Toma de la plaza Murillo: Arce denuncia un intento de golpe; Zúñiga lo implica
Militares se instalaron con tanquetas en el centro del poder político
Al promediar las 14.30, efectivos del Ejército se apoderaron de la plaza Murillo, al mando del general Juan José Zúñiga
Imagen: APG
Cerca de las 14.30 de este miércoles, la tensión y la incertidumbre se apoderaron del país. La atención se centró en la plaza Murillo, tomada por militares del Ejército comandados por el general Juan José Zúñiga. Por tres horas, cundió el aroma de un “golpe de Estado”.
Lo sucedido tuvo un protagonista: Zúñiga, quien se hizo presente como pasajero de una tanqueta, como en los tiempos en que las dictaduras decían presente en el epicentro del poder político. Enfundado en su traje de combate, intentó “tomar” el Palacio de Gobierno, la Casa Grande del Pueblo.
Pero la génesis de este “intento de golpe”, como lo denunció el Gobierno, se remonta al lunes, cuando el jefe del Ejército levantó polvareda al deliberar sobre asuntos políticos en una entrevista con el programa No Mentirás, donde dijo que el exmandatario Evo Morales está inhabilitado para las presidenciales de 2025, e incluso advirtió con detenerlo, “si el caso amerita”.
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Plaza Murillo
Ello provocó una ola de críticas de parte de actores políticos de todo tipo de pelaje. Zúñiga respondió así a la denuncia de Morales de que tenía la intención de atentar contra su vida, inclusive a la del presidente de la Cámara de Senadores, Andrónico Rodríguez, y el senador Leonardo Loza. Aseguró que tenía videos y el militar le retó a que los presente.
El martes, fuentes del Gobierno informaron que el presidente Luis Arce había tomado la determinación para la destitución del general y que se la comunicó cuando lo llamó a la Casa Grande del Pueblo. Sin embargo, el Ejecutivo no la oficializó y Zúñiga aseguró que continuaba en el cargo; eso sí, aclaró que todo estaba en manos de sus superiores.
Anoche, en una conferencia, el ministro de Defensa, Edmundo Novillo, contó los pormenores de la insubordinación del jefe del Ejército. Dijo que el martes, se cuestionó en el Gobierno las declaraciones televisivas de Zúñiga, lo que fue compartido por Arce. Y efectivamente se definió su cambio y el de otros miembros del Alto Mando de los militares.
“Sin embargo, por respeto al general Zúñiga, consideramos que era prudente hablar con él. Manifestarle que en realidad sus declaraciones no eran compartidas con la posición de nuestro gobierno”. De esta forma, la ministra de la Presidencia, María Nela Prada, lo convocó a la Casa Grande, adonde llegó vestido de civil y reconoció que “cometió algunos excesos”.
Según Novillo, manifestó que estaba a disposición de lo que defina el Capitán General de las Fuerzas Armadas, o sea Arce. “Nos despedimos de la forma más amistosa, incluso con abrazos fraternales y nos dijo que siempre iba a estar al lado del Presidente, de nuestro Gobierno”. Sin embargo, la “fraternidad” se resquebrajó ayer.
Militares
En la mañana, el ministro de Defensa recibió reportes de personal de confianza. A las 09.00, personal militar armado se movilizaba desde Challapata, en Oruro, en seis camionetas. Novillo llamó a Zúñiga para demandarle explicaciones y la respuesta fue: “Voy a averiguar y le devuelvo la llamada”.
Ello no sucedió. Ni el comandante en jefe, general Gonzalo Vigabriel, sabía sobre ese movimiento sospechoso. Luego, Novillo se enteró de un “encuartelamiento” en tres divisiones. Le informó a Arce y llamó a Zúñiga reiteradas veces, pero ya no respondía. Más aún, tampoco lo hacían los comandantes Juan Arnez (Armada) y Marcelo Zegarra (Fuerza Aérea).
“En eso nos enteramos por los medios de comunicación que se había generado un movimiento de tropas y de camiones blindados, tanquetas, a la cabeza de Zúñiga, Arnez y Zegarra”, resaltó el ministro. Posteriormente se dirigió a la plaza Murillo, con la idea de “apresurar” la posesión de nuevos jefes en las tres fuerzas de los militares.
Las tanquetas y los efectivos del Ejército ya se habían apoderado de la plaza Murillo. Con Zúñiga dirigiendo a los uniformados, la primera alerta provino de Arce, mediante su cuenta de redes sociales. “Denunciamos movilizaciones irregulares de algunas unidades del Ejército Boliviano. La democracia debe respetarse”.
