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In memoriam: Xavier, la pedagogía de la anécdota

Reí mucho con la evocación de Xavier, pero a partir de ella, me entró una curiosidad enorme por temas como la división de castas en la cultura hindi, la estratificación social en ese país, su riqueza étnica y lingüística...

Xavier Albó, en la ilustración del dibujante y director de cine Marcos Loayza.

/ 20 de enero de 2023 / 12:09

Era una fuente inagotable de historias divertidas. Cada charla con él estaba repleta de anécdotas desopilantes; las seleccionaba, recopilaba, catalogaba… en ese enorme cráneo ‘p’ajla’ y siempre las tenía a mano para ejemplificar, para educar.

Xavier Albó murió este viernes a los 88 años, agobiado por una larga enfermedad, en la comunidad La Esperanza, de la Compañía de Jesús de Cochabamba.

Cierta vez, me contó, viajó a la India. Allí quedó abrumado por la pobreza omnipresente, por el caos del tráfico, la pluriculturalidad (mucho más variada que la de Bolivia) por la férrea división de castas, que permeaba incluso a las comunidades religiosas católicas…

Caminando por una atestada calle vio que detrás suyo un corrillo de niños le gritaba “paagal” (que en hindi suena algo así como ‘p’ajla’). «Sentí como nunca que mi fama había trascendido fronteras», me dijo divertido.

Cuando preguntó a su acompañante sobre lo que los chicos querían decir, él le dijo: «No les hagas caso, les causa gracia tu aspecto y te dicen ‘loco’”.

Reí mucho con la evocación de Xavier, pero a partir de ella, me entró una curiosidad enorme por temas como la división de castas en la cultura hindi, la estratificación social en ese país, su riqueza étnica y lingüística… Así era Xavier, un impenitente narrador de historias, un entusiasta maestro, un ser humano excepcional.

Que el viaje le sea leve.

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La vida según Satori

El fotógrafo de la periferia exhibe su particular y resplandeciente mirada sobre los habitantes de aquella estoica ciudad que habita.

/ 26 de febrero de 2017 / 04:00

Es apenas un instante, una fracción de segundo, solo eso se necesita para que la luz cruce por el lente de Satori Gigie y se estampe rotunda en el sensor de su cámara. Es casi un ritual: pega ambos brazos al torso, toma aire como si se tratara de un francotirador, oprime suavemente el obturador y el arte ha nacido.

 Una niña sonríe y a la par luce un disfraz para una festividad folklórica.

Satori Gigie es el alter ego de Wilfredo Limachi Mamani. Su fotografía podría ser considerada “exótica” para muchos que ven con ojos ajenos las laderas que miran a la ciudad desde las alturas, pero para él se trata de retratar a los suyos, a su hábitat. “No estoy de acuerdo con esa mirada que muestra a las personas del ámbito popular y a los indígenas que migramos a las ciudades como portadores de miseria, incapaces de sonreír, de labrarnos un porvenir; quiero demostrar que somos capaces de ser felices”, dice Satori al explicar las sonrisas de la gente que nos mira desde sus fotos, las cuales han sido expuestas en barrios periféricos de la urbe alteña y en el Palacio Consistorial de la Alcaldía.

Dos payasos aprovechan su momento de pausa para hacer un brindis mientras parecen discutir acerca de su performance. Al lado suyo, un grupo de músicos también brinda durante su descanso.

Él mismo ha renegado de la marginalidad en la que la sociedad quiere enjaular a las chicas y los chicos de las laderas. Una de sus herramientas ha sido el Facebook, donde sus impactantes fotografías, acompañadas de agudos y creativos textos, mitad ficción, mitad crónica, le han creado una verdadera legión de seguidores desde  los sitios más diversos del mundo. Está claro que aunque los “likes” pueden alimentar el ego (algo que no ha sucedido en su caso) no son tan útiles a la hora de alimentar el cuerpo y las necesidades cotidianas. Es por eso que esta segunda exposición, que hasta fines de mes puede apreciarse en el hall del Concejo Municipal de La Paz, debió recurrir a decenas de pequeños “mecenas” en todas partes del mundo.

Un chuta cholero, cuya danza tiene origen en la mofa que hacían los indígenas aymaras a los extranjeros, luce su traje colorido en una entrada callejera.

La impresión de las fotografías en gran formato y su montaje en bastidores ha sido financiada por una campaña de solidaridad que ha encontrado respuestas de lugares tan distantes como Singapur, Estados Unidos, España… por no hablar de casi todos los rincones de Bolivia. Aportes de todos los tamaños ayudaron a construir la muestra de 20 fotografías que lleva por título “Por allí”, ese espacio habitado por la gente que ha comenzado a desinvisibilizarse a través de los ojos.

Wilfredo es egresado de Comunicación Social de la Universidad Mayor de San Andrés (UMSA) y trabajó en distintas instituciones de desarrollo local, para luego dedicarse a su gran pasión desde 2014. La Alcaldía de La Paz le otorgó un reconocimiento en noviembre del año pasado por la fotografía de Valentina Mamani, su madre, quien fue inmortalizada en una de las laderas alteñas en una toma en la que parece transportar el Illimani en una carretilla. Todo un símbolo de la paceñidad.

Otra migrante potosina comparte de su comida con unas palomas de la plaza Murillo.

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