LR en la Memoria

Thursday 25 Apr 2024 | Actualizado a 19:48 PM

Los senadores que impusieron la presidencia de Jeanine Áñez

Los instigadores de la inconstitucionalidad llegaron a puertas del Senado, cerradas por Óscar Ortiz, Arturo Murillo y Jeanine Áñez para cocinar la materialización de la sucesión.

/ 20 de junio de 2021 / 00:04

Aproximadamente a las seis de la tarde del domingo 10 de noviembre de 2019, en la residencia de la Embajada de México situada en la exclusiva Rinconada de la ciudad de La Paz, llegó, vía celular, un mensaje que confirmaba las renuncias de Evo Morales y Álvaro García Linera a la presidencia y vicepresidencia del Estado Plurinacional de Bolivia. El mensaje era taxativo, pues se trataba de una instrucción que no admitía debate: los representantes parlamentarios del MAS en la línea sucesoria constitucional debían renunciar a sus cargos para que no se produjeran dudas acerca de las características conspirativas y golpistas con las que se estaba operando la sucesión presidencial.

En tal escenario, Evo Morales y Carlos Mesa coincidían, por motivaciones obviamente opuestas, en que Adriana Salvatierra no debía asumir la presidencia del Estado. El argumento de preservar la vida de Evo era una prioridad y por ello, el lunes 11 de noviembre, en reunión realizada en la Universidad Católica con los articuladores de la anulación de las elecciones y la renuncia de Morales, a fin de acelerar los acontecimientos, se trataba en primer lugar de generar las condiciones para la salida de Bolivia de los exmandatarios, sanos y salvos. La violencia, los secuestros, las quemas de viviendas de parlamentarios y dirigentes, las órdenes de detención policial contra dirigentes masistas, pero sobre todo contra quienes formaban parte de la línea sucesoria constitucional eran objeto de una gran manipulación mediática para generar la versión de una pretendida —¡y heroica!— gesta civil.

Un oficial coloca la banda presidencia a Jeanine Áñez. Foto: Óscar Ortiz

Tuto Quiroga se encargó de comprometer al comandante de la Fuerza Aérea, general Jorge Gonzalo Terceros, para que tal condición, previa a cualquier diálogo, se cumpliera. Las representantes del MAS que conversaron con Quiroga entre el  lunes 11 y el martes 12 no sabían que cuando Morales, García Linera y Gabriela Montaño aterrizaron en Chimoré (domingo 10 por la noche) estaban siendo inicialmente conducidos a la zona militar del aeropuerto muy probablemente para ser detenidos, decisión cambiada por el piloto de la nave ante una advertencia hecha por García Linera, que dijo que con la marea cocalera que esperaba en la plataforma principal podía generarse una tragedia espeluznante. Una vez en tierra, los exmandatarios y la exministra de Salud fueron envueltos por sus compañeros hasta ser internados monte adentro, donde policías y militares no pudieran llegar para capturarlos.

Para Evo Morales el golpe se tornaba en la estrategia perfecta, el hecho político que borraría casi mágicamente la ira que provocó violar la voluntad ciudadana del referéndum del 21 de febrero de 2016. Para los instauradores de la versión del fraude era la oportunidad de expulsar al MAS del poder y para siempre, y es ahí donde encaja la declaración de Mesa del mismo domingo 10: Salvatierra o cualquier otro masista no debían acceder a la sucesión presidencial, lo que en otras palabras significaba violar el artículo 169 de la Constitución y el reglamento de la Cámara de Senadores que exige la composición de la directiva con los representantes de la bancada mayoritaria en la presidencia y en la primera vicepresidencia.

Bronca

Mesa actuaba movido por la bronca de la derrota. En su fuero interno sabía que había perdido en las urnas y la estratagema en sociedad con los observadores de la OEA enviados por Luis Almagro era armar un escenario insoportable: los masistas, no contentos con haber escamoteado el resultado del 21F a través de una figura forzada por el Tribunal Constitucional —ser reelegible como derecho humano—, pretendían imponer un triunfo viciado de nulidad, del que hasta el día de hoy, dicho sea de paso, no se tienen pruebas fehacientes e irrefutables. A partir de ese momento, a Evo le empezaba a funcionar la instalación de la matriz del golpe de Estado, cosa que probablemente no hubiera sucedido si Mesa, Camacho y compañía optaban por política con la cabeza y no con el hígado, orientando su estrategia a que el MAS asumiera la sucesión según el precepto constitucional para someterlo a un desgaste final con la convocatoria a elecciones en 90 días y en ese breve lapso, lograr que la victoria contra Evo se diera en las urnas, legítima e irreversible, frente a otro binomio azul.

Mesa, Doria Medina, Ortiz, Jerjes Justiniano representando a Luis Fernando Camacho, Tuto Quiroga y sus “facilitadores” hicieron todo lo contrario. Decidieron y actuaron de acuerdo a lo que el MAS necesitaba para recomponerse en el lapso que al final se extendió por casi un año, aunque el precio en vidas humanas terminara siendo irreparable. Primero con Evo viajando entre México, Buenos Aires y La Habana en plan víctima internacional, recibido con honores y gestos de admiración por los presidentes Andrés Manuel López Obrador y Alberto Fernández. Segundo, intensificando una campaña sobre la ilegalidad/ilegitimidad de la presidencia asumida por Jeanine Áñez, que facilitó aún más las cosas cuando fue proclamada candidata (alianza Juntos) con el propio Mesa afirmando que con su intempestiva decisión se podría pensar que efectivamente su gobierno era producto de un golpe de Estado.

