Voces

Thursday 3 Oct 2024 | Actualizado a 11:30 AM

¿Quién le teme a la RAE?

/ 18 de septiembre de 2024 / 09:38

“Su cuenta ya está ‘aperturada’”. Cada vez que iba al banco y escuchaba que me hablaban de “aperturar” o “recepcionar” algo, sentía que la sangre me hervía desde el pecho, se iba hasta mi espalda y subía cual volcán hasta el principio de la columna, haciendo que mi cabeza hierva. ¿Qué acaso no existen los verbos abrir y recibir? ¿No se les hace suficiente el idioma como para venir a deformarlo?, pensaba furibundo. Como editor y periodista de más años de los que me gusta admitir, el buen manejo del lenguaje siempre ha sido un importante objetivo, una misión, sobre todo después de encontrar tantos errores en textos periodísticos, justamente, con la consciencia de que “los niños aprenden de los diarios”.

Pero hace años que pienso distinto. Si bien soy un apasionado de la gramática, con especial interés en la ortografía, la sintaxis y la semántica, hoy me da mucha vergüenza esa superioridad moral que muchos tenemos cuando dictaminamos que unos hablan bien y los otros no; esas caras que hacemos cuando alguien dice haiga, almóndiga o subir arriba. Ese sentirnos especiales, mejores, porque sabemos cuándo se pone “v” de vaca o “b” de burro. El atribuirnos la potestad de decir que todos son ignorantes y compartir publicaciones en redes sociales que anuncian que la Real Academia de la Lengua (RAE) aprueba o desaprueba algo, como si su propia convicción no fuese suficiente y necesitasen ayuda de alguien superior.

Entonces es que recuerdo que la RAE no se inventó el idioma y se ocupa de registrar, proponer, articular… “Velar por que la lengua española, en su continua adaptación a las necesidades de los hablantes, no quiebre su esencial unidad”, dice en su página web. El lenguaje se hace en la calle, en el día a día. Y por eso cambia. Lo entendí cuando aparecieron las críticas a quienes escribían todos y todas “porque la RAE dice…”; a quienes han incluido la “e” en palabras como amigues, chiques y compañeres… a quienes el idioma como estaba hasta ese momento no les era suficiente para sentirse incluides.

Y sí, escribí incluides. Y lo voy a seguir haciendo porque he comprendido que no se trata, como reclaman muchos movimientos antiderechos, de una imposición. Es simplemente una decisión personal. ¿Quién soy yo para imponer nada? Si la RAE jamás pudo hacernos decir “balompié” en lugar de fútbol, ¿por qué alguien podría obligarnos a usar la “e” de una forma diferente a la que la hemos usado siempre?

Recientemente edité el cuarto volumen de crónicas de Manuel Monroy Chazarreta, Subibaja, un texto que pasó por muchas manos editoriales previas que todo el tiempo buscaban “arreglar” su forma de escribir, de expresarse, de jugar con el lenguaje; cuando se trata más bien de un valioso documento que recoge la forma de hablar de muchos bolivianos en la calle, en las redes sociales y la expresiones tan únicas del autor mismo. El día es que dejemos de escondernos detrás de las polleras de la RAE para “hablar/escribir bien” y comprendamos mejor nuestros procesos lingüísticos, quizá empecemos a entender de lo que se trata la descolonización.

Admito que cuando voy al banco me sigue picando algo en el pecho cada vez que dicen aperturar; eso está ligado a mi ser. Pero al final de este texto lo pongo sin comillas. No creo que yo pueda usar esa expresión nunca, pero admito que no porque no me guste, los bancarios están mal.

No te tengo miedo, RAE.

LA RAZÓN da la bienvenida a nuestro nuevo columnista Miguel Vargas Saldías. Tenemos la certeza de que sus opiniones enriquecerán la pluralidad de visiones que habitan estas páginas. Sus textos se publicarán cada 15 días. Esta casa periodística sigue creciendo.

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Clyo Mendoza: ‘El amor siempre nos vincula con la muerte’

La escritora mexicana es una invitada especial de la Feria Internacional del Libro de La Paz. Presentará el libro ‘Furia’, con Dum Dum Editora

Por Miguel Vargas Saldías

/ 6 de agosto de 2023 / 06:02

Soldado Uno y Soldado Dos se encontraron frente a un cadáver en cuyos ojos abiertos no se proyectaba el cielo espeso de la guerra, sino una luz que daba la sensación de la negrura. Soldado Uno y Soldado Dos se habían aproximado al cadáver, uno para reconocer si era un colega muerto, el otro para saber si había atinado su disparo. El cuerpo del niño refulgía la luz que se desprende al morir y su rostro estaba empañado por toda la sangre evaporada. Una costra que había sido inmediata rodeaba el calor de la bala en medio de sus ojos abiertos”. Así comienza Furia, la novela de la premiada escritora mexicana Clyo Mendoza que se ambienta en un desierto salpicado de poblados asolados por la guerra, donde dos desertores de bandos opuestos descubren una oscura verdad sobre su familia.

Mendoza, como invitada especial de la 27ª Feria Internacional del Libro de La Paz,  participará junto a Gabriel Mamani en el conversatorio El cuerpo es el espacio el 10 de agosto a las  18.00 en la Sala Adolfo Cárdenas – Bloque Rojo Planta Alta. El 12 de agosto a las 19.00 y en la Sala Xavier Albó – Bloque Rojo, en la Planta Alta del campo ferial, será la presentación de Furia, libro sobre el que la autora conversó con ESCAPE.     

