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Fueron gasificados tras marchar por horas con sus muertos en hombros para pedir justicia

“¡Asesinos!”, “¡asesinos!” gritaba una multitud que marchó por horas desde Senkata, en El Alto, cuando se plantó frente a un contingente policial-militar en el Obelisco, ya en el centro de la ciudad. Pedían justicia y llevaban en hombros los ataúdes de sus muertos, como un símbolo de su dolor y de la rebeldía que es parte de esa ciudad, con altos índices de pobreza.

La bandera boliviana y la wiphala cubrían dos de los féretros que eran llevados en hombros, otro estaba sobre un minibús. Uno era de color blanco y el resto café, todos estaban al frente de la multitudinaria marcha. De un momento a otro uno fue puesto sobre un vehículo militar de asalto que era la punta de lanza de un fuerte resguardo policial-militar que estaba en el lugar.

Mientras que desde la multitud gritaban a los uniformados “¡asesinos!”, “¡asesinos!”. Los increpaban a su paso frente a ellos, incluso les arrojaban diferentes objetos en una actitud desafiante.

Ya era difícil contener a la marcha en su avance con solo la presencia de uniformados. Cargados de sus ataúdes, incluido el que dejaron sobre el vehículo de asalto, sobrepasaron el primer cordón de seguridad policial-militar en el Obelisco. Segundos después se activó la represión con el lanzamiento de agentes químicos que dispersaron a los movilizados por diferentes calles aledañas.

Protestas junto a los ataúdes

En su huida dejaron en el piso, cerca del vehículo militar, dos de los ataúdes. Solo uno, quizá un familiar, se quedó agachado en medio de la neblina de los gases al pie de uno. No los iban a dejar ahí, volvieron minutos después y se los llevaron metros más arriba, cerca de la plaza San Francisco, el tercer féretro ya había sido evacuado sobre un minibús.

Muy temprano en la mañana empezaron su larga caminata desde Senkata, lugar de luto por los ocho muertos del martes, acompañados de campesinos de Potosí. Caminaron por varias horas hasta la Ceja, límite entre ambas ciudades, y descendieron a la ciudad por la avenida Naciones Unidas. Pedían justicia a su paso y enarbolaban wiphalas, un símbolo patria que había sido agraviado en medio del motín policial y la crisis que derivó en la renuncia de Evo Morales, el 10 de noviembre.

“Nos quieren matar, no lo vamos a permitir”, hablaba en voz alta y de manera desafiante, junto a los dos ataúdes, un hombre mirando hacia los militares y policías que se habían quedado en el Obelisco. Impotente, solo golpeaba con puño cerrado una de esas cajas que llevaba a una de las ocho personas que murieron a bala el martes, en el operativo que evacuó cisternas con carburantes desde la planta de Senkata a La Paz para paliar el ya difícil desabastecimiento.

La masiva marcha que descendía desde El Alto

A su lado, una mujer de pollera y con una wiphala, solo  atinaba a decir: “No tenemos armamento”.

Los policías ya habían empezado el operativo que se extendió por diferentes calles y avenidas hasta dispersar a la multitudinaria marcha que descendió desde Senkata, El Alto, por decisión de un cabildo. Muchos en moto y otro contingente a pie perseguían a los manifestantes en su huida para lograr, como al final lo hicieron, dispersarlos por completo.

“Que nos maten”, “vamos a seguir el bloqueo, que vengan”, arengaba una mujer en la calle Murillo y Mariscal Santa Cruz, en medio de llanto y rabia que le provocaba los efectos de los gases lacrimógenos. Otros trataban de reagrupar a los que escapaban, gritando: “¡Vuelvan!” “!vuelvan¡”, y otros más en ya como parte de decenas de manifestaban obligaban a cerrar a los comercios que estaban abiertos en ese momento.

Los militares, como ocurre desde que salieron a restablecer el orden, estaban en la segunda línea de seguridad en el Obelisco, a pocas cuadras de la plaza Murillo, que estaba con seguridad policial y militar en sus diferentes puntos de acceso. Por varias horas se extendió el operativo hasta que lograron controlar por completo la situación. Hay detenidos y heridos.

Los ataúdes fueron llevados hasta el atrio de la plaza San Francisco, ahí fueron subidos a un minibús que los llevó hasta El Alto, donde serán velados y sepultados. Forman parte de los ocho muertos del martes, cuando se evacuó de la planta de Senkata varias cisternas con gasolina y diésel, además de carros con Gas Licuado de Petróleo (GLP) hasta la ciudad de La Paz.

Mientras tanto no cesó el bloqueo en Senkata, en el Distrito 8 de una de las ciudades más jóvenes de Bolivia y con altos índices de pobreza. Ahora amenazan con radicalizar ese bloqueo que lleva ya varios días en demanda de la renuncia de la presidenta Jeanine Áñez.

Operativo policial en el centro paceño

Tras los muertos hubo ataques a la planta con dinamitas. Quemaron vehículos que estaban en el interior y derribaron un puente peatonal sobre la vía que horas antes habían usado los militares y policías para el operativo de abastecimiento de combustible. El Ministerio de Defensa alertó el miércoles de un cerco a la planta y advirtió que los militares evitarán su toma y ataque.

El Alto y ese distrito fueron en 2003 foco también de los conflictos que acabaron con decenas de muertos y la dimisión de Gonzalo Sánchez de Lozada.