Evo decidió que Salvatierra no asumiera la presidencia del Estado para cuadricular como golpistas a quienes forzaron su renuncia. Mesa se hizo el despistado con la sucesión constitucional, convencido de que el MAS quedaría afuera del poder sin opciones de retorno. El tiempo transcurrido nos informa que la sagacidad del cocalero bloqueador de carreteras terminó imponiéndose a la ilustración desangelada del candidato de Comunidad Ciudadana, perfectamente mal asesorado. La sucesión que se produjo fue un garabato producido en tres reuniones —la primera sin representantes del MAS— auspiciadas por curas, embajadores de la derecha internacional y un par de exdefensores del Pueblo en las que las representantes del MAS —Salvatierra, Rivero, Morales — se limitaron a decir que no podían actuar sin consultar previamente a sus bancadas. Aguantaron y dieron la cara frente a unos mediadores con la camiseta opositora bien puesta bajo la dirección de monseñor Eugenio Scarpellini, secundado por el embajador de la Unión Europea León de la Torre.

Los hechos quedaron a la vista de la ciudadanía. Los negociadores —los expertos en Derecho Penal los llamarían instigadores— armaron las condiciones para una sucesión trucha, usando un comunicado de prensa del Tribunal Constitucional que seguramente era “lo más cercano a la Constitución” según Waldo Albarracín —el ipso facto pensado por Luis Vásquez Villamor—, poniendo en entredicho su transparencia como abogado con experiencia en derechos humanos, pues bien sabe que no hay un instrumento legal interpretativo para determinar, en este caso, la sucesión constitucional que llega solamente hasta el presidente de la Cámara de Diputados, y de ninguna manera a una segunda vicepresidencia por minoría del Senado, tal como aconteció con Jeanine Áñez, por más que otros abogados de dilatada trayectoria pública, para comenzar el propio Vásquez Villamor, argumentaran el “derecho prevalente (evitar un supuesto vacío de poder), porque fue imposible lograr el quórum con la bancada oficialista por su falta de voluntad”, una falsedad que la propia Adriana Salvatierra se ha encargado de desmentir en entrevista con la directora de La Razón, Claudia Benavente (Piedra, papel y tinta, 17 de junio de 2021).

Sucesión

Los negociadores o instigadores de la inconstitucionalidad llegaron hasta las puertas del Senado que el 12 de noviembre fueron cerradas por Óscar Ortiz, Arturo Murillo y Jeanine Áñez para cocinar la materialización de la sucesión: 1) El senador Ortiz acompaña en helicóptero a la senadora Jeanine Áñez a una reunión con Luis Fernando Camacho. ¿Los militares operativizando el cambio de mando presidencial? Sí. Los mismos que le sugirieron a Evo Morales renunciar. 2) El senador Murillo reconoce ante un funcionario del Senado que lo que van a perpetrar es inconstitucional, pero que hay legitimidad conseguida con las movilizaciones callejeras. 3) Jeanine Áñez recibe a la jerarquía de la Iglesia Católica en el despacho de la presidencia del Senado, oficina de la que dispone sin pedir permiso cuando todavía ni siquiera se había armado el sainete con el que se la habilita como presidenta de la Cámara Alta. 4) No hay registro de instalación de sesión de la Cámara en que se elige presidenta del Senado a Áñez, ni siquiera una sin quórum. Lo que se produce es nada más que un simulacro. 5) El senador Ortiz controla los accesos al edificio de la Asamblea Legislativa Plurinacional con “pititas”, policías y militares. Salvatierra y Rivero, presidenta en ejercicio de la Cámara de Diputados, son impedidas de ingresar a la plaza Murillo por los uniformados (miércoles 13 por la tarde), uno de los cuales zamarronea a la presidenta del Senado y amaga con llevársela detenida, incidente que no tiene registro audiovisual, o que si existe fue cuidadosamente archivado por los medios afines a la conspiración senatorial. 6) El senador potosino Edwin Rodríguez, que en su momento formara binomio por los Demócratas junto a su colega Ortiz, y renunció a su candidatura para apoyar entre líneas a Mesa, es sustituido por su suplente sin justificación alguna. Él manifiesta que había entablado negociaciones con senadores del MAS para recomponer la directiva de la Cámara. 7) Los senadores del MAS Omar Aguilar, Efraín Chambi y Eva Copa establecen trato fluido y continuo con su excolega senador Murillo que el 13 de noviembre jura como ministro de Gobierno. Conforme se va consolidando el régimen de facto, Copa elude comunicarse con Evo Morales, que en ese momento ya se encontraba en Ciudad de México en calidad de asilado político. 