— ¿Qué expectativas tienesde esta visita a la Feria Internacional del Libro de La Paz (FIL) en Bolivia?

— Bolivia es un lugar al que siempre he querido ir, no tengo mayores expectativas; más bien estoy agradecida de que este libro me siga llevando por el mundo, a nuevos territorios desde donde pueda ampliar mi visión de mundo en medida de lo posible, eso es fundamental para mi proceso de escritura.

Fotos: Clyo Mendoza y Dum Dum Editora

— Esta primera novela suya tiene la fuerza de su trabajo como poeta. Los textos breves, la concatenación de estos, el lenguaje… ¿Cómo ha sido el proceso de creación de Furia?

– El libro iba a ser un libro de poesía pero con trayectorias de lectura como los libros noventeros Elige tu propia aventura. Esos libros infantiles daban a sus jóvenes lectores la sensación de estar eligiendo la trama cuando en realidad ya estaba prediseñada. Parecido a la vida. Finalmente la historia necesitaba ser narrada de maneras menos crípticas que como venía haciéndolo previamente en mis dos libros anteriores. Los personajes exigían una carne distinta, y sin querer cambié de género.

— El desierto en su obra es mucho más que un paisaje o un espacio, es un personaje en sí. ¿Cuál es su rol en este libro y su relación personal con él?

— El desierto fue el lugar que más extrañaba cuando empecé a escribir el libro, el lugar en el que soñaba a los personajes y en el que he visto mantenerse guerras antiguas a causa de mineras, eso fuera de la ficción. En México el desierto de Wirikuta es sagrado para los wixárikas, un pueblo originario que ha mantenido protegido con su propia vida ese territorio que ahora mismo está siendo saqueado. Ese es el desierto en el que imaginé Furia. El desierto ya saqueado, ya perdido, sin quienes le dan su alma. Un desierto en resistencia. Los wixárikas y sus procesos ceremoniales, sus largas caminatas, sus plantas de poder, me acompañaron en la concepción del libro mucho antes de su escritura. Admiro y valoro lo que ese pueblo me ha enseñado y la valentía con la que han protegido su territorio, su cultura, su lengua, su planta sagrada, admiro su lucha contra el extractivismo y contra esa absurda idea de que en el desierto no vive nadie y que nada sucede.

— ¿Cómo ha sido la construcción de los personajes principales —masculinos, además—, tan ásperos, terribles…?

— Creo que bastó con ver la realidad. Por eso también los personajes ásperos o terribles no sólo son eso: tienen un pasado, una o varias heridas. La mayoría son heridas provocadas sistemáticamente, la realidad estructural es tan compleja que muchas veces nos aleja de lo que realmente somos, como a Cástula, que nació con el corazón grande y murió con el hígado enorme. La vida y los vivos somos así, pero eso está, como ya sabemos, llena de matices.

— El amor y el deseo se sienten muy fuertes en el libro. ¿Cómo aborda estos ámbitos del ser humano?

— Yo estaba escribiendo el libro durante un proceso de fe absoluta en los afectos y, al mismo tiempo, una ruptura terrible con la manera de llevarlos a cabo. Creo que las relaciones humanas que se rompen son siempre un memento mori, son momentos en los que uno cambia drásticamente su manera de percibir la realidad. Por un lado, según lo que había estudiado sobre neurociencia el deseo funciona también para mantener al cerebro aferrado a una idea de vida, el deseo es pura supervivencia, pero el amor, que a menudo está vinculado al deseo (y me refiero no sólo a la fascinación por el cuerpo, sino al deseo como expectativa, como esperanza), el amor siempre nos vincula con la muerte, nos hace temerla, ya sea en el final de una relación afectiva, ya sea temiendo por la vida nuestros seres queridos. Creo que para vivir el amor y el deseo de manera más amable primero tendríamos que hacernos amigos de la muerte, de los finales, cambiar la concepción que nos han heredado sistemáticamente. Sin ese terror a la muerte desmesurado probablemente no existirían las industrias farmacéuticas y el afán de mantener la vida mucho más allá de lo posible, ni el deseo tonto de ser jóvenes a toda costa, no existiría el narcotráfico porque nadie tendría que evadir su terror, el extractivismo —que muchas veces funciona sólo para sostener esta era de tecnología exacerbada— no mataría lo vivo ni existiría el terror a las mujeres ni se vería a las diferencias como amenazas, sin ese terror a la muerte no existirían las armas y quizás no habría guerras. Parece paradójico, pero justamente creo que lo que aprendí en el desierto fue eso: moriremos, y eso está bien.

– En Bolivia, así como en México, convivimos también muy cerca de la muerte, en un diálogo constante. ¿De qué forma cree que eso está presente en su trabajo?

— Es una inquietud constante y, personalmente, un trabajo permanente. Yo también tengo conflictos con la muerte, pero estoy tratando de entenderla más allá de la concepción que el sistema me ha impuesto, y no dudo que eso tenga que ver con haber crecido en una cultura que me ha enseñado que la muerte es un rito de paso y puede ser también una celebración, porque antes de ella hubo vida.

– Con el ejemplar en la mano, el libro como objeto es una pieza de esmerado cuidado y belleza. ¿Cómo ha sido el trabajo con Dum Dum Editora?

