Metropolización
En Bolivia hay algunas experiencias dignas de estudio: las mancomunidades.
A escasas semanas de las elecciones subnacionales y a pocos días del inicio de las campañas para solicitar el voto, es poco o nada lo que se sabe de las diferentes propuestas que harán las y los candidatos a la Alcaldía para conquistar el voto del electorado. Son muchos los temas importantes, y algunos superan con creces los límites de la jurisdicción municipal.
El primero de esos temas es el de la inevitable metropolización. El imparable crecimiento de las ciudades ha provocado que en los últimos años, en muchos lugares, no solo hayan desaparecido los límites entre las jurisdicciones de los gobiernos municipales vecinos, sino que además han aparecido nuevos problemas, muchos de ellos comunes y que pueden ser atendidos de manera conjunta.
Precisamente a causa de la dificultad para señalar límites jurisdiccionales, no deja de ser irónico (cuando no indignante) que en los últimos años hayan habido numerosos casos de emergencias en zonas de la ciudad disputadas por gobiernos municipales vecinos y que fueron atendidas por el personal del gobierno municipal paceño, pese a que los afectados hicieron sus trámites y pagan impuestos en algún otro gobierno local, cuyo personal brilla por su ausencia en casos de necesidad.
El principal obstáculo para siquiera considerar un proceso de evaluación de las posibilidades y caminos para integrar La Paz, El Alto, Viacha, Laja, Palca, Achocalla y Mecapaca en un gran territorio metropolitano es la falta de voluntad política, agravada por la ausencia de transparencia en algunos gobiernos locales, que por ejemplo, hasta hoy, y pese a que la ley así lo manda, todavía no administran sus recaudaciones a través de cuentas fiscales, sino en efectivo.
Para comprender la necesidad estratégica de un territorio metropolitano considérense únicamente tres ámbitos ejemplares: transporte, agua potable y basura. Estos tres servicios básicos que se brindan en cada uno de los municipios vecinos con diferentes niveles de calidad y eficacia, bien podrían ser tener una administración compartida, con un nivel de calidad similar, mayor población usuaria, lo cual implica disponer de más y mejores recursos y la posibilidad de encarar inversiones en infraestructura que por hoy están totalmente fuera del alcance de cualquier gobierno local solo.
En Bolivia hay algunas experiencias dignas de estudio: las mancomunidades, que si bien no se articulan en torno a necesidades compartidas, sí lo hacen por proximidad geográfica; en cualquier caso, a través de esta forma asociativa logran no solo una mejor gestión de sus recursos, sino también mejora su posición negociadora con los otros niveles gubernamentales y hasta con la cooperación.
Es, pues, deseable que las y los candidatos, por ahora concentrados en darse a conocer, incluso si echando mano de recursos pueriles, comiencen a emplear estrategias de persuasión de las y los votantes basadas en propuestas y no solo en descalificación de los adversarios; y que esas propuestas estén llenas de futuro y no de palabras huecas.