Jeanine Áñez con el clero de la Iglesia Católica antes de proclamarse. Foto: RTP

De facto

El 24 de enero de 2020, Jeanine Áñez ya no era solo presidenta transitoria de facto. Se convirtió en candidata para las elecciones que serían dos veces pospuestas con el pretexto del “estado de excepción” al que nos somete la invasión del coronavirus. Sus colegas senadores recibieron datos de una encuesta que la apuntaban como la opción de la unidad para enfrentar al MAS. Se emocionaron de tal manera con la posibilidad que creyeron tocar el cielo con las manos y en ese exacerbado estado de ánimo gobernaron operativizando tareas, que ahora se develan: 1) Decreto que libera de responsabilidades penales a militares ante la inminencia de la represión y masacre en Sacaba-Huayllani, Senkata y El Pedregal. 2) Combate a la pandemia con la compra irregular de unos respiradores que nunca funcionaron. 3) Combate a “sediciosos” y “terroristas” con gases lacrimógenos que también se compran a través de un business armado entre Murillo y sus amigos de juventud expertos en la materia, prófugos de la Justicia paraguaya, entre otros datos de prontuario. 4) Criminalización, persecución, apresamiento, detenciones domiciliarias, detenciones en centros médicos, extorsiones concertadas entre el poder político y fiscales, torturas, conjunto de acciones represivas contra exautoridades, dirigentes sociales, empresarios y exfuncionarios gubernamentales de la última administración de Evo Morales. 5) Puesta en funcionamiento de un aparato persecutor mediático (Unitel, Brújula Digital, Página Siete y un largo etcétera) con participación de civiles que hacen vigilias en puertas de domicilios particulares a cambio de vales para hamburguesas. 6) Permisividad con organizaciones irregulares como la Resistencia Juvenil Cochala que siembran el terror en la zona Sur de la ciudad. En resumidas cuentas, violaciones a los derechos humanos a la orden del día. ¿Y la presidenta de la Asamblea Permanente, Amparo Carvajal? Bien, gracias. Sigue en el cargo.

Hacia los seis meses de su ejercicio, el de Áñez se consolidó como un gobierno virulento en el literal sentido de la palabra. Murillo amenazaba, reprimía y giraba de cacería por todo el país. Ortiz continuó como senador hasta que en junio se contagió de COVID-19 ya como ministro de Desarrollo Productivo, que lo dejó fuera de combate por aproximadamente un mes para regresar directamente en julio a ocupar la cartera de Economía y Finanzas Públicas. Ortiz estaba en todas y en el show televisivo de estos días no figura. Parece haber quedado convenientemente escondido, perdiéndose de vista su rol como negociador en las reuniones de la Universidad Católica y como parte del equipo de senadores junto al propio Murillo, Áñez y Yerko Núñez de una sucesión en que una parte del partido de Rubén Costas, los verdes del Movimiento Demócrata Social (MDS), es decir ellos mismos, tomaron el control del gobierno.

Una vez capturado y consolidado el nuevo poder, los senadores Ortiz, Murillo y Núñez, según diversas versiones periodísticas, efectuaron declaraciones públicas vinculadas a aprietes contra empresarios sindicados por afinidad al MAS, que sufrieron presiones y extorsiones judiciales, y de otros negocios vinculados al diésel y a la gasolina.

Luis Fernando Camacho, protegido por un aparato de expertos guardaespaldas extranjeros durante los 21 días de la crisis de 2019, hijo de un empresario al que se vincula con el paramilitarismo del golpe de Banzer en 1971, es de convicciones anticomunistas, lo mismo que Tuto Quiroga y Óscar Ortiz, de acuerdo al manual de las dictaduras militares de los años 70. Al igual que Mesa y Doria Medina coinciden en que era hora de eliminar del sistema político a Evo Morales, un nacionalista de izquierda,  defensor de la soberanía de los recursos naturales, y de ninguna manera un socialista o comunista como lo pudieron haber sido Fidel Castro y el Che Guevara. Ese enceguecimiento caracterizado por una equivocada lectura sobre su perfil ideológico, los llevó a actuar de manera precipitada y sin horizonte estratégico. No previeron que a Murillo y a su aparato no les interesaba el país, ni proyecto político alguno. Solamente llegaron a tomar el poder para hacer unos cuantos negocios groseros que les pudieran asegurar el futuro cuando éstos quedaran fuera de la actividad pública.

Plan B

El Plan B era Jeanine presidenta. Sí o sí. Habría que corregir al autor de la frase, Samuel Doria Medina, en sentido de que ese fue desde un principio el Plan A de representantes políticos, Iglesia Católica y Unión Europea. Y para su ejecución armaron una figura pretendidamente jurídica en forma de comunicado institucional que no se sostiene constitucionalmente. Los participantes de las reuniones de la Universidad Católica fueron los negociadores del golpismo. Los senadores Ortiz, Murillo, Áñez, y un poco más atrás Núñez, son los autores de la consumación de los hechos. Un golpe de Estado es la toma ilegal del poder, más específicamente de la presidencia de un país, y eso es lo que sucedió entre el 10 y el 12 de noviembre de 2019.