– Admiro muchísimo el trabajo que hacen Edmundo y Liliana como editores, es un honor formar parte de su catálogo. La portada es de una artista mexicana llamada Trilce Zúñiga y es un sueño que uno de sus trabajos sea portada de este libro. Hacer libros es un arte y yo espero que Dum Dum tenga una larga vida.

PERFIL

Escritora mexicana Clyo Huitzilin Mendoza nació en Oaxaca, México, en 1993. Poeta y narradora, tiene una Licenciatura en Letras Hispánicas por la Universidad Autónoma Metropolitana de México. Es autora de ‘Anamnesis’ (Cuadrivio, 2016) y ‘Silencio’ (Fondo editorial del Estado de México, 2018), libro por el cual obtuvo el Premio Internacional de Poesía Sor Juan Inés de la Cruz en 2017. Su primera novela es Furia, con edición boliviana de Dum Dum Editores.

Texto: Miguel Vargas Saldías

Fotos: Clyo Mendoza y Dum Dum Editora

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El nuevo hogar de la galería Altamira

El espacio de arte de Daniela Espinoza y Ariel Mustafá se renovó en cuatro meses con un proyecto de Plaza Asociados.

/ 4 de junio de 2023 / 06:19

Para unos, cuatro meses se pasaron volando. Para los otros, fue una eternidad. Arquitectos y constructores por un lado, galeristas y artistas por el otro. En cuatro meses, la galería Altamira de San Miguel creció más que físicamente: pasó de ser una casa que se había adaptado con éxito para exposiciones a un espacio cultural cuidadosamente diseñado para tal fin. Más que una casa, ahora es un hogar para el arte.  

La propuesta vino de afuera. El arquitecto Michael Palza, empresario y amigo de la galería, llegó un sábado de julio de 2022 y conversó con Ariel Mustafá y Daniela Espinoza, galeristas, gestores culturales y creadores de Altamira. “Nos dijo que le gustaba la continuidad del trabajo y nos propuso que hagamos un proyecto. Eso fue en julio de 2022”, relata Mustafá mientras recorre los blancos pisos y paredes del nuevo espacio que está ubicado en la calle José María Zalles #834, bloque M-4, San Miguel, en la zona Sur.

Con el paso de los días empezó a aparecer gente —que no era precisamente artista o compradora de arte— para mirar el lugar, analizar su dinámica y tomar medidas del espacio. Entre esas personas estaba la arquitecta Alejandra Marquina, de Palza Asociados. En noviembre de 2022, Michael y su equipo regresaron a la galería con un proyecto que entusiasmó a Daniela y Ariel. “Los ajustes que se han hecho han sido mínimos”, recuerda el galerista.

Altamira-cafe
La galería Altamira volvió a abrir sus puertas este 17 de mayo en San Miguel. Foto: Palza Asociados

Desde ese julio en que les hablaron del proyecto, de pronto, como un sortilegio, a Ariel y Daniela les empezó a quedar chica la galería. “Comenzamos a notar que teníamos serios problemas de espacio. Y ya estábamos pensando en qué hacer para ampliar la casa. Cuando trajeron el proyecto nuestra vida cambió. Nos presentaron una propuesta económica que entraba más o menos dentro de nuestros parámetros. Cuando los dueños de casa vieron el proyecto, también les gustó: entonces decidieron que este sería su aporte para la cultura en el país. En resumen, ¡tenemos galería garantizada por los siguientes 10 años!”, celebra el gestor.

El 16 de enero los galeristas entregaron las llaves de la casa a Palza Asociados. Y si bien los cuatro meses se les hicieron eternos, para el equipo de arquitectos el trabajo iba a realizarse contrareloj.

“Siempre hemos estado interesados en apoyar la cultura y el arte. Cuando vimos el espacio queríamos ser el puente para lograr este sueño”, explica Carolina Mantilla, parte del equipo de Palza Asociados. “Ha sido un proyecto con muchos desafíos y aprendizajes, impulsado por el deseo de dar un aporte a la ciudad, pues hacen falta espacios ideales para mostrar toda la calidad que tiene el arte paceño y boliviano”.

Pensar la galería como un lienzo en blanco, tanto en el interior como en el exterior, fue el puntal de la propuesta, explica la arquitecta Alejandra Marquina.

Los muros móviles se desplazan con facilidad y permiten crear diferentes espacios y atomósferas dentro de un espacio más versátil.

“Para plasmar el concepto empezamos a incorporar en el diseño paneles traslúcidos y transparentes, así como paredes blancas. Además queríamos darle énfasis a las gradas, tratarlas como una pieza escultórica para generar curiosidad y sorpresa desde afuera. Nuestra intención era que cuando la gente pase por delante del edificio tenga curiosidad de saber qué es lo que está pasando aquí”.

Los cambios en el diseño se fueron dando poco a poco, gracias a una dinámica participativa. Por ejemplo, la planta baja, donde se realizan las exposiciones temporales —individuales o colectivas—, se mantuvo más fiel a la estructura original de la casa, aunque debido a las exigencias de este espacio se decidió elevar la altura de los techos. En el piso superior —donde se podrán ver los cuadros que tiene la galería a la venta— también el techo tiene una altura mayor, además de muros móviles que permiten una mayor versatilidad. Según los requerimientos de los artistas, se podrá crear una dinámica y atmósfera especial para cada montaje.

