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Masacre de Todos Santos, sangre en las calles, dinero y whisky en Palacio

Una comitiva militar de las tres fuerzas desciende sin prisa por la escalinata de honor de blanco mármol, atraviesa la doble arquería del patio y se instala en el hall de Palacio Quemado.

Allí un pequeño grupo de periodistas, bajo la vigilante mirada de militares en traje camuflado, espera el informe oficial sobre los sucesos de la madrugada ya con la certeza que cubrían el golpe de Estado número 54 en la historia del siglo XX del país.

Uno de ellos era Abel Ordoñez, “Monolo”, ya fallecido, que por entonces tenía por cobertura a esa fuente.

El experimentado periodista reconoció entre la comitiva militar a un antiguo ministro de Agricultura del dictador Hugo Banzer (1971-1978) que aguardaba, serio, a más periodistas para ofrecer una conferencia de prensa.

Ordoñez se acercó a él discretamente para despejar algunas de sus dudas.

“Cómo está coronel”, le dijo en voz baja, “¿de quién es el golpe?”.

“Mío, yo soy ahora el Presidente”, le respondió con fastidio Alberto Natush Busch, el nuevo caudillo militar que había elegido la fiesta religiosa de Todos Santos para derrocar a Wálter Guevara.

El presidente de facto Alberto Natush Busch

La “conversación” de aquella fría mañana del 1 de noviembre de 1979 con Natush, era para “Monolo” una de las anécdotas que contaba divertido en su larga trayectoria periodística.

En la madrugada de aquella jornada, los regimientos Tarapacá e Ingavi ocuparon la ciudad de La Paz y desplazaron tanques de guerra en la plaza Murillo para el resguardo de los nuevos inquilinos del histórico edificio.

Ángel Rolando Soliz del Monte, un antiguo funcionario que trabajó casi 40 años en Palacio, al que ingresó en 1974, relató hace algunos años la experiencia de aquellos agitados días en los que Natush convirtió a la casa de gobierno en su cuartel general.

En el Palacio

“Todo el hall de Palacio era lleno de soldados. Diferentes grupos militares venían, dormían en el edificio; los soldados apostados en los pasillos estaban en apronte, salían a la guardia y volvían y era una fetidez insoportable porque no podían cambiarse ni hacer su higiene personal”.

Ya en el primer día del golpe, las organizaciones de derechos humanos calificaron a aquella jornada como la «Masacre de Todos Santos».

Y es que miles de personas salieron a resistir al nuevo régimen y durante dos semanas desde las calles de La Paz, El Alto, Cochabamba y los centros mineros se enfrentaron a tanques de guerra y a las balas disparadas por el ejército leal a Natusch.

“Durante los 15 días del golpe no hemos salido de acá, estábamos encerrados. Yo solo llamaba por teléfono a mi casa para que hasta dos cuadras de aquí me hicieran llegar ropa”,  contó Soliz del Monte.

La situación de extrema tensión en el país, ya con cientos de muertos y desparecidos, obligó también a quienes dirigían las operaciones militares desde Palacio a permanecer en el edificio.

Tanques militares resguardando la plaza Murillo

El director administrativo de entonces, señaló el funcionario, transportaba desde los galpones de la Aduana a la plaza Murillo todo lo necesario para pertrechar a los sublevados: “Cigarrillos, jaboncillo y, sobre todo, whisky”.

Soliz narró que por aquellos días el comentario general en los pasillos de Palacio era que el Presidente de facto estaba ebrio, que no era consciente de sus actos por la bebida y que, por eso mismo, no concedió ninguna entrevista a los medios de comunicación.

“Él estaba encerrado en su despacho, no salió ningún día y el Palacio era como su casa porque aquí mismo había un pequeño departamento privado donde tenía su cama. Dormía, salía al despacho y volvía a su cuarto. Así fue su vida durante los 15 días”.

Mientras en el Palacio de Gobierno corrían las bebidas alcohólicas, en las zonas obreras del Cementerio General, Munaypata, Villa Victoria, y la Ballivián de El Alto, donde la resistencia era más fuerte, corría la bala que vomitaban desde el aire los T-33.

Obreros, estudiantes y vecinos abrieron zanjas a modo de barricadas en las calles del centro de la ciudad de La Paz y el llamado a la resistencia por la Central Obrera Boliviana (COB) era ya general en todo el país. No se defendía al Presidente depuesto, sino a la democracia misma.

El régimen de Natush intentó aplastar la resistencia con una política de extrema violencia y en ese camino más de cien personas fueron asesinadas.

Clausura de medios

Se clausuraron medios de comunicación, se impuso las cadenas radiales, todas conectadas a la emisora oficial, se aplicó la censura de prensa y entre los cientos de detenidos en los recintos carcelarios los periodistas no eran la excepción.

El régimen se debilitaba, pero para mantenerlo vigente, señaló con puntualidad Ángel Soliz, los comandantes de las grandes unidades y los ministros “venían por plata” y exigían al director administrativo de esa época, Hugo Prado, el desembolso inmediato.

“Él manejaba la parte económica y prácticamente todos los comandantes de regimientos, ministros, comandantes de grandes unidades venían por plata”.

Natush, sin el control de la situación por la resistencia social y necesitado de apoyo de sus camaradas, ordenó el asalto a las bóvedas del Banco Central de Bolivia, como lo reflejan insistentes versiones periodísticas difundidas tras el golpe.

“Fue muy grave porque sacaron plata de las bóvedas en camioneta. Inclusive aquí en el hall de Palacio se ha reventado una de las maletas y se ha derramado la plata por el piso”, rememoró.

Alberto Natush Busch rodeado de militares y periodistas

Custodiados por tanques de guerra y centenares de militares, la situación en el Palacio de Gobierno durante los 15 días del golpe transcurrió de forma tranquila.

Pero la reacción popular y la división en el seno mismo de las Fuerzas Armadas obligaron a los pocos días a los golpistas a ceder el poder a la presidenta del Congreso Nacional, Lydia Gueiler.

En 1981 el propio Natush encabezó una sublevación de la guarnición de Santa Cruz, que si bien fracasó, activó el descontento general que llevaría a dimitir al presidente de facto Luis García Meza.

(02/11/12)