Jeanine Áñez ha sido la víctima propiciatoria de este plan alocado, producto de la ansiedad y un grado de improvisación de gravísimas consecuencias para Bolivia. El golpe, a la larga, fue funcional al MAS. Regresó al poder luego de un paréntesis de un año con un contundente triunfo en las elecciones del 18 de octubre de 2020, sin que se necesitara al insustituible Evo en la papeleta. El precio más alto de este atentado contra la institucionalidad democrática es el de la masacre de 37 ciudadanos, cuyas familias hasta ahora no encuentran justicia.

La Razón publica una serie de artículos relacionados con el poder y los medios de comunicación en Bolivia. El periodista Julio Peñaloza Bretel investiga trayectorias de la esfera política con peso específico, así como las relaciones complejas y conflictivas entre personalidades públicas y la estructura mediática urbana dominante. La base de esta propuesta está inspirada en la necesidad de acudir a la memoria para combatir el olvido y el desconocimiento.

La Razón publica una serie de artículos relacionados con el poder y los medios de comunicación en Bolivia. El periodista Julio Peñaloza Bretel investiga trayectorias de la esfera política con peso específico, así como las relaciones complejas y conflictivas entre personalidades públicas y la estructura mediática urbana dominante en el país. La base de esta propuesta está inspirada en la necesidad de acudir a la memoria para combatir el olvido y el desconocimiento.

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LLAKI: un viaje de cuerpo y alma en clave kallawaya

El director Diego Revollo estrenó su película documental el 18 de abril en la Cinemateca Boliviana

La cinta boliviana está dirigida por Diego Revollo y producida por Miguel Nina.

Por Julio Peñaloza Bretel

/ 21 de abril de 2024 / 06:49

Lunlaya es el lugar en el mundo en el que un niño comienza narrando de cuántas vacas dispone su comunidad: 16. Trepa hacia lo más alto de un cerro para revisar si están todas, y en ese trayecto cuenta como el cóndor ataca al ternero y dice que si luego de someter al mamífero van apareciendo más cóndores, significa algo así como el arribo de la destrucción, de la rapiña que destroza y mata. Ese mismo niño juega y ríe con una maquinita entre sus manos, y repite hakuna matata, frase que hiciera universal El rey león, cinta de la poderosísima transnacional del audiovisual Disney. Es muy probable que ese niño de sonrisa luminosa no sepa que hakuna matata significa “no hay problema”, “sé feliz” o “no te preocupes” y que pertenece a la lengua africana suajili (Tanzania, Kenia, Uganda), que la canción de la película de animación que ha circulado por todos los mares y continentes fue compuesta por Elton John y Tim Rice y que con el impulso de la voracidad mercantil, Disney se la apropió, lo que provocó la indignación de sus hablantes originarios.

Si introduzco el abordaje de Llaki con esta referencia a Disney es porque se debe tener presente, ahora más que antes, que prácticamente ya no existe rincón en el mundo que no haya sido penetrado por la dominación informática y tecnológica, pero que a pesar de ello, todavía es posible encontrar una inquebrantable resistencia cultural de los habitantes inmersos en sus orígenes, desde la respiración hasta la piel, exponiendo su granítica identidad, y en este caso, esa notable y casi milagrosa fusión entre la materialidad de la sanación ancestral y la espiritualidad con la que se viaja hacia las profundidades de la naturaleza y sus bondades que alimentan y curan, que conducen al inacabable viaje hacia la comprensión de que sanar significa no necesariamente superar plenamente una enfermedad, sino asumirla desde los límites humanos a partir de un laborioso reaprendizaje de construcción de la identidad/entidad humana hecho de músculo y hueso, pero en primer lugar de pensamiento y sensibilidad.

En un radio receptor popularmente llamado radio canchera, de esos en los que se escuchaban las transmisiones de partidos de fútbol décadas atrás, un locutor hace una mención al “Estado Plurinacional de Bolivia” sin más, único elemento informativo acerca del país del que forma parte la familia kallawaya Ortíz Ramos, que dialoga e interactúa con los Revollo, hijo y padre, cineasta y médico urólogo, formados en universidades convencionales del occidente urbano, que acuden continuamente a Lunlaya sin el mínimo atisbo de ese paternalismo conservador que suele subestimar la vida rural en la que tiempo y espacio difieren de la vorágine del mundanal ruido de las ciudades.

La combinación de fotografía fija, que se constituye en memoria de viaje, con planos generales de un lugar en que la magia no es folklore ni exotismo étnico, y los primeros planos de sus protagonistas, hacen que Llaki pueda sustentar su marca audiovisual a partir del sentido en el que no aparece una intención de “hagamos una película sobre los kallawayas”, sino más bien un viaje existencial que genera como consecuencia un documental en el que la experiencia intercultural de sus participantes enfatiza la riqueza de la comunicación, a través del registro de la calidez de rostros y gestos y la calidad de los testimonios a través de las breves narraciones de esos que son simultáneamente guías espirituales y sanadores.

