Subregistro
No deja de ser evidente el incremento en el número de fallecimientos debido a la pandemia, no solo por la cantidad de muertes producidas por el COVID-19, sino también por otras muchas que no pudieron ser atendidas ni evitadas en un sistema de salud colapsado.
Semanas atrás, una nota del diario The New York Times, fechada en Tarija, causó revuelo en el país porque informaba que la cifra de decesos en Bolivia se había disparado hasta quintuplicar la registrada un año antes. La noticia y la información que la sustentaban merecían una lectura cuidadosa, mas los Servicios Departamentales de Salud (Sedes) han comenzado a reconocer un subregistro de muertes.
Es por eso que días atrás el Sedes de La Paz informó que ejecuta una investigación para actualizar los datos relacionados sobre todo a los fallecidos por COVID-19, para precisar si la cantidad informada hasta el martes, casi 900, es la real. Otro asunto que es investigado por el Sedes son las denuncias de presuntos entierros clandestinos, especialmente en regiones alejadas del departamento.
Similar indagación en Santa Cruz develó un subregistro de fallecidos por coronavirus, encontrándose un desfase de 1.570 muertes por COVID-19 que quedaron sin registrar entre marzo y septiembre, en el que los números más altos correspondieron a junio y julio; esta es la razón por la que entre el 5 y 6 de septiembre la cantidad de decesos por coronavirus en ese departamento se disparó de 1.934 a 3.527.
Coinciden las sospechas de los dos Sedes con una reciente publicación del Servicio de Registro Cívico (Serecí), dependiente del Órgano Electoral, donde se explica que en junio, julio y agosto el registro de defunciones prácticamente se duplicó y hasta casi triplicó en el país. Por ejemplo, si en julio de 2019 se inscribieron 4.854 defunciones, en julio de 2020 la cifra fue de 17.093.
La explicación, también ofrecida en la citada noticia del Times, se encuentra en que debido a que entre marzo y mayo hubo suspensión o restricción de actividades públicas y privadas fue imposible el registro de defunciones, “el incremento anotado en los últimos tres meses no corresponde a fallecimientos ocurridos en esas fechas, sino que se regularizaron registros rezagados de meses anteriores”, dice la publicación del Serecí.
Con todo, no deja de ser evidente el incremento en el número de fallecimientos debido a la pandemia, no solo por la cantidad de muertes producidas por el COVID-19, sino también por otras muchas que no pudieron ser atendidas ni evitadas en un sistema de salud colapsado. Súmese a eso el descontrol en las instituciones llamadas a llevar el registro demográfico y mucho más el epidemiológico. El costo de la pandemia está todavía por ser conocido.
El problema, pues, no es como el diario neoyorquino quiso mostrar la cantidad de muertes en un mes (era la cantidad de registros hechos en ese lapso), sino la cantidad total de muertes ocurridas durante la gravísima crisis sanitaria y de servicios que todavía no termina, y la necesidad de entender sus causas, así como decidir lo necesario para evitar esta misma tragedia en el futuro.