En memoria de Sandra Aliaga
En Bolivia y más allá hay muchas personas indignadas por el ataque que ha recibido y contra quienes lo han producido; es señal de que los mezquinos no prevalecen cuando intentan arañar la piel de los grandes espíritus.
En las últimas semanas, este diario y la empresa que lo edita han estado bajo asedio de un coro de oficiosos comentaristas que no solo desconocen los alcances y límites de la libertad de expresión, sino también los márgenes que dictan la ética periodística y la decencia. En su sostenido ataque han mellado la memoria de Sandra Aliaga Bruch, comunicadora, periodista y gran amiga de La Razón.
Quienes conocieron a Sandra coinciden en señalar que habría sido la primera en reír de las absurdas e injuriosas palabras que le dedicaron a ella y a otros miembros del Directorio de la empresa editora de este diario y Extra; lamentablemente ya no puede hacerlo, pues nos dejó inesperadamente a fin de 2019; esta situación agrava los contornos delictivos de las temerarias falsedades que se dijeron sobre ella.
A diferencia de quienes han pretendido mancillar su memoria, Sandra actuaba con claridad, equilibrio y un dominio de la sindéresis que cualquiera envidiaría; de ahí que era una de las piezas incuestionables en el Tribunal Nacional de Ética Periodística, donde sobre todo ayudó a orientar el trabajo de periodistas y medios que caían en falta. Demostró su integridad al apartarse del tratamiento de aquellos casos que involucraban a La Razón o Extra. Sostener que usó su posición para favorecer a este diario es apenas una canallada más entre las muchas que se han dicho sobre este medio en los últimos años.
Tenía un enorme sentido de justicia social. Fue militante de izquierda y nunca traicionó sus principios. Era incapaz de callar ante lo que ella consideraba una injusticia, un abuso o un privilegio inmerecido. Suponerla cómplice de aquello que no hubiera tolerado solo por granjearse simpatías o algún beneficio es tan ridículo como atribuirle responsabilidad sobre decisiones tomadas luego de su prematuro deceso.
El buen humor y una risa contagiosa eran las más dulces características de Sandra; era experta en romper la más aguda tensión con una salida ingeniosa y animar en segundos las reuniones más difíciles. Se informó de los pormenores de la vida de esta empresa y se implicó al minuto en los desafíos. Habló con aguda inteligencia y admirable franqueza a Carlos Gill. Su aporte fue notable en las decisiones sobre nuestra tarea periodística y sin duda trajo ideas frescas y prometedoras sobre los terrenos administrativo o financiero. Era crítica, analítica, propositiva, sencilla, amigable, frontal, solidaria, muy firme en sus convicciones y generosa en sus aprecios. Tenerla como miembro del Directorio fue un honor. Tenerla como amiga de la empresa, un regalo de la vida.
Sandra Aliaga Bruch vive en su huella profunda como periodista, comunicadora y científica social, pero sobre todo en los recuerdos y el corazón de quienes la conocieron y gozaron de su amistad. En Bolivia y más allá hay muchas personas indignadas por el ataque que ha recibido y contra quienes lo han producido; es señal de que los mezquinos no prevalecen cuando intentan arañar la piel de los grandes espíritus. Sandra solo merece respeto, gratitud y cariño.