Diego Revollo, luego de sufrir la pérdida auditiva del oído izquierdo y experimentar una parálisis facial parcial, imposibilitado de encontrar respuestas médicas en la consulta del especialista que trabaja en hospitales y clínicas —la medicina suele no ofrecer soluciones a muchísimos males desde la frialdad científica—, se decide a viajar y escuchar las voces que nacen de otros saberes sobre los procesos de curación que no terminarán resolviendo una limitación física, pero sí le permitirán descubrir una nueva manera de comprender, asumir y cultivar su interioridad humana: Una de las voces abrigada por fuegos de leño nocturnos reflexiona con la sabiduría que da la experiencia acerca de nuestra incapacidad humana para agradecer todo lo que la madre tierra nos provee, que así como nutre puede destruir: el fuego que nos abriga, puede también quemarnos.

Llaki es una experiencia cinematográfica, y por lo tanto, bastante más que sólo una película.  Completa una década de cercanía, y por lo tanto confianza y afectividad, entre el director de la película, su propio padre, su pequeña hija y su equipo en diálogo continuo con la familia Ortíz Ramos, que certifica el valor identitario de la cosmovisión kallawaya en la que su ritualidad cotidiana privilegia espíritu y naturaleza como sentido existencial y es a partir de estos términos que debe ser leída como narración del acercamiento humano y los rasgos esenciales de una cultura que ha trascendido fronteras y ha sido reconocida en sus cualidades originarias.

La palabra con la que se titula la película significa tristeza, melancolía o pesadumbre, pero a partir de su irrupción, con sus hallazgos y certezas, Llaki termina resignificando el renacimiento y el encuentro donde se impone la horizontalidad en la comunicación en clave de respeto por las convicciones mutuas.

También puede leer: Lazos de vida

Ficha Técnica

  • Título LLaki. Dirección: Diego Revollo.
  • Fotografía: Miguel Nina y Mauricio Ovando.
  • Música: Jorge Zamora (Zamorita).
  • Casa productora: Transbordador Audiovisual.
  • Con la participación de: Aurelio Ortiz, Juan Ortiz Jiménez, Melisa Ortiz, Valentín Ortiz, Justina Ramos, Apolinar Ramos, Fernando Revollo, Amaya Revollo. Duración: 72 minutos. AÑO: 2023. PAÍS: Bolivia.

Texto: Julio Peñaloza Bretel

Fotos: Transbordador Audiovisual

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La vara que dejó García Linera

/ 20 de abril de 2024 / 00:00

En tiempos de una cada vez más aplastante mediocridad, Alvaro García Linera está desaparecido. Por decisión propia. Porque los tiempos que corren así parecen aconsejarle. E incluso se podría llegar al extremo de pensar que ante tanta burrada cotidiana, a él, como a algunos más, les tiene que provocar flojera dar batalla en simulacros de guerras repletas de soldaditos de plomo.

En estos tiempos de descalificación de azules contra azules, García Linera, a lo largo de más de un año, ha ofrecido unas cuantas entrevistas por streaming, radio y TV (dos con este periodista) y parece no estar dispuesto a formar parte de la fotografía diaria de un paisaje gris en el que el entrenador de San Antonio de Bulo Bulo, Thiago Leitao, sobresale por astucia al desafiar a un poderoso empresario diciéndole que podrá estar enterrado en millones de dólares, pero que de fútbol no entiende nada, luego que su humilde y principiante equipo del Trópico de Cochabamba eliminara a Bolívar del torneo de un fútbol que de profesional tiene solo el nombre.

García Linera está desaparecido. No está. No quiere estar. Sabe exactamente lo que está sucediendo con Bolivia, pero se niega a responder más allá de la sensatez y la lógica con la que se deben leer los hechos que producen las coyunturas, esas efímeras etapas de las que se alimenta el periodismo y que así como se encienden y relampaguean un par de días a partir de algún hallazgo estremecedor o de algún hecho que produce rabia de impotencia, al tercer día pueden desaparecer de los escenarios públicos por falta de seguimiento, y peor incluso, por falta de compromiso con el rigor crítico, por la laxitud a la que invita este tiempo en que todo lo público, o casi todo, se iguala para abajo, con afirmaciones como esa de que la Ley 348 sería una ley “antihombres”, o que el Tribunal Supremo Electoral juega políticamente a favor de unos en perjuicio de otros, como si no existieran leyes, reglas de juego, estatutos y reglamentos, es decir, un mínimo ordenamiento jurídico y una mínima institucionalidad.

La vara que el vicepresidente de Evo Morales ha dejado, se ha convertido en inalcanzable y por lo tanto en insuperable. En los mejores momentos gubernamentales del evismo,  se podía percibir una gran mística de los equipos de trabajo con los que se encaraban las obligaciones de un Estado redimensionado desde la laboriosidad teórica de García Linera y las convicciones prácticas de quienes hacían funcionar la maquinaria para que tuviéramos un país, ese país que en algún momento estaba comenzando a ser de todos, sin que nadie quedara afuera de la lucha y de la fiesta, del combate y la celebración, sin que nunca más, desde esa combinación entre lo indígena y plurinacional, y la filosofía marxista, pudiéramos tener una Bolivia en que apellidar Mamani, Quispe, Tomichá o Parabá fuera motivo de vergüenza y resignación, para convertirse en razón de vida nacional popular, lo que significa que aquí no hay comunismo, señoras y señores. Aquí lo que puede haber son algunos comunistas de corazón y formación, pero no comunismo como se concibe desde la paranoia camachista, microclima en el que pululan agentes del retorno al orden del racismo, la discriminación, y los ricos blancoides sometiendo con palo y zanahoria a los mugrosos indios de mierda masiburros, cruce de llama con monolito… ¿O no hablan así en los salones de las “fraters”, los militantes de la logia y del exterminio?

