mónica Pinto, trocar del inglés al francés para referirse a las 11 resoluciones aprobadas en sucesivas asambleas generales de la Organización de Estados Americanos (OEA), en las que se señalaba a la mediterraneidad de Bolivia como problema de preocupación hemisférica. Sin embargo, la jurista dijo que ninguna de ellas implicaba la obligación de negociar a las partes. Subrayó que en todas esas ocasiones Chile no votó o lo hizo en contra. Al acabar su recitación evocó la frase del llamado “enfoque fresco”, que entre 1986 y 1987 trataba una amplia gama de cooperación bilateral, sin que el asunto marítimo ocupara algún sitio central.

Luego, el abogado británico Ben Juratowich sorprendió al auditorio con su pausada didáctica que consistía en pronunciar sus palabras una a una, con el propósito de llegar al oído judicial clara y contundentemente. Todo para dejar sentado que de 2000 a 2011 Bolivia se olvidó del “acceso soberano” al mar y que únicamente se acordó del punto para cumplir la exigencia de la Constitución Política del Estado Plurinacional de Bolivia de 2009 que en su artículo 267 concedía al Gobierno un plazo de cuatro años, hasta 2013, para entablar gestiones pertinentes a la reivindicación marítima, que podrían incluir la denuncia de tratados que como el de 1904 resultaran inconvenientes a los intereses del Estado. Además de ocuparse de otros elementos informativos, lo que Juratowich quería transmitir a los jueces era que la demanda boliviana ante la Corte estaba mayormente motivada por razones “de política interna”.

Frente a la plataforma de prensa, este último concepto también fue evocado por el canciller Roberto Ampuero, que, como de costumbre, acudió a su pequeño papel ayuda memoria para evitar cualquier gaffe fatal. Continuó detectando contradicciones en la posición boliviana, pues —dijo— mientras unos insisten en la “obligación de negociar”, otros demandan concesión territorial con soberanía. El agente Claudio Grossman no requirió papel, pero la intrascendencia de sus opiniones fue tal, que no merece registrarse.

Al finalizar los alegatos chilenos, afuera del Palacio de la Paz, el agente Rodríguez Veltzé, en breve y elocuente declaración, encuadró las omisiones y exageraciones chilenas para luego rendir homenaje —en el Día del Mar— a Eduardo Abaroa y Ladislao Cabrera, que junto a bolivianos, chilenos y peruanos perdieron la vida en una Guerra del Pacífico “que nunca debió suceder”.

El final de los alegatos anticipa una tensa pausa hasta el lunes 26, cuando tocará a Bolivia refutar las últimas complementaciones chilenas. Otra vez estará frente a los estrados el presidente Evo Morales, cuyo retorno a La Haya con ese motivo es noticia en La Haya. Todo terminará el miércoles 28 con Chile en la tribuna.

Entretanto, en el seno de la CIJ se lamentó que este día la jueza americana Joan Donoghue no hubiese participado de la audiencia, por razones aún no explicadas. El juez James Crawford, quien se excusó del caso por haber sido anteriormente abogado de Chile, debe estar feliz que su ayudante Kate Parlett, australiana como él, hubiese debutado en la primera jornada como jurista contratada por la Cancillería chilena.

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La arremetida chilena en medio de la crisis en Perú

Chile considera que evolucionó, que no es el ‘bandido aislacionista’

/ 23 de marzo de 2018 / 12:42

En los pasillos de la Corte Internacional de Justicia (CIJ), al inicio de la mañana los latinoamericanos olvidaron por un momento el pleito Bolivia-Chile, para comentar con sal y pimienta la renuncia del presidente peruano Pedro Pablo Kuczynski, lo que algunos califican como un “golpe de Estado suave” y otros, como justo castigo a la corrupción casi viral en la región. También se evocó el ascenso del vicepresidente Martín Vizcarra, que cobra relevancia en la demanda marítima boliviana por ser el tercer ángulo del trípode que puede solucionar la petición del acceso soberano al océano Pacífico. “Dicen que es amigo del Evo”, sopló al oído de su contertulio un senador trasandino.

A las 10.00, hora de La Haya, por tercera vez en el examen de este caso hizo su entrada a la sala de audiencias la Corte en pleno, esta vez sin tener al frente al presidente Evo Morales, quien fue el primer jefe de Estado en comparecer allí, como demandante, según los anales del Palacio de la Paz. En efecto, antes, el nivel más aproximado fue un primer ministro iraní, allá por los años 50.