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“Nuestras escaleras para hacer el montaje quedaron chicas, tenemos todavía que apropiarnos del lugar; aún nos da pena ensuciar las paredes”, ríe Mustafá parado delante de una imponente y colorida obra de Magenta Murillo que atraviesa las gradas y los dos niveles de la estructura.

Foto: Palza Asociados

Iluminación dinámica, espacios para obras en formatos más grandes, paredes más altas y móviles… Todos los detalles han sido tratados en las reuniones semanales, así como la discusión sobre los presupuestos y modificaciones que surgían con el paso de los días. Una eternidad para unos y una nada para otros. 

La noche del 17 de mayo de 2023, un gran toro metálico y un muro metálico iluminado recibieron a los amigos de la galería Altamira: el nuevo hogar era una realidad. Para la ocasión, Ariel y Daniela convocaron a sus artistas, quienes llevaron obras nuevas, acorde a una gran muestra inaugural. Y es que todos finalmante confluyen en este sueño.

 “Parte de nuestra misión en Palza Asociados es apoyar, contribuir socialmente y culturalmente a nuestra ciudad. Por medio de nuestros proyectos de arquitectura enfatizamos la necesidad de diseñar en un contexto urbano con espacios que alberguen actividades de aporte comunitario —expone el arquitecto Michael Palza, quien encendió la mecha de esta aventura—. En Altamira vimos una oportunidad de contribuir con un proyecto que aporta y promueve el arte. Pensamos que existe una responsabilidad social de ayudar al artista boliviano que se desenvuelve en una realidad compleja pero que requiere espacios como Altamira. Con la iniciativa de los propietarios pudimos realizar un proyecto que contribuye a la exposición y promoción de nuestro arte boliviano. Palza Asociados está complacido con la acogida que la galería recibió y anticipamos el éxito de nuestro aporte”.

Las copas se llenaron, la alegría y la emoción se desbordaron, varias obras —sobre todo las de gran formato— se vendieron. Altamira tiene un hogar y abre sus puertas a los artistas, coleccionistas y amantes de la cultura. ¡Enhorabuena!

Texto: Miguel Vargas S.

Fotos: Palza Asociados

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Un viaje a través de la luz

El fotógrafo paceño Harold Martinez expone una serie de imágenes de paisaje en el hall de la Casa de la Cultura.

/ 12 de febrero de 2023 / 08:08

La materia prima de la fotografía es la luz, que según dónde esté, en qué momento y en qué condiciones tenga el escenario, ofrece una paleta de opciones que están a la espera de la técnica y la sensibilidad del profesional. Así sucede en la exposición El Viaje de la luz, del fotógrafo y comunicador social paceño Harold Martinez, que recorre diferentes paisajes del occidente boliviano. 

La serie de ocho piezas se exhibe en el hall de la Casa de la Cultura Franz Tamayo (Mariscal Santa Cruz, esq. Potosí) durante todo febrero. Puede visitarse de lunes a viernes de 08.30 a 16.30.

—¿Cómo se inició en la fotografía?

—Este viaje empezó en la universidad, más o menos en 2013. Teníamos una materia de fotografía y desde las primeras prácticas empecé a sacar fotos tomando en cuenta diferentes factores técnicos, de composición y con una cámara réflex digital. Luego conocí a un grupo de amigos que realizaban viajes fotográficos (organizados preferentemente para profesionales en el campo), en los que pude compartir mucho más sobre esto que estaba empezando a apasionarme cada día más. Poco a poco fui entendiendo el propósito de quedarse horas en un lugar con tal de esperar el momento indicado para apretar el obturador. En un momento en el que estuve carente de ingresos, decidí profundizar mis conocimientos y transformar este pasatiempo en una fuente de ingresos importante, llegando a ser la principal durante un par de años. Gracias a diversos factores, y con ayuda de personas muy cercanas, pude crecer profesionalmente y ahora cuento con un estudio propio en el barrio de Sopocachi.

—¿Cómo utilizar la fotografía de forma artística y expresiva?

—La fotografía puede convertirse en un medio de expresión para las personas, podemos canalizar lo que sentimos en un determinado momento o al ver algo que nos cause impresión o interés, guardar en una imagen ese instante que consideramos importante. A partir de esto, podemos intervenir en el registro, utilizando la luz como la herramienta fundamental para transportar ese momento a través del lente hacia nuestras cámaras y luego a nuestras pantallas o, si tiene un mayor significado, inmortalizarla en soportes físicos. ¡El avance de la tecnología nos permite tener muchas opciones dónde exponer nuestras imágenes!

—¿Cómo surge la exposición El viaje de la luz?

—Se trata de una recopilación de fotografías de viajes que fui realizando junto a amigos fotógrafos a diferentes lugares en el occidente del país.

Como fotógrafos siempre estamos a la búsqueda incansable de la luz en el momento y lugar indicados, donde ocurre la magia, donde podemos conectar con nuestro entorno, con el paisaje, con la tierra y el cielo. La intervención del ser humano también definirá y orientará esta magia tan bella y fugaz, como la luz dorada del atardecer.

En varios viajes por el occidente de Bolivia, Harold Martinez tomó las imágenes de la exposición.