Tiene que resultar cuando menos desagradable que se trate de traidor a quien se ha quemado las pestañas por construir una estrategia política y cultural en que lo indígena y lo campesino se fundieran a través de lo originario. Tiene que resultar decepcionante para García Linera que Evo Morales se haya olvidado que fueron un tándem virtuoso durante casi tres lustros para gobernar el país, con la visión conceptual de uno y el potente liderazgo del otro.

El día que Alvaro García Linera dejó de gravitar en la política y en lo político de Evo Morales, el líder perpetuo de las seis federaciones cocaleras del Chapare bajó de los aviones del liderazgo internacional al barro de las carreteras en el que manda la bazofia verbal de Héctor Arce, ex alcalde de Omereque o de Rolando Cuéllar, un odiador a tiempo completo del nacido en Orinoca. Desde el día en que García Linera dejó de estar cerca a Evo, todo volvió a los tiempos de la rústica pelea anterior a 2005. Como si Evo nunca hubiera sido presidente. Como si hubiera olvidado todo lo aprendido que le permitiera trascendencia a sus gestiones gubernamentales.

La vara dejada por García Linera ha quedado muy alta para el evismo. García Linera está ausente y Bolivia vive una incertidumbre política como no había sucedido en este nuevo ciclo antineoliberal desde 2006, que amenaza con volver debido al empecinamiento de un solo personaje que ha renunciado a sus propios códigos de respeto y lealtad, para hacer de la obsesión su nueva forma de vida. 

Julio Peñaloza Bretel es periodista.

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Destrozo de un Vestuario

/ 6 de abril de 2024 / 07:42

Se llama Vestuario, así con mayúscula, y no camarín como aquí se dice por fuerza de la costumbre. Vestuario es el espacio sagrado del fútbol para los creyentes y para quienes no lo son, el lugar en el que se inicia el ritual que precede a un partido y al que se regresa en el entretiempo y al final del mismo con la extenuación que implica el haber evolucionado en un campo de juego durante más de 90 minutos. El Vestuario es, a la hora del juego, propiedad de futbolistas y cuerpo técnico, al que suelen visitar los dirigentes de un club cuando el equipo gana, pero al que difícilmente asoman cuando lo que ha sucedido es una derrota.

El Vestuario es un lugar en el que se ha impuesto históricamente un código de secretismo que si se viola, se incurre, otra vez para los creyentes, en pecado mortal, considerando que gran parte de quienes juegan al fútbol creen en Dios y al que muchísimos de ellos agradecen mirando el firmamento cada vez que anotan un gol. En efecto, lo que se diga y haga, lo que se debata y discuta, lo que se reflexione o se calle queda en el Vestuario y el que ose cometer alguna infidencia de lo que allí se habla, estará rompiendo un código de convivencia o un primer mandamiento del amplísimo catálogo de cábalas futboleras.

El que no es futbolista, entrenador o parte del cuerpo técnico de un equipo, sabe que cuando ingresa en el Vestuario, está ingresando en una zona que se debe respetar con humildad parroquiana, pues en cada banqueta ocupada por los jugadores de un equipo está lo íntimo, lo más personal de cada uno de ellos. Un utilero de la selección boliviana de fútbol de los años 90 me contó alguna vez por qué era diferente de sus compañeros Erwin Platini Sánchez a la hora de ataviarse con la indumentaria antes de un partido: “Erwin es distinto hasta por la forma en que se pone las vendas, eso marca que ha pasado por el rigor del trabajo en Europa”. Estas que parecen anécdotas son las cosas que marcan un riquísimo conjunto de detalles que en términos generales solo tienen derecho a conocer los componentes del equipo. Nadie más. Nadie menos. 

El que conoce el fútbol y lo ama por su esencia lúdica sabe, por más dirigente que sea, que es mejor no ingresar en el Vestuario de manera intempestiva y permanecer en él no más allá de un tiempo breve, a no ser que se esté celebrando la obtención de un campeonato y sean los propios futbolistas quienes lo abran para invitar a quienes les bancaron el torneo para sumarse a los festejos. En consenso entre todos los futbolistas, pueden subirse videos a las cuentas de las redes de cada uno de ellos sobre lo que allí sucede, por soberana decisión grupal, como aquella ya memorable arenga del capitán Lionel Messi a sus compañeros antes de jugar la final de la Copa América que Argentina le ganó a Brasil en el mismísimo Maracaná de Río de Janeiro en 2021.