En el atril, fue el agente chileno Claudio Grossman quien sintetizó la prestación que haría Chile. Comenzó pintando una imagen edulcorada de Chile luego de la recuperación de la democracia. Chile no es el “bandido aislacionista” que se insinuó, dijo, e insistió que Bolivia cambió la naturaleza de su aspiración de acceso al mar. Como lo harían sus sucesores en la tribuna, reafirmó machaconamente la vigencia del Tratado de 1904, como el puente inconmovible de las relaciones con Bolivia. Así se adelantó a la acusación que más tarde frente a la prensa reclamaría el canciller Roberto Ampuero. “Bolivia quiere entrar por la puerta chica para revisar el Tratado de 1904”.

Así se comenzó a tildar la apuesta boliviana, también como “revisionismo histórico”.

Correspondió al abogado británico Daniel Bethlehem criticar la posición boliviana de cobijar su argumento en los artículos 2 y 3 de la Carta de Naciones Unidas, de muy amplio alcance y poco relevantes para equipararlos a la obligación de negociar. Desechó el recuento cronológico de las aparentes “promesas incumplidas” por Chile, denunciando la teoría de la acumulación, para concluir que 0+0+0 es igual O.

El profesor francés Jean-Marc Thouvenin tomó el relevo para refutar las aproximaciones hechas por su compatriota Mathias Forteau, en la víspera por parte de Bolivia, siempre con la insistencia de que no existe derecho a negociar con un resultado predeterminado. Luego, la jurista Kate Parlett esbozó consideraciones para inferir que Bolivia busca un nuevo acuerdo sustitutivo del Tratado de 1904 de ambos países.

Cerró la jornada Samuel Wordsworth, que repitió la misma argumentación de igual cacofonía, pero distinto pentagrama.

  • Chile. La comitiva trasandina en los alrededores del Palacio de la Paz, en el primer día de sus alegatos. Foto: APG

Mas tarde, en las escaleras del Palacio de la Paz, frente a los periodistas en su gran mayoría chilenos, el canciller Ampuero, ayuda memoria en mano, visiblemente nervioso y con voz trémula, resumió la presentación chilena  principalmente en tres puntos:

Primero, absoluto respeto por la vigencia del Tratado de 1904

Segundo, aludió a la Constitución Política del Estado Plurinacional de Bolivia que estipula el acceso soberano al océano Pacífico como un mandato irrecusable y que la demanda ante la Corte obedece más bien a preocupaciones de política interna.

Tercero, afirmó que no estaba en juego cesión territorial alguna.

Triste condición la de su predecesor Heraldo Muñoz, que bregaba a codazos por acercarse a la barrera de prensa. Pocos reporteros le formularon preguntas, que tuvieron las mismas respuestas de siempre: todo está contenido en el Tratado de 1904, no cabe modificación alguna.

Más reposado, el ahora senador José Miguel Insulza ensayaba ampliar las apresuradas declaraciones del canciller Ampuero. Parecía querer trasuntar al público chileno la diferencia entre un docto y un profano.

Más allá, el senador Alejandro Guillier cruzó un saludo con el corresponsal de La Razón, con quien convino una conversación posterior. Acerca de la oportunidad de considerar la propuesta de Evo Morales de llegar a negociaciones incluso antes del fallo de la Corte, dijo que le parecía imposible esa opción, puesto que él conocía el temperamento de su Cancillería. Seguirán hasta el final de la contienda judicial. Guillier, cauto y prudente luego de sus declaraciones que planteaban un canje territorial con Bolivia, es consciente de su pertenencia a la delegación y cuida su conducta.

Se muestra distinto al resto de su delegación, que tendrá hoy una segunda oportunidad de rebatir los alegatos de Bolivia en la CIJ.

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Difícil turno de Chile tras finalizar el primer tiempo

La recomposición de la Corte privó a Santiago   de tres ‘amigos’ firmes.

/ 21 de marzo de 2018 / 11:39

En la sala reservada a la delegación de Bolivia, en el Palacio de la Paz, al término de la segunda jornada de la fase oral, ingresaban uno a uno los abogados internacionales, que fueron recibidos con halagadoras frases de admiración por la contundencia de los argumentos expuestos y el alto grado de profesionalismo demostrado en las tres horas precisas que la Corte Internacional de Justicia (CIJ) habitualmente concede.

Acompañaba una atmósfera de fiesta entre los expresidentes bolivianos, los representantes oficiales y los asesores extranjeros.