Fotos. HAROLD MARTINEZ LEYVA

—¿Cuál es el proceso desde que tiene la imagen el visor de la cámara hasta las reproducciones en la exposición?

—Considero que este aspecto parte de lo que uno quiere contar con las imágenes, tomar en cuenta algunos aspectos técnicos que demande la cajita de luz y así armar la historia. En todo ese proceso uno deja un poquito de sí mismo en la fotografía y esto le da la esencia, la marca personal; incluso el estado de ánimo de uno mismo puede reflejarse en las fotografías. En nuestros viajes fotográficos podemos apreciar puntos de vista completamente diferentes de un elemento que capturamos todos al mismo tiempo. Ya cuando uno vuelve a casa y puede ver con mayor detalle las imágenes registradas, empieza a elegir las más representativas del viaje, ya sea por el momento, la técnica o la experiencia detrás de la misma. Ya la cuestión se complica si se trata de exhibir cierto número de fotografías en un determinado lugar, duele dejar de lado algunas fotos y a veces cuesta encontrar el orden en que irán las mismas montadas en una galería o, incluso, en nuestras cuentas de redes sociales. Cuál será la primera, la segunda y cómo terminar la serie a veces resultan un dolor de cabeza si tratamos de elegir solamente con la cabeza, elegir con el corazón ayuda mucho en esos momentos.

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—¿Qué espera que el público vea reflejado en su trabajo?

—Sobre todo, transmitir los momentos mágicos que pude ver en los viajes que fui realizando estos últimos años. Tenemos lugares tan mágicos y sacados de los cuentos de fantasía más locos que uno puede encontrar, que a veces solo tenemos que esperar el momento exacto cuando la luz hace su paso y es estar en el lugar y en el ángulo adecuado para poder apreciar esa magia. Siento que es como si hubiese querido contarle a alguien los momentos y experiencias que pude vivir en cada foto puesta en exposición, y no solo en esta, que es mi primera individual, sino también en las fotos que pude mostrar en galerías colectivas junto a los amigos de Foto Espacio, Photours o de La Paz en Fotografía, por dar algunos ejemplos, y no con el afán del alarde, sino como una carta de invitación que anime a apreciar esos momentos mágicos y fugaces que nos puede dar el día.

—¿Qué proyectos tiene a futuro?

—Estamos trabajando en el lanzamiento de una productora audiovisual junto a Néstor Limachi, quien justamente es productor de cine y televisión. Rikai es el nombre que acordamos darle, pues en quechua se interpreta como “percibir con la mirada”. Si bien estamos trabajando con nuestras carteras de clientes, tenemos como misión principal el consolidarla en todos los aspectos y generar un equipo de trabajo sólido, comprometido y apasionado con este arte.

También continuaré con mis proyectos fotográficos personales, sobre todo, con la fotografía gastronómica y comercial. Me gustaría que en algún futuro cercano pueda exhibir una galería con este tipo de fotografías y espero que también sea de la mano con los amigos de Foto Espacio Bolivia, quienes me brindaron esta oportunidad y donde también doy algunos talleres. Asimismo, espero continuar viajando y explorando nuevos lugares, conocer más el oriente y el norte y, si las condiciones se dan, llegar a otros lugares de nuestro globo.

PERFIL

Harold Dennis Martinez Leyva Nació en La Paz el 4 de abril de 1994. Trabaja como fotógrafo y productor audiovisual, es licenciado en Comunicación Social.

Experiencia Trabaja con instituciones estatales y ONG desde hace cinco años. Se especializó también en fotografía de productos con diferentes marcas de empresas en La Paz, Cochabamba y Tarija

Texto: Miguel Vargas S.

Fotos: Harold Martinez leyva

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Sergio Haisch, un artista boliviano en Noruega

Diseñador gráfico de profesión, el artista expone una serie de óleos en la galería Bak Fasaden de la isla de Skåtøy

Por Miguel Vargas Saldías

/ 15 de agosto de 2022 / 15:27

Siempre ha tenido una vena artística. Ya sea pintando, haciendo música o escribiendo en su natal La Paz, Bolivia, el futuro de Sergio Haisch Timm ya apuntaba hacia el trabajo estético. Pero fue en Noruega donde no solo formó una familia, sino que se decantó por el diseño gráfico y el arte. Actualmente se puede apreciar sus más recientes trabajos pictóricos en la galería Bak Fasaden de Skåtøy.

Nacido en La Paz el 9 de junio de 1981, se formó como diseñador gráfico en la Escuela de Comunicación Westerdals en Oslo y paralelamente como artista autodidacta.


Sergio Haisch Timm nació en La Paz, Bolivia, el 9 de junio de 1981. Radica en Oslo

En su faceta de diseñador trabajó para el Estado noruego como líder de sistemas de diseño para NAV – Norwegian Labor and Welfare Administration (Administración de Trabajo y Bienestar de Noruega) y en Digitaliseringsdirektoratet (Dirección de Digitalización), entre otros.

Haisch vive en Oslo, pero la exhibición es en la galería Bak Fasaden (“Detrás de la fachada”) en Skåtøy, una isla al sur de Noruega. “Surgió después de que uno de los directores de la galería vio mi arte y visitó mi estudio en Oslo. Se trata de una exhibición colectiva en que nueve artistas presentan sus trabajos en joyería, metal, vidrio, escultura y, por mi parte, pintura al óleo”, señala.