El ministro de Gobierno, Eduardo del Castillo, llegó a pie al sitio, tras recibir los informes de Inteligencia. Se aproximó al carro blindado de Zúñiga y lo conminó a salir. Golpeaba los vidrios de la tanqueta, intentaba abrir la puerta. Pero nada, el general se mantenía en el vehículo y no dejaba de hablar por su teléfono celular.
Zúñiga
Posteriormente, Zúñiga habló ante los medios. Indicó que “los militares estamos molestos”. “No puede ser que la lealtad de los comandantes se pague con deslealtad. Hemos venido a manifestar nuestra molestia”. Y anunció que “vamos a tomar” la Casa Grande. Eso no fue todo, dijo que habrá cambio de ministros y que “por el momento” reconocía la investidura de Arce.
Después, la tanqueta comenzó a golpear la puerta del Palacio Quemado para permitir el ingreso de los militares. La tensión llegó al extremo. Zúñiga salió del vehículo para entrar y fue abordado por Arce, quien le ordenó el repliegue de los efectivos. La respuesta fue un “no”, aunque al hablar con los periodistas dijo “nos retiramos”.
Volvió a ingresar a la tanqueta y el asedio militar continuó. En otro contacto con los periodistas, afirmó que se iba a liberar a “todos los presos políticos”, aquellos que fueron detenidos en la crisis de 2019, entre ellos el gobernador cruceño Luis Fernando Camacho y la expresidenta transitoria Jeanine Áñez. “No nos falta cojones para acabar con las élites políticas”, señaló, mencionando a los expresidentes Evo Morales (2006-2019) y Carlos Mesa (2003-2005).
La canciller Celinda Sosa denunciaba a la comunidad internacional lo que sucedía en Bolivia. “Intento de golpe de Estado”, fue lo indicado por el Gobierno. La condena internacional fue unánime, al igual que las voces de actores políticos nacionales, mientras la gente se volcaba a los surtidores de gasolina, supermercados y mercados, bancos y cajeros automáticos para aprovisionarse de gasolina, de alimentos y de sus ahorros.
Presidente
Arce, acompañado de sus ministros y dirigentes de organizaciones, emitía un mensaje desde la Casa Grande. “El país hoy está enfrentando un intento de golpe de Estado; enfrenta, una vez más intereses para que la democracia en Bolivia se trunque (…). Necesitamos que el pueblo boliviano se organice en contra del golpe de Estado, en favor de la democracia, no podemos permitir que intentonas golpistas se lleven vidas bolivianas, queremos exhortar a todos a que defendamos la democracia”.
Decenas de personas se apostaron en los alrededores de la plaza Murillo, en rechazo a lo protagonizado por los militares del Ejército. Y fueron reprimidas con gases lacrimógenos. No se veía una salida. Hasta que el Presidente instaló la posesión del nuevo Alto Mando Militar, con José Sánchez como comandante del Ejército; Gerardo Zabala, de la Fuerza Aérea, y Renán Guardia, de la Armada.
Precisamente en su discurso, Sánchez ordenó “que todo el personal movilizado en las calles debe retornar a sus unidades” y pidió a Zúñiga “no dejar sangre derramada de nuestros soldados”. Así, a las 17.27, tras perder el poder de mando, el polémico general y los demás efectivos abandonaron la plaza Murillo. Zúñiga se dirigió al Estado Mayor de la zona de Miraflores.
Con el puño en alto, en señal de victoria, en el balcón del Palacio de Gobierno, Arce y el vicepresidente David Choquehuanca festejaron con sus seguidores. “Los únicos que nos pueden sacar de aquí son ustedes hermanos y hermanas”, arengó el mandatario. Mientras la Fiscalía anunciaba la apertura de un proceso de oficio contra Zúñiga y se emitía una alerta migratoria.
A las 19.05, el ya excomandante del Ejército fue aprehendido, no sin ante implicar a Arce por lo sucedido. “El día domingo, en el colegio La Salle, me reuní con el Presidente y me dijo que ‘la situación está muy jodida y que va a ser crítica, entonces, es necesario preparar algo para levantar mi popularidad’. Le pregunto: ¿Sacamos los blindados? Y me dice ‘sacá’. Entonces el domingo en la noche los blindados comienzan a bajar, del regimiento de Achacachi”. Y fue trasladado a celdas de la Policía, allí está a la espera de la determinación que asuma un juez sobre su futuro judicial, junto a otros cuatro aprehendidos.