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Comparaciones

El asalto al Congreso de Estados Unidos por un grupo de vándalos azuzado por el presidente Trump ha generado un intercambio más bien curioso en Bolivia, seguido de analogías forzadas que oscurecen en lugar de esclarecer. Las comparaciones sin análisis ni contexto, planteadas incluso por líderes políticos, son más propias de memes que de un debate público en democracia.

Los hechos de violencia del pasado miércoles en la toma del Capitolio, que produjeron cinco muertos y decenas de heridos, mostraron que el supremacismo blanco y el fanatismo religioso, atizados por un populista de derecha, pueden poner en tensión la democracia estadounidense (que para muchos en Occidente es una suerte de “modelo”). Claro que el apoyo a Trump no se reduce a un grupo de extremistas, muchos de ellos armados: más de 70 millones de personas votaron por él en las recientes elecciones.

A reserva del balance de lo que implica el asalto al Congreso, que lejos de ser un episodio aislado expresa déficits estructurales del régimen democrático estadounidense, el hecho concreto es que un presidente-candidato en funciones: a) desconoce el resultado de una votación —resultado avalado por todas las instancias y autoridades electorales—, b) repite ad nauseam, sin prueba alguna, que hubo “fraude” y le robaron la elección (sic) y c) incita la movilización de sus huestes para revocar los comicios.

¿Qué analogías se hicieron con la crisis político-institucional de 2019 en Bolivia, que derivó en el derrocamiento del expresidente Morales? La primera fue el desconocimiento a la voluntad ciudadana expresada en las urnas, que en nuestro caso alude como hito al referéndum del 21F sobre la reelección. Al igual que Trump y sus seguidores, el oficialismo en el país no respetó el resultado de la consulta, forzando un atajo constitucional para habilitar la repostulación de su binomio presidencial.

La otra analogía tiene que ver con la narrativa del “fraude”. Del mismo modo que Trump y los suyos en Estados Unidos, nuestros políticos-candidatos de oposición, empezando por el dos veces derrotado en las urnas Carlos Mesa, cantaron “fraude monumental” en los comicios 2019 (e insisten en ello sin aportar evidencia). Ni hablar de los grupos extremistas que este año reciclaron ese discurso y, de rodillas, en nombre de Dios y la religión, fueron a tocar las puertas a los cuarteles para un gobierno militar.

Por último, está la acción violenta. La toma del Capitolio fue convocada por Trump con un discurso belicoso, cercano al fascismo, en defensa del patriotismo y contra los débiles (republicanos incluidos). No debemos olvidar que en Bolivia las turbas políticamente movilizadas quemaron cinco tribunales electorales departamentales, varios domicilios de oponentes, unidades policiales, buses. Todo en nombre de la democracia. ¿Algo más? Sí, como Áñez, el señor Trump no asistirá a la posesión del presidente Biden.