Arte: Sergio Haisch Timm

Van a ser 19 años que el artista radica en Oslo. “La pintura es algo que ha sido parte de mi vida desde mi adolescencia en La Paz, pero no parte de mi trabajo formal como diseñador.  Por poco más de una década mi trabajo formal fue mutando del diseño gráfico e ilustración al diseño de productos y servicios digitales, y dado que con cada año que pasa lo netamente visual toma un rol más de trasfondo, el arte se torna en una necesidad para cultivar la creatividad y mi pasión por la pintura”.

Como el ímpetu artístico apremiaba, hace tres años decidió rentar un estudio en el centro de Oslo y trabajar, de forma paralela al diseño, en las pinturas, las que presentó en una exhibición individual a fines de 2019.   

Arte: Sergio Haisch Timm

Su formación en el diseño nórdico le ha hecho comprender muy bien las expectativas de su público europeo, pero su mirada boliviana le da también un atractivo diferente a su trabajo. “A mi parecer la apreciación estética es un tanto distinta en los países nórdicos, donde el minimalismo, el arte abstracto y el uso limitado del color tienen bastante vigencia. La apreciación por la dedicación en el trabajo y la calidad de la obra son seguramente similares. Las representaciones en mi arte tienen base en mi experiencia como diseñador formado aquí en Noruega, donde mis composiciones son directas, sencillas, casi editoriales. Pero por otro lado, el uso de colores saturados es posiblemente algo que llevo en la sangre. Mas allá de que esta fusión tenga éxito en el mercado nórdico, es parte de quien soy como artista y por ahora me sirve como una forma de expresión”.

Arte: Sergio Haisch Timm

Si bien por el momento no existe ningún plan de una exhibición en Bolivia, sería un excelente pretexto para regresar por estos lares. “Si la posibilidad se presenta, no habría nada que me haga más feliz”.

Los interesados en conocer más de su trabajo pueden visitar la página web www.sergiohaisch.com, donde también se pueden comprar las piezas. “Por el momento los planes son experimentar con nuevos conceptos y seguir trabajando en una nueva exhibición aquí en Oslo”, agrega.

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Los chimanes cuentan su propia historia

El fotógrafo Manuel Seoane llevó seis cámaras a la Amazonía para crear con los pobladores el documental ‘Chatdÿe Tsimane (Pariente Chimán)’

Casimiro Canchi y su flauta

/ 4 de julio de 2022 / 14:42

Silba una flecha en el aire, atraviesa los árboles y golpea un ave, que cae pesadamente en el suelo. Un grupo de hombres chimanes se acerca a ella y, entre risas, la alistan para que sea su comida. La escena se ve en la pantalla instalada en el patio de la Manzana 1 de Santa Cruz de la Sierra, donde se proyecta el documental Chatdÿe Tsimane (Pariente Chimán), filmado y editado colectivamente por el fotógrafo documental paceño Manuel Seoane y los miembros de la comunidad chimán de Maraca’tuns, en plena Amazonía boliviana.

Los chimanes, t’simanes o tsimanés son un pueblo originario de la Amazonía boliviana que habitan en los municipios de San Borja, San Ignacio de Moxos, Rurrenabaque y Santa Ana del Yacuma, en el departamento de Beni. Con una población de cerca de 17.000 habitantes, aún conserva sus modos de vida tradicionales.  

Habituados a pasar sus días en verdes catedrales en que la recolección, la caza y la pesca son la moneda diaria, encontraron en el fotógrafo graduado en fotoperiodismo en la Escuela Danesa de Medios de Dinamarca, un gran aliado para producir y protagonizar una película.

El proyecto Chatdÿe Tsimane (Pariente Chimán) surgió en 2019, tras que Seoane y la periodista Karen Gil ingresaran en el bosque chimán con el apoyo del Pulitzer Center y National Geographic para hacer un fotoreportaje sobre la deforestación, pues allí estaba una de las 10 concesiones madereras otorgadas en la década de los años 90. “Fuimos a hacer ese reportaje y ver además la forma de vida chimán, el significado del bosque para ellos en su sostenibilidad. Con el paso del tiempo me pareció muy interesante que pudiéramos hacer algo más profundo, donde se mostraran otras cosas, no solo la deforestación. Entonces le planteé a Santos Canchi  —corregidor de la comunidad— hacer un fotolibro, un soporte más interesante y completo a partir de la fotografía. Pero a Santos y a la comunidad en general no les pareció tan interesante, en parte porque ellos no hablan castellano y un libro que seguramente iba a tener textos en ese idioma no les parecía de lo más atractivo. Ahí fue que el propio Santos me propuso: ‘¿Por qué mejor no hacemos una película’”?

LA GRÁFICA

Casimiro muestra una foto de infancia

Comunidad. Un terreno afectado por la quema

Fotógrafo. Un retrato de Manuel Seoane tomado por Francisco Canchi

Reunión de autoridades

Un niño de la comunidad chimán de Maraca'tunsi

El carnet de un comunario

Una comunidad especial 

Al principio Seoane se asustó con la idea porque no es tan simple hacer un filme, pero entendió el motivo del pedido. El trabajo se podría filmar en su idioma, lo que haría que el material sea más accesible.

