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Rebrote

Empiezan a surgir señales en Bolivia, como es el caso también de varios países de la región, de un posible rebrote de la pandemia. Sin caer en el alarmismo, no deja de ser pertinente planificar políticas de prevención efectivas y de gran alcance que eviten que, dentro de algún tiempo, se tenga que asumir medidas de restricción severas que puedan volver a paralizar la incipiente reactivación económica.

En el hemisferio norte, varios países han tenido que restablecer limitaciones a la movilidad ante el recrudecimiento de contagios de COVID-19 en un contexto económico complicado y con señales visibles de irritación en una parte no menor de la población. En estos días hay informaciones que dan cuenta de un posible rebrote en la región metropolitana de Santiago y en algunas regiones del Perú. No es aún algo alarmante pero las alertas se están empezando a activar.

En el caso de Bolivia, después de varias semanas en las que las cifras de contagios por coronavirus se mantenían bajas, nuevamente nos acercamos a más de 400 casos por día. La situación parece particularmente preocupante en Santa Cruz.

No se conoce con mucha claridad la dinámica de esta enfermedad y por tanto no hay todavía muchos elementos para estar seguros de que este repunte implique una nueva ola masiva de contagios. Sin embargo, son datos suficientes para que las autoridades y la población empiecen a actuar.

Ya se sabe que hay ciertas prácticas que bien aplicadas disminuyen significativamente la incidencia del contagio: el uso de barbijos, el lavado de manos, la distancia social de un par de metros y abstenerse de transitar por lugares cerrados en los que hay mucha gente. Hay que reconocer que varias de ellas se han ido relajando a medida que la población se ha ido acostumbrando a la “nueva normalidad”. Parece sensato volver a intensificarlas.

Por otra parte, el nuevo Gobierno tiene el gran desafío de no cometer los mismos errores y ausencias de la anterior gestión. En primer lugar, hay urgencia por mover efectivamente el dispositivo comunicacional para informar y preparar a la población. Por otra parte, ahora sí, no hay excusa para no proveerse de dotaciones mínimas de pruebas PCR, esquemas bien organizados de vigilancia epidemiológica y capacidades de hospitalización básicas. Por otro lado, no es recomendable que las autoridades se confíen en la paciencia de la gente, la situación económica plantea hoy muchas dificultades y muchos sectores no tienen ya la espalda para soportar restricciones estrictas en sus dinámicas cotidianas. Es recomendable evitar el rebrote o al menos mitigarlo con eficacia y descartar arriesgarse a una nueva etapa de restricciones duras que traen consigo enormes sacrificios.