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Mineros, campesinos, indígenas y jóvenes se funden en apoyo a la nueva administración

La agitada vida de la plaza Murillo ─con sus bellas esculturas femeninas de mármol blanco que representan las estaciones del año y a las cuatro musas de las artes─ amaneció el domingo con un fuerte resguardo policial militar.

“Kilómetro cero”, indica una placa en uno de sus costados para describir que desde ese lugar ─donde se ubican reliquias arquitectónicas como el famoso Palacio Quemado, el Congreso Nacional, la antigua Catedral Metropolitana, el Museo Nacional de Arte y el Hotel Paris─ se extiende a los cuatro vientos de la amplia geografía nacional de 1,09 millones de kilómetros cuadrados.

Y de los cuatro puntos cardinales del país llegaron para rodear el perímetro de la misma plaza, de verdes pastos y flores de primavera, organizaciones indígenas, campesinas y urbanas, base del Movimiento Al Socialismo (MAS), partido de Arce y de su vicepresidente, el indígena aimara David Choquehuanca.

Elegantes damas, autoridades, artesanos y mineros, la humilde campesina, el laborioso artesano, el indígena de tierras bajas y la alta montaña, jóvenes de la ciudad y el campo se fundieron en un movimiento gigantesco de apoyo a la nueva administración gubernamental.

El MAS comenzó en la década de los noventa como un partido de los productores de hoja de coca del trópico de Cochabamba, pero ascendió al poder con el respaldo de campesinos e indígenas, sectores de la clase media, de la pequeña y mediana empresa y también de la burguesía financiera y comercial.

Un movimiento político, con una forma inédita de base colectiva, que el 18 de octubre le permitió a Arce y Choquehuanca ganar las elecciones del 18 de octubre con 55.1% del voto ciudadano.

Con la aplastante victoria en las urnas, el binomio ganador, como lo hizo Evo Morales en 2006, presentó el pasado viernes una ofrenda a la Pachamama en las ruinas de Tiwanaku donde recibió el simbólico bastón de mando originario.

En la Asamblea, con el Rey de España, Felipe VI, como invitado de honor, presidentes y expresidentes de la región y el país, y el mundo por televisión y en redes sociales, juraron al cargo Luis Arce y David Choquehuanca como lo establece la Constitución.

La comitiva que los trasladó al recinto legislativo ─integrada por ciudadanos de la ciudad, el campo y pueblos indígenas─ resumió la plurinacionalidad de la nacionalidad boliviana andino amazónica.

Abrazo

En el perímetro de la plaza, a dos calles de ella, en la concentración para los honores militares y el desfilo cívico, dos antiguos ayllus, rivales desde los primeros tiempos de la República, se fundían en alegría, casi en un abrazo fraternal, cuando Luis Arce juraba como sexagésimo séptimo presidente de Bolivia y segundo del Estado Plurinacional.

Los pueblos Laymi, del norte de Potosí, y Qaqachaca, del sur de Oruro se despedazaron por 194 años en venganza de agravios o disputando pedacitos de tierra estéril, en las altas soledades donde fueron reducidos en tiempos antiguos.

Durante el discurso de los nuevos mandatarios, con sus monteras de guerra y su ropa originaria de vivos colores, compartieron la peatonal calle Comercio sin fricciones ni hostilidad. Algunas mujeres sollozaban, quizá de alegría.

Muchos de ellos asentaron con la cabeza cuando por los altovoces y la radio se escuchaba a David Choquehuanca hablar de la unidad, de valores, de la cultura milenaria de la vida y “de los ayllus, del que fluye todo lo que existe”.

El sonido de un pututu, profundo y potente, acompañó el discurso del nuevo mandatario en señal de aprobación cuando éste recordó que el voto ciudadano, que convierte al MAS durante este periodo constitucional 2020-2025 en mayoría, “es la conciencia de un pueblo que no quiere libertad para unos cuantos, sino para todos”.

En plaza Murillo y en el “cerco” que se extendió a su alrededor, en esa mezcla de casco urbano antiguo y moderna arquitectura, miles de ciudadanos rindieron en respetuoso minuto de silencio un homenaje a las personas que fallecieron entre octubre y noviembre de 2019.

Una triste melodía, de una corneta militar, arrancó al principio de la ceremonia melancolía en ese eterno instante de 60 segundos y que al final del discurso del presidente Arce, que se quebró en dos momentos, se transformó en muestras de alegría al ritmo de bombos, charangos, zampoñas, pututus, quenas y pinquillos.

(08/11/2020)