Para el proyecto previo del Pulitzer, Seoane y Gil habían buscado información sobre lugares o comunidades en la Amazonía boliviana. En 1990, la Primera Gran Marcha Indígena por el Territorio y la Dignidad resumía las reivindicaciones de los territorios indígenas de la época, que surgía de un reclamo que partió de esta zona. Si bien la mayoría de comunidades se han marchado para adecuarse a la modernidad, otras conservan usos y costumbres.

 “Asistí en San Ignacio de Moxos a una reunión de la Subcentral del Territorio Indígena Multiétnico (TIM), que es la directiva que rige en ese territorio, y participan los corregidores de todas las comunidades que lo habitan. Fui para presentarme y conocer tanto a la directiva del TIM como a la comunidad y proponerles el reportaje sobre deforestación, con el que estuvieron de acuerdo. Unos meses después, con Karen ingresamos al territorio y nos quedamos casi 10 días. Ahí es donde realmente se dio un acercamiento de amistad, de confianza. Me hice muy amigo de Santos y de toda la comunidad en general”.

Si bien al principio los lugareños fueron muy cautos, pues los intereses de quienes llegan de afuera siempre dejan lugar a la duda, con el fotógrafo hubo buena conexión y, sobre todo, confianza. “Una muestra de la buena relación que se creó es que ellos mismos propusieron el proyecto”.

Un proceso colectivo 

Armado de su cámara, Seoane ingresó en la comunidad en septiembre de 2020 y se quedó un mes y medio filmando. “Después tuvimos contactos periódicos para, por ejemplo, hacer la traducción. Eran como 10 horas de entrevistas que me ayudaron a traducir. Después continué con el armado de cortes y la edición. Hicimos dos revisiones de los cortes para que ellos me dijeran sus impresiones, algo que me importaba mucho, para que estuvieran conformes con el producto final”.

Mientras los chimanes miraban el documental, Seoane les consultaba siempre sobre qué era lo que les gustaba y, sobre todo, lo que les desagradaba. “Si había algo que no crean que debería estar, era importante saberlo, pero la respuesta siempre fue positiva. Creo que los más contentos con el producto son ellos mismos”.

En el proceso, Seoane tuvo mucho cuidado en no ser invasivo, pues si bien se mostraban amistosos y abiertos a él y su cámara, también había cierta timidez. “Me di cuenta de que si hacíamos una película, que suele necesitar más gente trabajando, como sonidistas, camarógrafos o productores, resultaría muy complicado pues se requerirían más extraños. En cambio a mí ya me conocían y me sentía más o menos aceptado. Por eso decidí entrar yo solo”.

No ingresaría más gente, pero sí más cámaras. El objetivo era que sean los propios chimanes quienes filmen y muestren sus miradas. “Habían momentos y situaciones especiales, por ejemplo, actividades con las mujeres, que son mucho más tímidas y no hablan español. Era complicado acercarse mucho y si lo lograba se ponían rígidas y no eran ellas mismas. Ahí surgió la idea de darles cámaras y que este proceso de documentación lo hicieran ellos”.

Tras una breve capacitación de minutos, los miembros de la comunidad hicieron el registro de su vida cotidiana. “Ya no solo era un recurso para evitar esa distancia, sino que se convirtió en una herramienta que colectivizó el proyecto, que les dio a ellos la posibilidad de no solo ser los actores, sino también los creadores del proyecto. No iba a ser sobre nosotros imponiendo desde afuera o desde un preconcepto qué es lo que queríamos contar. Ellos mismos lo hicieron y reflexionaron desde su proceso creativo”.

Fueron seis cámaras de bolsillo, simples de utilizar. Si bien la calidad técnica y la resolución no eran las mejores, ellos estuvieron libres de usarlas en lo que quisieran. “Hemos logrado un producto hecho en conjunto, con una mirada interna que conoce mejor que nadie su realidad y que, a la vez, decide qué es lo que quiere mostrar. Esto está complementado con una mirada mía que desde afuera reflexiona sobre la importancia que ellos dan a temas como la conservación o el ecosistema. Las vemos más de afuera porque estamos conscientes de un contexto más amplio: regional, continental y hasta mundial del cambio climático, de sus efectos, de la pérdida del bosque”.

Los miembros de la comunidad filmaron más del 70% de la película. El proceso de edición no fue continuo y tomó cinco meses, pues para el realizador era vital la participación y opiniones de los indígenas.

“Cuando hice el primer corte, les mostré el material y ellos me dieron un feedback de qué cosas les gustaba y qué no. Como a veces no son muy expresivos, también me basé en las reacciones ante las imágenes, veía dónde se reían mucho, dónde las comentaban; así como los planos donde algo no les generaba interés”.

Las reacciones del público

El documental se presentó en San Ignacio de Moxos (Beni), La Paz, Santa Cruz y, obviamente se vio en la comunidad. “Ellos no hablan muy bien el castellano, entonces si les preguntas dirán que les gustó mucho. Pero, más allá de las palabras, era importante entenderlos o verlos  reaccionar. Presentamos el documental en el Cabildo Indígena de San Ignacio de Moxos, que es donde ellos salen cuando tienen que hacer trámites. Era la ciudad más cercana y con las facilidades técnicas para hacer una proyección. Fue muy bonito. El cabildo indígena estuvo lleno y ellos estaban súper contentos, orgullosos. Yo siento que hay orgullo en el documental: verse en una película. Cuando me propusieron la filmación, el ejemplo que usaban era un celular que tenía ahí un pariente, donde algunas veces veían películas. He sentido que verse ellos en la pantalla gigante, siendo la atracción principal y que la gente de otras comunidades de San Ignacio los vieran y los aprecien, les ha hecho sentir muy bien. A ellos les llama la atención ese mundo externo lleno de tecnología, cuando la vida en la selva es más sencilla. Ellos también quieren participar de alguna manera en la vida citadina. Y siento que la película hace eso, dicen ‘nosotros somos de allá y hacemos esto’ y lo muestran con mucho orgullo, quieren que se los tome en cuenta, que los aprecien, que no los vean como los suelen ver”, indaga Seoane.

