Un golpe a la educación
Pero esto tiene una doble consecuencia: por un lado muchos colegios privados pierden su razón de ser y su fuente de ingreso. Por el otro, mucho más grave, toda la educación se privatiza de facto: solo estudiarán quienes tengan recursos para pagar a sus maestros.
La decisión, anunciada el domingo por el Ministro de la Presidencia, de clausurar el año escolar en Bolivia, incluyendo a las unidades educativas públicas, privadas y de convenio, ha causado generalizada indignación no tanto por el hecho de que niñas, niños y adolescentes se quedan sin su actividad principal, sino por las enormes consecuencias que ello tendrá en el futuro.
Más tarde, el mismo día, el Ministro de Educación ofreció una conferencia de prensa en la que exclamó que suspender el año escolar no significa que las y los educandos dejen de estudiar. Para la autoridad, las previsibles críticas a la decisión son fruto del “prejuicio ideológico, de la conveniencia partidista o el escándalo mediático”. Mal miradas, las reacciones públicas a la noticia, particularmente las de dirigentes y candidatos políticos, parecían darle la razón al ministro.
Sin embargo, en los hechos la decisión significa que el Estado deja de cumplir su obligación constitucional de asegurar el derecho a la educación de toda la población, particularmente, en este caso, de niños y niñas en edad escolar, que no solo no podrán adquirir los conocimientos y competencias previstas para su respectivo nivel, sino que quedan en la incertidumbre sobre el modo en que retomarán sus estudios en 2021.
Asimismo, se trata de la consecuencia lógica de una decisión anunciada semanas atrás: que ningún estudiante del sistema educativo boliviano perdería el año escolar, es decir que las y los estudiantes ya habían aprobado, literalmente, por decreto, antes de que se anuncie la decisión de suspender clases. Por otra parte, es evidente que la determinación tiene que ver con la evidente incapacidad de las autoridades del ramo para lograr acuerdos con el magisterio y las asociaciones de padres de familia.
Con todo, muchos padres y madres tomaron la noticia con algo de alivio, cuando no resignación, pues en los hechos sus hijos e hijas no estaban recibiendo educación eficaz; si en los centros urbanos ya era complicado para muchas y muchos acceder a la tecnología de educación virtual, es fácil imaginar la frustración de miles de familias del área rural, donde, con muchas y muy honrosas excepciones, las y los maestros no supieron cómo responder a la circunstancia.
En algunos casos, padres y madres se organizaron para pagar a las y los profesores a fin de que sigan enseñando a sus hijos las competencias y habilidades programadas para el año. Pero esto tiene una doble consecuencia: por un lado muchos colegios privados pierden su razón de ser y su fuente de ingreso. Por el otro, mucho más grave, toda la educación se privatiza de facto: solo estudiarán quienes tengan recursos para pagar a sus maestros.
Ha fallado el Gobierno, y el costo se pagará dentro de algunos años. Mientras tanto, Bolivia seguirá descendiendo no solo en la escala que mide la calidad de su educación, sino en todas las listas que evalúan el estado de los derechos en general.