Las elecciones generales de agosto no serán las primeras de un nuevo ciclo, sino las últimas del actual des/orden. No serán comicios de renovación, sino jubilatorios. Dentro de siete meses, pues, tendremos elecciones de transición.
La coyuntura crítica de principios de siglo jubiló a los tres partidos que dominaron el campo político de la democracia (im)pactada. Así, salieron de escena el MNR de Goni, ADN de Banzer y el MIR de Paz Zamora. Hoy, el primero es residual; el segundo, nominal; y el tercero, no existe. Partieron también las dos fuerzas neopopulistas: Condepa de Palenque y UCS de Max Fernández. Aquella desapareció y está se volvió local. Fue la implosión de las coaliciones multipartidarias de gobierno, unas más promiscuas y contranatura que otras. El modelo, que funcionaba, huyó en helicóptero.
Con la emergencia del MAS-IPSP y sus consecutivas victorias electorales desde 2005, con mayoría absoluta de votos, los remanentes/herederos del pacto neoliberal-republicano se especializaron en perder. Permanecieron latentes, pero en la congeladora: una oposición sin fortaleza ni proyecto político.
Llevan dos décadas en ello. Ahí están Manfred (ex ADN), derrotado en las urnas en 2002 y 2009; Tuto (ex ADN), fracasado en 2005 y 2014 (además de frustrado candidato en 2020); Samuel (ex MIR), perdedor en 2005, 2009 y 2014; y Carlos Diego (exfilo MNR), vencido en 2019 y 2020. Entre los cuatro perdieron nueve veces. Hoy dicen que “llegó su momento”.
Los comicios de 2025 ya golpean la puerta, con hacinamiento de precandidatos. En medio de la precoz guerrilla de encuestas, los números cuentan. En el campo de la oposición y su esquiva unidad, tenemos un primer (auto)jubilado, que esta vez no competía ni con el margen de error. En agosto, si acaso, se despedirán el resto (¿menos uno?). Y otros.
En el MAS-IPSP, sus dos caudillos son jubilados de facto. La implosión del instrumento político, sumada a un Gobierno fallido y errores toscos desde 2016, pasan factura. Evo, que ganó cuatro elecciones sucesivas (incluida la de 2019), hoy no puede vencer. Peor todavía: por obra de dos autoprorrogados del TCP y, si toca, por mano del TSE, no lo dejarán ser candidato. ¿Y Luis? Pese al aparato del nivel central del Estado y la fuerza del hiperpresidencialismo, en intención de voto, es el reverso de la inflación. Tendrán que remozar in extremis.
Salvando enormes diferencias, en clave de ciclos, estamos como en el período 2000-2005. Momento de crisis, que precede a la inflexión, que anticipa un cambio. En agosto habrá inflexión en el sistema político, con fragmentación y gobierno minoritario. ¿Y después de las jubilaciones? Importa el después.
Fadocracia abundante
1. Claro que este 24, a mediodía, estuve en la calle: compré dólares-bolivianos-euros, ollita de la abundancia, certificados de rigor (salud, trabajo, nido), compré objetos de deseo. Como en fiesta de pueblo, éramos multitud, unos más apurados/ostentosos que otros. 2. Las miniaturas pasaron por el rito de la bendición: que se hagan realidad, que se multipliquen, que sea con suerte. La creencia se riega con alcohol, se corona con flores, se consagra con humo. Sonreímos. 3. Linda tradición. Durante unos buenos minutos, somos abundantes. E incluso felices. Hay de todo. La esperanza es lo último que se compra. 4. Luego toca regresar al oficio, a la rutina, a casa. Las miniaturas se guardan, los billetitos se regalan, la abundancia se enfría. 5. En la hora siguiente, salvo la renovada ilusión, todo es lo mismo. Quedan promesas. 6. Mis compras de Alasita están a la vista. Soy copioso. Me faltaron libritos, y minicapibara, y pasaporte con saudade/fado 7. Este año, la fiesta de la abundancia, cuestión de fe, contrasta con la realidad de la escasez. Ah, si el Ekeko fuera presidente. Enflacaría en tres meses. Seguimos, Maga, seguimos.