Y es que los “parientitos” —como les llaman despectivamente en la ciudad— sufren discriminación cuando salen a los centros poblados, donde llegan descalzos y no manejan el idioma ni las convenciones sociales. “El documental evita esa mirada miserabilista con que se suele ver al campesino o al indígena. Eso es lo que hemos intentado romper”. Es así que Pariente Chimán – Chatdÿe Tsimane es una pieza que no despierta lástima, sino orgullo.

En busca de cambios

¿Cuánto habrá servido el documental a sus productores chimanes? “Siento que ellos ven una utilidad en esto. Cuando se filmaba, primero decían que querían mostrar el lado más inocente, más ameno. Por eso tiene una parte muy cotidiana, muy del día a día, muy casual, muy familiar. Pero luego también empieza a tocar temas un poco más profundos. El contexto social, lo político, el territorio… Estas cosas fueron sucediendo durante el rodaje, cuando veíamos los clips en la proyectora. Al principio la llevé para mostrarles cine en general, ya que estábamos haciendo una película. Llevé, por ejemplo, varias cintas de Chaplin, porque son visuales, no hay textos, ni diálogos. Les encantaba y reían mucho.  Pero después dijeron que quería ver lo que habían filmado. Así, todas las noches se hizo una especie de sesión de cine. Ellos llegaban a ver lo que habían filmado, y así se generó mucho más interés y también una reflexión”.

Al principio empezaron a filmar su cotidianeidad y después continuaron con otras actividades más específicas como la caza, la pesca, el chaco… y luego abordaron sus problemas, como el impacto de la maderera en su vida cotidiana, porque la empresa sigue ahí, y su anhelo de volver a ese territorio que era suyo. “La reflexión de ellos empezó ya no solo a cubrir la vida tradicional del chimán, sino las amenazas y los problemas que viven. Yo le decía a Santos que esta película no solo es para que ellos la disfruten y la vean allí, sino también para que la vean afuera, para que las cosas que pasan allí sirvan de reflexión y en el mejor de los casos, generen cambios o efectos positivos para la comunidad”.

Es así que el documental aborda de forma natural su conflicto con la empresa maderera, su acceso a la educación, a la salud y el ejercicio de la ciudadanía, entre otros.

En las proyecciones en las ciudades también hubo impacto, principalmente porque permitieron conocer a este pueblo en primera persona. Pero también hubo espacio para la denuncia. “Hay temas que son testimonio de una realidad. Que no solo es local, sino que involucra al Estado, como las actividades extractivistas. En Santa Cruz, por ejemplo, estuvieron presentes en una de las proyecciones integrantes de instituciones ambientalistas y periodistas de investigación. También me han escrito de la carrera de Antropología de la UMSA y de un par de universidades en Santa Cruz porque les interesa la película como un documento de análisis. Y cuando estábamos presentando el documental en San Ignacio de Moxos, había una comisión del Segip carnetizando a otra subcentral que tiene sede allí. Hablando con ellos del problema de los chimanes que no cuentan con carnet, de la titulación y de la identidad en estas comunidades, se logró hacer un acuerdo, a través de la Subcentral del TIM, para que el Segip entrara a una comunidad a la que pudieran acercarse más fácilmente estos pueblos originarios, como el de los chimanes para recibir su carnet”.

Carnet a 17 bolivianos

A pesar de este logro, se evidenció una falencia más en este proceso de garantizar el acceso pleno a la ciudadanía: los chimanes también deben pagar 17 bolivianos para obtener este documento, a pesar de que sus formas de subsistencia no responden al sistema económico que se maneja en las ciudades.

“Los chimanes no tienen un acceso tan directo al dinero, es decir, es algo  muy efímero para ellos. En la comunidad prácticamente no existe. Como no cuentan con ese recurso para carnetizarse, en las funciones que hemos tenido hemos presentado una imagen con un QR de 17 bolivianos para apoyar a los hermanos chimanes que aún no tienen su carnet. Se sugirió a manera de entrada simbólica voluntaria, pues las funciones fueron gratuitas. Hemos recaudado bastante, y ahora mismo los chimanes están saliendo de Monte Grande hacia Santa Rosa del Apere, que es la comunidad donde les van a carnetizar. Queremos recaudar más, porque no ha sido solo el gasto del carnet, hubo que alquilar un camión, porque son como 90 chimanes que han salido. Pero bueno, no importa. Se puede lograr algo con el aporte voluntario. ¿Siempre sirve, no?”.

Termina la proyección con imágenes de carnets. Se sueltan los aplausos y muchos de los asistentes copian el QR con la esperanza de ayudar a un hermano chimán para que sea, como ellos, ciudadano boliviano.

FOTOS: MANUEL SEOANE Y FRANCISCO CANCHI

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