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Ofendida y discriminada

Días atrás, provocó gran polémica la denuncia que hizo la entonces quiromasajista del equipo de fútbol Wilstermann contra el nuevo Director Técnico por haberla apartado del trabajo por razones, supuestamente, de género. El lunes último esta denuncia fue presentada ante el Ministerio Público, que ya admitió la demanda por discriminación y atentado contra la libertad de trabajo.

 Según la versión de la profesional en quiropráctica que acompañó a los jugadores del equipo titular durante cinco años hasta el impasse con el nuevo entrenador, divulgada por su abogado, el DT le había pedido que se retire del entrenamiento porque no desea trabajar con mujeres en su equipo. Si bien no hubo un despido, porque además el entrenador no tiene capacidad para tomar esas decisiones, la quiropráctica ha abandonado el club y ahora negocia una indemnización.

El denunciado, en sucesivas declaraciones a los medios, ha explicado que él no tiene problema con las mujeres y que está “contento de compartir con las mujeres”; que hay una intención de afectar su imagen pública a través de la denuncia, y que si pidió a la profesional que se retire fue solamente por tener menos personas cerca de los jugadores para evitar el riesgo de contagio. La dirigencia del club se pronunció de manera ambigua, pero señalando que no toleraría actos de discriminación.

El tema, que a simple vista es una evidencia más del talante machista y patriarcal de las relaciones sociales, y mucho más en ámbitos de prácticas viriles como el fútbol profesional, tiene el añadido de que esta vez la afectada busca justicia y reparación, o al menos eso se infiere de las declaraciones del abogado que la representa.

El caso no es un tema menor o simple afán de venganza, sino que debe ser mirado como un intento de sentar un precedente que ayude a otras mujeres, probablemente muchas más de las que se puede imaginar, a hacerle frente a la discriminación y las múltiples formas de violencia que produce cotidianamente con un enorme costo para quienes la padecen.

Ofende a las mujeres que todavía haya quien sostiene, incluso si solo en tono de broma, que su lugar es el ámbito doméstico, el espacio privado; ofende que se les diga que no son aptas para desarrollar un trabajo solo por su género, incluso si demuestran competencia, conocimiento y experiencia; ofende que se les diga que denuncian discriminación y violencia solo por afectar la carrera de un buen varón; ofende que este comportamiento, generalizado en la sociedad, todavía no haya merecido ejemplarizadora sanción.

La discriminación por género y las formas que adopta están tipificadas penalmente y se las prohibe explícitamente en las leyes 45 y 348, además de la Constitución Política del Estado. Son temas como este los que merecen el fervor que demuestra una parte de la sociedad cuando se trata de defender su visión de país, de justicia, de democracia y no las pequeñas cosas inspiradas por el interés político.