El que respeta el Vestuario está comprometido con el fútbol, con una ética que debe prevalecer en todos quienes tienen que ver con clubes y equipos, incluidos los aficionados y los hinchas, o probablemente en primer lugar en ellos, cosa que dejó de suceder el sábado 31 de marzo en el estadio de Villa Ingenio de la ciudad de El Alto, cuando luego de una derrota en condición de locales (0-1 frente a Independiente Petrolero de Sucre), los futbolistas de Always Ready se encontraron con que su desempeño en el campo de juego había desatado un desquiciamiento que derivó en destrozos, sustracción de pertenencias, acaloradas recriminaciones por lo sucedido en la cancha hasta la renuncia del lateral afroboliviano Diego Medina (jugador de selección) a seguir vistiendo la camiseta de la banda roja, decisión de la que reculó pocos días después, luego de que el presidente de Bolívar, Marcelo Claure, denunciara violencia e insultos racistas por parte de la dirigencia del club, presidido por un joven de apellido Costa, hijo del presidente de la Federación Boliviana de Fútbol, Fernando Costa.

Un colega e hincha de Always Ready considera que lo sucedido fue producto de una “liberación de la zona” que significaría que la propia dirigencia del club generó las condiciones para que los vándalos disfrazados de hinchas cometieran  los desmanes que dieron lugar a una crisis finalmente apagada por los futbolistas y la dirigencia, a través de un pacto de silencio, es decir, el retorno a la inviolabilidad del Vestuario, tres días después de que fuera precisamente violado de la manera más grosera e inadmisible y que hoy tiene nuevamente al fútbol boliviano en el privilegiado sitial de la vergüenza, producto de los exabruptos de los unos con la supuesta permisividad de los otros para asumir una especie de lección dictatorial sobre la derrota: En casa no se pierde y si sucede, ya saben lo que les puede pasar muchachos.

De esta manera nuestro fútbol consolida una identidad plagada de incidentes con los que lo extradeportivo termina casi siempre imponiéndose a lo esencialmente futbolístico, motivo por el cual estoy siempre atento la Premier inglesa, allá donde códigos y juego son parte de un solo discurso.

Julio Peñaloza Bretel es periodista.

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¿Altura o buen juego?

/ 23 de marzo de 2024 / 08:05

Desde que la razón futbolera nos asiste, el balompié de este lado del mundo es más conocido por la altitud en la que se encuentra su principal estadio, antes que por las virtudes de sus equipos principales, o las capacidades competitivas de aquellos que ingresan anualmente en la arena de Copa Libertadores, Copa Sudamericana y en las eliminatorias mundialistas.

Bolivia ha defendido invariablemente su derecho a jugar en los 3.640 metros sobre el nivel del mar de La Paz y esa defensa se hace extensiva a practicar el fútbol en los 2.558 de Cochabamba, los 2.790 de Sucre, los 4.070 de Potosí, los 3.709 de Oruro y ahora también los 4.000 de El Alto. A tal punto ha calado hondo el asunto que hasta los cuadros nacionales de las ciudades del llano instalaron desde hace algunos años la excusa de que subir a jugar a La Paz, El Alto, Oruro y Potosí implica una desventaja deportiva certificada por la ciencia médica.

Parapetados en la cima de nuestra cordillerana identidad, cada vez que nos visitan equipos brasileños, argentinos o uruguayos, la discusión sobre las virtudes del anfitrión generalmente ocupan un segundo plano, debido a que desde que Daniel Passarella dijera en 1997 que “jugar en la altura es inhumano”, sentimos que tal afirmación se constituía en una intolerable impugnación a nuestro derecho a jugar donde vivimos. Passarella se pasó de la raya, incurrió en una ofensa imperdonable, han afirmado muchos periodistas dedicados a cubrir las actividades futbolísticas del país.

A 24 años de la sentencia del que fuera técnico de la selección argentina —que protagonizó una bochornosa puesta en escena con uno de sus futbolistas autoinfligiéndose una herida en el rostro—, resulta necesario recordar que la celeste y blanca le ha ganado a Bolivia en La Paz nada menos  que cinco veces (eliminatorias para los mundiales 1966, 1974, 2006, 2022, 2026), Bolivia se impuso con la misma cantidad de partidos (eliminatorias para los mundiales 1958, 1970, 1998, 2010, 2018) y se produjeron dos empates (eliminatorias para los mundiales 2002, 2014). Conclusión: La altura no gana partidos.  Datos complementarios: El último triunfo de la selección argentina dirigida por Lionel Scaloni (3-0 en el Hernando Siles en septiembre de 2023) consistió en un baile desplegado a distintos ritmos, entre tango y chacararera; y en el último partido jugado contra Brasil en Miraflores (marzo, 2022), nuestra sufridora selección soportó una goleada de 0-4. Segunda conclusión: La altura no gana partidos y hasta puede convertirse en el peor dispositivo de autoengaño de los equipos nacionales que terminan aplastados en su propia casa. Tercera conclusión: Argentina y Brasil, temerosos por la falta de oxígeno en nuestra cancha, le han ganado a la selección boliviana, triunfando en primer lugar contra la altura, nuestra supuesta principal ventaja.

