Necesario gesto
Ha vuelto la mesura a la gestión de las relaciones internacionales de Bolivia.

Las relaciones diplomáticas están hechas de gestos, y por eso quienes no se han iniciado apropiadamente en las lides de las relaciones internacionales tienden a menospreciar el valor de la cordialidad, de la consideración, del respeto mutuo con representantes de otros países. Un gesto es, por ejemplo, pedir el retorno de una embajadora expulsada por el gobierno transitorio a fines de 2019.
En efecto, días atrás ha retornado a Bolivia la embajadora María Teresa Mercado, representante del Gobierno de los Estados Unidos Mexicanos en Bolivia hasta diciembre de 2019, cuando tras un confuso incidente en su residencia, fue declarada persona non grata, “en aplicación de la Convención de Viena” según dijo en su momento la Presidenta interina, viéndose Mercado obligada a abandonar el país, dejando en la vivienda de la Embajada mexicana, en calidad de refugiados, a un grupo de exautoridades del gobierno que acababa de ser depuesto.
De hecho, el pésimo gesto de echar a una embajadora que no hacía sino cumplir las normas de Derecho Internacional, así como una tradición histórica del Estado mexicano, llegó precedido por el también terrible gesto de negar salvoconducto a personas que no solo habían solicitado refugio en el país norteamericano, sino que ya lo habían obtenido. Negarles la salida del país donde eran perseguidos significó vulnerar acuerdos y tratados internacionales de larga data.
Fue tal la confusión provocada en la gestión de las relaciones con uno de los países más amigos de Bolivia, que el Encargado de Negocios que llegó a reemplazar a la Embajadora non grata se encontró con una situación que, meses después en una entrevista con este diario, calificó de “inaceptable y sin ningún antecedente en América Latina, ni siquiera en los momentos más complejos de regímenes extremos”.
El delirio de las autoridades de Relaciones Exteriores y de Gobierno fue replicado por grupos de personas que durante meses se apostaron al ingreso del exclusivo barrio donde está la Residencia mexicana para acosar a los habitantes de dicha vivienda durante el día y la noche; la Policía se brindó para hacer aún más amarga la situación de los diplomáticos y sus refugiados.
Finalmente, inédito como fue el trato dispensado al equipo diplomático mexicano y a los perseguidos políticos del gobierno transitorio, también lo fue la solicitud de la Cancillería boliviana a su par de México, luego de la restitución del orden constitucional, de reponer a la embajadora expulsada, como el mejor gesto posible para recomponer completamente las relaciones que resultaron seriamente comprometidas.
Al respecto, la Embajadora mexicana a su llegada a Bolivia ha señalado que su retorno “implica muchísimas cosas”; comenzando, seguramente, por el hecho de que ha vuelto la mesura a la gestión de las relaciones internacionales de Bolivia, que lejos de ser únicamente un asunto de afinidades ideológicas con otras potencias, implica decisiones estratégicas de la más profunda trascendencia.