2 de agosto: Macusaya analiza el antes y el después del ‘Día del Indio’ en la trasformación del país
Cada 2 de agosto, se conmemora el “Día Nacional de la Revolución Agraria Productiva y Comunitaria” en Bolivia.
El ensayista Carlos Macusaya en Piedra, Papel y Tinta. Foto: Oswaldo Aguirre
Más allá de la fecha conmemorativa y la categorización de las personas nacidas en el área rural o con rasgos indígenas, lo importante es establecer cómo eran las condiciones sociales en Bolivia antes y después, y cómo han evolucionado los procesos históricos identitarios en el país.
Dicha afirmación fue expuesta por el ensayista social Carlos Macusaya en entrevista con La Razón Radio, a propósito de la fecha.
Cada 2 de agosto se conmemora el “Día Nacional de la Revolución Agraria Productiva y Comunitaria” en Bolivia. Sin embargo, esta fecha tiene una historia que ha ido cambiando con el paso del tiempo.
En 1937, el gobierno de Germán Busch, a través de un decreto supremo, estableció el 2 de agosto como “Día del Indio”, debido a que esa fecha en 1931 se fundó la primera escuela ayllu en Warisata, La Paz.
Luego, el 2 de agosto de 1953, se firmó en Ucureña, Cochabamba, la Reforma Agraria para devolver las tierras individuales a los campesinos. Era el gobierno de Víctor Paz Estenssoro.
Posteriormente, el 26 de junio del 2011, el entonces presidente Evo Morales decretó por ley que el 2 de agosto se conmemora el “Día Nacional de la Revolución Agraria Productiva y Comunitaria”, lo que representó un cambio de visión respecto al área rural y sus habitantes.
El término indio ha sido utilizado de forma despectiva o burlesca por distintos grupos sociales con altos ingresos económicos o características raciales occidentales. No obstante, en los últimos años, se ha tratado de reivindicar el término para erradicar las diferenciaciones sociales a partir de lo físico, económico y social.
En la transmisión, Macusaya explicó que más allá de la categorización de los grupos sociales, compuestos por campesinos e indios, es importante considerar y entender los cambios que ha sufrido la población boliviana y cómo aquello ha afectado a las identidades que se transforman con el paso del tiempo.
En su criterio, celebrar el “Día del Indio” encasilla en una sola categoría a toda una diversidad de grupos sociales con diferentes condiciones sociales y económicas.
“Hay artistas de origen indígena y, propiamente, no son campesinos (que trabajan la tierra). Hay empresarios de origen aymara que no se los puede catalogar como campesinos. La categoría no nos permite explicar la diversidad de actividades económicas tanto en el área rural como el urbano”, detalló.
No obstante, indicó solo llamarlos indígenas (como normalmente se cataloga) también es complicado porque se tiende a pensar que todo es homogéneo. “Ser indígena, tener tu cholet y viajar a Asia no es lo mismo que un campesino en el área rural que, a veces, produce solo para sobrevivir. Es fácil englobarlos en una categoría”, cuestionó.
Explicó que los cambios de las identidades están condicionados por el contexto del país. Además, afirmó que no es muy partidario de las fechas. “Más allá de que sea el 2 de agosto, me interesan los problemas”.
“¿Vale la pena seguir pensando en Bolivia como fue en 1825 o vale la pena tratar de entender el país que somos hoy? Hay que tratar de entender el principio y vislumbrar caminos hacia adelante”, cuestionó.
Según su explicación, las diferenciaciones entre “lo indio” y “no indio” deviene de un sistema social basado en las diferenciaciones entre “ciudadanos de primera” y “de segunda”. Los “de primera” vienen a ser sujetos con tez clara, apellidos extranjeros y una posición social; mientras que los “de segunda” son sujetos con rasgos indígenas y se los asocia con el trabajo pesado.
Consultado sobre cómo erradicar esta brecha social, afirmó que, inicialmente, no se debe hablar de racismo en términos morales. Posteriormente, entender que el racismo está vinculado a los procesos de división del trabajo, como el intelectual (no indio) y el manual (indio).
“El racismo responde al proceso de división del trabajo. Desde eso, se genera valoraciones sobre el color de piel, elementos lingüísticos y hasta dónde uno vive”, puso como ejemplo.
En su criterio, el racismo está vinculado a la jerarquía social de poder y estructura económica. A medida que esas condiciones cambian, las reacciones de racismo y las formas de cómo se nombran también se transforman.
“Hemos vivido muchos actos de racismo en los últimos años”, recordó.
Aseguró que, por ejemplo, ahora, una persona de origen indígena se ha profesionalizado y ha ocupado espacios que antes no ocupaba; en consecuencia, eso “incomodó” a las personas “no indígenas”. “Antes no tenían que competir con alguien que era su jardinero. Eso genera reacciones”.
De ese modo, se afectan las estructuras de poder, jerarquías sociales y privilegios de algunos grupos sociales. “El racismo está relacionado a eso”.
“No se borra el racismo con buenas intenciones, hay que entender que responde a esos procesos de diferenciación”, reflexionó.
Según el sociólogo francés Michel Wieviorka, el nuevo racismo es mucho más peligroso que el de antes porque evoluciona al lado de la sociedad y sus divisiones culturales de diversas colectividades con respecto a la identidad, cultura, religión y etnia.
Bolivia ha atravesado por un proceso de identidad muy complicado, debido a los prejuicios sobre “la raza”, herida que viene del periodo poscolonial.