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Pico electoral

Parece haber una curiosa correlación entre la fecha de elecciones y las previsiones sobre el “pico” de contagios por coronavirus. No es que el calendario electoral se defina en función a la evolución de la pandemia, como sería natural, sino al revés. Para decirlo en otras palabras: los pronósticos sanitarios del “comité científico” se mueven a tono con la temporalidad de los comicios.

En marzo, cuando el COVID-19 llegó al país y empezó a extenderse en todo el territorio, se afirmó que el pico de contagios sería en mayo a junio. Con esa proyección se decretó la cuarentena total, que se fue ampliando, y se produjo la primera postergación de las elecciones generales, originalmente convocadas para el 3 de mayo. La evidencia de la pandemia era innegable y la ciudadanía asumió con disciplina el confinamiento (salvo excepciones). La suspensión del calendario electoral también fue incuestionable.

Con la nueva fecha para los comicios, establecida por ley como máximo hasta el 2 de agosto, los voceros del Gobierno provisorio cambiaron sus pronósticos sanitarios: el pico de contagios sería en agosto. Lo propio ocurrió cuando, a iniciativa del TSE y como resultado de un acuerdo político pronto desconocido por la alianza Juntos, se estableció la segunda postergación del sufragio —también por ley— para el 6 de septiembre. Rápidamente la titular de Salud informó que en septiembre sería la cima de contagios.

A reserva del debate legal sobre la reciente decisión del TSE de aplazar los comicios hasta el 18 de octubre, las autoridades sanitarias, que se contradicen entre ellas, ahora dicen que el pico de contagios será… ¡en octubre! Claro que lo prolongan hasta noviembre y más, lo que supondría aplazar sine die la votación. Así, la correlación entre fecha de elecciones y proyecciones de contagios, que al principio resultaba razonable, hoy parece más bien un opaco instrumento para fines político-electorales.

Si hay alguna certeza en el actual escenario de crisis múltiple e incertidumbre en el país, es que ni las autoridades del Gobierno ni su “comité científico” (cuya cabeza está en Estados Unidos buscando respiradores) saben decirnos algo cierto sobre la evolución de contagios por coronavirus y el temible pico que no llega. Eso es natural toda vez que no se ha podido garantizar ni lo más elemental, que es contar con pruebas suficientes. Hoy mismo cinco departamentos reportan subregistro de casos por falta de reactivos.

Así pues, asumiendo los erráticos datos oficiales acerca de las previsiones de contagio por COVID-19, es difícil condicionar la fecha de las elecciones. Lo que resulta innegable es que, más allá de la evolución de la pandemia, no existe ninguna posibilidad de una nueva postergación de los comicios. Como ha señalado el TSE, el 18 de octubre es una fecha definitiva si de verdad se quiere garantizar que este año tengamos autoridades y representantes electos. Lo demás es cuidarse por cuenta propia.