En 2001, el preparador físico Alfredo Weber me dijo en Buenos Aires que Bolivia no podía darse el lujo de perder con tan grande prerrogativa, que si se prepara convenientemente lo más probable es que se haga imbatible en La Paz. Weber tenía razón hasta cierto punto, pero vistas las cosas dos décadas después, está claro que mientras Bolivia ha ido perdiendo habilidades para usufructuar de la potestad que le da su ecosistema, las selecciones visitantes han encontrado la manera de humanizar el jugar en estas alturas que para mentalidades como la de Passarella era imposible.

El expediente de la altura, tal como se persiste en concebirlo, se ha convertido en la excusa que ha trascendido décadas y a la que en las últimas horas hay que agregar ciertas percepciones que dicen que nuestros jugadores son de madera (Faustino Asprilla), que la selección mexicana no debería perder el tiempo midiéndose con Bolivia porque no sirve como adversario de partido preparatorio a un torneo. La altura sería temible si tuviéramos un fútbol competitivo, tal como el desarrollado por Colombia que no juega en la altura de Bogotá (2.625 m.s.n.m), que lo hace en la calurosa Medellín, porque ha privilegiado el construir un fútbol de calidad con el impulso de conductores como Carlos Bilardo y Francisco Maturana (años 80 y 90).

La altura de El Alto sirvió de cuco cuando Always Ready demolió con suficiencia hace algunas semanas a Sporting Cristal (6-1), ese mismo equipo peruano que hace un año le ganó en la altura de La Paz a The Strongest sepultando sus aspiraciones de pasar a octavos de final de Copa Libertadores. Para decirlo sin vueltas: El fútbol se construye con fútbol, con procesos de largo aliento, con estructuras formativas y recién a partir de esa escala de prioridades se podrá pensar en que la altura sirve como última cuña  —no como primera— para alcanzar el triunfo o el éxito deportivo, y será sensato y síntoma de madurez entender a los que a pesar del pánico vienen y ganan, certificación indiscutible de que el juego se gana con juego y no con falsos fantasmas.

Julio Peñaloza Bretel es periodista.

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El periodista Julio Peñaloza agrega sexta parte a edición de su libro

La primera edición de “Democracia interrumpida” quedó agotada y conforme transcurría el año 2023, el periodista, autor del libro, fue añadiendo nuevos capítulos (un total de veinte).

El Centro de Investigaciones Sociocomunitarias (CIS) publicó el libro en su segunda edición.

/ 17 de marzo de 2024 / 19:16

“Este libro es en gran medida producto de mi trabajo en La Razón en los últimos cuatro años, sin su respaldo difícilmente habría sido posible” dice Julio Peñaloza Bretel, habitual columnista de este diario, acerca de la publicación de este libro que el Centro de Investigaciones Sociocomunitarias (CIS) acaba de publicar en su segunda edición y que forma parte de la oferta del stand de la Vicepresidencia del Estado en la primera feria del libro que se desa-rrolla en la ciudad de El Alto.

El momento mismo en que se produjo el derrocamiento de Evo Morales, Peñaloza Bretel decidió construir un relato que contemplara una visión estructural acerca de la violencia política, las violaciones a los derechos humanos y las masacres sufridas por bolivianas y bolivianos a lo largo de la historia del país. Con este espíritu, la primera edición organizada en cinco partes fue presentada en abril de 2022 por el vicepresidente David Choquehuanca, el expresidente Eduardo Rodríguez Veltzé y la entonces embajadora de México, María Teresa Mercado, que tuvo refugiados en su residencia a varios personeros del defenestrado gobierno del MAS durante el gobierno transitorio de Jeanine Áñez.

EDICIÓN

La primera edición de “Democracia interrumpida” quedó agotada y conforme transcurría el año 2023, el periodista, autor del libro, fue añadiendo nuevos capítulos (un total de veinte) acerca de personajes, víctimas y actuaciones que permitieron esta nueva edición en la que figuran, por ejemplo, “La coartada del fraude/golpe”, “Cierre de filas contra el golpismo”, “El asesinato político de Sebastián Moro”, “Operadores mediáticos ad nauseam”, “Un libro que Luis Fernando Camacho debería leer” (acerca de las masacres de Sacaba y Senkata), “La canciller”, “La Embajadora”, “El paramilitar” “¿Por qué se enjuició a Jeanine Áñez por la vía ordinaria?”, “El antimasismo de Página Siete y su fase terminal” y “La sentenciada”.

En términos temáticos, la parte 1 se refiere a la historia política de Bolivia, la parte 2 a las noticias sobre el gobierno de facto, la parte 3 a la interpretación y contextualización de los acontecimientos y protagonistas durante el gobierno de Áñez.

PARTES 4 Y 5

La parte 4 a la recapitulación de las masacres sufridas por el pueblo boliviano desde la República en el siglo XX hasta el vigente Estado Plurinacional, en la parte 5 se abordan a través de reportajes periodísticos, los hechos y los personajes que dieron lugar a la interrupción del Estado de Derecho a partir del 10–12 de noviembre de 2019.

Finalmente, en la parte 6, incorporada en esta segunda edición, se abordan aspectos que quedaron en el tintero y que repercutieron en términos de noticias y generaron opinión entre 2021 y 2023.

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