Al contrario, a pocos pasos, en la sala asignada a Chile, un aire de preocupación develaba los rostros de los circundantes. El ex secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA) José Miguel Insulza, que antes había tenido buenas relaciones con el presidente Evo Morales, fue el primero en salir, escondido en el ala de su sombrero negro. Tropezó con el vocero boliviano Carlos Mesa y el excanciller Gustavo Fernández. Intercambiaron mutuas muestras de cordialidad.

Astuto político y ahora senador de Chile, Insulza renunció hace un año al puesto de agente en La Haya para soslayar el fiasco que presumía en el pleito con Bolivia. Pero ayer intentó rebatir los argumentos de Bolivia respecto de las resoluciones de la OEA sobre su demanda. “Esas resoluciones, como lo dijo ahí el Agente, se produjeron en un periodo en el que la situación internacional de Chile era muy precaria, estaba muy debilitada y naturalmente por el Gobierno militar que existía”, dijo ante los periodistas chilenos.

“A mi juicio, esas resoluciones no son vinculantes”, afirmó.

El equipo jurídico de Bolivia citó ayer, durante los alegatos del juicio, las 11 resoluciones que la Asamblea General de la OEA aprobó entre 1979 y 1989, en las que, de una u otra forma, pedía una solución a ambos países para resolver el tema marítimo, cita la agencia EFE.

En cambio, el novelista Roberto Ampuero, flamante ministro de Relaciones Exteriores, no pudo ocultar su molestia frente a la prensa que lo aguardaba en el atrio.

“Chile siempre ha estado dispuesto a escuchar las aspiraciones de Bolivia. Pero, tras su primera ronda de alegatos orales, constatamos importantes contradicciones que solo pretenden horadar el Tratado de 1904 que Chile defiende ¡La soberanía se mantendrá intacta!”, escribió en Twitter.

Pronto el Canciller convocó a una reunión de evaluación en su enclave del hotel Hilton, para estudiar la nueva estrategia que se impone tras escuchar la intensa argumentación de Bolivia que demolió en detalle los puntos contenidos en su réplica. La pausa reglamentaria del miércoles, dispuesta por los jueces de la CIJ, ofrece a Chile un holgado tiempo de reflexión y análisis para encontrar los posibles flancos débiles por donde atacar al adversario.

Argumentos. Chile dispondrá de tres horas tanto el jueves como el viernes. Para ello se apresta a ordenar sus elementos discursivos y atribuir tareas entre los miembros de su elenco legal, dentro las 31 personas acreditadas. Será difícil emprendimiento tratar de convencer a los jueces que, evidentemente, Bolivia expuso contenidos de tergiversación histórica y jurídica, como acusa el agente trasandino Claudio Grossman.

  • Audiencia. Santiago se presentó en los alegatos de Bolivia con una delegación de 31 personas, de autoridades del Gobierno, agentes y legisladores de oficialismo y oposición. Foto: ABI

Otro motivo de inquietud se debe a que la última recomposición de la Corte privó a Chile de tres amigos firmes: primero, la renuncia del japonés Hisashi Owada, que si bien tendrá efecto el 18 de junio, provocó su decisión de inhibirse a participar del caso, porque, además, la Asamblea General de la ONU deberá elegir a su sucesor, poltrona que el Japón no desea perder y que piensa conservar con Yuji Iwa Sawa, su posible candidato. Durante la objeción preliminar fue Owada quien formuló la pregunta aparentemente ingenua sobre la definición de “acceso soberano al mar”.

Segundo, el australiano James Crawford, quien se excusó desde 2015 por haber sido abogado de Chile en su pleito con el Perú, y, tercero, el británico Christopher Greenwood, también vinculado a Santiago, que perdió en la ONU la búsqueda de su reelección frente al postulante de India, Dalveer Bhandari. Grave golpe porque Greenwood era favorito para la presidencia de la Corte. A ello debe añadirse la defección de su juez ad hoc Louise Arbour (Canadá) por razones aún desconocidas y su reemplazo por el neozelandés Donald Mc Rae.

Todo ese trajín cambió para Chile un escenario favorable, menos propicio aún por la rotación de tres diferentes agentes y la irrupción de un nuevo Canciller, bisoño en las lides de la Corte de La Haya. Pareciera que Chile, en este caso, está perseguido por la musa de la mala pata.

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Jornada de repaso a las promesas incumplidas de Santiago

El presidente Morales asistirá otra vez a la sesión de hoy en la Corte.

