Un celo policiaco imponen vecinos en los barrios de La Paz
Todo se degeneró tras la renuncia del presidente Evo Morales y los incendios más temprano en las viviendas de autoridades gubernamentales, entre ellas la del mandatario y la hermana de éste.

La noche del domingo, una ola de saqueos y ataques se desató en distintos barrios de La Paz, al punto de atentar propiedades privadas y particulares. Desde esa noche, el celo de los vecinos por el resguardo de sus barrios raya incluso en un control casi policiaco.
Todo se degeneró tras la renuncia del presidente Evo Morales y los incendios más temprano en las viviendas de autoridades gubernamentales, entre ellas la del mandatario y la hermana de éste.
La noche de terror siguió con saqueos y ataques a viviendas particulares en varias zonas de la ciudad. La característica de los desmanes era que turbas, armadas de palos y bombas molotov recorrían las calles de La Paz generando pánico en los vecinos.
Vecinos hicieron vigilias antes temor de ataques de grupos violentos
Los ataques continuaron el lunes, aunque amainaron por el desplazamiento conjunto de la Policía Bolivia y las Fuerzas Armadas en las calles. Pero esa noche, en distintas zonas de la capital, los vecinos se organizaron para hacer guardia de sus barrios y cuidar el ingreso de ajenos con la instalación de barricadas de todo tipo: calaminas viejas, adoquines, piedras, troncos y hasta alambres conectados a la corriente eléctrica.
El paso en las zonas estaba cerrado, un control casi policiaco se instaló en centenares de esquinas, calles, avenidas e intersecciones de la ciudad. Los vecinos montaron guardia armados de palos, toletes, cañerías de metal y otros objetos.
En calles desoladas, con fogatas improvisadas y mucho humo, los vecinos organizaron turnos toda la noche. Era difícil el paso, algunas personas habían optado por quedarse donde les pilló noche, muchos en sus trabajos y otros en viviendas de amigos o compañeros.
La Razón constató el celoso control de los vecinos. En la plaza de Uyuni, uno de ellos interceptó la madrugada de este martes el vehículo de transporte de personal, al que requisó sus pertenencias y el interior del motorizado. Una segunda requisa a los minutos del control develó la presencia en el lugar de policías vestidos de civil, pertrechados de gases lacrimógenos.
Hicieron uso de diferentes objetos para las barricadas
Otros vecinos amables, en Villa Fátima, exigían la presentación de documentos y una respuesta sobre adónde se estaban dirigiendo. El control era intenso en cada esquina, con la misma rutina y en algunos casos con firmes personas que incluso preguntaban el objetivo del recorrido a esa hora.
En San Miguel, una periodista fue obligada a parar su vehículo para el control. La comunicadora preguntó si era posible cruzar la barricada y la respuesta fue: “Bajo la condición de que revisemos el maletero”. Ante la negativa de la requisa y la disposición de la profesional de retornar la vía que ingreso, el hombre tuvo que darle paso.
En Achumani, una vecina fue advertida de quedar sin posibilidades de seguir su camino a casa si no lo hacía hasta antes de las 21.00 de este martes.
Aunque principalmente las avenidas están abiertas a la circulación vehicular, muchas intersecciones son difíciles de cruzar. Los vehículos tienen que buscar vías alternas para pasar los controles.
Preguntas como de dónde viene, a dónde va, en qué trabaja, en qué zona vive o, de las más fáciles de responder sin ponerse nervioso, si en su trayecto pudo ver a los vándalos. “Informe, informe”, decía la noche del lunes un joven en la avenida Tejada Sorzano, que estaba bloqueada casi todo el trayecto hasta cerca de la plaza Villarroel.
En muchos casos, la presentación del carnet o las credenciales es muy común.
En el día, muchas barricadas continúan, aunque en algunas pocas de ellas hay espacio mínimo para el paso de vehículos y personas.
Horas después de la renuncia del presidente Morales, decenas de incidentes delincuenciales ocurrieron en varias zonas de la sede de gobierno. Los vándalos saquearon negocios, quemaron la vivienda del rector de la UMSA, Waldo Albarracín, y destruyeron parte de la casa de la presentadora de televisión Casimira Lema, del Canal Universitario.
Las acciones resultaron una represalia, ese día, de parte de otros grupos de malhechores que temprano quemaron las viviendas del entonces ministro de Minería, César Navarro, y del que fuera hasta ese día presidente de la Cámara de Diputados, Víctor Borda. Ambos en Potosí, cuya dirigencia cívica estaba en conflicto con el Gobierno.
También fue incendiada la casa de la hermana de Morales, Esther en Oruro. Los ataques alcanzaron la propiedad del renunciante mandatario en Cochabamba, que fue saqueada por grupos de manifestantes y detractores.
Esa misma noche, desde su cuenta de Twitter, el candidato presidencial de Comunidad Ciudadana (CC), Carlos Mesa, reclamaba de la Policía Boliviana, ese día amotinada, ante la alerta de que los vándalos iban a cometer “una locura” contra su vivienda.
Lo más grave fue la quema de 64 buses PumaKatari en garajes de LaPazBus, el servicio de transporte municipal de La Paz, cuyas pérdidas alcanzaron los 11,7 millones de dólares, según el alcalde Luis Revilla.
En El Alto, otros grupos atacaron negocios, como el de Pollos Sofía, cuya propiedad creyeron que se trabaja del dirigente cívico cruceño Luis Fernando Camacho, que había movilizado a miles de manifestantes contra el gobierno.
Las barricadas se mantenían hasta esta noche. Algunos vecinos expresaron su esperanza en que la asunción de la senadora Jeanine Áñez, como presidenta del Estado en sustitución de Morales, pueda tranquilizar a la ciudad y devolverle seguridad a sus calles y barrios.