Icono del sitio La Razón

Noticias falsas

Bolivia vive un momento de gran incertidumbre e inseguridad sobre muchos aspectos de la vida pública. Es entonces, y mucho más en tiempos de posverdad, que los medios de comunicación tienen el deber de ofrecer información cierta y fiable, es decir certidumbre. Impedir tal deber ético y profesional parece ser el impulso de quienes atacan a esta empresa periodística y a su propietario.

Según la teoría, el fenómeno llamado “posverdad” está compuesto a su vez de prácticas particulares, siendo la primera aquella que insiste en publicar falsedades a pesar de desmentidos confiables y, peor, descalificando a quienes las contradicen. Tómese como ejemplo el caso de un supuesto “grupo de Carlos Gill” en el que el propietario de la empresa editora de La Razón y Extra no tiene ni nunca ha tenido participación.

Prácticas de posverdad se identifican allí donde en lugar de afirmar con evidencia se insinúa o, cuando se tiene algún documento oficiosamente filtrado por una parte interesada, se presupone o se sobreentiende todo lo que no está contenido en éste. Es el reino del prejuicio.

En su afán de desacreditar por medio de estrategias de posverdad, quienes pretenden dañar a este diario y a su propietario articulan medios digitales con blogs y otros diarios, citándose mutuamente, pero nunca a las fuentes y mucho menos a la contraparte.

Más penoso es el aporte de oficiosos juzgadores públicos que no se detienen a reflexionar antes de descalificar, cuando no injuriar, a personas de las que no conocen más que lo que acaban de leer o, peor, ya han fallecido. Cierto es que ejercen con soberanía su derecho a la libertad de expresión, pero eso no justifica el juicio ligero y desinformado, mucho menos el insulto.

Olvidan además nuestros atacantes que su derecho a la libertad de expresión limita claramente con el derecho al trabajo, a la honra y a su propia libertad de expresión, entre muchos otros, de quienes son afectados y afectadas por esa expresión que es, insistimos, injuriosa.

Finalmente, las prácticas de posverdad incluyen la poscensura, es decir que quienes se pronuncien en contra de los ataques o a favor de los atacados, recibirán más injuria, sirviendo como aviso a los demás e instalando espirales de silencio. Prueba de ello es que, como en otras ocasiones en que hemos denunciado las mentiras contra La Razón, este editorial será respondido con más ataques, infundados y maliciosos.

Siguiendo una simple operación lógica se evidencia que una media verdad sigue siendo una mentira completa, con el agravante del dolo que implica mezclar afirmaciones falsas y verdaderas. No podemos ni debemos seguir desperdiciando espacio necesario para la información, la opinión y el análisis periodístico en defendernos de mentiras que provienen de personas con evidentes intereses particulares, evitaremos hacerlo nuevamente.