/ 20 de marzo de 2018 / 14:37

El radiante sol y el frío intenso en La Haya no impidieron que desde tempranas horas de ayer un nutrido grupo de bolivianos se apostara frente a la Corte Internacional de Justicia (CIJ), con banderolas alusivas a la reivindicación marítima y en medio de emotivas notas del folklore altiplánico.

A pocos metros, una docena de ciudadanos chilenos hacía lo propio, aunque con menor entusiasmo. En tanto, pocos minutos antes de las 10.00 llegaba a las puertas del Palacio de la Paz, la sede de la CIJ, el presidente Evo Morales, precedido de seis motocicletas de seguridad. Philippe Courvoyer, secretario de la Corte, le dio protocolar bienvenida y lo acompañó a la sala de audiencias, donde ya estaba instalada la delegación chilena presidida por el canciller Roberto Ampuero.

Instalada la sesión, el presidente Abdulqawi Yusuf comenzó por anunciar que el juez japonés Hisashi Owada no participaría de la audiencia en virtud de su renuncia que se hará efectiva el 18 de junio. Otro cambio cualitativo e inexplicable fue la renuncia de la jueza ad hoc de parte de Chile, la canadiense Louise Arbour, a quien, luego de un inmediato juramento, lo reemplaza el neozelandés Donald Mac Gray.

Luego de recordar los procedimientos de la fase oral del caso Bolivia-Chile, el juez cedió la palabra al agente boliviano Eduardo Rodríguez Veltzé, quien, titular de una serenidad sin par y en perfecto inglés, recitó la introducción pormenorizada del tema, en la que remarcó la unidad del pueblo boliviano que reclama de la Corte un veredicto en estricta justicia. Enseguida presentó como primer orador de su equipo a Payam Akhavan, de origen iraní, encargado de sustentar la tesis sobre “la obligación de negociar” como corolario a múltiples promesas incumplidas e insinuadas por Chile, a lo largo de 139 años.

Correspondió a la francesa Monique Chemillier-Gendrau refrendar a su antecesor con citas precisas enunciadas por autoridades chilenas. Cuestión de detalle, pero importante a la receptividad de los argumentos por parte de los jueces, fue que de uno a otro la alternancia lingüística ora inglés, ora francés, rompió la monotonía académica, incluso por el marcado acento catalán en la disquisición francesa del profesor Antonio Remiro Brotóns, quien justamente se detuvo en hondas reflexiones sobre la traducción de conceptos vitales para los alegatos, que no siempre reflejan la intencionalidad original.

Terminó la mañana de esta fase oral con la intervención del británico Vaughan Lowe, cuya peluca de cabellera empolvada imponía solemnidad, para apoyar su disertación sobre los cuatro elementos en que se respalda la “obligación de negociar”, en la que la buena fe resulta un elemento clave de la demanda.

Poco después de las 13.00 la jornada había llegado a su fin y la nube de camarógrafos, en su mayoría chilenos, aguardaba a Evo Morales, sin duda alguna el personaje faro del ejercicio. Tuvieron que trasladarse en cascada al Crowne Plaza Hotel, donde se convocó a la rueda de prensa.

La sala resultó pequeña para albergar los trípodes de la televisión y la enorme delegación boliviana compuesta de 45 personas acreditadas, además de los exiguos periodistas bolivianos, altamente sobrepasados por la contraparte chilena.

Morales leyó en un introito la posición boliviana y su disposición al diálogo. “Los bolivianos alentamos a que juntos construyamos un ambiente propicio al inicio de esta nueva era para el restablecimiento de relaciones diplomáticas”, auguró.

Una conducción staliniana de la conferencia solo permitió dos preguntas a reporteros chilenos que giraron en torno a la situación de Antofagasta evocada en sendas declaraciones de Morales y de su colega Sebastián Piñera en la misma mañana. Éste dijo que “Antofagasta ha sido, es y va a seguir siendo chileno”.

El acto concluyó con la entonación de la Marcha Naval, cuya letra precisamente alude el retorno del territorio de Antofagasta a la heredad nacional.

A la salida del presidente Morales del recinto, seguido en tropel por sus acompañantes, quedó solo el vocero Carlos Mesa, quien fue asediado inmisericordemente por decenas de periodistas chilenos que, literalmente, lo bombardearon con preguntas, interpelaciones y reclamaciones. El expresidente contestó, explicó y rebatió, lúcido como de costumbre, uno a uno los tópicos indagados.

Hoy, martes 20, proseguirá la fase oral por parte de Bolivia, ocasión que también contará con la presencia del presidente Morales.

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