Desde el 30 de abril, cuando el periódico español El País publicó su reportaje ‘Diario de un cura pederasta’, sobre abusos clericales del sacerdote Alfonso Pedrajas, se abrió un fuerte debate en torno a las acciones de los miembros de la Iglesia Católica y los abusos de los curas.
Desde entonces, impulsada por el Ministerio Público y acompañada por denuncias de quienes se identificaron como víctimas, se abrió una investigación por los recién conocidos casos de pederastia clerical en Bolivia.
Este jesuita trabajó por muchos años en Bolivia, también en Ecuador y Perú. Fue director del colegio Juan XXIII de Cochabamba, donde abusó de decenas de niños. “Hice daño a mucha gente (¿85’), demasiada”, admite en sus memorias.
Al menos ocho sacerdotes de la Compañía de Jesús fueron denunciados por abusos clericales hasta ahora. En entrevista con Piedra, Papel y Tinta, de La Razón, Andrés Einchmann hizo un repaso histórico al problema y consideró que “antes de mediados del siglo XX no asoma algo parecido, no porque lo hayan tapado bien”. Desafió a revisar bibliografía y películas que no abordaban estos “defectos de eclesiásticos” antes de ese tiempo.
Montruosidad
“En los años 90 nadie podía creer que pudiera ocurrir una monstruosidad de este estilo. Era algo increíble, porque los sacerdotes tenían un aura de virtud, perfección y autoridad”, dijo.
¿Hace cuánto tiempo ocurren estas aberraciones en el seno de la Iglesia Católica? La tradición oral se remonta a tiempos de la Colonia, especialmente en América Latina. En Bolivia, el escritor costumbrista paceño Antonio Paredes Candia revisó testimonios, leyendas urbanas e incluso investigaciones ajenas para escribir su libro Cuentos de curas.
En él, menciona que, en la Colonia —específicamente en el periodo del mestizaje en América- “los nativos” ya tenían su “aversión” contra los religiosos, que comenzó con la mita, cuando el fraile acompañaba a los regimientos de indios esclavos a cumplir con la tenebrosa institución.
El degollador
“Los nativos comenzaron a asociar la imagen del cura con el nial, y en ese tiempo y por tal motivo, —según el estudio de un antropólogo vecino—, se creó el mito del kharisiri (el degollador en lengua aymara). El mitayo le dio a la deidad siniestra la figura del fraile, la vistió con el mismo hábito; aceptó el poder de enfermarle quitándole la grasa del cuerpo, que no era otra cosa que la actual silicosis o tuberculosis. Para él representó una deidad maléfica que les guiaba hacia la muerte”, relata Paredes.
Otro de los hechos, que generaron cuestionamientos por parte de los nativos, es la práctica el denominado “depósito”. Ocurría previo al matrimonio religioso. Las novias eran ingresadas a la parroquia de su área “para que fueran adoctrinadas en la religión católica, antes de contraer nupcias”.
“Las comunidades veían con malos ojos tal costumbre, creando cuentos y anécdotas a cual más picantes En el valle cochabambino, incisivamente, se apodaba de curajwawa (llamado así a los hijos del cura en lengua quichua), al primogénito de un matrimonio indígena, cuya esposa hubiera cumplido con la costumbre del depósito (sic)”.
Depósito
El hecho descrito por Paredes Candia es comparable con la “prima nocte”, que se practicó en la Edad Media, en el modo de producción feudal. Entonces, el señor feudal, autoridad máxima del territorio, reclamaba la primera noche con la mujer que iba a contraer matrimonio, lo exigía como un derecho de su cargo.
El escritor paceño, además, hace alusión al historiador también boliviano Gabriel René Moreno. Éste habla de los “candeleros y palmatorias”, que también eran los hijos de los sacerdotes durante la Colonia.
“La buena sociedad criolla, sobre todo la nobleza, se vengó siempre en Chuquisaca de esta relajación eclesiástica; mas no, cual debía, cargando el peso sobre los verdaderos indignos, sino al revés, zahiriendo (humillando) al inocente. Llamaba con el apodo de candeleros y palmatorias a los hijos e hijas de clérigos o frailes, y con el de candelabro al grupo o familia nacida en esta condición”, parafrasea.
Poder de los curas
Por otra parte, también señala el poder que adquirían la Iglesia Católica y los sacerdotes por su cercanía con la jerarquía política y todos sus beneficios.
“El cura, durante la Colonia española y un siglo aquí de la República, era el dueño absolutista de los pueblos donde ejercía su ministerio. Ante su mandato no existía poder civil alguno que pudiera enfrentarle. En lo colectivo sus sugerencias se tornaban en órdenes y en lo individual y familiar, su consejo adquiría la calidad de inviolable y sagrado. ‘Lo aconseja el padre’ o ‘lo dice el confesor’ se repetía dentro de la familia como la frase decisiva y última a la que no se podía argumentar”, reseña el escritor.
Además, describe una serie de elementos que, al contarlos, se pueden comparar con los hechos que generó el escándalo de pederastia en el país. Por ejemplo, el 4 de mayo, a cinco días de conocerse el caso Pedrajas, el monseñor Ricardo Centellas, vicepresidente de la Conferencia Episcopal Boliviana (CEB) y arzobispo de Sucre, pidió “no estigmatizar” a la Iglesia Católica por los hechos denunciados.
“En toda institución hay personas, no se puede estigmatizar a alguna institución por algún error, (pero) tampoco se puede minimizar el error; por eso hace falta una investigación y creo que todos sabemos que el delito es personal”, sostuvo el religioso.
‘vergüenzas’ de los curas
Paredes Candia describe una “división en dos bandos” en la población nativa. Por un lado, los que luchan por que los curitas mordisqueen la manzana de Eva, cuantas veces quisieran y con la aceptación pública de la Iglesia y de las leyes”. Pero, en contraposición, otro sector “que quieren que estos hijos, que también son de carne y hueso, mantengan en escabeche sus vergüenzas”.
Pero no es el único periodo en que se cuestionó a los miembros de la Iglesia Católica. Durante la Inquisición o Tribunal del Santo Oficio, institución creada en el siglo XII, se persiguió a creyentes de las religiones cristianas no católicas en Europa. Sin embargo, también se conoce de violaciones por parte de sacerdotes y otro tipo de delitos entonces no sancionados.
“La inquisición lleva tiempo actuando no por celo de la fe y salvación de las almas, sino por la codicia de la riqueza, escribió Henry Kamen en La inquisición española, una revisión histórica.
Pero, más allá de hacer solo una descripción de los hechos, Paredes Candia identificó un “culpable” de las “picardías” de los curas, el celibato.
Al respecto, Einchmann concluyó: “No hay un solo estudio que muestre una vinculación entre el celibato y los abusos sexuales”.