Cuando policías se cuadran a Camacho y militares también
Luis Fernando Camacho revela que el entonces comandante de la UTOP, Heybert Antelo, fue quien le ayudó a irrumpir en el Palacio de Gobierno, el 10 de noviembre
Ha quedado pendiente saber quién fue el general de las Fuerzas Armadas “que se movió” con Luis Fernando Camacho en las protestas de 2019 que terminaron con el gobierno de Evo Morales. Militares lo apoyaron y policías se cuadraron ante él.
Ahora gobernador de Santa Cruz, Camacho contó pasajes de su incursión en La Paz, entre el 6 y 10 de noviembre de 2019, el día en que el presidente Morales renunció presionado por movilizaciones lideradas por el entonces presidente del Comité pro Santa Cruz, denuncias de “fraude” electoral, un motín policial y la sugerencia de dimisión presidencial de las Fuerzas Armadas, de la Policía Boliviana y de la Central Obrera Boliviana (COB).
“En el segundo libro, mediante el gobierno consolidado, vamos a sacar con nombre y apellido quién fue el general que se movió en las Fuerzas Armadas”, dice Camacho en un video en el que cuenta, además, cómo su padre, José Luis, “cerró con los militares para que no salgan” a las calles y su pacto con “un minero” para “tumbar” entonces a Morales.
Camacho, en su afán de derrocar a Morales, consolidó fuertes alianzas con militares y policías. Para el 2 de noviembre, en un cabildo multitudinario en la rotonda del Cristo Redentor de Santa Cruz, ya había pactado con los policías, a quienes les prometió “jubilación al 100%”, entre otras demandas, cuando llegue el nuevo gobierno después de Morales. Le faltaba con militares.
Esa noche invocó a las Fuerzas Armadas, a las que les pidió que “deben estar al lado de su pueblo” y no dejarse amedrentar.
Prometió un “punto final” y conminó al mandatario a renunciar en 48 horas. Fue la primera afrenta al gobernante, a quien comenzó a llamar “tirano” y “dictador”, entre otros adjetivos.
En el video, Camacho admite que el paro cívico en Santa Cruz, iniciado el 21 de octubre, no iba a dar resultados; por eso es que decidió viajar a La Paz.
“Le dimos las 48 horas porque sabíamos que ya podía Santa Cruz trasladarse a La Paz, era ahí el problema. Aquí (en Santa Cruz) no iba a pasar nada, nos iban a mirar del balcón”, dice en el video, grabado a finales de diciembre de 2019 durante el acto de descubrimiento de un mural en su honor en la sede de su fraternidad.
Intentó ingresar a La Paz en dos oportunidades, el 29 de octubre y el 4 de noviembre. Luego de porfiar, logró instalarse en la sede de gobierno el 6 de noviembre; había llegado a El Alto a las 19.23.
“Fue el momento más duro que pasamos porque, en el cabildo, mi familia no sabía que yo iba a La Paz; solo sabía mi padre, nadie más. Obviamente, mi hijo y mi mujer quedaron preocupados porque lo primero que piensan es que me iban a matar”, cuenta.
“Lo que nosotros hicimos, cuando mi padre me dijo ‘qué van a hacer después de las 48 horas’, le dije: ‘Irme a La Paz’. Me dice: ‘Pero te pueden matar’. Yo le dije, yo tenía mucha fe: ‘Si no me matan, va a caer (Morales), y si me matan, se va arder el país (sic)”.
La mañana de ese día, el entonces ministro de Gobierno, Carlos Romero, garantizó “su seguridad para que Camacho pueda entregar su carta (de renuncia de Morales)”. En el cabildo del lunes 4, el líder cívico anunció la entrega de la carta de renuncia, de su mismo pulso, que pretendía que la firme el presidente.
Al llegar a La Paz, Camacho bajó a la zona de Calacoto bien resguardado por elementos de la Policía Boliviana, entre ellos “un coronel”. Se instaló en el hotel Casa Grande, donde estableció su cuartel de operaciones, de reuniones y de mítines políticos.
Fue cuando lo consideran, por seguridad, “un paquete”.
“Me agarran, me suben al jeep; había un coronel a mi lado, y salimos. Y recibe la llamada de un general de la Policía, y le dice: ‘Ubicación, coronel’. Le dice: ‘Por seguridad, el paquete no se lo puedo dar, mi general’”, cuenta.
Camacho dice que la respuesta de su escolta al general le dejó tranquilo. Era una señal de “subordinación” ante un civil. Sin embargo, relata que hubo otras llamadas incómodas.
“Nos fuimos y recibimos dos llamadas más del general, hasta que lo llamó Romero (…) y le dice ‘¿dónde está?’. Y le dice: ‘No puedo darle la ubicación por seguridad del paquete, ministro’. Y él colgó el teléfono”, recuerda.
Más llamadas y casi órdenes del “paquete”. “Seguimos avanzando, lo volvió a llamar (habla de Romero) y le dijo: ‘Tráigalo a Palacio, lo estoy esperando para que deje su carta’. Y me dice el coronel: ‘¿Qué le digo?’ ‘Dígale que la voz del pueblo no entra por la ventanilla, que no se la voy a dejar ahí, que se la voy a dejar en Palacio Quemado”, dice Camacho.
Entendido. ¿Qué más?
“Y me dice: ‘¿Dónde quiere ir?’ A mi hotel. Volvió a llamar el ministro y le dice ‘¿dónde lo están llevando?’ Al hotel. ‘¿A qué hotel?’ ‘No le puedo decir’”, continúa.
El Casa Grande comenzó a ser centro de atención. Allí incluso llegó, al mediodía del 11 de noviembre, la entonces senadora Jeanine Áñez, a conversar con Camacho antes de llegar a la plaza Murillo cual si fuera presidenta.
Camacho cuenta que cuando llegó su comitiva al hotel, los policías se pusieron a su disposición.
Predisposición.
“Fue hermoso. Llegamos al hotel, con dos movilidades, ocho policías y unas siete motos. Paran afuera del hotel. Y (el coronel) les dice: ‘Sáquense sus uniformes, sus mochilas y vístanse’. Se sacan el traje y me dice: ‘El general de la Policía (NdR: entonces era comandante Yuri Calderón) es masista, pero a partir de hoy nosotros nos hacemos cargo de su seguridad como civiles, ya no somos policías’, cuenta el entonces dirigente cívico.
Camacho continúa con su relato, al punto de la emoción frente a los suyos en la sede de su fraternidad. “Puta, fue espectacular, y era la UTOP, eran los que se amotinaron. Cuando entramos, pasó todo lo que tenía que pasar”, dice sobre los primeros policías que se “cuadraron” ante él en el hotel.
Al día siguiente, el 7 de noviembre, efectivos de la UTOP (Unidad Táctica de Operaciones Policiales) comenzaron una espiral de motines en la Policía Boliviana. Al terminar el día, eran elementos policiales de seis departamentos que se habían sumado a la medida, hecho que ahondó la crisis.
Camacho no dejaba de expresarse feliz y agradecido con los policías. Contó los detalles de su incursión en La Paz frente al mural; es un cuadro en el que se le ve de rodillas, con las manos sobre la Biblia y la carta, la misma imagen de cuando irrumpió la tarde del 10 de noviembre en el hall del Palacio de Gobierno junto con el líder cívico potosino Marco Pumari y el abogado Eduardo León.
Ahora, Camacho es acusado de sedición, terrorismo y conspiración en el caso Golpe de Estado. Fue citado a declarar, como denunciado, el jueves en La Paz. Adelantó que asistirá a la cita.